LA EXPERIENCIA ESTÉTICA COMO LA LUZ INVISIBLE EN LA ARQUITECTURA. Más allá del espectro invisible

The aesthetic experience as invisible light in architecture. beyond the invisible spectrum

Paola Vargas Camacho

Estudiante Maestría en Artes | Universidad de Caldas | jolie.36617223740@ucaldas.edu.co

La arquitectura se define de manera genérica como el arte de construir y proyectar edificios, pero esta es la definición más elemental considerando la importancia de la misma en el devenir de la cotidianidad de una sociedad. Esto se hace más evidente si pensamos la arquitectura desde sus inicios, donde el humano ante la necesidad más primitiva de protegerse de la intemperie empieza a pensar en un lugar que le de resguardo. Pero se debe tener muy presente que la satisfacción de las necesidades más primitivas es solo una de las características de la arquitectura, ya que, en la historia hemos visto cómo la arquitectura ha dejado de ser simplemente un resguardo, para dar lugar a espacios que habitualmente están dotados de otros significados.

No obstante, considero que en la actualidad, la arquitectura contemporánea, en un gran número de casos no contempla la idea de generar una experiencia estética a partir de la vivencia del espacio, como tal vez sucedía en otras épocas, siendo posiblemente este el componente que la diferencia de las demás artes y que se convierte en el carácter primordial de la arquitectura. Allí, en el espacio que se genera, es donde se tejen los hilos propios del habitar, de la cotidianidad y donde un individuo puede experimentar sensaciones. he aesthetic experience as invisible light in architecture. beyond the invisible spectrum

Es por esto, que lo que se pretende en este proyecto de investigación es reconocer en la arquitectura otros elementos sensoriales, aquellos que quizás trascienden la hegemonía de lo visual y que puedan permitir definirla como un arte “multisensorial”. Así se contribuye a validar otras estéticas derivadas de las diversas formas de habitar, enfocándolo más a lo cualitativo que a lo cuantitativo, con el fin de poder tener una mirada más endógena, considerando que es desde el arte donde quizás podemos encontrar valor en aquello que aparentemente no lo tiene, tal como una invitación a “ver con otros ojos”. Esta afirmación de cierta forma es imprecisa, pues reitero que mis intereses van más allá de lo visual, con el mero propósito de desligarnos de cierta forma a los estilos impuestos como tendencias, que están más cerca de ser una moda que el reflejo de una sociedad, imponiendo unos estereotipos a veces hasta inalcanzables y que en el discurso de la enseñanza de la arquitectura nos ha llevado a que importe más una fachada que la vivencia del espacio, alejándonos de los valores esenciales de la misma.

Glosario

LUZ

Es la vida y la muerte, el amor y el dolor, el color, la penumbra. Cuando abro la puerta del balcón es lo primero que entra a la casa, se iluminan los muebles, cambia todo el espacio. Si miro a las montañas cuando amanece, siempre hay algo que las acompaña, es lo que le da el color. Cuando cierro los ojos, siempre está ahí, aún en la oscuridad, en el fondo. No se apaga. No desaparece. Cuando hay dolor, rabia y soledad. La luz es la guía y la compañera del alma. (Ana Henao)

CUERPOS

Con referencia a los cuerpos, las opiniones están divididas. Por muchas personas son vistos como el disfraz de las almas o el vehículo del pensamiento. O, desde un punto de vista más holístico, como una variación vibracional de la luz. Para este bando, el cuerpo parece ser el contenedor de algo precioso. La cáscara que guarda el fruto. En este caso, los cuerpos se conciben como casas limpias y sucias. Algunas habitadas con alegría, otras con resignación. Por otro lado, están aquellos que son puro cuerpo. Son su olor, su forma, su aspecto. Aquí, algunos cuerpos enloquecen a otros cuerpos, calentándolos al punto de hacerlos arder. En el mundo del cuerpo, los cuerpos ganan concursos de cuerpos. Poseen el poder de movilizar la economía, marcar hábitos, estéticas, tendencias, incluso pueden causar la guerra. En este bando, los cuerpos son poseídos por los cuerpos. (Gustavo Arias)

HABITAR

Relación simbiótica que se genera a partir de la interacción entre espacio e individuo. Este vínculo se crea a partir de que el individuo ocupe el espacio de forma reiterada. Aun así, son necesarias acciones más allá de la simple existencia por sí sola para que exista la simbiosis, es decir, el individuo deberá apropiarse del espacio, transformarlo y dotarlo de significado. De esta forma la cotidianidad del individuo se va ligando al espacio y así se convierte en lugar, su lugar, en el cual es posible que la relación espacio-tiempo se diluya, que hombre y lugar se amalgamen de forma tal que, se podría decir, uno es la extensión del otro. (Paola Vargas)

PRIMER ACTO:

VISITA GUIADA POR LA “CASA DE PALO”

Bienvenidos a la casa de palo,

la casa de todos y de nadie,

una casa de locos dirían algunos,

una casa de ensueño dirían otros,

 los primeros tal vez tienen razón,

pues aquí suceden cosas inverosímiles

y los segundos quizás también,

por qué bien podría parecer una fantasía

de aquel que duerme.

Única e infalible, pintoresca pero apacible. 

Una casa hecha de palos, palos de todas las especies,

los hay amables, pero también impulsivos,

 los hay sensatos y otros entrometidos,

algunos son aburridos, otros más atrevidos,

y están conectados con anhelos, utopías y deseos.

En la casa de palo casi siempre somos muchos,

 tantos que parecemos elefantes que se balancean sobre la tela de una araña.

Tantos que el tinto se sirve en pocillos de todo tipo,

los hay de todos los tamaños colores y sabores,

además, se vienen recolectando desde tiempos inmemorables,

según mi hermano y como le dice a mi abuela,

se vienen coleccionando casi desde la primera comunión de ella.

El tinto que se sirve sabe a aguapanela,

la aguapanela sabe a limón

y el limón es casi el remedio para cualquier enfermedad,

pero el sabor es casi siempre el mismo,

sabor a hogar, calidez y nostalgia.

La casa de palo, cuando la tierra tiembla,

en efecto se balancea como la tela de la araña

y aquel que siempre reza, exclama:

¡Ay jueputa!

Y el que nunca reza, grita:

¡Ay dios mío bendito!

Como la casa veían que resistía,

casi siempre iban a llamar a otro elefante,

 todos los elefantes son bienvenidos,

lo que sí es un problema

es que los elefantes casi nunca se quieren ir.

Pero en la casa de palo se tiene una creencia,

La creencia de que si paras una escoba al revés,

los elefantes que visitan se van ipso facto.

Aquel que hace visita con algún elefante,

sabe que es la hora de la despedida,

 justo en el instante que puede escuchar que,

en la otra habitación,

las cerdas de la escoba,

rozan el muro de esterilla mientras la voltean.

Cada habitación de la casa de palo puede ser un universo.

 En la casa de palo hay habitaciones sin puertas,

puertas en el piso,

ventanas por donde no se ve hacia afuera,

muros torcidos y discontinuos por los cuales

a veces se ve hacia adentro.

En la casa de palo a veces los muertos hablan más que lo vivos,

los vivos se dejan engañar con sueños de papel,

 el papel es utilizado como tapiz de los muros

y los muros son el escondite

de los muertitos en ataúd que tenemos de juguete.

La casa de palo es el lugar ideal si gusta venir a divertirse,

pues aquí se sufre y se goza,

no consigue plata, pero se entretiene,

y además, según mis tías,

de todo mundo se raja, pero a nadie se le sostiene.

Una casa de palo para todos los gustos. 

En la casa de palo podrá encontrar una gran variedad de plantas

 para que las riegue,

en las fechas especiales muchas flores

para que las huela,

para su entretenimiento en vez de puertas encontrará diversas cortinas

para que así se distraiga encontrando el patrón,

hay también una escopeta de dardos

para que juegue tiro al blanco,

una guitarra

para tocarla en la oscuridad,

una mujer estática para que le lea,

 pero en silencio,

un tarro de galletas donde no hay galletas

sino hilos para que se ponga a cocer,

un rollo infinito de plástico con publicidad de “Dolex”

para que envuelva lo que quiera.

Si aún no encuentra qué hacer…

Entonces vaya al cuarto del tío,

 allí podrá tomar aguapanela

y escuchar Guns N’ Roses,

 observar a pamela Anderson

e imaginar que es real,

saltar en la cama mientras

suena It’s my life de Bon Jovi

o también observar la colección de latas de cerveza

e intentar pronunciar sus nombres.

Si es muy devoto puede ir a orar

dónde está el sagrado corazón,

también hay otros santos,

 incluso los que nadie sabe quiénes son.

Si prefiere la relación con el exterior,

entonces su opción es el balcón,

 en él podrá jugar chicle americano

con las medias veladas rotas,

puede jugar con una cocinita

que es rosada pero no tiene género,

montar en los patines chicago

de cinco estrellas,

o puede ladrarle a la gente que pasa.

Si lo que busca es experimentar otras sensaciones

puede ir al corredor,

allí encontrará un columpio

en el que si se balancea muy fuerte

se estrella contra la pared,

o una guadua en posición vertical

 donde puede dar vueltas y vueltas

 hasta que el mareo no lo deje más.

Recuerde que, además, en la casa de palo

puede ser navidad en la época que usted quiera,

en cualquier momento puede desempolvar el árbol,

 buscar los adornos entre el techo,

 probar los bombillos de las instalaciones de luz

hasta que funcione completa,

puede empacar los regalos,

esconder el niño dios,

 lavar las figuras del pesebre,

rezar las novenas,

repartir los dulces

y si quiere también puede hacer tamales.

Si nada de esto es de su agrado,

 aún puede bajar las escaleras que dan al patio,

las puede bajar caminando,

corriendo o saltando,

pero hay quienes prefieren bajarlas rodando.

Allí encontrará el misterioso cambuche del abuelo,

su rincón de chécheres,

 donde podrá encontrar diferentes artefactos,

algunos muy viejos,

otros muy nuevos,

algunos sirven,

otros ya no

y sin duda también aquellos

que ni él sabe que son.

En la casa de palo también encontrará una variedad de fauna silvestre,

 que, aunque no vive en libertad tampoco ha sido domesticada.

Podrá encontrar desde un tigre de bengala bajo la nieve,

 hasta una vaca que vuela,

un canario que tiene un copete,

un gallo de pelea que no cacarea,

una sucesión de conejos con el mismo nombre… Chawny,

una ardilla que también vuela,

un gato que se llama Danger,

y se quiere comer un pájaro que se llama Juanes,

un pollo pintado de colores,

no puede faltar un perro guardián que se llama Rocky,

de vez en cuando hasta nos visita una llama.

Por hoy este sería el recorrido,

no muy largo, pero sí variado,

recuerde también que el recorrido no tiene un orden específico,

puede hacerlo de arriba abajo,

de izquierda a derecha o viceversa,

 también recuerde que acá siempre será bienvenido,

puede entrar por la puerta de arriba

o por alguna de las de abajo,

por un lado, o por el otro,

 aunque si lo prefiere puede entrar por el techo como la vaca.

Recuerde también que esta es su casa,

mi casa,

no crea, como usted, también tengo otra casa,

a la cual nunca llamó mi casa,

pues esta es y será siempre mi casa.

SEGUNDO ACTO: 

Anécdotas (Pura realidad)

1. “Yo recuerdo mucho las escaleras que había para bajar al patio, donde varios se rodaron porque eran de madera y cuando se mojaban se ponían muy resbalosas, allá abajo estaba el rincón de chécheres del abuelo (…) También los juegos en el balcón que había en la pieza de cemento, nuestro juego favorito era jugar a la comidita con unas ollitas y la abuela nos daba arroz y aguapanela, cuando teníamos plata comprábamos chitos. También jugábamos chicle americano con las medias veladas rotas que ya no iban a usar las tías”. 

2. “Nos gustaba mucho patinar afuera cuando el andén era de tierra, con patines de cuatro llantas, los chicago que tenían unas estrellas, los disfrutamos incluso más en esa época que cuando el andén ya era de cemento”.

3. Nelly espantaba a los novios poniendo la escoba al revés, como la pared era de esterilla, se sentía el roce de la escoba contra la pared.

4. “Yo me acuerdo mucho de la pieza que compartíamos Eliza y yo, como las paredes eran de esterilla cogíamos todas las revistas y forrábamos las paredes, ese era como el televisor de nosotras, nos entreteníamos viendo las paredes y cuando nos cansábamos de ver lo mismo, le pegábamos más revistas encima para ver algo diferente, ósea como si cambiáramos de canal. Las paredes se veían súper chéveres y nos entreteníamos”

5. “El abuelo siempre hacía sus recetas raras en el cambuche de él, ese cambuche era todo un misterio y se la pasaba tratando de convertir una estufa de luz a gas”.

6. “Había un señor que pasaba cada tanto con una llama, para nosotros era un animal exótico, él cobraba 10 pesos por tomar una foto de uno montado sobre ella, en ese tiempo 10 pesos eran mucho, me imagino el sacrificio para poder pagar esa foto”.

7. “Allá donde la abuela nos encantaba jugar al billete falso, amarrábamos un billete con un hilo, lo poníamos en la calle y cuando la gente se agachaba a recogerlo lo jalábamos. Nos turnábamos para jalar el billete mientras los demás observaban por la ventana, nos divertíamos mucho pero solo pudimos jugar a eso mientras que la puerta estaba por el lado del jardín”.

8. “Era satisfactorio asustar a los más chiquitos por toda la casa, persiguiéndonos con una bolsa puesta en la cabeza, hasta que una de las tías o el abuelo subía de los bajos y dejaba la puerta del piso abierta y alguno pasaba corriendo y se iba abajo, quedábamos aún más asustados y llenos de chichones (…) Me gustaba ladrarle a la gente que iba pasando, mientras las tías miraban por la ventana, también me acuerdo del rollo de plástico azul de “dolex”, era multiusos y eterno, creo que todavía queda y también de los vasos que sobrevivieron las 1001 fiestas de la abuela”.

9. “Yo recuerdo las mareadas que nos pegábamos en la guadua que había al lado de la cocina, el piso era parte madera y parte cemento”.

10.  “Jugar tiro al blanco con las escopetas de dardos de papá, cuando él no estaba ponían una imagen en la puerta del baño y disparábamos ahí. Yo como era la más chiquita, me tocaba ponerme a chillar para que me dejaran jugar”.

 Jugaba a escondidas y esconderse en la puerta del piso era como ir a la dimensión desconocida.

También el patio de abajo era muy amañador, ahí tuve mis conejos, todas las generaciones de “Chawnys”.

11.  “La casa fue construida por mi papá y un tío de mi mama, la construyeron en bahareque con madera de la finca del abuelo, el papá de mi mamá. Los marcos de las ventanas los hicieron en madera y mientras se podían poner ventanas les pusieron plástico para que no se entrará el agua y nosotros con ganas de mirar hacia la calle le hacíamos roticos al plástico y mi papa por eso nos pegaba. (…) En mi habitación la ventana era muy bajita y si solo se le ponía plástico se podían entrar los ladrones, entonces mi papá hizo una ventana completa de madera. En esa ventana yo me paraba a mirar esperando que mi novio pasará, porque él vivía al frente, entonces mi papá para que yo no hiciera eso la clavaba de madera tal que yo no lo pudiera abrir, pero yo cogía el martillo e iba y la desclavaba, pero él, la volvía a clavar.” 

12.  “Al poco tiempo de haber llegado, como la casa era de un solo piso y era más bajita que el barranco, en la pieza donde dormía mi hermana con el esposo cayó una vaca, afortunadamente ellos ese día no estaban. Mi esposo y yo estábamos durmiendo, cuando nos despertó el estruendo no sabíamos que era, yo escuchaba que tiraban como las sillas para los lados, unas sillas metálicas, mi esposo salió corriendo de la pieza para ir a mirar, cuando vio que era ese animal desesperado, le dio mucho susto porque era un animal muy grande, él abrió la puerta de la calle y el animal salió disparado para la calle. Al otro día la gente se burlaba de nosotros, que por qué bien pobres, sin con qué comer y que nos mandaba dios una vaca para que tuviéramos que comer y que la habíamos echado a la calle.”

TERCER ACTO:

Construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo la casa.

La historia de esta casa es una historia que he escuchado muchas veces, pero siempre en pequeñas partes, nunca se ha hecho el ejercicio de sentarnos a escuchar la historia en un orden estrictamente cronológico, sino que mi abuela mientras hace las labores de la cocina, que es donde casi siempre esta, va contando pequeños apartes de aquello que viene a la mente. Muchas veces repite algunas historias, pero de repente llega una que nunca nadie había escuchado. Por lo tanto, intentaré en lo posible, reconstruir la historia de forma tal que se pueda entender esta casa desde sus entrañas; entrañas que muy seguramente podrían ser aquellos quienes la han habitado, que son el reflejo de la casa y a su vez es la casa el reflejo de ellos.

Mi abuela, hija de un cafetero de la época en que ser cafetero era un privilegio y no una desgracia como en la actualidad, criada como cualquier persona del campo, que desde muy temprano en la mañana debía cumplir con múltiples oficios, no obstante, para esa época su padre gozaba de cierto estatus debido a la bonanza cafetera, por lo tanto, procuraba darle a ella las mayores comodidades posibles.

Mi abuelo, un santandereano directo y franco, lo que lo hacía parecer una persona cortante y seca, en pocas palabras malhumorado. Huérfano desde los doce años, pasó por algunos hogares de paso, hasta que decidió que su suerte correría por su propia cuenta. A pesar de las dificultades económicas, era un hombre bien parecido y de palabra.

Por cosas de la vida, a pesar de la distancia que los separaba, la cual era tanto de territorios como de posición social, terminaron por encontrarse en el camino y decidieron unirse para formar una familia, hace aproximadamente 63 años.

Mi abuela, como mujer de buena familia, recibió por parte de su padre una casa en el sector de “La linda” en la ciudad de Manizales; una casa cafetera, grande, de amplios corredores, con una buena vista debido a su ubicación topográfica y todas aquellas características que hacen que este tipo de viviendas hagan parte hoy del paisaje cultural cafetero.

Pero para mi abuela, quien estaba enseñada a seguir órdenes principalmente de hombres sin objeción alguna, fue persuadida por su esposo a vender la casa con el fin de comprar un camión, lo cual mi abuelo consideraba que podía ser un negocio próspero, aunque aquello no podría estar más alejado de la realidad. Este camión les causó todo tipo de dificultades, hasta que finalmente los dejó en la quiebra.

Este fue el inicio de lo que mi abuela llama “rodar y rodar” de casa en casa, viviendo ya fuera en arriendo o en alguna de las fincas de su padre, lo que ella denomina “vivir de arrimado”. Después de que según ella soportaron toda clase de desplantes y humillaciones, como un alivio casi inesperado, encontraron una persona dispuesta a cambiar aquel camión averiado por “una tierrita” en uno de los rincones de la ciudad de Manizales, el barrio minitas, un barrio emergente que era además el último barrio del nororiente de la ciudad.

Mi abuela ni siquiera quiso ir a ver el sitio, mi abuelo le decía que debía ir a verlo por que ella estaba enseñada a vivir en unos lugares muy buenos, pero mi abuela decía que después de todo, cualquier sitio que fuera solo de ellos estaría bien para ella.

Al llegar, se encontró con que aquello era un pedazo de tierra, en “la peor” esquina de Minitas, con algo que aún no era casa si no que era apenas una ramada. Tres habitaciones hechas en bloque de cemento, las tejas apoyadas sobre los muros. Una de las habitaciones se inundaba, parecía una piscina cada que llovía, las otras dos estaban forradas por detrás con latas sacadas de canecas y la cocina era hecha con esterilla, lo demás era un solar grande lleno de basura que los vecinos tiraban allí.

Aun así, dice mi abuela que sintió una alegría infinita al llegar allí, sea como fuere aquel rancho era suyo y allí pudo criar no solo a sus diez hijos sino también a sus nietos y también algunos pollos de engorde.

Con el tiempo, toda la vivienda se fue reconstruyendo en bahareque, sistema constructivo tradicional que implementa guadua y madera. Guadua que era recolectada de la finca del padre de la abuela y hecha con el esfuerzo del abuelo con sus propias manos y a la imagen y semejanza de lo que para él debía ser una casa.

Ese fue el inicio de la casa de palo, lugar de muchas vivencias, bautizado por una de las primas, que cuando su mamá la llevaba de viaje, al volver siempre decía: por fin vamos para la casita de palo. Allí, 53 años después se siguen construyendo historias, y no solo historias, pues la casa misma ha sido objeto de un sinnúmero de modificaciones, muros se construían y otros se derrumbaban, se cerraba una puerta para abrirla en otra parte, se cambia el piso, se cambia el cielo raso, se mueve la cocina, se mueve el baño etc. Todo como si la casa misma de alguna manera tuviera vida y se fuera adaptando a la nueva situación cada que la familia de alguna forma se transformaba. Ahora la casa de palo ya no es de palo, ahora es la casa de ladrillo, modificada nuevamente y así permanecerá hasta nuevo aviso, sin embargo, en el fondo siempre será la casa de palo, el lugar de los recuerdos, el lugar de la eterna infancia.

Do it

1. En la noche, ingrese a una casa vacía, lleve con usted un encendedor.

2. No encienda ninguna luz eléctrica.

3. Recorra la casa en la penumbra, no use el encendedor.

4. De tres puntapiés sobre las paredes que, a su parecer, no deberían estar allí.

5. De tres palmadas sobre los espacios donde, a su parecer, debería haber una pared.

6. Silbe tres veces frente a las paredes para insertar ventanas, cuatro para insertar puertas.

7. Para eliminar todas las paredes interiores de un grito largo, tan largo como pueda.

8. Puede crear nuevas acciones para insertar nuevos elementos. Por ejemplo, sacar la lengua tres veces para crear una columna o bostezar tres veces para quitarla.

9. Imagine la casa a plena luz del día, imagínela con sus cambios.

10. Pregúntese qué historia le cuenta la nueva casa, si no le cuenta ninguna, vuelva a iniciar.

11. Cuando haya terminado de recorrer y remodelar la arquitectura de la casa, abandónela.

12. No olvide dejar el encendedor reposando en su interior. (Gustavo Arias)

Cómo citar:

Vargas, P. (2021). La experiencia estética como la luz invisible en la arquitectura. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 3 (5). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2023/03/22/la-experiencia-estetica-como-la-luz/ 

Fecha de recibido: 21 de septiembre de 2021 | Fecha de publicación: 23 de octubre de 2021

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

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