LOS DÍAS PASADOS. Una historia del quinto festival

The past days. A history of the fourth festival

Duván Andrés Sánchez García

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas|duvan.11911294@ucaldas.edu.co

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2020). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldasen torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

Puede que alguien diga que, si se ha de hablar de alguna de las versiones de este festival, resulta más fácil ser fiel a lo que ha sucedido en esta última que en las anteriores, primero porque la brecha de tiempo que nos separa de ella es menor (hay que recordar que la primera versión tuvo lugar en el 2016) y segundo porque la mayoría de sus eventos han sido grabados y están en la red. Esto es cierto, pero solo a medias. Es cierto que cada foro ha sido filmado y cada palabra exacta puede ser reproducida de nuevo, es cierto que no han pasado cuatro años desde que tuvo lugar este festival y que cualquiera puede “asistir” a las salas de exposiciones cuando quiera, siempre que tenga internet; pero no es cierto que se pueda ser totalmente fiel a lo sucedido, porque la memoria tiende trampas, la objetividad plena es un concepto quimérico y el tiempo pasa inexorable: no hacen falta años -ya llegarán- porque cada segundo pesa.

Figura 2. Archivo y exposición (Anna María Guasch, 2020). Imagen cortesía FIAC

Esta es la segunda oportunidad en que participo del festival, para hablar de esta experiencia me permito echar mano de las comparaciones, por odiosas que sean. Esperaba con ansias esta semana, instado por lo grato que resultó haber asistido a las actividades de la versión del 2019 (en la que me detendré poco tiempo, porque ya hay una maravillosa reseña que habla de ella). Ese año fue en el que ingresé a Bellas Artes y, viniendo de un pequeño municipio, llegar a Manizales fue una experiencia excepcional; el Festival me permitió recorrer la ciudad, conocer personas y lugares maravillosos y, por todo esto, deseaba revivir la experiencia. Pues bien, heme aquí un año después, escribiendo desde el Valle del Cauca en lugar de hacerlo desde las cumbres coronadas de nubes de Manizales. Las circunstancias no son ajenas para nadie, pero de nada me serviría admitir que -más en la superficie que en el fondo- hubiese preferido asistir personalmente a hacerlo desde la pantalla, porque de quedarme paralizado en el estupor y lo frustrante del asunto me habría negado la oportunidad de disfrutar de esta versión.

Es comprensible que se extrañe recorrer la ciudad para presenciar las salas de exposición, las conferencias y las acciones performáticas, sin embargo, ahora, más que nunca, el planteamiento de esta quinta versión resulta relevante y pertinente: miramos sin ver, escuchamos sin prestar verdadera atención y dejamos que la vida se nos deslice en el olvido; por ello era necesario parar un instante, rememorar, cuestionarnos la veracidad de nuestros recuerdos y revivir los acontecimientos experimentados con demasiado descuido, el descuido de quien ignora la brevedad de los momentos. Además, foros, obras de sala y performances no faltaron, tan solo se adecuaron las maneras de presentarlos. Con respecto a los foros, al igual que en años anteriores, hubo bellas ponencias, entre las que destaco la de Etna Castaño, tras la cual no puedo dejar de imaginarme, con cierta mirada poética, al edificio de Bellas Artes como un palacio abandonado, frío y tragado por la bruma. También la de Ana María Guasch, que plantea que el archivo es el nuevo paradigma del arte: comparte con este la memoria y el registro, y propicia nuevas maneras de comprender nuestra historia. Para ella “el archivo no habla del pasado, habla del presente y del futuro”, la investigación y recolección de datos no se trata de rememorar conceptos o ideas anacrónicas, sino de actualizar las memorias que configuran nuestro presente, transformar el pasado para así reescribir nuestra historia, la vivida y la que ha de venir.

Figura 3. Fenomenologías del espacio en memorias fotográficas de casas abandonadas (Etna Mairen Castaño, 2020). Imagen cortesía FIAC

Y es justamente ese el ejercicio que se ha estado llevando a cabo durante estos días: las reseñas que se han escrito sobre las diferentes versiones del festival son una suerte de archivo, de memorias rescatadas, una mirada retrospectiva que busca traer a colación lo planteado y vivido en aquellas ocasiones, a la vez que se actualiza y re-contextualiza lo propuesto entonces. También mencionaré de pasada, y me perdonarán la parquedad de palabras, otro par de significativas ponencias: “Artutor, una alternativa para la educación artística contemporánea”, de Franklin Aguirre, artista fundador y director de la Bienal de Venecia de Bogotá, y “Narraciones discontinuas”, en la que Pedro Rojas reflexiona, a la luz de los cuentos de Borges, sobre los laberínticos recovecos que componen la memoria, y lo problemático que resulta una concepción lineal y progresiva del tiempo.

Figura 4. Cartel promocional (FIAC, 2020). Imagen cortesía FIAC

Ahora bien, es fácil asimilar las conferencias virtuales, pero ¿qué hay de los performances y las salas de exposición? ¿acaso la acción performática no exige el contacto con los espectadores? ¿no reclaman las obras que se les haga frente en toda su envergadura? Con respecto a esto último sucede algo muy interesante, y es que, si bien la exposición virtual no reemplaza la experiencia de desplazarse y asistir a la exhibición de las obras en persona, la sala de exposición virtual tomó nuevos significados, pues, en una suerte de metaficción, se convirtió en sí misma en un archivo. Allí pueden encontrarse, junto a las nuevas propuestas visuales, grandiosas obras que ya estuvieron expuestas en algunas de las salas de exposición del festival anterior, como es el caso de Nacer en el vacío, de Martha Isabel Calle.

Figura 5. Nacer en el vacío (Martha Isabel Calle, 2020). Imagen cortesía FIAC

También pueden verse registros de obras performáticas, que ya tuvieron lugar en un sitio físico, con las que las personas interactuaron, y ahora están al alcance de quién quiera verlas en formato de vídeo. Tal es el caso de la obra Secuencias, en la que David Felipe Rodríguez se sube al transporte público y les pregunta a las personas por sus miedos (no sin antes aclarar que no pretendía vender ni ofrecer nada, tan solo plantear una pregunta). Resulta cuando menos curioso que, junto a miedos como a la muerte, la soledad y la violencia, lo que causaba terror a muchas de las personas fuese el olvido.

Figura 6. Secuencias (David Felipe Rodríguez, 2020). Imagen cortesía FIAC

Habrá quien considere que de poco sirve tomarse tantas molestias, que nada podemos hacer frente al paso de los días, pero esa es una visión tan errada como desesperada. Sé bien que girar la vista hacia atrás no detendrá el paso del tiempo y mucho menos nos devolverá los días pasados, pero ese no es el punto. Rememorar, como lo plantea la línea curatorial de este FIAC, no implica detenerse a mirar con nostalgia al pasado, olvidándose del tiempo que corre, -en parte porque se pone sobre la mesa que el tiempo no tiene que ser una sucesión lineal de acontecimientos- sino que significa repensar lo que se creía aprendido para poder extrapolarlo a los tiempos presentes, dándole a ambas dimensiones temporales nuevos significados y valores. Es recordando que los sucesos ocurren por completo, y aunque no pueda asegurar una visión objetiva de lo que pasó en este festival, si puedo asegurar que este relato es sincero. Aún no termina la quinta versión del FIAC y ya estoy recordándola para poder escribir estas líneas.

Como citar:

Sánchez, D. (2020). Los días pasados. Una historia sobre el quinto festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible enhttps://portalerror1913.com/2020/11/06/los-dias-pasados/

Fecha de recibido: 5 de noviembre de 2020 | Fecha de publicación: 6 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

SONIDO, PRESENCIA y MOVIMIENTO. Una historia del cuarto festival

Sound, presence and movement. A history of the fourth festival

Tomás Marín Puerta

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | tomas.11910129@ucaldas.edu.co

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2019). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldasen torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

Qué extraño es escribir sobre el FIAC IV, pasé muchas horas de esa semana de septiembre entre el Banco de la República, Bellas Artes y el Centro Cultural Rogelio Salmona. En el remate del festival estuve menos tiempo del que hubiera querido, la verdad no me gustó. En mi archivo personal tengo varias fotos que hice durante el evento: Sergio con una bomba de Peppa en la Plaza de Bolívar, Angélica dentro del Auditorio del Banco y un fragmento de una obra sobre la ausencia que se expuso en el Colombo.

Figura 2. Sergio (Tomás Marín, 2019). Imagen cortesía del artista

El día de la Feria gráfica compré varias cosas: una calca del gato de Milagros y otra de un querubín sosteniendo un lazo que dice amor; un cuaderno en el que quería escribir mis sueños, pero en el que sólo copié uno que tuve una noche de octubre y unos chocolates amargos. Tengo también una postal que me dio Julie Pichavant cuando estaba haciendo su performance y un fanzine de la exposición de Sara Camila del Sol con instrucciones para imaginar su casa de ensueños.

Figura 3. Feria gráfica FIAC-4 (2019). Ph Lorena Perdomo. Imagen cortesía de FIAC

Recuerdo muchas obras de sala: el paisaje sonoro que hizo Santiago Rubio en la cueva, la caja que reproducía en unos audífonos el réquiem de Mozart, una pantallita con un video sobre el abuso sexual infantil y una casa de arcilla. Estuve en un par de performance: el de Jorge Eliecer, el de Decxy Andrade, el del chico que abrazaba el cubo de hielo y el del laboratorio de Julie en el que Yessica Madroñero se metió tierra a la boca.

Figura 4. El abrazo (Jonathan Barrero, 2019). Ph Lorena Perdomo. Imagen cortesía de FIAC

Me senté a escuchar varias conferencias: la de Franklin Aguirre, la de Priscila Aguirre, la de Leyla Dunia, la de Carolina Rojas y el conversatorio performático que resultó siendo el foro de Charles Westerman. Me inscribí en el laboratorio de cianotipia porque me llamaba la atención y allí me di cuenta de que Valeria, al contrario de lo que pensaba, era una chica increíblemente graciosa y se ganó mi respeto. Pero, a la hora de hablar del FIAC IV siento que me quedo corto, que no presté la suficiente atención.

Figura 4. No tengo respuestas (Charles Westerman y Sacha Toncovich, 2019). Imagen cortesía de FIAC

Cuando se publicó en Facebook la convocatoria del evento, leí las líneas curatoriales: silencios y susurros, ausencias y vacíos, quietud y serenidad ¿Qué es el silencio? ¿Qué es el vacío? ¿Qué es la quietud? No pareció importante detenerme a pensar en ello y esto no tendría nada de malo sino le hubiera sugerido a Pedro Rojas la idea de que, a modo de actividad grupal del semillero, escribiéramos sobre el festival en todas sus versiones y subiéramos los textos a la revista Portal Error 19-13, en el marco del actual FIAC-5. Me puse la soga al cuello, pero no podía hacerle a Pedro la misma dos veces. En el segundo semestre de 2019, como una tarea para filosofía del arte, él nos pidió entregarle un texto a modo de reseña sobre una conferencia cualquiera del festival. Nunca escribí nada y él lo dejó pasar. Después de haber redactado y borrado párrafos y párrafos de este escrito, pienso que quizás estuvo bien el no hacer nada. Al fin y al cabo, el silencio, el vacío y la quietud son conceptos que, en su esencia, son incompatibles con la existencia sensible, pues todo lo que nos rodea produce sonidos, ocupa un espacio o está en constante movimiento.

¿Será que el mejor asistente de la cuarta versión del Festival Internacional de Arte Contemporáneo fue el que no participó, el que no sabía de su existencia? ¿Será que las mejores obras presentadas por el evento fueron las que nunca estuvieron? Quizá los únicos que no vivimos la experiencia planteada por las líneas curatoriales fuimos los que participamos del festival. Tal vez, la mejor reseña que podría hacer sobre el FIAC IV estaría compuesta por mi opinión sobre las actividades que no viví: la conferencia de Manuela Jaramillo a la que no fui, porque ese miércoles estaba lloviendo súper duro; el performance que había el martes en la Alianza Francesa, al que no pudimos llegar por un trancón que había por la Paralela; el laboratorio de Davier Pérez que empezaba el lunes y al que nunca llegó nadie.

Dicen que en Bellas Artes hay fantasmas que hacen saber de su presencia por las noches, cuando solo quedan los celadores y unos pocos estudiantes. Oí que hace un tiempo los productores de un programa de cosas paranormales que daban por RCN vinieron y grabaron un episodio sobre los espíritus que habitaban el palacio. Me hubiera gustado preguntarles a estos inquilinos invisibles, con esos aparatos que usan los investigadores paranormales para escuchar psicofonías, por su experiencia al convivir con la no-existencia, sobre qué es en verdad el silencio, el vacío y la quietud, seguro que ellos lo tienen todo muy claro. Me pregunto si los espectros también tuvieron su propia versión del FIAC-IV, en donde sus líneas curatoriales eran el sonido, la presencia y el movimiento. Me pregunto si algún fantasma está embalado escribiendo una reseña sobre ese evento para publicarla en la revista de Portal Acierto 19-13. Pero, si de algo estoy seguro es que su fiesta de remate fue mucho mejor que la de nosotros.

Figura 5. Fotografía espectral (Tomás Marín, 2019). Imagen cortesía del artista

Como citar:

Marín, T. (2020). Sonido, presencia y movimiento. Una historia sobre el cuarto festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/11/06/sonido-presencia-y-movimiento/

Fecha de recibido: 30 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 4 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

HACER PARTE DE LAS OBRAS. Una historia del tercer festival

Being part of the artworks. A story about the third festival

Valentina Grisales Giraldo

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas |valentina.11714438@ucaldas.edu.co

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2018). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldasen torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

En los primeros días de noviembre del 2018, se llevó a cabo la tercera versión del Festival Internacional de Arte Contemporáneo en la ciudad de Manizales; ciudad que por sus antecedentes no suele ser muy receptiva a manifestaciones artísticas y culturales. Sin embargo, en ese momento, pude observar al público, en general, disfrutando e interactuando con las obras.

La ciudad se vio permeada por el festival y la gente hizo parte de las obras. Como todos los años, la realización del festival estuvo a cargo del Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Caldas. Los organizadores buscaban generar -por medio de estos espacios creativos- herramientas para que personas que se desenvuelvan en el medio artístico y ciudadanos que no supieran mucho del tema, tuvieran un acercamiento a la cultura artística. El festival presentó una postura frente al arte actual y, como siempre, uno de los principales objetivos, fue generar interacciones y espacios pedagógicos.

Ese año tuve la oportunidad de participar en el equipo de registro fotográfico, gracias a esto, estuve y a la vez no estuve, completamente en el festival. Estaba en un constante movimiento y eso me permitió tener una visión mucho más amplia de lo que fue el evento, cosa que no hubiera podido disfrutar si, por ejemplo, hubiera tomado un laboratorio (muchas de las actividades se hacen en simultaneo). Por otra parte, me hubiera gustado disfrutar de algunas obras con mayor detenimiento; en medio de los traslados, por estar de un lado para el otro, me perdía partes de las obras o, en su defecto, en algunos casos, no alcanzaba a ver ni entender que era lo que estaba sucediendo.

Gracias al oficio natural de fotografiar lo que sucedía en vivo y en directo entendí, también, la importancia de las personas para el festival, la obra es obra gracias a quienes la aprecian y el público enriquece el proceso artístico. Debo decir que fue una labor divertida, me encontraba con todo tipo de reacciones y con un sinfín de comentarios, todo era un complemento, un conjunto de impresiones que a la larga fortalecían el festival. En ese movimiento constante me encontraba directamente con las emociones de las personas, supongo que por tener permiso de fotografiar a desconocidos, también me daban indirectamente el permiso de escuchar conversaciones, ver gestos y percibir todo tipo de sensaciones, solo porque era la de la cámara, a mí casi nadie me notaba.

Una de las experiencias más bonitas que viví en este festival fue el performance, Acción de duelo, a cargo de la maestra Manuela Álvarez. Tuvo lugar el día martes en horas de la noche, se basó en la acción de doblar ropa como acto cotidiano, había una mesa, una pila de ropa y una mujer vestida de negro; todo esto en medio de uno de los pasillos del Palacio de Bellas Artes que se caracteriza por ser medio oscuro y frío al anochecer. La artista empezó a tomar la ropa que estaba allí apilada, una por una, dobló perfectamente cada prenda; las olía con cariño evidente, hacía sus dobleces, las planchaba con sus manos y después las lanzaba con todas sus fuerzas al otro lado de la mesa. Así mismo, una y otra y otra vez, fue casi un acto hipnótico, por poco olvidaba que yo era espectadora, pero también fotógrafa y que debía proseguir con mi trabajo, porque me quedaban pocos minutos allí y otros pocos para llegar a otra actividad.

Figura 2. Acción de duelo (Manuela Álvarez, 2018)

Desconecté mi mirada de la mujer que seguía doblando ropa y delicadamente empecé a observar cada uno de los rostros que estaban concentrados en la acción, para mi sorpresa me encontré con un público consternado, con algunas lágrimas y mucho silencio. A decir verdad, tomé pocas fotos, pues hasta el sonido de la cámara al capturar las imágenes me parecía demasiado ruidoso e irrespetuoso. Un hacer doméstico o como le gusta mencionarlo a Manuela, un acto de amor silencioso. 

Por otro lado, quisiera contarles sobre el laboratorio El Banquete del Arte dirigido por la maestra Ayda Nidia Ocampo, quien propuso el acto de cocinar como acción artística. Para esta actividad en especial, pude presenciar su proceso de realización y su propuesta final. Este laboratorio fue realizado en el salón 502 también de Bellas Artes, había buena iluminación y una pequeña terraza; el salón estaba lleno de mesas y en ellas muchos utensilios de cocina y bastantes ingredientes, en la terraza estaba la parrilla y en el suelo de esta, cerámica costosa recién lavada.

Figura 3. El Banquete del Arte (Ayda Nidia Ocampo, 2018)

Unos amasaban, otros molían el maíz, otros incorporaban ingredientes, yo tomaba fotos y los observaba. Cada uno tal y como lo había aprendido, lo hacía en su lenguaje, con los elementos que se le habían enseñado. Era un espacio de conversaciones chiquitas y grandes suspiros, una experiencia individual en un plano colectivo. La cultura, las tradiciones, las anécdotas y la cocina como pensar artístico que nos permite entender nuestra relación con el mundo. La comida y la digestión como elementos del pensamiento que nos une y donde nuestras estructuras sociales se vuelven experiencias profundamente personales. Y como es de siempre suceder, hubo un banquete con mucha comida lo que fue el equivalente a una reunión de mucha gente.

Figura 4. El Banquete del Arte (Ayda Nidia Ocampo, 2018)

Ahora y para finalizar este recuento por el festival, hablemos un poco de la instalación Detritus Memoria Objeto de Alejandro Valencia en la Plaza de Bolívar. Lastimosamente para hablar de esta instalación solo puedo hablar por los recuerdos. Agradecida estoy de que esta instalación se haya convertido en una acción tan potente que hasta podría considerar que las imágenes son innecesarias.  Una chaza invisible, si, como lo escuchaste, una instalación invisible construida a partir de escombros, al frente de la gobernación, la catedral y diagonal a la estatua del Simón Bolívar. Una acción política sobre la marginalización y las grandes instituciones de poder del país. La chaza fue construida realmente el día anterior a la exposición, pasó la noche y amaneció el otro día siendo una chaza imaginaria. Ésta fue la validación de la acción, una chaza desaparecida e invisible; el artista propuso su diálogo y la institución de EMAS, sin pensarlo dos veces, contestó con la destrucción de la misma. Sin duda alguna, la obra se complementó con lo sucedido, el desmantelamiento añadió fuerza y valor a la propuesta. Las personas llegaron al lugar y se encontraron con la nada, el artista les contó lo sucedido. Fue el vacío, la movilidad, el tiempo y el trabajo colectivo entre el artista y EMAS.  

Figura 5. Detritus Memoria Objeto (Alejandro Valencia, 2018)

Podría mencionar muchos otros lugares en los que estuve, como conferencias sobre performance, laboratorios sobre cómo hacer papel o cómo hacer arte con luz, exposiciones de ready-made  en incluso conexiones con hilos y palabras indescifrables escritas con tizas blancas en paredes blancas, puedo hablar de espectadores aterrados, dormidos disgustados, criticando, de chismes y de personas hablando de cosas nada que ver con el festival, pero, en general desconocidos habitando un espacio que el arte propuso. Ahora, puedo decir que quedaron recuerdos de memorias habitadas por personas misteriosas que hicieron del festival lo que pudo ser. 

Como citar:

Grisales , V. (2020). Hacer parte de las obras. Una historia sobre el tercer festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/11/04/hacer-parte-de-las-obras/ 

Fecha de recibido: 30 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 4 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

ESTAR PARA EL OTRO. Una historia sobre el segundo Festival

Be for the other. A story about the second Festival

Por: Salomé Hincapié Salazar

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | maria.11715636@ucaldas.edu.co

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2017). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldasen torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

El 2017 fue uno de los años más diversos y quizá con más movida para el Festival Internacional de Arte Contemporáneo, recuerdo que acogió dos curadurías de video: Videograma, del colectivo Patasola y Proyecto Ilícito, de Verónica Valencia y Jorge Quirós. Esto permitió que personas de todo el mundo pudieran participar, adicionalmente creo que ha sido el año en el que más montajes en sala he visto, en total eran nueve, contando la de Cinespiral donde se proyectaron los videos. El festival siempre ha sido un espacio muy activo, tanto así que es casi imposible asistir a toda su programación. Me parece muy cómica la manera en la que llegué a participar en el FIAC-2. Los coordinadores convocan personas para conformar equipos de trabajo según sus áreas y personas voluntarias, en su mayoría estudiantes, llegan a colaborar. Así fue como llegué, para ese entonces estaba en segundo semestre, siendo todavía muy nueva e ingenua respecto a las dinámicas del circuito artístico. El caso es que estaba inscrita para participar en el equipo de trabajo que se encargaría de apoyar los procesos de las Salas de exposiciones; sin embargo, por cosas misteriosas de la vida, el director del equipo de Espacio urbano me envió un correo citándome a una reunión, en un comienzo me pareció extraño, accedí a ir porque era el primer correo que me llegaba y siempre he sido una persona bastante rígida con los tiempos. Ahí fue cuando descubrí un equipo de trabajo bien lindo.

Con el tiempo mi rol fue cada vez más importante en el festival, porque además de tener una serie tareas específicas por hacer (como estar presente en las actividades de un artista durante toda la semana), también llegué a estar pendiente de las funciones de los demás y cumplir más funciones que me llevarían a ser coordinadora de varios aspectos de la producción general. Me di cuenta que Pedro Rojas (que es quien dirigía esta área) y yo éramos bastante dispersos (por eso me envió el correo equivocado), pero esa dispersión fue la que nos unió. Desde entonces trabajamos juntos, si a él se le olvida algo, muy seguramente yo lo recordaba, éramos como un complemento.

Participar en la producción de un evento y, en este caso, un festival tan grande, no es fácil, más aún cuando todavía no entiendes muy bien cómo funciona el mundo del arte. Fue toda una aventura salir a recorrer el centro para comprar la utilería necesaria, visitar la alcaldía para gestionar permisos y estar siempre a “cuatro ojos” en cada actividad de la programación. Siendo una persona foránea, fue interesante haber cumplido con esta labor porque pude conocer a Manizales como nunca antes lo había hecho, nunca hubiera esperado hacer parte de esa área. Mi función dentro del festival me llevó a estar omnipresente en todo, a escuchar y compartir historias, como aquella del performance de Ana Calle donde la artista necesitaba que recolectáramos muchas piedras para poder realizar su acción en la Plaza de Bolívar. Alejandra García y Manuel Pasos estaban a cargo de esa gestión, fueron hasta Chinchiná para traer de nuevo a Manizales la mayor cantidad posible que cupiera en sus maletas. Fue un esfuerzo grande para una obra que duró muy poco, las piedras después de terminado el performance resultaron transitando el resto del centro, nadie quería llevarse unas piedras para sus casas, así que terminaron habitando la ciudad.

Figura 2. Colombian gold (Ana Calle , 2017).  Imagen cortesía FIAC

Otro momento importante para la producción fue el montaje de la obra del Colectivo de Umberto Casas, se realizó precisamente en el mismo lugar (al parecer la Plaza de Bolívar siempre genera los recuerdos más memorables). Una instalación de unas guaduas en forma piramidal, llegó a ser uno de los montajes más pesados, tuvimos que esperar varios días a que éstas llegaran, creo que el mismo artista las traía en su vehículo, donde también transportaba a todos sus estudiantes. Cuando llegó el día, todos estaban cargando estas varas de un lado a otro, Alejandra se lastimó de tanto peso que había cargado, Manuel se machucó, yo tan solo pude ayudar en la parte final del montaje, pero presencié lo que estaba pasando, incluso almorzaron ese mismo día ahí, en la plaza, fueron más de cuatro horas de montaje hasta que por fin se logró tener todo listo.

Figura 3. Un extraño sitio para conocer extraños.(Colectivo al otro lado, 2017).  Imagen cortesía FIAC

La curaduría de ese entonces nos invitaba a pensar en la relación entre el arte y el espacio, encaminado hacia la topofilia, las utopías, las distopías y las prácticas de resistencia. Temas que inconscientemente me interesaban profundamente, pero años después fui más consciente de ellos. En ese momento, en la producción, empezamos a trabajar con la modalidad que llamábamos “adoptar un artista”, teníamos que estar atentos a ellos en todo lo que se pudiera presentar en términos de logística, lo cual creaba una gran ventaja para entablar conversaciones y compartir cercanamente con ellos experiencias que dentro de los espacios académicos no suelen ser comunes. El festival se había convertido en un espacio para el aprendizaje y fui parte de la primera generación de estudiantes que se formó con él. Tuve la oportunidad de acercarme a muchos artistas y compartir diferentes espacios con ellos, entre esas personas recuerdo entrañablemente a Julie Pichavant y a Umberto Casas. Con Julie compartí mucho porque su obra, Los peces no hacen preguntas, era muy compleja en términos técnicos. Hubo un momento en el que fuimos a la plaza de mercado, porque necesitaba conseguir un paraguas para su acción, fue lindo ver cómo disfrutaba de la diversidad del lugar, curiosa y fascinada por tantas texturas, colores y olores que se pueden encontrar allí. En ese momento me pareció extraño ver cómo una persona, completamente ajena a la cultura de este país, podía fascinarse con un lugar que me parecía terrible.

Figura 4. Los peces no hacen preguntas (Julie Pichavant, 2017)

A Umberto Casas lo recuerdo mucho porque me pareció desde un comienzo una persona muy amable y con buen humor. Un señor bajito, blanco, canoso, vestido con una camisa de Pinky y Cerebro, una de mis caricaturas preferidas de pequeña. Su obra La Contemplación se trataba de unos muñequitos de barro que habían recorrido el mundo con él, se habían expuesto en muchísimos países, nos contó las historias que vivió junto a ellos, pero mi memoria no alcanzaba a retener todo con tanta información.

Figura 5. La contemplación (Umberto Casas, 2017)

El festival del 2017 creó unos lazos de amistad que nadie imaginaba que iban a suceder. Fue un año de mucho trabajo, como siempre, pero ante todo fue uno de mucha unión. Recuerdo que se había convertido en una tradición vernos todos los viernes en una sala pequeña que se hace llamar “la sala de profesores”, llegábamos allí a conversar y converger ideas de lo que podría llegar a pasar con el festival en esa área urbana. Con meses de anticipación nos preparábamos para lo que sería tan solo una semana de actividades. Algunos trabajábamos, otros no; pero era muy curioso que todos estuviéramos ahí, presentes, riendo, un poco concentrados en lo que teníamos qué hacer. Después de cada reunión, casi siempre íbamos por un tinto o incluso íbamos a comer, no sólo nos reuníamos por una necesidad festivalera sino porque sentíamos que era un lugar cómodo para pasar el rato. Más que un equipo de trabajo, nos habíamos convertido en un grupo de amigos. Uno que se había vuelto inseparable. Entre todos nos apoyábamos, si alguien necesitaba ayuda en algo así no fuera nuestra tarea, estábamos ahí, nos acompañábamos en cada inauguración de la que estuviéramos a cargo. Después de que terminaba el festival, el grupo se dividía, algunos no volvían en varios días, los que nos quedamos sabíamos que siempre estábamos ahí para el otro.

Como citar:

Hincapié, M-S. (2020). Estar para el otro. Una historia sobre el segundo Festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (3). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2020/11/04/estar-para-el-otro/

Fecha de recibido: 12 de Octubre de 2019 | Fecha de publicación: 3 de Noviembre de 2029

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

REGRESO AL LUGAR. Una historia sobre el primer Festival

Return to the place. A story about the first Festival

Juliana Ceballos Rojas

Maestra en Artes Plásticas | Universidad de Caldas | julianaceballosrojas@gmail.com

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2016). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldas, en torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

Piense en el 2016… Si a usted le interesa el arte y es del eje cafetero, cualquiera que sea el acontecimiento que venga a su cabeza de ese año, seguramente va a estar relacionado de alguna forma con el FIAC. De hecho, la segunda mitad del 2016 podría representarse con un sentimiento de nostalgia: el hecho de mirar al pasado tratando de rehacer una serie de acontecimientos, implica pensar el presente construido sobre esos hechos y el camino explorado para llegar a lo que somos hoy.

La salida de casa

Para mí, el 2016 fue un año de numerosos descubrimientos gracias a un intercambio académico que realicé en el pregrado en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional, sede Bogotá. Al provenir de una pequeña ciudad periférica, hubo muchas cosas que me causaron impresión al enfrentarme a la monstruosa metrópoli; así que por más que intenté enfocarme exclusivamente en cuestiones artísticas, siento que todo terminó girando en torno a la cotidianidad: la vida universitaria, las relaciones, caminar, comer, el movimiento, residir; todo ello tuvo implicaciones en mis formas de pensamiento y producción artística.

Un mar en movimiento constante, la capital es donde confluyen todos los ríos de la periferia, el lugar donde todo se valida y suceden los grandes eventos de los que con suerte nos enteramos por medios y redes sociales sin poder experimentar la percepción de propuestas e ideas flamantes. Me parece abrumador pensarse como parte de aquel circuito de reflexiones y objetos extraños, construyendo conceptos colectivos mientras me cruzaba con aquellas personalidades que contribuyen a la mutación del arte en Colombia.

Fueron entonces casi seis meses de ser una foránea en mis habituales formas de percibir el mundo y mi pertenencia a él. Lamento el tono melancólico, había finalizado una de las etapas más simbólicas de mi vida universitaria, pero en ese momento no contaba con que el regreso al lugar de origen tuviera implicaciones tan importantes en mi formación artística y la evolución de las artes plásticas a nivel local.

El regreso al lugar

El retorno implica de nuevo marcharse: recoger, empacar, trasladarse, cargar con el peso de los objetos y dejar un espacio vacío. El punto de origen fue mi partida, así que verme en el lugar donde inició todo, era realmente valioso. En ese momento, con el bagaje de una historia de la cual podía partir para proponer otras perspectivas, sentía que tenía argumentos y conocía diferentes metodologías para comparar la formación que estaba recibiendo con la pertinencia de ésta en la actualidad. Así que por frustrantes que fueran las dinámicas de los talleres y arcaicos los procedimientos de enseñanza de muchos docentes, había muchas luces al final del camino en la rebeldía de escapar de la anacrónica modernidad de Bellas Artes, esto sucedió al trabajar en la producción del Festival Internacional de Arte Contemporáneo.

Pertenecí a ese edificio, el Palacio de Bellas Artes, durante seis años y viví muchos de los eventos que se proponen desde allí, siendo uno de los pocos lugares con la autoridad de plantear sucesos contextuales de artes plásticas en la ciudad. La actitud pasiva fue uno de los motivos para mudarme a un lugar de actividad constante y competencia; sin embargo, Zona de Encuentro fue uno los eventos que más recuerdo, un espacio significativo de reflexión sobre lo que se proponía académicamente y cómo se podían abordar de manera crítica aquellas ideas. Tristemente, hasta ese momento lo que se planteaba tenía una suerte de “el perro que se muerde la cola”, porque su alcance era la misma academia y a la vez la academia era su crítica más tirana. En contra de todo obstáculo, la escuela había sido visitada por personalidades de gran reconocimiento: el actual curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, Eugenio Violla, la reconocida performer María José Arjona y, como antecedente más próximo al FIAC, desde Arte por la Vida llegaron a la academia artistas de nivel internacional como Gonzalo Puch Orta, Jeffrey Sippel y SinQuenza, sus propuestas despertaron completamente el extrañamiento desde lo pedagógico, lo expositivo y lo creativo.

Esto planteó un precedente para pensar que nuestros recursos no eran exclusivamente locales, sino que podíamos optar por explorar los alcances del arte contemporáneo para proponer experiencias contextuales, tanto para la comunidad académica como para el medio cultural manizaleño.

Así es como comienza a componerse el Primer Festival Internacional de Arte Contemporáneo en Manizales, con una producción admirablemente organizada a manos de los mismos estudiantes del pregrado en Artes Plásticas de la Universidad de Caldas con la coordinación de los docentes Alejandra Paola Murcia, Sebastián Rivera y Pedro Antonio Rojas, se propuso el arte contemporáneo como hilo conductor del evento con mayor actividad cultural de artes plásticas y visuales para la ciudad.

Quiero retomar mis recuerdos de estudiante, para traer a colación lo revelador que es enfrentarse a la producción y logística de un evento cultural, en lo que puede significar una eficiente forma de aprender resolución de problemas. Así que destaco con orgullo el hecho de que parte del éxito se haya dado por el compromiso de los comités de estudiantes que estuvieron siempre al tanto del desarrollo de cada momento del Festival. Siento que volver al programa para este momento fue una manera muy significativa de recorrer de nuevo mi ciudad. Los eventos de larga trayectoria habían sido los únicos con capacidad de activar la mayoría o totalidad de lugares expositivos de Manizales, ninguno como el Festival con acceso completamente libre, con prácticas artísticas actualizadas y con la intención de construir discursos pertinentes en la contemporaneidad.

Para que ello se llevara a cabo, el Festival se compuso bajo tres líneas curatoriales: Regreso al lugar, Mediaciones e Inmediaciones y Prácticas de Resistencia. Aunque cada una de ellas fue increíblemente pertinente para pensar la relevancia de las prácticas artísticas para un espacio y tiempo como el nuestro, siento que la línea Regreso al lugar hablaba de todo lo que yo estaba esperando que sucediera en Manizales: Un arte contextual.

El arte contextual

La memoria tiene autonomía, no controlamos lo que se archiva en ella. Por lo menos puedo decir que tengo muchos vacíos en los recuerdos de las experiencias que he vivido y sé que con facilidad puedo recurrir sólo a los momentos que más me afectaron. Un ejemplo de ello es el espacio que tuvimos en el Laboratorio con Franklin Aguirre, allí pude revivir mis clases en la Nacional y podía enamorarme una y otra vez del arte; pude compartir ese momento con mis compañeros de siempre, con los que nos imaginábamos las posibilidades de nuestra escuela y ahora estábamos viviendo que se hacía realidad lo que siempre estuvo en nuestro imaginario.

Figura 2. Ideación, objetualización y puesta en contexto de practicas artísticas contemporáneas (Franklin Aguirre, 2016). Imagen cortesía FIAC

El festival me permitió crecer en lo emocional, comprender el mundo cuando hay choques, incomodidad y extrañeza, debido a experiencias confusas en las que nos envuelve el arte. La acción Enraizando elementos del Semillero de Investigación en Performance es uno de esos momentos que perduran muy vívidos en mis recuerdos por su intensidad. Le agradezco al arte esos momentos de incomodidad e incertidumbre que me mantienen cuestionándome todo el tiempo sobre los límites del sentir, el pensar y el actuar; no todos los días se ve a un grupo de personas cavando en el suelo con sus propias manos para después comer y embadurnarse la tierra, con la audacia de ofrecerle a los espectadores repetir dichas acciones y que, increíblemente, encuentren quién se atreva a hacerlo.

Figura 3. Enraizando elementos (Semillero de Investigación en Performance, 2016). Imagen cortesía FIAC

Manizales es un lugar muy complejo en términos participativos. Los mismos productores de arte, somos pésimos consumidores culturales y eso nos quita el derecho a exigirle interacción o por lo menos, una participación pasiva al público general. Sin embargo, tratándose de una ciudad con una considerable población joven, tenemos esperanza de que la formación de públicos (así sea un proceso lento) es una actividad posible y requiere constancia.

Volviendo a la idea de que los productores culturales, somos increíblemente pasivos en la actividad cultural, esto justifica que la crítica de arte tenga aún mucho recorrido por conocerse y que, hasta el día de hoy, los eventos son narrados en una dinámica de “teléfono roto”. Sin embargo, para no quitarle crédito a esta ancestral acción del voz a voz, la narración cotidiana propicia un discurso más sentimental y subjetivo, que técnicamente crítico; por lo que el valor recae en el haberme encontrado de nuevo con personas que no veía hacía tiempo y el Festival fuera la excusa para discutir la actualidad del arte.

Creo que nadie se imaginaba un final tan significativo como las palabras de Paul Ardenne, el invitado cuyo texto inspiró las líneas curatoriales del Festival, nos compartió un discurso pertinente para lo que debería proponerse desde el arte actualmente. Eso, tuvo completa coherencia con lo que hizo el Festival: activó una academia que parecía atrapada en el tiempo para proponerle a una ciudad inmóvil un conjunto de actividades disruptivas. Un evento cuya máxima fuerza fue la fe, movidos por la intuición de una primera vez, resolviendo problemas inesperados e inmediatos en el camino.

Figura 4. El artista y el contexto real: Lo más cercano de la vida (Paul Ardenne, 2016). Imagen cortesía FIAC

Hoy que estamos pensando el pasado mientras sucede el Quinto Festival de Arte Contemporáneo, podemos leer con certeza la evolución de un evento que continúa marcando precedentes para cada uno de los espacios y personas involucradas, dejando articulado un Festival de Arte para que las generaciones siguientes adquieran la experiencia de la producción cultural desde nuestra academia y en la formación de un público complejo. Mientras se da esta versión retrospectiva, me es inevitable pensar que es en el pasado donde residen aquellos momentos que hacen del presente un espacio estable y certero, a pesar de que estemos experimentando la nostalgia de lo que fue y la incertidumbre de lo que está por venir.

Como citar:

Ceballos, J. (2020). Regreso al lugar. Una historia sobre el primer festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/11/03/regreso-al-lugar/

Fecha de recibido: 30 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 2 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X