Artistic work in the collective is an act of resistance. Interview with Lwdin Franco
Por: Erika Orozco Lozano
Artista Visual | Universidad del Quindío
eritatiorozco@gmail.com

Erika: ¿Cómo empezaste en el mundo del arte?
Lwdin: Todo comenzó en el ámbito familiar, vengo de familia de ceramistas y artesanos. Siempre dibujé, siempre estuve pintando, esculpiendo, haciendo música, eran elementos que estaban presentes en el diario vivir. Me involucré en los procesos del taller de mi papá, aprendí muchísimas cosas. Mi primera educación provino de las cosas que pasaban en mi casa, de la manera en que me crié. Después, me propuse profundizar y estudiar en la academia.
Erika: ¿Dónde estudiaste artes?
Lwdin: Soy maestro en Artes Plásticas de la Universidad de Caldas, me gradué en el 2001. Me trasladé de Armenia a Manizales para realizar mis estudios universitarios. Al llegar a la academia la escuela estaba viviendo un proceso de transición o confrontación. Por un lado, estaban los maestros que llevaban más de 30 años trabajando en la escuela con la misma idea acerca de las «Bellas Artes»; por otro lado, estaban los maestros nuevos, algunos habían llegado de Bogotá, otros del extranjero, como el maestro Carlos Buriticá que venía de estudiar en la China y traía muchas ideas en torno al arte contemporáneo. Estas dos posturas generaron tensiones, era como estudiar en dos tipos de escuela. Si bien me especialicé en pintura, me pareció treméndamente seductor el arte contemporáneo, hice performance, video e instalación durante los años que duró mi proceso de formación. Al finalizar el último año y medio, me dediqué exclusivamente a estudiar la pintura con la maestra Liliana Estrada, mi trabajo de grado consistió en tres exposiciones individuales en la técnica del óleo.

Erika: ¿Cómo involucraste la cerámica en ese proceso?
Lwdin: Cuando llegué a Manizales no estaba muy interesado en hacer cerámica, era el asunto de todos los días en el entorno familiar, como versa el dicho «en casa de herrero cuchillo de palo». Recuerdo que no me fue muy bien en la materia de cerámica, no quería ir a clase, muchas de las cosas que el profesor enseñaba yo ya las sabía, finalmente hice los trabajo. Me gradué como pintor y pasé varios años pintando, participé en el salón de artistas quindianos con pintura, estuve dando unos talleres y la verdad no pasó nada muy interesante. Un par de años después, me presenté a una convocatoria con una instalación de objetos realizados en cerámica y me la gané, desde entonces cada vez que me presento con cerámica, me gano algún premio, me invitan a una exposición. Entonces, comprendí que debía aprovechar el bagaje que tenía en el manejo del material, he desarrollado mi propuesta alrededor de la cerámica, de la idea del «contra monumento», del discurso contemporáneo contrastado con los elementos de las artes tradicionales, de la artesanía y del patrimonio. Mi investigación como artista actualmente se está basando en esas inquietudes.

Erika: ¿Cómo entiendes el concepto de «contramonumento»?
Lwdin: La idea del monumento tradicional tiene -casi siempre- que ver con la conmemoración de un evento histórico particular o con un homenaje a un personaje particular. Este tipo de imágenes producen una mirada idealizada o «sesgada» de la realidad, como en el caso del pedestal que eleva la escultura (alejándola del espectador). En el contramonumento, por su parte, la relación con el espectador es muchísimo más estrecha, las obras se encuentran a la altura del espectador, en ocasiones, son penetrables, transformables y participativas. Se trata de un concepto renovado de la escultura, no como una cosa pasiva, sino como algo dinámico dispuesto para su transformación.
Erika: ¿Cómo fue el retorno a la ciudad, con qué te encuentras?
Lwdin: Recuerdo una charla con un amigo, arquitecto, que se fue a vivir a Barcelona (España) y decidió volver. Le pregunté «¿si usted estaba acomodado, por qué regresó?», entonces, él me respondió: «porque allá está todo hecho y aquí está todo por hacer». Uno podría pensar que regresar es llegar a un terreno hostil, pero yo pienso todo lo contrario. Aquí está todo por hacer, aquí hay muchísimo potencial humano, pienso que vivimos en un tiempo de transformación en donde muchos artistas pueden surgir, ser visibles, no me quiero imaginar cuantos talentos se han perdido en el Quindío, solamente porque el contexto no estaba preparado. Pienso que estamos viviendo tiempos profundamente emocionantes, estar en Armenia es una oportunidad. Cuando la novela de nuestra historia todavía no ha sido escrita, la posibilidad de participar en esa narración es una oportunidad que no se puede dejar pasar.
Erika: Hace tiempo haces parte de un colectivo de performance, llamado 13 lunas ¿Cuál fue el comienzo de tus experiencias con el cuerpo, con las acciones corporales?
Lwdin: Cuando uno vive en Armenia, percibe las grandes ciudades como espacios en los que acontecen todo tipo de choques culturales. No es necesario viajar con el cuerpo, para que viajen las reflexiones, para que el mundo venga. Esto es lo que sucede con los lenguaje contemporáneos, permiten que contrastemos nuestras visiones del mundo locales, que (si bien tienen una tremenda riqueza) pueden ser limitadas. Como mencioné anteriormente el arte contemporáneo me pareció muy atractivo, entonces, comencé a experimentar con materiales, pero también a cuestionarme la manera en que pensaba el tiempo, el espacio y el cuerpo. La obra con la que comencé en el arte de acción era mitad instalación, mitad performance. Tomé todas mis posiciones materiales y las tuve expuestas en la Rotonda del Palacio de Bellas Artes, en el lapso de una semana. Estuvieron a la vista de todos y las personas se llevaban las cosas, porque estaban en buen estado. Después de exhibir los objetos, realicé una acción que constaba de dos partes: en la primera parte, realizaba un proceso de limpieza de los objetos, leía unos textos de purificación, me desnudaba y me daba un baño de manera ritual; en la segunda parte de la acción, al final del baño, prendí fuego a todas mis posesiones terrenales.
Erika: ¿Cómo empezó el colectivo 13 lunas?
Lwdin: Tiempo después de haberme graduado y ser profesor de artes, después de desarrollar mi investigación como artista en solitario, de haber participado en salones nacionales, de haber hecho exposiciones individuales, comencé a preguntarme por el trabajo en colectivo. Comenzamos, con el maestro Jhoan Manuel Ospina, quién en esa época era mi compañero de trabajo a realizar talleres complementarios para los estudiantes del diplomado en artes plásticas y de la carrera de artes visuales de la Universidad del Quindío. En los talleres realizábamos una serie de experimentos, en los que nos preguntamos por el cuerpo, por la presencia, por el espacio, por la ciudad y por el ser urbano. Entonces, decidimos generar un colectivo independiente, con un proceso que acaba de cumplir seis años, hemos realizado 20 exposiciones en espacio público, tenemos realizaciones audiovisuales y textos, hemos participado de Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales y del Encuentro de Performance para la vida, aquí en Armenia. Cada día me parece más increíble trabajar en colectivo, usualmente el artista es una persona que se ampara en su ego, para decir lo que tiene que decir, pero cuando uno como artista se despoja de su ego para decir cosas con el otro, resulta que no se pierde sino que, por el contrario, se encuentra, se enriquece su visión del mundo.

Erika: ¿Cómo ha sido tu experiencia con otros colectivos?
Lwdin: También hago parte del Colectivo Salón de Aquí, en el que nos hemos preocupado por narrar, desde nuestra ventana, qué significa ser artistas visual o plástico en nuestra región. Se trata de una organización horizontal, cualquiera puede ser profesor, cualquiera puede ser estudiante.

Las dinámicas de trabajo en colectivo han permitido que cada versión del salón tenga un tema propio y que las preguntas con las cuales se convoca a la creación sean específicas. La primera versión del salón se preguntó por el «origen», por el territorio al que pertenecemos. Luego hicimos una versión que se preguntaba por la relación entre el humano y la naturaleza, se llamó Retorno a la tierra. La tercera versión se llamó Deseo y se preguntó no solo por lo erótico sino por las distintas formas del deseo y por el consumo. En el cuarto salón, trabajamos a partir de la noción de lo «radicante», de la bifurcación y del tráfico. Finalmente, el año pasado, en el quinto salón, nos preguntamos por la relación entre arte y educación. En este momento estamos en reuniones, planeando el tema de la próxima versión, esperamos que nos sigan acompañando y que las próximas versiones sean tan exitosas como las anteriores.
Erika: Cuéntanos acerca de su experiencia con Casaparte, ¿Cuál es el propósito de este espacio?
Lwdin: Casaparte es la materialización de un sueño colectivo. En estos años, siempre tuvimos la necesidad de un espacio para trabajar en colectivo. Improvisamos en muchos lugares, trabajamos en las casas de cada uno de nosotros. Por esta razón, Casaparte se convierte en un espacio para la creación artística, en todas sus formas. Con el maestro Jhoan Manuel Ospina tuvimos la suerte de encontrar un lugar con las características apropiadas para desarrollar el proyecto, tanto por las condiciones de sus instalaciones, como por su ubicación en la ciudad. Casaparte ha sido un proyecto increíblemente exitoso, digo exitoso porque es muy difícil sostener una propuesta cultural en contexto de desempleo y tiempos de «recesión». Pero, curiosamente, hay una necesidad de las personas de Armenia de participar en este tipo de espacios, la respuesta ha sido muy positiva. Casaparte es posible gracias a las personas y a los colectivos que se vinculan al proyecto. Nos reunimos con otros espacios culturales, queremos transformar la manera en que se relacionan los agentes culturales de la ciudad, no creemos en que debamos competir o tomar decisiones movidos por la envidia, no creemos en eso, pensamos que tenemos que compartir, que podemos ampliar los públicos, pensamos que el camino es la colaboración y no la competencia.

Erika: Teniendo en cuenta tu experiencia en colectivos como el Salón de Aquí, 13 lunas y Casaparte ¿Cuáles piensas que son los puntos, las claves que uno debe tener en cuenta para hacer parte de un colectivo? ¿Qué se debe tener claro para que el colectivo funcione?
Lwdin: Primero, disposición, pero ante todo comprender que el trabajo en colectivo, en el contexto del arte contemporáneo, es un acto de resistencia. La cultura occidental nos dice todo el tiempo que hay que ser «competentes», que debemos competir, que el valor principal es el «poder» de las estructuras verticales. Trabajar en colectivo y crear estructuras horizontales es un acto político, no solamente un acto de resistencia hacia afuera, sino una acción que se enfrenta a fuerzas que viven adentro de nosotros y que parecen propias del inconsciente. Hay que resistir la tentación de dominar que nos enseñan desde la primera infancia. Se requiere una disposición especial, se requiere humildad y paciencia; hay que ser proactivos y generosos. En definitiva, se requiere de una cantidad de valores que en la sociedad contemporánea son escasos. Le apostamos a la resistencia, le apostamos al arte que nos permite realizar «experimentos sociales» a nivel micro. Esta práctica es fundamental en la vida diaria de cada uno de nosotros, pero también han abierto otros espacios sociales y políticos, en cada una de nuestras comunidades. El precio que hay que pagar es que el nombre se disuelve, uno ya no es solo uno.
Erika: ¿Has pensado en regresar al Lwdin Franco que produce de manera aislada o definitivamente tus búsquedas artísticas serán planteadas, de ahora en adelante, desde lo colectivo?
Lwdin: Los procesos colectivos, como son orgánicos, tienen una vida limitada, en algún momento tendrán que transformarse o parar, con el tiempo, tendremos que ver con qué seguir. Esto no quiere decir que haya dejado de producir mi obra. En estos momentos no estoy pensando en detener los procesos colectivos, porque siento que todavía está en crecimiento; siento que la parte más interesante, la parte más poderosa de lo que estamos desarrollando, todavía está por llegar. Los procesos colectivos en los que me encuentro trabajando están llenos de personas jóvenes con mucho potencial, pienso que en la medida en que cada una de estas personas fortalezcan y maduren su producción individual, aportarán al proceso grupal. Esa es mi apuesta, tengo paciencia y creo que estamos a puertas de los mejores resultados de nuestros esfuerzos colectivos.
Erika: A lo largo de la entrevista pudimos hablar de Lwdin Franco como artista, profesor, miembro de colectivos y gestor cultural ¿Cómo se relacionan todas esas distintas facetas?
Lwdin: Pienso que, en la actualidad, las estructuras de poder se manifiestan muy fuertemente en el arte. Hoy en día es muy difícil acceder a espacios artísticos, el arte es más elitista que nunca. Por esta razón, el artista debe ser un actor cultural muy activo, se trata de concebir al artista como un docente (porque puede compartir lo que sabe) y como un gestor (una persona que busca hacer circular su obra y la de sus colegas). Siento que cuando un artista proviene de clase humilde, popular u obrera, debe ser muy activo; se trata de una exigencia de la sociedad, no es una decisión personal, no se puede participar del arte y de la cultura de otra manera.
Cómo citar:
Orozco, E. (2019). El trabajo artístico en colectivo es un acto de resistencia. Entrevista a Lwdin Franco. Portal Error 19-13. 1 (1). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2019/08/17/el-trabajo-artistico-en-colectivo/
Fecha de recibido: 22 de Julio de 2019 | Fecha de publicación: 17 de Agosto de 2019
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144X