Error 19-13 es un portal que busca fortalecer la producción de crítica de arte y la formación de públicos. Se propone como un estímulo para reconocer las capacidades críticas y la libertad intelectual de estudiantes universitarios, investigadores y escritores en general. Se espera publicar ensayos, críticas, encuentros, manifiestos y textos literarios que se pregunten por las condiciones de producción y circulación de las prácticas artísticas en el circuito del arte regional de los últimos años y sus relaciones con el ámbito nacional e internacional. En este sentido, permite descentralizar la reflexión sobre arte en el país y crear un archivo en web, que aportará a la construcción histórica del arte en nuestras latitudes. Error 19-13, en definitiva, obedece a la necesidad de generar nuevos diálogos y debates, en la esfera pública, que nos permitan pensar las prácticas artísticas contemporáneas, sus interpelaciones a nuestras formas de vida y el lugar del error en los procesos de creación.
Profesora del Departamento de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | andrea.ospina@ucaldas.edu.co
Fig 1. Ospina, A. (2024). Fanzines resultado del espacio de conversación con Andrea Ospina. Roquerio encuentro de arte y comunidad, Iquique.
Nunca pensé que mi cuerpo supiera andar en el desierto. El páramo me había preparado para las piedras movedizas y las superficies resbalosas, para las cuestas y laderas de montañas, para los vientos fuertes y los climas extremos. Estar en un desierto que limita con el mar fue lo más cercano a mirar de frente a lo infinito, un universo que esconde su existencia debajo de capas de dureza e inmensidad. El Pacífico huele pescado, su brisa es fuerte: el océano, como la vida misma, no es apacible. Tal vigor se expande a Iquique, un puerto migrante y caótico, una ciudad de tonos tierra y azules cubierta de polvo y sal.
En agosto de 2024 tuve el honor de participar de “Roquerío, encuentro de arte y comunidad” un espacio de diálogo entre diferentes colectivas y personas que trabajan en torno a los procesos de la mediación, la educación popular, la práctica comunitaria y los procesos artísticos expandidos [1]. Aunque pueda sonar extraño, una vez pasado por ella, describiría la experiencia como un encuentro entre personas que no saben muy bien lo que hacen, pero le apuestan todo a lenguajes sensibles como forma de hackear la vida misma.
Fig 2. Ospina, A. (2024). Reflexiones personales presentes en el cuaderno – bolsa de trabajo Roquerio.
De varios eventos en los que he participado creo que este ha sido el único que me ha puesto a escribir así, a modo de diario, como quien repiensa sus propios pasos: viví con pocas fotos y mucha escucha, el paisaje se me metió en el cuerpo y de un momento a otro muchas nociones ajenas de Chile pasaron a ser realidades.
Es extraño pensar que se puede conocer a tantas personas admirables en un solo lugar: una curaduría cuidadosa de posturas, amistades y afectos que CAPUT realizó con el objetivo de llevar a cabo, más allá de un festival, una juntanza de procesos y admiraciones. Llegaron voces de las favelas de Río de Janeiro, los campos de Yumbel, los barrios de Santiago de Chile, las montañas de Alto Hospicio, los árboles de Temuco, la niebla de Manizales y las costas de Iquique. Principalmente escuchamos las caletas, los sindicatos de pesca, los saberes populares de las fiestas (especialmente de El Lolo), las memorias ancestrales y las historias de calles pequeñas, zonas francas, comidas, algas y paseos al mar; por un momento nos hicieron parte de una forma de mirar al mundo que nos excede.
Fig 3. Cartel Roquerío. (2024). Iquique, Escuela Popular Luchín.
Paralelo a esta geografía resonó el cine comunitario, el archivo, el fanzine, la potencia de lo sonoro, la gráfica expandida, lo urbano, el dibujo y la pintura, la cartografía, la palabra, los mapas mentales poco lógicos, el juego, la fiesta y lo textil. Digo resonaron porque nunca fueron centro, siempre puente, y estuvieron presentes tanto en los procesos narrados como en las actividades del encuentro y sus participantes; pocos tonos académicos y muchos toques sensibles hicieron del encuentro algo más personal.
Una de las cosas que más destaco de la juntanza es la posibilidad de la queja: ante otros que no valoran este tipo de procesos culturales solemos caer en una defensa irremediable de la potencia de lo que enunciamos y hacemos, pero ante la similitud de prácticas encontramos a personas que trabajan ocho horas y que cargan con procesos autogestionados en su tiempo libre, que se agotan, que requieren silencio y comida, que les cuesta debatir en las noches. Qué frescura estar en un lugar donde lo anormal por un momento es el denominador común, permitiendo dudar de principios que en otros casos son bandera irrevocable ¿Quiénes y para qué necesitan del arte? ¿Hasta dónde podemos llegar como individuos? ¿Cómo aceptar que en cierta manera todos somos “cancelables”? Admiro encontrar posibilidades ante la duda, esa sensación de querer hacer parte pero al mismo tiempo generar tensiones, de situarse políticamente y, a la vez, ser práctica instituyente, de querer ser sólido y líquido.
Dentro de mi participación tuvimos una conversación guiada a partir de preguntas, para posteriormente hacer unos fanzines en donde cuestionamos algunas posturas de la institucionalidad desde lo local, una invitación a desplazar el centralismo con el que somos leídos y que tenemos interiorizado en nuestra forma de actuar. Apoyados en la gráfica, desde stickers y algunos sellos rápidos, pudimos generar un momento de silencio y distracción que produjo valiosas ideas[2]. Aquí una lluvia de preguntas que nacen en este proceso:
Fig 4. Ospina, A. (2024). Caleta de Río Seco, Iquique. Roquerío, encuentro de arte y comunidad.
¿Cómo pensamos – escuchamos – hablamos desde lo local?
¿Quién tiene la palabra?
¿Quién tiene los derechos?
¿Quién se siente dueño?
¿Qué cambia en el ecosistema natural – cultural desde lo local?
¿Qué mapas estamos trazando?
¿Cómo hablar de lo que deseamos activar sin centrarnos sólo en lo que hace falta?
¿Me estoy dejando afectar lo suficiente?
¿Cuál es la relación entre el afecto y la afectación? ¿Qué definiciones y afectos compartimos?
¿Qué es diferente?
¿Qué esperamos de la práctica artística?
¿Desde dónde construimos nuevos procesos de mediación más allá de lo institucional tradicional?
¿Puede ser flexible la institución?
¿Podemos poner nuevas funciones a viejos roles de mediación?
¿Cómo nos comunicamos con los demás y hasta dónde podemos comprometernos?
¿Quiénes hacen parte de las conexiones que hacemos?
¿Cuántos puntos de vista están involucrados?
¿Estamos escuchando lo suficiente?
¿Cómo trabajamos juntos?
¿Qué principios tenemos?
¿Cómo lidiamos con las situaciones imperfectas e inestables?
¿Qué nos estamos repensando?
¿Dónde está el pensamiento crítico cotidiano?
¿Qué tanto espacio dejamos a la incomodidad en medio del encuentro?
¿Sabemos aquí cómo se mide el tiempo?
¿Cómo se escucha el viento?
¿Cómo se siente el cuerpo?
¿Cómo se relacionan entre sí las personas y contextos?
¿Quiénes están presentes?
¿Somos adversarios?
¿Somos contrapartes?
¿Somos nichos?
¿Somos refugios?
¿A qué le estamos realmente dando valor?
¿Encapsulamos o expandimos universos?
¿Por qué seguimos con el apellido artístico?
¿Por qué no?
¿Resistimos?
¿Exigimos?
¿Abandonamos?
¿Exotizamos?
¿Cuestionamos?
¿Nos cuestionamos?
¿Cómo motivamos el deseo y la desobediencia?
¿Cómo motivamos el encuentro y la red?
¿Cuáles son los límites de lo que hacemos?
¿Podemos ser disruptivos?
¿Podemos ser críticos?
¿Podemos ser cotidianos?
¿Ampliamos la producción o sólo la recepción?
¿Intercambiamos procesos o resultados?
¿A quiénes convocamos?
¿A qué tiempos?
¿A qué seres?
¿A qué cuerpos?
¿Negociamos para tener futuros diferenciados?
¿Hemos dormido bien?
¿Acaso alguien puede saberlo?
Así, adentro y afuera de las instituciones, adentro y afuera del circuito del arte, adentro y afuera de la colectividad, adentro y afuera del marco presupuestal y los cronogramas, un grupo de personas escapa y construye en su huida, por medio del error, la pregunta, la incomodidad y una ternura altamente política, un espacio para transmitir lo que les mueve, para buscar una bifurcación al camino que parece establecido.
Queda faltando tiempo para hablar más con las piedras y los erizos de mar, para conocer los saberes de la costa y el roquerío, para vivir la Tirana, para perderse entre la basura y los rastros mínimos de una historia que no es monumental pero que ha despertado en mí la consciencia de que aquí, en mi montaña, se encuentra la misma fuerza esperando: abismales cantidades de naturaleza desbordada, un olor a azufre tan intenso como el de pescado, organizaciones de educación popular trabajando a diario, un verde tan monótono como el dorado de la arena, docentes universitarios saliéndose de su zona de confort, una ceniza tan constante como el polvo y así, sucesivamente, ciudades intermedias con imaginarios de vida particulares, ancladas a su suelo y a su gente pero, al mismo tiempo, a su idea de éxito y progreso impuesta por conceptos de nación y capital ¿Cómo asumiré mi propio roquerío?, ¿cómo tensionaré mi propio límite?.
Fig 5. Ospina, A. (2024). Proceso de creación de fanzine. Roquerio, Encuentro de Arte y Comunidad, Iquique.
Notas
[1] Allí comentamos sobre los dilemas entre la mediación, la educación y la práctica instituyente con Jo Muñoz de Todo por la Praxis, experiencias vinculadas a instituciones como el MUAC (Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México) y su trabajo con los habitantes aledaños desde el área de educación; de redes de trabajo como la Red de Mediación Artística y la Escuela Popular de Cine de Santiago de Chile, pensando las formas en que articulan diferentes personas en su organización para expandir sus procesos a diferentes lugares; también hablamos sobre espacios autogestionados como Curatorias en Contexto en Temuco y la Escuela Popular Luchín en el barrio El Colorado en Iquique; y de metodologías para el acercamiento colectivo con comunidades específicas desde la experiencia de Lorena Figueroa desde las artes y Viviana Abarca desde el trabajo social; por último, se trató el esfuerzo de visibilizar estos procesos como la cartografía de espacios de arte en las zonas periféricas de Río de Janeiro titulada Outros Centros.
Breaking the porcelains of the house: on “what do they do while they work?” by Clemencia Lucena
Por: Karina Calero Gómez(Frambo)
Licenciada en Lenguas Modernas | Universidad de Caldas | kaframbuesa@gmail.com
Figura 1. Lucena, Clemencia. (1970). ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan?. Bogotá: MAMBO
La década de los setenta en Colombia estuvo marcada por su intensa turbulencia política y social. Dentro de este paisaje se halla el arte de Clemencia Lucena, una de las primeras mujeres en manifestar abiertamente las injusticias de su época, invitando a cuestionar, a través de formas sutiles y sarcásticas, el papel y la representación de la mujer en la sociedad.
Esta artista nace en Manizales y no sólo es una “hacedora de obras” sino un símbolo de resistencia y renovación. Participó abiertamente en el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) y se comprometió con la justicia y la equidad, además de la lucha contra las estructuras de poder establecidas.
Son varias las intervenciones artísticas que Clemencia elaboró por medio de técnicas como la pintura al óleo o el dibujo. Entre ellas se encuentra la obra ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan?, una serie de cuatro ilustraciones de mujeres reales, presente en la Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), compuesta por fragmentos entrecortados de descripciones, publicadas en medios de la época, que reflejaban la percepción que la sociedad tenía del género femenino. En contra de la “estetización” de rasgos de la mujer, Lucena elimina dentro de la pieza cualquier falsedad, homenajeando lo bello de contar con la naturalidad.
Inmediatamente después de observar esta creación me imaginé un cuarto en donde miles de mujercitas de porcelana, pulcras e inmóviles, se hallaban ornamentadas haciendo de trofeo, de decoración. De repente llega esta artista con su crítica “sutil pero contundente”, “radical y humanista”, y con su dibujo entintado con la fuerza de un bate y empieza a quebrar lo que parecían ser damitas; pero, ¡vaya sorpresa!, sólo son moldes de porcelana sin vida y sin aliento, prototipos setenteros infelices (y casi actuales) de lo que “debe ser y hacer” una chica.
Con esta obra Lucena ha querido declarar sus principios y su creencia en el potencial del arte como herramienta de transformación social. Me atrevo a decir que Clemencia aceptó el arte como instrumento para cuestionar las normas convencionales de belleza y los roles de género, dando voz a la realidad y rebelándose por las mujeres de la sociedad colombiana. Me fascina la manera en que esta intervención artística interrogó y desarmó la norma social y cultural dominante desde la perspectiva de una mujer y madre militante (poco común para la época).
¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan? desafía al status quo de generaciones, da a conocer la subestima por el trabajo femenino en múltiples ámbitos y la exclusión de la mujer del espacio político. Aquí, Lucena desea dar valor y reconocimiento a la contribución de la mujer a la sociedad y no sólo cuestiona el rol que tradicionalmente se le ha asignado a la feminidad, sino que también se ocupa de celebrar su resistencia, su fortaleza y su capacidad de alterar y eliminar expectativas impuestas.
Además de ese aire de manifestación, esta obra enseña la voz y el discurso de la artista en temas de género y justicia social: un tono directo y sin concesiones, que muestra la fuerza que habita en la mujer para pronunciarse y hacer retumbar todo lo que le rodee (y lo que no). Es esto lo que le permite a Clemencia abordar en su ilustración temas complejos, y a menudo controvertidos, con claridad y fuerza, sin tapujos ni aprehensiones. Una sátira impecable, criticada y alabada por muchos.
Me encanta esa, su habilidad para entrelazar aspectos políticos y personales, transformando, a mi parecer, lo cotidiano en un espacio de resistencia y afirmación (cosa que no cualquiera quisiera hacer en medio de represiones y luchas), haciendo visibles y colectivas las experiencias femeninas que a menudo son silenciadas, perdiéndose en la intimidad por miedo y censura. Todas esas voces suenan aquí al unísono, refuerzan en Clemencia la idea de que el arte posee el poder único de conectar el acervo individual con luchas sociales más amplias, sirviendo como un vehículo para la empatía y el cambio. ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan? condensa y ofrece un panorama extenso acerca de los objetivos y deseos de esta artista colombiana que se atrevió a pronunciarse, desde un pensamiento abiertamente comunista, en tiempos complejos.
Aquí no hay un límite a la crítica; su obra es también un acto de afirmación y reconocimiento de la dignidad y la gestión de las mujeres en medio de circunstancias adversas. Se desafía la quietud: “el poder y querer hacer” se anteponen mil y una veces al “tener que”, a las medidas impuestas. Y es que no sólo se ocupó de denunciar el rol femenino socialmente impuesto, también reprochó la explotación del campo y del obrero. Un acto político y estético a través de esta y otras obras más.
Para concluir diré que Lucena logra contar la historia desde una posición activista. Su trabajo refleja un compromiso con la justicia social, la equidad de género y la lucha contra las estructuras de poder opresivas. En el contexto contemporáneo, considero que su arte continúa resonando desde la clandestinidad y deseo que se convierta en un referente imprescindible para aquellos que decidamos ver en el arte un medio para el cambio social.
Gracias, Lucena, por ser una figura emblemática de resistencia y esperanza; gracias por tu sarcasmo sutil e implacable, refrescante para tu época y la nuestra. Que tu obra siga inspirando a generaciones futuras a ver en el arte un instrumento de crítica, un homenaje a la fuerza femenina, un espacio de memoria y -sobre todo- una forma de transformación social.
Referencias: Eraso, M., Tarazona, E., & Villate, A. (2017). Un asalto satírico contra los cánones de belleza. Enfoque a la obra temprana de Clemencia Lucena. CALLE14: revista de investigación en el campo del arte, 12(21), 116-139. Garrido Hormaza, M. (2014). Clemencia Lucena en los años setenta: arte y activismo como proyecto participativo (pp. 16-21). Universidad de los Andes
The refuge of nothingness: “white on white” from the living room of my house
Por: Ana María Peña Gómez
Estudiante Maestría en Estética y Creación | Universidad Tecnológica de Pereira | ana.11911125@ucaldas.edu.co
Figura 1. Kazimir Malevich. (1928). White on White. Nueva York: MoMA
¡Perdida, cuando ya estaba salvada! ¡El mundo dejé atrás! Y me armé para hollar la Eternidad. – Emily Dickinson
Tendría que estar en clase a las siete. Son las siete y cinco y apenas estoy cerrando la puerta de mi casa. El semáforo en rojo. Se me olvidó sacar la plata del almuerzo. Un pito. “¡Abra el ojo, niña, que me la llevo por encima!”. Está frío y no traje chaqueta. Menos mal me alcanza para el bus ¿Hoy a qué estamos? Mierda, no saqué para el arriendo. “Niña, el pasaje es a dos mil novecientos”. “Señoras y señores, hoy voy a rapearles una canción”. Un pito ¿Qué sentido tiene todo esto? Creo que pensé en voz alta y la señora del lado me escuchó. “¡Achú!”. Está cayendo ceniza. Un pito. Tic-tac, tic-tac. Tengo hambre. Esa de allá me está mirando mucho, ¿será que tengo algo? Está frío y no traje chaqueta ¿Dónde está mi celular? “A la orden, niña”. “¡Achú!”. Lo encontré. “Dos aguacates por cinco mil” ¿Por qué será que no me quiere? “Repita ese trabajo que le quedó mal hecho”. Tic-tac, tic-tac. Tengo frío ¿Por qué estoy aquí? Un pito. “¡Achú!”. “¡Abra el ojo, niña, que me la llevo por encima!”. Tic-tac, tic-tac. Nada de esto tiene sentido. “¡Achú!”. Un pito. “¡Abra el ojo, niña!”. Tengo frío. Tic-tac, tic-tac.
Si pudiera tener una pintura en la sala de mi casa sería “Blanco sobre blanco” de Kazimir Malévich. Llegaría a mi casa, con frío y llena de miedos, y me sentaría frente a ella a contemplar el vacío y a sentir el alivio de la nada.
Vería desde el sofá de mi sala a la pintura (Imagen 1): un lienzo cuadrado (79,4 x 79,4 cm) de color blanco, sobre el cual se halla plasmado un cuadrado blanco, de un tono un poco más frio que el lienzo, que se inclina ligeramente hacía la esquina derecha; un objeto liviano, vacío y sin peso, moviéndose por la nada del lienzo. Así se debe sentir flotar en el vacío, soltar todos los colores, las formas e ideas, el peso y la gravedad y dejarse abrazar por el infinito de la nada, por un espacio no convencional, donde no hay bordes, ni arriba o abajo, donde sólo queda la eternidad.
Colgada en la sala, la pintura seguiría dando mucho de qué hablar, igual que como lo hizo cuando fue realizada. Desde mi sofá escucharía a mis visitantes diciendo que no entienden el cuadro. Artistas y no artistas se rasgarían las vestiduras porque “cualquiera puede hacer eso” y “esa pintura sólo vale millones por el nombre atado a ella”.
― “El arte está muerto” —aseveran—. “En esa pintura no hay nada”.
Entonces, de algún lugar de la casa saldrían otros seres a sustentar la pintura. “El cuadro es una búsqueda del artista por dejar de lado la tradición del arte occidental de pintar objetos directamente de la realidad”, sostendrían con pedantería; “es verdad que en esa pintura no hay nada porque ese fue el objetivo de Malévich: liberar a la pintura de lo superficial, vaciarla de todo hasta que en ella sólo se reflejara lo esencial”.
Tienen un punto esos seres. “Blanco sobre blanco” hace parte de una extensa serie de pinturas desarrolladas por Malévich, a principios del siglo XX, cuando fundó el “Suprematismo”, un movimiento artístico que perseguía un gran objetivo: la creación de una obra que mostrase sólo lo esencial, lo “supremo”. Para ello fue necesario despojar a la obra de todo lo que Malévich consideró superfluo; primero renunció a la intención de representar la realidad, luego exploró con las formas geométricas básicas y con colores primarios y finalmente cuestionó la espacialidad de la pintura en un intento por acercarla al vacío.
El propio Malevich (1927) lo expresó así: «Los suprematistas han abandonado por su propia iniciativa la representación objetiva para llegar a la cima del verdadero arte no disfrazado y para admirar desde allí la vida a través del prisma de la pura sensibilidad artística” (p. 8). De esta forma, Malévich marca el ideal a seguir: la “sensibilidad pura”, sensibilidad en donde ni siquiera debe haber un contenido, tan sólo vacío. “Blanco sobre blanco” es ese vacío, pero no uno de forma sino un vacío como el infinito, como transparencia. Un vacío como eternidad.
“Blanco sobre blanco” fue la culminación de las pretensiones suprematistas respecto a una búsqueda que tuvo mucho sentido hace cien años y que derivó en una extensa exploración de la abstracción en el resto del siglo XX. Pero ahora, con un público acostumbrado a los resultados de esa ruta, “Blanco sobre blanco” ha perdido su extrañeza original. Entonces, ¿por qué la obra me sigue conmoviendo tanto?
― En cierto sentido, es verdad que el arte como se conocía hasta entonces murió con “Blanco sobre blanco”: ahora el arte está liberado de contenidos y de representaciones de la realidad” —continúan los pedantes sacándome de mi disertación.
― Mucha importancia histórica pero la pintura no valdría tanto si no tuviera la firma de Malevich —Aúlla uno de los detractores.
Los aulladores tienen un punto: el mercado del arte se ha configurado alrededor de los nombres. El valor económico de las obras se suele determinar por el reconocimiento de sus autores y, en el caso de “Blanco sobre blanco”, lo define su importancia histórica dentro del Suprematismo. La obra en sí misma no determina el precio que puede tener: son las tendencias e intereses del mercado del arte las que lo aumentan o disminuyen.
Es necesario, entonces, pensar la obra más allá de todo lo que mis invitados (pedantes y aulladores) han dicho al respecto. Separarla del mercado del arte y de su valor económico; apartarla del abrigo de su autor, de las búsquedas intelectuales detrás de ella y de los significados e interpretaciones que se le adjudican y que, en ocasiones, incluso exceden su alcance.
Si veo a “Blanco sobre blanco” separada de todo eso, si admiro a la obra aquí, en la sala de mi casa, ¿me conmueve? ¿Por qué me conmueve tanto?
Esta, como las obras interesantes, no necesita de defensores que la sustenten, ni precisa, para conmovernos, de maestros que nos recuerden su papel en la historia del arte. Lo que requiere, que no es poco, es tiempo para contemplarla, para adentrarse en ella y en su vacío. Con esta obra Malévich buscaba escapar de las ataduras del arte de su época y ahora con ella podemos hacer lo mismo con las ataduras de nuestro tiempo: escapar del consumo obsesivo, del más es mejor, del tener la cabeza llena de todo. El vacío es un refugio al que aspiramos siempre poder volver.
Sentada en el sofá de mi casa veo a la pintura luego de un día largo: llegué tarde a clase, no pagué el arriendo, nada tiene sentido. “¡Achú!”. Tic-tac, tic-tac. Y frente a mí sólo encuentro vacío, uno que es infinito. Me gustaría estar dentro del cuadro: ser ese cuadrado que se vacía a sí mismo y flota, ser la nada que contiene todo. En una vida donde la ansiedad es una constante y donde los pensamientos se agolpan unos sobre otros, el vacío es un refugio: es el camino a la eternidad.
Figura 1. Colectivo Casadentro. (2021). Registro salidas de campo [Fotografía]. Cortesía del equpo de investigación-creación.
Miguel Arango: El proyectoCasadentro: Saberes tradicionales de la domesticidad cotidiana en narrativas de mujer en Riosucio, Caldas, hizo partede la convocatoria Investigarte 2.0 del Ministerio de Ciencias.Nosotros estamos en representación de un equipo más grande, participamos co-investigadores y co-investigadoras, de distintos territorios: Medellín, Manizales, Bogotá, Pereira y Riosucio, en alianza con instituciones como la Universidad de Caldas, la Universidad Nacional, la Universidad Tecnológica de Pereira, la Universidad Pedagógica de Bogotá y la Alianza Francesa sede Manizales.
Este proyecto nace literalmente en pleno confinamiento. Nos postulamos en agosto del 2020. Uno de los criterios de evaluación y requisitos para poder participar fue la unión de distintas instituciones, la vinculación de jóvenes investigadoras y la participación de alguna institución de carácter cultural en el territorio; no es gratuito que se haya logrado esta interrelación institucional. En este sentido, la profesora Valentina Mejía Amezquita, de la Universidad Nacional de Manizales, funcionó como un eje articulador de las personas y los diálogos institucionales. Por medio de reuniones virtuales, conocimos al equipo, empezamos a planear los objetivos del proyecto y confeccionamos la propuesta, así se constituye una primera instancia de ese diálogo transdisciplinar y se ponen en evidencia las fortalezas de cada una de las personas que participó del proyecto. Ese fue un primer momento importante, pasa tras bambalinas, pero es fundacional en relación al mismo equipo de Casadentro.
Luisa Zapata: El propósito central de Casadentro fue re-narrar los saberes que se han arraigado en las mujeres de Riosucio. Nos ocupamos de comprender esos saberes que ocurren en el espacio doméstico, por medio de una serie de fascículos que hicieron las veces de instrumentos mediadores identificamos los saberes tradicionales que ocurren al interior de las casas; los cuales se vuelven determinantes en la manera en la que las mujeres hacen la casa y a su vez hacen territorio y tejen sus comunidades. Todo el proceso de investigación creación que se llevó a cabo en el marco de Casadentro, estuvo mediado por unos momentos que llamamos colaboratorios, donde además de identificar esos saberes y poderlos re-narrar, intentamos reconocer y visibilizar el gesto de las mujeres que los preservan y también los transmiten a sus comunidades, a sus familias y a su territorio.
Miguel Arango: El proyecto se concreta entre el 2021 y el 2022, en espacios de diálogo con cuarenta y tres mujeres de Riosucio. Al inicio no estaba consolidado un grupo de trabajo, sino que, a través de una serie de estrategias y derivas de la investigación, se organiza el grupo de mujeres divididas en resguardos particulares. Para establecer el grupo fue clave que existieran personas dedicadas a trabajar en diferentes campos, teníamos una persona en Riosucio trabajando en el proyecto y una persona de Manizales conectada de manera permanente con esa persona para ir estableciendo los vínculos y las redes con organizaciones de mujeres en distintos lugares, por ejemplo, con agrupaciones que tuvieran que ver con la gestión de las semillas. En fin, que pudiéramos tener un primer “pre-campo” que nos posibilitara establecer las relaciones previas que luego hicieron posible las conversaciones y los talleres.
Marcela Cardona: Por experiencias pasadas conocíamos la región, su riqueza cultural e histórica. En el Noroccidente de Caldas existen, además de las divisiones políticas municipales, cuatro resguardos indígenas. Para esta investigación, fue muy importante llegar a un territorio indígena con una estructura organizativa, espiritual y cotidiana, dentro de todos esos estudios y de ese “pre-campo”, había que pedir unos permisos, porque para trabajar y hacer algo en el territorio el proyecto debe ser aprobado por la autoridad indígena. Cada uno de estos resguardos tiene una gobernación indígena que cambia cada año y a la cual les pedimos permiso, les contamos del proyecto, les presentamos los objetivos, les dijimos cuál era nuestra intención y qué pretendíamos hacer con las personas. Para garantizar, sobre todo, que no se trataba de un extractivismo de los saberes; sino que, de alguna manera, se buscaba que los saberes se quedaran allí y que el proyecto fuera fructífero también para el territorio.
Al enviar las cartas, cada una tiene un trámite distinto y cada gobernación tiene sus maneras de administrarse, pudimos llegar a ser aprobados por tres de los cuatro resguardos, el último resguardo, el territorio Ancestral San Lorenzo, por varias razones (la pandemia y una ola invernal) no alcanzó a darnos respuesta. Entonces trabajamos con el Resguardo de Origen Colonial Cañamomo y Lomaprieta, el Resguardo Nuestra Señora Candelaria De La Montaña y el Resguardo Escopetera y Pirza. También trabajamos con un cuarto grupo, las mujeres que vivían en el casco urbano de Riosucio, que no hacían parte necesariamente de un Resguardo, sino que eran mujeres urbanas que también habían llegado por varios procesos de desplazamiento y asentamiento a esa región.
Figura 2. Colectivo Casadentro. (2021). Registro salidas de campo [Fotografía]. Cortesía del equpo de investigación-creación.
Luisa Fernanda Zapata: Voy a hacer una claridad, el planteamiento metodológico también estaba anidado a una triada que planteamos dentro de la presentación que es el sistema casa-habitante-artefacto que se convierte en la columna vertebral de la puesta metodológica, dentro del proyecto.
Marcela Cardona: La estructura del proyecto tenía dos momentos de creación colectiva y participativa, que eran en principio los Colaboratorios, a partir de unos fascículos que mediaban unos talleres para poder hablar alrededor de los saberes: la casa, el cuerpo y las categorías que teníamos enunciadas desde el principio. En un segundo momento, los Museos en casa, pensados para una divulgación y una apropiación de eso que se estaba generando en los colaboratorios.
Laura Buriticá: Como les decía Miguel, el proyecto fue un trabajo hecho durante la pandemia y la transición de salir de la pandemia, para nosotros fue todo un proceso creativo, porque no sabíamos hasta qué punto se podía ser propositivos, qué estaba permitido, sobre todo porque no queríamos en ningún momento imponer nuestras formas y nuestras maneras de pensar.Fue un proceso muy bello, al principio fue una experiencia un poco extraña, porque queríamos hacer muchas cosas, se nos ocurrían muchísimas ideas; pero a medida que avanzamos, vimos que podíamos llegar a lo que ellas nos querían contar y a lo que ellas de verdad querían transmitirnos. Queríamos en todo momento respetar las maneras en que ellas hacían y las formas en las que nos querían manifestar lo que nosotras estábamos indagando, sobre sus saberes tradicionales.
A lo largo del proyecto nos dimos cuenta que la mujer no viene sola, la mujer siempre está acompañada de su familia, que debíamos respetar sus tiempos, sus maneras de contarnos las cosas. Finalmente desarrollamos cuatro fascículos, en los que quisimos indagar sobre sus relaciones con sus cuerpos, sus objetos y sus casas.
Erika Orozco: Es importante mencionar que los colaboratorios fueron una parte central del proyecto en términos metodológicos porque allí surgieron los elementos que hicieron posible los resultados de la investigación. Llamamos a estos talleres colaboratorios, porque siempre estuvo muy presente la intención de que fueran co-creaciones. Cuando se presentan este tipo de proyectos de investigación-creación a convocatorias, se debe prever a futuro qué es lo que se va a hacer. Pensamos en unos temas, en la triada casa-habitante-artefacto, pero los talleres solo se alcanzaron a esbozar. Porque es realmente en campo cuando se planean y se desarrollan. De manera que, en cada una de las salidas íbamos tratando de hablar un poco sobre lo que nos habíamos encontrado, también fue clave en términos de trabajo en equipo, hacer unas relatorías que eran muy importantes porque se recoge bastante información en estas salidas de campo y es muy importante volver a hablar sobre esto, tratar de encontrar hallazgos, de esos hallazgos surgieron los talleres que estaban compuestos por una serie de fascículos con instrucciones artísticas.
Figura 3. Colectivo Casadentro. (2021). Registro salidas de campo [Fotografía]. Cortesía del equpo de investigación-creación.
Marcela Cardona: Cabe resaltar que el proceso para planear cada uno de estos talleres y fascículos que mediaban cada uno de los encuentros, fue un proceso emergente. Cada encuentro, cada relatoría, el territorio y los relatos de las mujeres que hicieron parte, nos daban las luces para poder diseñar el siguiente espacio. Luego del trabajo de campo se retomaba la conversación para ajustar cada instrumento, de acuerdo con lo que se iba conociendo y aprendiendo tras los encuentros.
Miguel Arango: Algo importante es que éramos un equipo entre trece y catorce personas, coordinábamos agendas y hacíamos gestión y administración de los recursos, que eran públicos, se debía dar cuenta de todos los gastos. En términos metodológicos, debía existir una rigurosidad en torno a lo que se fuese a realizar en cada una de las salidas de campo. Viajábamos de Medellín, Manizales y Bogotá. También, como grupo grande, nos dividíamos para ir a distintos lugares, en una sola salida. Las relatorías eran muy importantes para tener una sinergia en el equipo y estar conscientes de lo que estaba pasando en cada una de las comunidades.
Erika Orozco:Casadentro fue un proyecto de largo aliento, puesto que duro año y medio. Cuando se trabaja con diferentes comunidades, el reto es generar un dialogo que sea recurrente en el tiempo. Los talleres no dependían de los demás talleres. Esto fue clave para la participación de las mujeres y permitía que otras personas se fueran uniendo a lo largo del tiempo. Luego de terminar los cuatro talleres, teníamos una serie de archivos que nos permitieron definir y profundizar en los saberes que se podían materializar en los Museos en casa. Cada lugar era muy distinto, por ello generamos un último taller, el resultado fue un museo por comunidad. Los museos partían de comprender que existe una relación simbólica entre el espacio de la casa, los saberes y las mujeres. En ese sentido, los museos en casa no se entendían como espacios en donde se visita una exhibición de objetos que son categorizados como “obras de arte”, sino que entendíamos que la casa era un lugar sensible de ser llamado museo porque permite tejer vínculos y relaciones. En ese sentido se tejió la importancia de la memoria y los espacios cotidianos y los saberes como si fuera un collage.
Figura 4. Colectivo Casadentro. (2021). Maqueta Museo en casa [Fotografía]. Cortesía del equpo de investigación-creación.
La metodología de trabajo consistía en diseñar el fascículo e ir a campo, el viaje es muy importante, ya que quienes nos desplazamos nos preguntamos cómo hace parte de la investigación eso que se siente moverse a otro territorio, llegar a un lugar que es desconocido, conocer personas distintas. De ahí las relatorías, cada uno contaba con su diario de campo, con sus anotaciones. En un momento del día se socializaban las experiencias vividas, las percepciones del taller y de lo que se veía. Una de las experiencias más representativas fue la de montar en jeep, el gesto de vivir el paisaje y percibir de manera distinta el territorio como fue nuestro caso (no era usual para nosotras esta práctica), esto nos marcó mucho porque nos empezamos a preguntar cómo nos relacionábamos con lo que estábamos investigando. Las mujeres que encontramos son mujeres muy poderosas, hablan fuerte. Saben lo que su territorio y sus comunidades necesitan, nos encontramos muchas fuerzas que querían coincidir y decir cosas.
Figura 5. Colectivo Casadentro. (2021). Maqueta Museo en casa [Fotografía]. Cortesía del equpo de investigación-creación.
Lo que se hizo fue unir cada uno de los resultados de los talleres anteriores, ellas mismas generaban esas relaciones, piénselo como un ejercicio de curaduría en donde ellas planteaban de qué saber querían hablar, de qué espacio de la casa, qué parte del cuerpo y, como si fueran fichas de lego, se iban armando las relaciones, para que los museos pudieran tener un sentido y decir algo. Los museos partieron de una idea básica: el diseño de una casa (paredes, techo, piso), se llevaban materiales para que ellas pudieran diseñar esa casa. En ese sentido cada uno de los museos es distinto en términos de la arquitectura, cada uno tiene un nombre, una serie de textos como si fueran textos curatoriales donde se habla de ese museo y unas particularidades que dan cuenta de la vida de cada comunidad, por ejemplo, el museo de la comunidad de El Salado, tenía una diferencia entre jardín y huerta, también tenía un lugar para los animales y el diseño de la comunidad de la zona urbana es de dos pisos. Los colores también eran distintos y muy propios de cada comunidad. Así se generaron las maquetas, como la unión de los documentos y archivos que habíamos recolectado durante el proyecto y, finalmente, se hicieron los Museos en casa a una escala más grande, con unos materiales más resistentes, se respetó la maqueta inicial con el propósito de que estos museos quedaran en los puntos de encuentro recurrentes. Con el propósito de que realmente los museos quedaran en la comunidad y pudieran servir como material pedagógico.
Figura 6. Colectivo Casadentro. (2021). Museo en casa [Fotografía]. Alianza Francesa, Manizales. Cortesía del equpo de investigación-creación.
Marcela Cardona: Las voces de las mujeres fueron muy importantes, ellas co-crearon con nosotras. Es sorprendente todo lo que acompaña un saber, por ejemplo, alrededor de la caña no solo había un saber hacer, sino un encontrarse en comunidad. Sonia Cañas del resguardo Cañamomo Lomaprieta decía: “a veces molemos tres, cuatro familias, hay veces que muele una sola por día, pero es una forma también de apoyarse mucho en los vecinos porque de eso se trata”.
Los productos de esta investigación fueron: un documental, presentado en Riosucio y en otros lugares; un libro arte con la recopilación del proceso del que hemos hablado aquí, en proceso de edición y publicación; un podcast y paisajes sonoros que se transmitió por los alto parlantes de las comunidades, para que escucharan los saberes narrados por ellas mismas; un taller de cocina tradicional que se dio en la Alianza Francesa en Manizales, junto a tres de las mujeres de Riosucio que viajaron con nosotros; dos exposiciones de los museos en casa, con los artefactos de los que hablamos, una en el Museo del Carnaval de Riosucio y otra en la Alianza Francesa de Manizales.
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Pedro Rojas: Muchas gracias por la presentación,me gustaría abrir un espacio para preguntas.
Isabel Galvis: Quiero agradecerles porque su trabajo me va servir de referencia para el trabajo de investigación que estoy haciendo, siento que compartimos muchos conceptos como casa, territorio y objetos, incluso el adentro y el afuera, así se llama mi proyecto. Cuando una se acerca a una comunidad lleva una idea, una preocupación interna, pero cuando te encuentras con esa comunidad te das cuenta que todo es de otra manera, me gustaría conocer un poco ¿Cómo fue el proceso de acercamiento?, ¿cómo llegaron allá?
Miguel Arango: Este proyecto nace en el confinamiento, estuvimos seis meses reuniéndonos virtualmente. Cuando pudimos ir al territorio a la mayoría de los colegas le dio COVID en la primera salida de campo. Nos reunimos personas de cada una de las disciplinas creativas, en el proceso utilizamos las estrategias propias de trabajo de campo, en un ejercicio hacer de la investigación-creación un asunto sustantivo en el reconocimiento de esos territorios. Las obras y los productos de investigación-creación serían imposibles de concebir si los hubiéramos hecho en el marco de una investigación tipo escritorio. Además de conocer las distancias, ir de Medellín a Riosucio y de Manizales a Riosucio y de ahí coger un jeep para ir a las comunidades, conocimos distintos tiempos, acentos y geografías. Estas experiencias dan cuenta del proceso y de la riqueza que hay cuando se hace del viaje un método fundamental en estos escenarios. Nosotros que venimos de las disciplinas del diseño, estimamos que hay que llevarlo a la práctica. Hacer este tipo de proyectos (donde ponemos el diseño en un sentido amplio al servicio de dar cuenta de unos saberes afincados en lo cotidiano y, sobre todo, de narraciones en voces de mujer) es una manera de que eso se concrete y se haga carne. Finalmente, quisiera resaltar una reflexión que hizo Erika: “desde el cuerpo se sabe”.
Flor Toro: ¿En qué momento se dio el diálogo con las otras disciplinas?
Miguel Arango Marín: El método investigativo que utilizamos fue el de historia oral.En las formas propias de las disciplinas creativas, muchas de ellas se sitúan en las orillas epistémicas de la dimensión cualitativa de la investigación. Si bien hay unos procedimientos y unos métodos que tienen un nombre y unas maneras de hacer, no hay unos modelos fijos para aplicar al proyecto. Las características de la investigación fueron las que indicaron cómo se debía hacer la estructuración, con elementos propios de la antropología, de la microsociología, cómo vamos al ámbito propio de las artes plásticas para tener una sensibilidad sobre el saber desde el cuerpo, cómo vamos a tomar asuntos propios de la geografía humana, entendiendo las múltiples escalas entre lo que ocurre en un saber que se manifiesta en el cuerpo, hasta unos saberes que se manifiestan en el territorio, en esa orilla epistémica es la investigación cualitativa. Desde las características de la investigación es que se fueron confeccionando las estrategias metodológicas, así se establecieron y se concretaron. No es de ninguna manera falta de rigor metodológico, ni mucho menos, es una manera de hacer y de territorializar las estrategias metodológicas. Las fuentes orales fueron claves, también la observación no participativa, la observación participativa, las entrevistas no estructuradas, la conversación informal.
Erick Suescun: De acuerdo con la experiencia ¿Cuál instrumento les permitió tener más información personal y subjetiva?
Laura Buriticá: Ningún instrumento diseñado nos permitió conocer más información. Nosotras nos imaginamos una serie de actividades, pero realmente compartir con ellas, al sentarnos en la mesa a comer limón con sal pudimos conocerlas más. Creo que ninguno de los instrumentos nos permite eso. De alguna forma, ellas hacían los instrumentos, porque nosotras les habíamos dicho que, si deseaban que nos quedáramos dos horas tomando jugo, si eso era lo importante para ellas, eso era lo que hacíamos, era la manera en que las conocíamos mejor y entendíamos lo que nos compartían. Un momento muy bello fue cuando una de las mujeres del área urbana nos contó el relato de toda la historia de su familia. Esto no hubiera sido posible sino nos hubiéramos sentado al lado de ella, no solo de ella, sino también de su madre que nos hablaba por horas.
Erick Suescun: ¿Consideran que obtuvieron más información con estas conversaciones informales?
Erika Orozco: No lo llamamos instrumento, pero entendimos que la conversación y el sentarse a compartir un alimento fue parte esencial para generar encuentros y relaciones, fueron unos de los momentos más importantes del proyecto. Aunque tampoco era algo nuevo, nuestra primera reunión con la comunidad fue en la casa de Luz Mary, a través de un “compartir” y de sentarnos en mesa redonda a conversar. Uno de los resultados del proyecto del que no habíamos hablado fue un glosario, voy a leer un pedacito de lo que dice: “estos términos y expresiones surgieron espontáneamente en nuestros viajes a Riosucio, una conversación se fue cociendo alrededor de un cafecito con hoja de coca, hablamos de un territorio, de la relación de la comunidad con la tierra, de la comida tradicional, de las expresiones que perduran y de las otras que se han desvanecido, del trabajo comunitario y el convite”. A veces, cuando hablamos de Casadentro con Pedro, decimos que las mesas gigantes con alimento son realmente la obra, permiten ver las relaciones que se tejen alrededor de la comida, relaciones muy sensibles y cotidianas. Pero esa práctica había sido inventada desde hace mucho tiempo por las comunidades indígenas, se puede conversar sobre temas muy profundos, incluso limar asperezas y llegar acuerdos, alrededor del encuentro con la comida y la palabra. En ese sentido, para nosotros era muy importante tener tiempo, porque a pesar de tener un cronograma y una agenda, también teníamos que tener tiempo para poder conversar, para que ellas nos mostraran algo y, por ejemplo, poder darle alimento a sus conejos, a las gallinas.
Juan David Martínez: Ustedes comentan que en un inicio estaban trabajando los conceptos de “casa, habitante y artefacto” y en el desarrollo apareció la variable “territorio” y luego incluso esperaban encontrar silenciamiento de las mujeres por el machismo, pero se dieron cuenta que la mujer tiene muchísima voz en estos territorios. En ese sentido, quiero preguntarles ¿Cómo adaptamos una hipótesis que uno ya tiene medianamente planteada? En estos procesos de investigación, la hipótesis es volátil, ¿cómo se adapta e integra a esos cambios? ¿Qué tanto tiene uno como investigador que aprender a echar para atrás para proponer con base a lo que dicen las fuentes?
Marcela Cardona: Como estamos hablando de los instrumentos, quería contarles que en la maestría tenía una profesora que nos decía que uno no se va a recolectar datos a campo como si fueran manzanas en un árbol, que se cogen y se ponen en la canasta, sino que esa mirada y esos datos se construyen. En ese sentido, todo el acercamiento a las comunidades que tuvimos previo a las salidas, era la preparación que llevábamos para ir a construir con las personas que nos encontramos. En ese sentido, nunca vimos a estas mujeres como si fueran árboles con manzanas, sino como otras personas con otros saberes que nosotros construimos desde las artes, desde el diseño y ellas desde la caña, desde el tejer, desde el ser lideresas y en ese encuentro de saberes es donde se realiza el proyecto. La hipótesis inicial (más que con el machismo) tenía que ver con unos saberes silenciosos que tal vez no se escuchaban tanto, que no resonaban en nuestros contextos, en la ciudad, por una postura de país donde no se mira lo suficiente a los saberes rurales. Pero si uno va al campo con preguntas, con solo acercarse y aceptar un tinto, va escuchar y encontrar saberes potentes. La postura que nos llevó a ver que había algo ahí, también nos mostró de qué manera eso que pensábamos se debía modificar con los otros, nosotros también éramos los otros.
LauraBuriticá: En la maestría en Estética y Creación, a nosotras nos enseñaron que podemos crear nuestros métodos investigativos desde las profesiones creativas, desde lo que nos motiva, desde lo que sabemos hacer, desde lo que queremos investigar y conocer; incluso, en muchas ocasiones, no se sigue un método investigativo especifico. Para mí, en general, la investigación creación resume todos esos otros métodos no tradicionales, se trata de poder tener la libertad de no ceñirnos a un método especifico de investigación y abrir un panorama aún más grande, así sea tomándonos un tinto, yendo a un billar o recolectando hojas, aunque no seamos biólogos.
Kelly Sosa Ortiz: Muchas gracias, es muy lindo ver todo este proceso. Tuve la oportunidad de conocer la comunidad de Cañamomo Lomaprieta. De algún modo se facilita porque son varias disciplinas y varias personas trabajando en el proyecto. En mi investigación, voy a hacer un trabajo de campo, el lugar donde voy a ir tiene muy pocos antecedentes de investigación, además no tengo un grupo de apoyo, ¿de qué manera se puede entrar en estos lugares?
Erika Orozco: Para nosotros siempre fue muy importante proceder de la manera en la que proceden las comunidades, la manera en la que proceden los resguardos, es muy importante generar ese contacto y ese permiso. Lo otro muy clave es presentar el proyecto, estar en la comunidad y que vean un rostro. Estamos muy acostumbrados hacer este tipo de trámites y de gestiones por medio de correos formales, pero cuando se trabaja en proyectos como este, entendimos que había que estar presente, tener un rostro para presentar el proyecto, para que las personas pudieran saber de qué se trata y qué hacer si quieren participar.
Por otro lado, creo que se debe de ser empático. Teníamos proyectadas cosas, está muy bien buscar y saber cuál es mi interés, pero, en ese sentido, también es importante escuchar y estar abiertos a otras posibilidades. Quizás tener un pensamiento más rizomático, que permita conectar cosas, mirar la idea inicial que tenía en contraste con lo que me encuentro y buscar puntos en común. En vez de pensar que me tengo que devolver, buscar rutas para relacionar esos momentos y generar estrategias. También creo que es de gran ayuda, pensar muy bien cuál es el propósito de trabajar en esa comunidad y buscar estrategias que permitan la creación, que acudan a unos diálogos con otras disciplinas para poder estar de una manera más tranquila. A la hora de consolidar un equipo es importante saber los roles y las destrezas de cada uno, las experiencias previas en cada campo. En cuanto a la pregunta de Kelly, una estrategia sería vincular a la comunidad para que haga parte, nosotros durante el proyecto, cuando estábamos haciendo el documental, surgió la idea de incluir a las personas de la comunidad en la producción, cuando se trabaja con la comunidad pueden surgir múltiples estrategias interesante para nutrir el proyecto.
Laura Buriticá: Nosotras nos hicimos muchas veces la pregunta ¿Qué le vamos a dejar a la comunidad? Para nosotras esa fue una de las cuestiones más importantes. Lo que hicimos no fue nada comparado con lo que las mujeres nos brindaron, con todo lo que nos contaron y entregaron desinteresadamente. Queríamos hacer un trabajo responsable, esa responsabilidad también venía porque no solamente construimos una relación de trabajo, sino también de amistad. El cuidado que ellas tanto nos enseñaron a nosotras era el cuidado que teníamos que tener con nuestro grupo y con toda esta información que ellas nos entregaron. Para ellas era muy importante todo lo que nos estaban entregando, porque involucraba a sus casas, sus vidas y su intimidad; las formas en las que se relacionaban entre ellas, como convivían y la posibilidad, de alguna maneara, de volver a verse en comunidad, después de la violencia generalizada que han vivido. Se que todas fuimos cuidadosas, es muy importante que los artistas trabajen en comunidad o con comunidades, a partir del cuidado que se debe tener con lo que nos brindan los demás.
Erika Orozco: Laura me hizo pensar que el lenguaje también fue algo muy importante, debíamos buscar la forma de que el lenguaje no fuera un impedimento cuando nos acercamos a la comunidad, porque no queríamos usar un lenguaje muy académico, que fuera rimbombante o confuso. No hablamos de artefactos sino de objetos, no hablamos de curaduría, sino que les preguntábamos por qué ponían esos objetos juntos, así se realizaban los textos curatoriales y así se iba construyendo con ellas. Hay que aprender a escuchar el lenguaje de la comunidad y comunicarse de una manera tranquila, cotidiana y amena.
Pedro Rojas: Me parece que uno de los mayores aciertos del proyecto Casadentro consiste en que pudieron conocer personas que fueron muy hospitalarias y crear vínculos de amistad, que también conducían a unos vínculos más amplios, porque tienen que ver con el afecto por el territorio, las personas y la naturaleza. Quisiera cerrar esta conversación recordando el sentido que tiene la socialización de este proyecto en el marco del seminario Teorías estéticas Contemporáneas. En la filosofía existe un campo que consiste en pensar y experimentar la alteridad. La clave es entender al otro como algo irreductible, algo que no se tiene que dominar o controlar, comprender las particularidades de las demás personas es la clave. Emmanuel Lévinas es un filósofo muy reconocido en esta línea de trabajo, él declara que la filosofía occidental, incluido Heidegger, se ha ocupado mucho de la subjetividad y del ser, por esta razón se ha olvidado de la pregunta por el otro, por lo otro. Lévinas decía que, al momento de pensar problemas como la identidad, aquello que nos define, es fundamental el reconocimiento del otro a partir de su rostro, de su singularidad.
Considero que los proyectos artísticos comunitarios no pueden pasar por alto la pregunta por la alteridad, por ello es clave tender puentes entre el lenguaje del otro y el lenguaje propio. En este contexto, la traducción es fundamental, porque permite el contacto entre por lo menos dos mundos, poblados de significados, saberes y prácticas diferentes. Muchas veces los artistas se desaniman al momento de trabajar en comunidad, porque perciben o generan una separación radical, estas precauciones también pueden convertirse en formas de aislar al otro, en maneras de mantenerlo a la distancia y de evitar así modificar los prejuicios propios. Los proyectos comunitarios y aquellos que recurren a la etnografía artística, deben defender la posibilidad del encuentro y del reconocimiento de las singularidades del otro. Estoy convencido que el arte comunitario tiene potencial si se propone evitar el extractivismo de saberes y las colonizaciones culturales, poniendo en primer plano las posibilidades afectivas que producen los encuentros.
Muchísimas gracias al equipo Casadentro.
Cómo citar:
Arango, M., Buriticá, L., Cardona, M., Galvis, I., Orozco, E., Rojas, P., Sosa Ortiz, K., Suescun, E., & Zapata, L. F. (2021). Casadentro, arte y comunidad: Conversación con el equipo de investigación-creación Casadentro. (2023). Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/04/25/casadentro-arte-y-comunidad/
Fecha de recibido: 7 de diciembre de 2023 | Fecha de publicación: 17 de febrero de 2024
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas|duvan.11911294@ucaldas.edu.co
Figura 1. Sánchez, D. (2024). Cielos y Tambores [Ilustración]. Buenos Aires. Cortesía del artista
“Habíamos estado en todas partes. Pero, en realidad, no habíamos visto nada”
-Vladimir Nabokov
Una sala de conciertos suspendida en el interior de un edificio. Su forma, color y textura como las de una semilla gigantesca, y yo en lo más alto de las graderías. Allá en el suelo golpearon un bombo sobre el que habría podido dormir tranquilamente (siempre que nadie le lanzara un mazazo), acostarme con brazos y piernas extendidas. Cuando me atravesó el estruendo también me sucedió una idea: acababa de estallar un trueno a mis pies, no sobre mí, ¡porque estaba por encima del cielo! Pero, cuando terminaron, me reproché la comparación, el caer en la metáfora fácil: esa manía que tanto abunda de proponer una semejanza para intentar darle a algo la grandiosidad que no tiene. Fue un alivio haber estado solo porque en cuanto vino a mí aquel pensamiento quise contárselo (¿pero, a quién?), y era preferible así, que no me oyeran ni me acusaran de ingenuidad: ser el único testigo de mi tontería.
Aunque sí había estado antes, si no por encima del cielo, al menos a una altura considerable. Una de aquellas veces, suspendido en el aire (pero no en un auditorio), miraba por la ventanilla: ¡tanto tiempo que temí que quien me viera viendo al cielo pensara que no había volado nunca! Es que tenía debajo una extensión ininterrumpida de nubes, como un mar ebullido y vuelto a condensar, y buscaba algún punto en que se separara y me dejara ver la tierra debajo. Imposible: ese blanco cubría perfectamente la superficie y calcaba el suelo y su irregularidad como si se tratara de un molde o una sábana que reproduce el relieve del cuerpo al que cubre. Así adivinaba yo, bajo las crestas trazadas por el camino de las nubes, colinas sobre las que no vivía nadie y, bajo sus valles, depresiones en el terreno. Lo que no pude imaginar fueron personas.
De todas formas, al final, no hizo falta porque terminé por encontrármelas: un niño brillante, un hombre que nos habló sobre centauros y disputas míticas entre hermanas que terminaron en muerte, otro par de hermanas con el que sí que pude hablar y otra clase de animales en mi plato, deliciosos, que no nombro porque me avergüenza. Aunque es mejor dejarlas para después: no me interesa ese viaje hacia el este caluroso sino uno, posterior y muy distinto, hacia el sur, tan arriba en el globo como nunca antes había estado.
De camino, cuando pude mirar por la ventanilla, estábamos sobrevolando el litoral pero de forma que me era imposible ver la tierra o ver el cielo: sólo conseguía dirigirme hacia abajo, a un azul inacabable e inmaculado. Quizá porque encuentro entretenido perderme a veces en la confusión, me dio por creer que el avión estaba dado vuelta, que si caía no iba a zambullirme en agua sino a salir despedido del planeta, que ese azul no era sino un cielo despejado por completo. Pero no se cayó nadie y todos aplaudieron cuando estuvimos a nivel del suelo, como si en el fondo sintieran alivio, como si hubieran sospechado catástrofes. Luego los vería aplaudir también en otros sitios: en el cine, sin falta, antes de empezar una película y en cuanto terminaba; en la calle, frente a alguien que hiciera música; incluso alguna vez aplaudimos y gritamos en el metro, en medio de una efervescencia deliciosa, impacientes por lo que estaba por tener lugar.
El que un vagón de metro suele estar abarrotado hasta lo penoso ya es cosa sabida: no habría sorpresa en mencionar que por las estaciones circulan cientos de miles de personas, y yo ni siquiera estaba en Tokio o en Ciudad de México ¿Qué decir entonces? Sólo un par de cosas: en todos lados hay quien intenta vender cosas que nadie quiere, representando la pantomima universal del comercio para encubrir la mendicidad, la súplica, con la diferencia de que únicamente allí he visto que los vendedores dejen sus mercancías sobre las piernas de los potenciales compradores. Así, me parece, ponen a la otra persona en una situación bochornosa: no puede negarse a recibir ese objeto y, por tanto, al compromiso que subyace; lo miran a uno como diciendo: “pero es evidente, asombrosamente claro, ¿no estoy yo aquí, mendigándote, adquiriendo sobre ti un crédito por este solo hecho? Entonces, ¿qué piensas? ¿dónde tienes la cabeza?”(Lévi-Strauss, 1988).Y uno ve esos ojos y debe regresar los audífonos, las medias, los cordones o ni siquiera eso: regresar el papelito que dice que viven con hambre siendo viudas, huérfanos, enfermos. A la estación Diagonal Norte de la línea C la decoran azulejos hermosos y yo los veo mientras escucho a una mujer pedir ayuda porque es ciega.
Figura 2. Sánchez, D. (2024). Cielos y Tambores [Ilustración]. Buenos Aires. Cortesía del artista
De vuelta a ese día colmado de arengas, me llegué a preguntar si tenía caso ir, si era justo o tenía sentido que marchara, en un país ajeno, por causas ajenas, haciendo coro de consignas a las que seguro que no tenía derecho. El que yo estuviera en ese suelo un 23 de abril era mera coincidencia, pero desde mi cuarto, a través de la ventana, se veía el cielo azul y se escuchaban bombos y cornetas que acallaron cualquier duda o cualquier pudor ¡Qué importaba!, ¿quién me lo iba a reclamar? Esa multitud en el subte no me iba a reprochar mi acento extranjero y es seguro que, ya arriba, mi voz era indistinguible de la del resto, que se había convertido en un clamor como de partido de fútbol; porque eso parecían las calles: tribunas que hubieran desbordado estadios, un carnaval fuera de calendario, inesperado, enardecido ¿Cómo no cantar, cómo no saltar con el resto? Hasta el impulso de encaramarse a lo que fuera me pareció, entonces, perfectamente comprensible, cuando antes, después de un mundial, tal panorama me había causado tanta risa. Yo quería ver la muchedumbre desde arriba, presenciarla aun a costa de no estar sumergido en ella: la suma de insignificancias convertida en mar. Nadie de quienes estaban ahí era alguien realmente pero, ¿cómo fingir que no estaba la ciudad entera? “Y cuando estuvo entre la multitud humana no fue casi nada; solo un ser humano entre muchos (…)” (Hamsun, 1969).
Luego, intentar salir de ahí, claro, porque falta el aire ¿Sería eso lo que buscaba de un viaje sin fotografías, sin mensajes para mis amigos, sin llamadas para la familia? ¿Desaparecer en multitudes de desconocidos? ¿Salir de la patria como Ovidio (1996) que se separaba de su país como si se separara de sus propios miembros cuando una parte de su cuerpo “parecía que era arrancada de la otra”?¿Qué sería lo que quería arrancar de mí?
Como no supe responderme me aventuré a arrancarme el aburrimiento yendo una noche al Vorterix, llamado por afiches que cubrían las calles y esperando, con suerte, hacerme algún amigo: “¿Escucha Winona Riders?, ¡yo igual!”. Un palco cercaba la pista, decenas de pies muy por encima de mi cabeza y ojos que veían y ojos que grababan apuntando al tumulto de abajo. Podía subir y ser testigo, registrar el espectáculo, ser consciente, gracias a la distancia y a ese excepcional punto de vista, de la verdadera escala del concierto; o quedarme allí sumergido en lo que pasaba. Hice lo más sensato (que no lo más inteligente) y me dejé golpear y arrastrar de un lado al otro, ahogándome en calor ajeno, bruñido con sudor. Ojalá lamer la transpiración que me llega a la boca y sorprenderme con el sabor, no hallarlo salado sino amargo, hervir por dentro al tiempo que al iris se lo devora la tiniebla por completo. De haber pasado podría contar, sin tropezar con una sola metáfora, sin que fuera adorno o invención con pretensiones literarias, que mi cuerpo se descoyuntó con un golpe de tambor, que se elevaba mientras se alargaba como una cadena, como la piola de un trompo, y que vibraba al fin como una cuerda. Vuelto un líquido le habría dado materia al sonido al prestarle forma, le habría servido de recipiente, vuelto la carne de esas voces que gritaban. Estando así, quizá, las luces habrían estallado realmente, el palco disuelto y, a la altura de mi rostro, el techo en contacto con mi coronilla o, bueno, quién sabe, podría haber ocurrido como en sueños cuando me quedo ciego.
Figura 3. Sánchez, D. (2024). Cielos y Tambores [Ilustración]. Buenos Aires. Cortesía del artista
Pero es que era cierto que le daba forma al estruendo, ¿o acaso no vibraba el suelo y yo con él, no era yo el líquido de mi sudor y mi sangre? En el escenario golpeaban el parche de un bombo y sobre el suelo a mí me golpeaba gente hermosa: los miraba y que esas manos me estrujaran así era para agradecérselos. No había metáfora en ningún lado, subíamos y bajábamos, no como un mar sino hechos uno. La marcha y el concierto no eran como un carnaval sino lo mismo: “el latido de los tambores, el encantamiento de zumbidos extraños”(Conrad, 2021).El ritual maravilloso de una fiesta.
Pero mejor paro de escribir, que me tropiezo.
Referencias
Lévi-Strauss, C. (1988). Tristes trópicos. Ediciones Paidós Ibérica S.A.
Hamsun, K. (1969). Bendición de la tierra. Plaza y Janés S.A., Círculo de lectores S.A.
Ovidio. (1996). Tristes. Planeta de Agostini S.A.
Conrad, J. (2021). El corazón de las tinieblas. Plutón ediciones X. s.l.