DOS LOBOS FRENTE A UNA COLINA. Una conversación sobre la poéticafisiológica de los animales

Two wolves in front of a hill. A conversation about the physiological poetics of animals.

Por: Leandro Ocampo Morales

Estudiante Artes Visuales | Universidad del Quindío

leandrocampo4@gmail.com

Loba Blanca: A veces pienso en la funcionalidad de nuestro cuerpo. Por ejemplo, me pregunto por las garras, no me gustan las garras largas. Ahora que somos una manada sedentaria y cultivamos nuestro propio alimento, no sé, considero que son muy improductivas, casi un estorbo —de no ser por su adecuación tan placentera para rascarnos—, porque es obvio que ya perdimos su función biológica que otrora permitía la caza; preferiría, por ejemplo, que las almohadillas de nuestras patas fuesen más dóciles e independientes y que nuestro dedo interior fuese tan prensil como el de los monos, tal vez así tardaríamos menos en construir cercados y podríamos dejar de tomar todo con el hocico. ¿Usted se ha preguntado por esos asuntos de nuestro cuerpo?

Figura 1. Ocampo, L. (2019). Dos lobos frente a una colina [Ilustración]. Armenia. Cortesía del artista

Lobo negro: Hace un tiempo, cuando presencié cómo le leían las cartas, supe de su afinidad con lo funcional. También sé lo importante que es para una loba como usted lo verificable, las razones y las respuestas sustentadas. Este mundo no tiene mucho espacio para lo improbable y entiendo que se le haga difícil tan solo considerarlo, por eso le pido hacer una excepción por esta vez e intentar divisar juntos un panorama distinto.

Particularmente, no puedo dejar de pensar que el motivo esencial de las cosas es profundamente estético. Si le preguntáramos a un Alfa sobre las razones por las que aullamos al cielo en la noche, podría responderlo enumerando características: como las necesidades comunicativas en la manada, la ubicación individual y el conocimiento de nuestras distancias; además de saber descifrar los tipos de aullidos desde sus frecuencias reconocibles y advertir a otros lobos de nuestra presencia. Eso es innegable, son razones que he experimentado desde cachorro. Pero también creo que, a veces, cuando un lobo alza la cabeza al cielo y le aúlla a la luna, lo hace por placer; como un poeta que decide unas palabras muy precisas a la lluvia, o nuestros antepasados que cantaban juntos como una forma vivificante para el espíritu, antes de encaminarse por la montaña en busca de alimento. Podría ser que, en algún momento determinado, uno de esos antecesores cánidos, se vio superado por las luces de una noche despejada y decidió aullar a la luna como un acto estético, como una especie de ritual hacia ella.

Después, el aullido se ramificó por una corriente específica que configuró nuestra especie. Ese sonido se aferró tan profundo en nuestra sociedad, que se configuró como centro de comunicación y modeló los demás asuntos que nos detallaría el alfa. Por eso, creo que las transformaciones y la evolución de nuestro cuerpo, no solo corresponden a las necesidades del ambiente hostil que nos obliga a adaptarnos, puede ser que también se moldeen por unos asuntos muy particulares, de cada especie, de cada comunidad y de cada lobo, procedentes de sus relaciones estéticas y del espíritu.

Figura 2. Ocampo, L. (2019). Dos lobos frente a una colina [Ilustración]. Armenia. Cortesía del artista

Loba Blanca: Se me hace un poco preocupante haber dado la impresión de ser tan objetiva, me parece muy raro, porque no me considero una loba así. De hecho, me encanta la idea que me propone, precisamente porque es un mundo que se aleja saludablemente de lo práctico. Me encuentro en el campo de la biología, porque me permite escudriñar las cosas y los cuerpos; en este mundo científico, encuentro un hilo, entre muchos posibles, que se va entrelazando con otros y da forma a un gran tejido sobre nuestro comportamiento y el de los demás animales. Me gusta sentir que se añaden nuevos hilos a esa trama amorfa en movimiento. Qué le parece si en vez de pensar en la separación de mi idea sobre lo práctico y la suya sobre lo estético, lo concebimos en un sentido más holístico, en el que esa separación solo podría considerarse en la teoría, pues en el mundo sensible, parece un asunto que se anuda y se corresponde.

Siempre me parecieron encantadores los aros de burbujas que salen de las ballenas y emergen flotando hasta la superficie del mar; cuando estaba cachorra creía que las ballenas lo hacían para saludarme y yo les respondía metiendo la cabeza en el agua y burbujeando también. Hace poco supe que las ballenas crean con las burbujas una especie de red colectiva enorme, en ella encierran las bancadas de peces y las obligan a subir hasta la superficie para, así, cazarlos con mayor efectividad. Pero recordé también, que la experiencia que tenía de cachorra, sucedía con una sola ballena; por eso, me gusta creer que sus burbujas no solo corresponden a la caza, tal vez esa ballena comprendía mi emoción y, al verme, decidía hacerme feliz soplando un gran aro de aire hacia mí. Puede ser que un ballenato, en sus pequeños escapes de aire cotidianos, descubra las burbujas; después (entre juegos y sensaciones), encuentre reflejado en sus mayores, una forma efectiva de cazar y burbujear a la vez.

Figura 3. Ocampo, L. (2019). Dos lobos frente a una colina [Ilustración]. Armenia. Cortesía del artista

Lobo negro: Anoche leí en un libro viejo de Fernando Gonzáles la palabra “poéticofisiológico”, tal vez en ese concepto podríamos encontrar un lugar de congregación entre los mecanismos que funcionan dentro de un sistema vivo y sus relaciones rituales o estéticas con el mundo. Como ya usted lo había mencionado, no se trata de jerarquizar posiciones, sino de conocer la forma en que esas experiencias poéticofisiológicas metamorfosean los cuerpos y las formas de coexistir.

Es probable que nuestras garras y almohadillas se modifiquen y coincidan de a poco con nuestro actual estilo de vida, pues este parece reclamarlo. Cuando pase, esos lobos (si es que aún se identifican así) descubrirán contiguamente sus propias alegrías fisiológicas; yo esperaría que no promovieran una inmovilidad tan ceñida como la nuestra, a veces me aburre quedarme tanto en casa, ¿a usted no le pasa que amanece con un deseo incontenible de salir y alejarse de todo lo suficiente como para sentirse forastera? Hoy podría ser uno de esos días de extrañamiento, ¿qué le parece si subimos esa colina que se levanta entre los árboles?

Figura 4. Ocampo, L. (2019). Dos lobos frente a una colina [Ilustración]. Armenia. Cortesía del artista

Agradecimientos:

Gracias a Gina Jiménez y a Nathalia Montenegro por conversar conmigo

Cómo citar:

Ocampo, L. (2019). Dos lobos frente a una colina. Una conversación sobre la poética-fisiológica. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (1). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2019/08/29/dos-lobos-frente-a-una-colina/ 

Fecha de recibido: 5 de Agosto de 2019 | Fecha de publicación: 29 de Agosto de 2019

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