EL ARTE DE ESQUINA: ENTRE LA CALLE Y LA CARRERA. Entrevista a Jorge López

The corner art: Between the street and the race. Interview with Jorge López

Por: Pedro Rojas Valencia

Docente de Artes Plásticas | Universidad de Caldas

pedro.rojas@ucaldas.edu.co

Figura 1. López, J. (2016). Calle somos todos. [Exposición individual]. Armenia: Calle Bohemia. Espacio para la Plástica. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: Quisiera comenzar esta entrevista preguntándole ¿cómo fueron sus inicios en el mundo del arte?

Jorge: No puedo hablar de un momento exacto, recuerdo un cuadro de la última cena en la casa y una réplica de la monalisa que me perseguía con la mirada. Siempre me gustó dibujar, el dibujo fue muy importante durante mi niñez, era la mayor forma de expresión a la que tenía acceso, porque me permitía acercarme a lo que sentía. Dibujaba en las paredes de mi casa y con el tiempo comencé a dibujar en las calles con tiza y a pintar murales de manera empírica. También realizaba unos fanzines en los que plasmaba las historias de mi barrio, el barrio Guayaquil. Tiempo después comencé a estudiar en Bellas Artes y realicé las primeras exposiciones. En la carrera de artes visuales conocí personas maravillosas y comenzamos a trabajar en colectivo, creando espacios como el Salón de Aquí y Casaparte.

Figura 2. López, J. (2016). Nadie puede escapar a la ley del sembrado [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: Teniendo en cuenta su experiencia en la calle y en la carrera de artes visuales ¿piensa que para realizar arte se necesita estudiar en la universidad?

Jorge: Me fascina hacer arte, porque es una de las pocas carreras que puedes ejercer sin la necesidad de tener un título, un cartón. Pienso que he sido muy reacio a la academia, sin embargo, he comprendido mi vida en la universidad desde lo que llamo la metáfora de la “esquina”. Las ciudades suelen estar distribuidas en un plano ortogonal, en unas cuadrículas, las carreras van de sur a norte y las calles de oriente a occidente. La esquina es el punto de encuentro, donde todo converge, donde todo sucede (la tienda de la esquina es la que más vende, el dealer se para en la esquina, la señora de la esquina es más conocida). Mantenía parchado en la “calle”, trasnochando, con perros callejeros, viendo los personajes del mundo de la noche. Después me encontré con la “carrera” de artes, entonces, me propuse fusionar la calle con la carrera y la carrera con la calle. Esto lo hago llevando la calle a los espacios académicos y llevando la academia a la calle, haciendo intervenciones en el barrio, gracias a esto personas que antes no conocían nada de arte, ahora me hablan de pintura, de música y de arte contemporáneo.

Pedro: Siguiendo con esa metáfora de la esquina, que según comprendo es la manera en que usted articula los conocimientos que adquiere en la carrera y los que adquiere en la calle, quisiera que nos contara ¿cómo ha sido esa experiencia de realizar intervenciones artísticas en la calle?

Jorge: Ha sido maravilloso llevar el arte a la calle, porque el arte en todas sus manifestaciones permea, penetra, no tiene muchos obstáculos. He encontrado más obstáculos en la academia, allí he encontrado más “trabas” que las que he encontrado en las esquinas.  Pienso que en las calles uno debe tener mucho cuidado con lo que hace, me parece muy conveniente hacer una lectura de los espacios, no se trata solo de mostrar un arte decorativo o contemplativo (estoy cansado de ver tanta heliconia y tanto guadual, con ese cuento del paisaje cultural cafetero). Entonces me parece importante ver las personas de la calle, el transeúnte, la señora que vende minutos y el señor que vende loterías, los rostros y los rastros de nuestro entorno y que pasan desapercibidos. Llevar el arte a este medio que es salvaje, diverso, que tienen reglas implícitas, escritas casi siempre con sangre, dónde existen líneas invisibles, donde hay otras jerarquías, ese mundo de la calle que pasa inadvertido poblado de fantasmas, sombras, penumbras. Me parece muy bello ver como las personas comienzan a hacer parte de los procesos de creación, como se sienten parte de las obras, como las interpretan y asimilan, como las cuidan, recuerdo esa idea de Joseph Boys según la cual cualquier hombre puede ser un artista.

Pedro: Me gustaría que nos contara un poco más sobre sus intervenciones en espacio público, en especial, recuerdo la obra “La recicla” que presentó en el Segundo Salón de Aquí.

Jorge: La recicla surge de la lectura del entorno en el que vivo, en donde se encuentra la concentración más grande de habitantes de calle de la ciudad, los cuales cumplen con una función muy importante: reciclar. Ellos cumplen con algo que nosotros no hacemos y que es un ejemplo a seguir. “La recicla” es una intervención en una señal de tránsito de peatones, trabajé con una de las señales amarillas que son preventivas (las rojas son órdenes, las azules son informativas y las naranjas son restrictivas). Lo que hice fue transformar el “peatón” de la señal de tránsito en un habitante de calle, teniendo en cuenta que a los recicladores no se le permite el acceso a la calle 14. Le puse una gorrita al personaje para que se protegiera del sol y un costal en sus hombros, con un símbolo de reciclaje, en vinilo reflectivo. Me gusta trabajar con las señales porque tienen un lenguaje muy directo, casi no dejan espacio a la interpretación, un pare es un pare; me gusta jugar con estas imágenes, pensar, por ejemplo, que ese monigote tiene vida y que la gorrita lo aliviaba del calor.

Figura 3. López, J. (2016). La re-cicla [Intervención a señal de tránsito] Armenia. II Salón de Aquí. Retorno a la TierraFotografía cortesía del artista.

Para realizar las intervenciones me visto como un servidor público, por arte de magia, adquiero la “autoridad” para realizar las intervenciones, siempre haciéndome la pregunta hasta qué punto las señales son de alguien o qué tan peligrosa puede ser la intervención. Mis intervenciones son críticas y en ocasiones educativas, una vez pinté una cebra (el animal), en la calle, como un juego para enseñarles a los niños a respetar las cebras de tránsito, para que aprendan a tener cuidado con los vehículos. Me han pasado muchas cosas con estos trabajos a veces los quitan a veces los aprecian. Recuerdo que una vez estaba haciendo una intervención y una señora se asomaba mucho a la ventana, pensé que me iba a tirar a la policía, pero al final me dijo “muchacho le quedó muy bonita”. También recuerdo que una vez pinté unos murales y unas vecinas un poco “chismosas”, con las que tenía algunas diferencias, no les gustó y taparon mi trabajo. Entonces realicé una de mis primeras intervenciones a señales de tránsito, escribí “oreja”, en el pare de la esquina y quedó “pare oreja”.

Figura 4. López, J. (2008). La re-cicla [Intervención a señal de tránsito] Armenia. Fotografía cortesía del artista..

En ocasiones, varias personas me han dicho que han reconocido mi trabajo, pero no lo firmo, renuncio a eso que sucede en el mundo del arte que es puro ego. También realicé una intervención en pintura que se llamó “Hotel casa calle”, en un puente en La cejita, en un lugar en el que duermen muchos habitantes de calle. Cuando leí el espacio, me di cuenta de que estaba cargado de muchos símbolos oscuros, como cruces invertidas, pentagramas, machos cabríos y cosas así.  Entonces pinté una señal de hotel encima de esos símbolos, para resignificar el lugar, los habitantes comenzaron a sentir otra atmósfera, comenzaron a sentir que ese símbolo era para ellos, que esa era su casa, el espacio se comenzó a transformar.

Figura 5. López, J. (2017). Hotel-casa-calle [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.
Figura 6. López, J. (2017). Hotel-casa-calle [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: ¿Además de las intervenciones a partir de las señales de tránsito que otro tipo de trabajo realizas en las calles?

Jorge: Recuerdo una intervención cerca del barrio Guayaquil, en la frontera entre el colegio Las Capuchinas y el colegio Ciudad Armenia.  El lado de la calle del colegio privado mantenía limpio y el otro lado de la calle se había convertido en un basurero, en un baño público. Con los niños pintamos unas señales, pero la prohibición en nuestra sociedad no funciona, es como decir “hágalo más”. Me pregunté ¿cómo hacer que este lugar no fuera más un sanitario? Entonces surgió la idea de pintar un orinal, con un letrero que decía “fuera de servicio”. Esta intervención fue muy impactante porque el espacio se comenzó a limpiar y se mantiene hasta hoy, casi cinco años después. Este mural se ha convertido en un vigía, pero nadie les está diciendo a las personas “no orinen ahí”, simplemente la gente comenzó a utilizar otros espacios.

Figura 7. López, J. (2017). Fuera de servicio [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

También realizo intervenciones que llamo de arte efímero, utilizando tiza y carbón en las calles. Entonces comencé una serie que se llama crucigramas, en los recuadros de las calles. Otra intervención con tiza fue en el paradero del barrio, en donde escribí “oficina del parche”, como si fuera un banco técnico de un estadio de futbol. También comencé a hacer los croquis, las siluetas, de los animales que morían en la avenida. En una ocasión fui a entrevistar las chicas del CAM, para una propuesta que estaba realizando con Lwdin Franco. Les pedí permiso para marcar su espacio con una línea segmentada, delimitarlo y escribí “zona de rebusque”, después pude sacarle una foto, ellas me posaron en topless, fue un encuentro muy jocoso.

Figura 8. López, J. (2016). Zona de rebusque [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Hacer arte en la calle ha sido un juego constante, un juego que me ha permitido la irrupción en las dinámicas habituales de los ciudadanos. Se trata de una línea muy delgada, entre hacer una obra de arte o salir en las páginas de los noticieros capturado por hacer cosas vandálicas. Me ha caído la policía cuando estoy haciendo las intervenciones, una vez pinté un minión en un bolardo, ese día me dijeron “usted no puede hacer eso”, en ese entonces estaban comenzando a implementar el actual código de policía. Entonces les explique que era para transformar el espacio, para resignificarlo, para que las personas lo vieran de otra manera. De alguna forma, el arte me ha permitido esquivar la autoridad para hacer “fechorías” y salirme con la mía.

Figura 9. López, J. (2018). Minion [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: Hablamos de lo que pasa cuando llevas el arte a la calle, conocimos algunas de las intervenciones que has realizado en espacio urbano, tomando roles, trabajando desde el anonimato, parodiando la autoridad, ahora quisiera que me contaras sobre las obras de sala, ¿cómo ha sido ese ejercicio de llevar la calle a la carrera de artes visuales?

Jorge: Irrumpir en los espacios académicos, en ese cubo blanco, me parece muy divertido, por las reacciones que genera. Una vez tuve una exposición en un centro comercial y vetaron mi obra. Había realizado intervenciones en señales de tránsito y una de ellas decía “doble vía”, le agregué unas palabras y quedó “doble moral en la vía”, estaba cerca de unos almacenes muy reconocidos, cuando leyeron lo que decía allí la quitaron. También me gusta mucho tomarme espacios sin permiso, son pulsaciones, cosas que me nace hacerlas y siento que debo hacerlas en ese momento. En la universidad instalaba ramas de palmas en módulos, teníamos un programa de radio y nos vetaron, hicimos un performance en un partido de futbol universitario. Me gusta mucho generar irrupciones en esos lugares tan sacralizados, quitarles ese halo de impecabilidad.

Figura 10. López, J. 2016). La calle somos todos [Intervención en espacio urbano]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: Recuerdo una serie de pinturas que presentó en el primer Salón de Aquí, titulada “Precolombianos”, en la que hacía referencia a las experiencias en su barrio ¿cómo fue el proceso de creación de estas pinturas?

Jorge: La cultura precolombina me ha llamado mucho la atención, en una ocasión en el Museo Quimbaya observé unas figuras y me enteré que los indígenas eran precursores de las modificaciones corporales, se afilaban los dientes y se ponían objetos muy apretados en las manos, para generar zanjas y diferenciarse de otras comunidades. Entonces me miré las manos y me di cuenta que tenía una zanja, porque tengo muchas manillas, me causó mucho asombro esa marca que compartía con nuestros ancestros. También recuerdo una visita al museo arqueológico, en la que había una imagen de un emberá chamí, un nukak makú, un catío y un espejo, verme allí reflejado me hizo pensar en que compartimos creencias, costumbres, territorio. Comencé a pintar una pieza de orfebrería precolombina y no puede evitar compararla con la gente de la calle, encontré que tenían características similares, en contextos muy diferentes. La primera pintura se llama “Indi-gente”, se trata de un cacique que tenía unos ornamentos ensortijados en la cabeza y unos collares, entonces, decidí pedirle el consentimiento a un habitante de calle para tomarle una foto, le pasé una cartulina y le dije que escribiera lo que quisiera y escribió grande “soy de la calle”.

Figura 11. López, J. (2015). Indigente [Pintura al óleo]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

También pinté un vendedor ambulante de gafas y a un cacique precolombino que tenía unas patenas, mi amigo vendedor también es un “cacique” porque no hay otro que se pare en su esquina, porque ese es su lugar, su territorio lo llamé “Calle-jerarquías”. Después pinté un amigo que canta rap, que tiene la cara tatuada y pinté una máscara de Tierradentro que está tallada, se llama “Reflejos”. Hace poco hice otro que se llama “Una monedita”, una imagen precolombina que tiene una postura como de mendigo, con una manito levantada y la otra esperando, haciendo referencia a la mendicidad en la ciudad de Armenia.

Figura 12. López, J. (Año). Calle-jerarquías [Pintura al óleo]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

Pedro: También podemos hablar “La olla”, esta obra recibió un reconocimiento en el proyecto “Quindío sí crea”, el año pasado. Recuerdo que allí narrabas a través de unos elementos muy simple las historias de tu barrio, convirtiéndote en una especie de cronista.

Jorge: El Guayaquil es uno de los barrios más antiguos de Armenia, era la entrada de los camiones que llegaban de Bogotá, tiene espacios muy particulares: la curva del diablo, el alto de las brujas, el zacatín, en donde había una destilería. Suele contarse que allí se hizo la primera piscina de Armenia y la primera plaza de toros que se llamaba la Giralda. También hay historias sobre una banda que se llamaba “los descolgadores”, porque la calle era empedrada, era un camino de herradura y como los camiones debían pasar muy lentamente, ellos se trepaban a bajar todo lo que había allí para las personas del sector: racimos de plátanos, marranos, arroz, cualquier cosa. En el barrio hay muchas historias, también hay historias de muertes, ha sido conocido como una olla, rodeado por barrios marginales, con población vulnerable como Patio bonito, Buenos Aires, en ocasiones las ollas tienen nombre de prócer como Santander, Sucre o Colón, a veces me pregunto si desde la palabra se puede influir en los lugares.

En esta ocasión, realicé una instalación utilizando literalmente una “olla”, en la calle se dice que la olla entre más caliente mejor, relaciono mi barrio con la olla de la cocina que es donde nos reunimos, alrededor de fuego, para conversar. Pero en la “cocina” también es donde se hace la droga, para que haya cocción y preparar los alimentos, debe haber fuego y el fuego es caliente, por eso la olla es caliente y entre más adentro estás es más caliente. En el barrio debes seguir otros códigos, leyes y dinámicas, que son a su manera otro universo, se trata de una especie de ciudad dentro de la ciudad, condicionada por otras relaciones de poder, de miedo, de imposición y violencia. Lo que quise presentar allí fue una radiografía de mi barrio, con personajes y situaciones que normalmente no nos gusta ver y que se suele estigmatizar, olvidamos que muchas personas no tienen oportunidades, muchos nacen allí, crecen allí, mueren allí, sin más opciones, sin más salidas.

Figura 13. López, J. (2018). La olla [Instalación sonora]. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

No quería ser como los artistas que se aprovechan de estos lugares, que realizan su obra y no le regresan nada a la comunidad, solo logran mostrarla como un circo. Entonces comencé a recolectar historias, testimonios, dibujos, bocetos y grabaciones, caractericé objetos y realicé una breve clasificación: cuatro niveles que representaban las esquinas de mi barrio: la primera entre el billar y la plancha, la segunda es la esquina de las mujeres, la tercera es la esquina del parche, donde se reúnen los muchachos a dialogar y hacer sus cosas, finalmente, la esquina de la pipa, que está más al fondo de la olla. Entre las esquinas había unas intersecciones, donde podemos ver los cocheros, que roban los vehículos, otra donde esta el jibaro el que vende sustancias, incorporé elementos como las bolsas en las que se vende la cocaína. También hay otra intersección que se llama “los lances”, que es el espacio donde se juega a pelear sin matarse, un juego que te puede salvar la vida, primero se juega con gelatinas blancas y gana el que salga menos untado, después con palos, navajas y machetes. Tengo otra intersección donde está la “captura”, la mayoría de caminos de la olla conducen a la cárcel, al hospital, o el cementerio, suele decirse “vive rápido y muere joven”. Presenté esta instalación con un audio, contando esta historia. Pienso que vivir en la “olla”, me enseñó a compartir, el ser humano tiende a reunirse en torno al fuego, la olla nos permite sentirnos parte de algo, se trata de ese compartir así sea cosas tan sencillas como un saludo, como tu tiempo.

Pedro: Para finalizar, quisiera que habláramos de una de las características más particulares de estos espacios: el lenguaje. No solemos estar familiarizados con las palabras de las personas que viven en las “ollas”, pienso que ese juego con el lenguaje también define tu trabajo, quisiera que nos contaras un poco de tu última obra titulada “La neal academia de la sinhueso”, que se presentó en el Quinto Salón de Aquí.

Jorge: Se trata de una parodia de la Real Academia de la Lengua, institución que de alguna manera rige el idioma español, el castellano. La obra surge de una postura crítica y política que asumo desde el arte. Realicé una recolección de “gerga” y generé juegos desde el “parlache”. La palabra “neal”, viene de la “nea” que se refiere a “gononea” a alguien que es muy “nea”, muy “liendra”, muy “piraña”, muy de la calle. La palabra “sinhueso” hace referencia a la lengua, la «invertebrada». El Quindío al ser un lugar de tránsito y de convergencia, ha adoptado todo tipo de palabras, tenemos el “parcero” que es una palabra que llegó de Medellín, el “mai” de Manizales, el “ñero” de Bogotá. Me gusta mucho, como se incorporan esas palabras en nuestra cotidianidad, por ejemplo, la palabra “visaje”, que viene de rostro en francés, pero que nos permite llamar “visaje” a cualquier cosa, se trata de un comodín.

Figura 14. López, J. (2018). La neal academia de la sinhueso [Instalación participativa. Armenia. Fotografía cortesía del artista.

En el barrio también se habla al revés, dicen “docuan”, “dedon”, “nosva pal orri con las ñanis, póngase la misaca”, las personas hablan en esos lenguajes encriptados, justamente para que no se sepa que es lo que están diciendo y, por ejemplo, para hablar delante de las autoridades sin que estas los entiendan, se trata de una práctica contracultural, que surge de la necesidad de comunicarse, de la necesidad de no ser capturados. La policía también habla en código, la misma policía te dice “55 le copio, 3916 tratando cometer 904 en el 20”, queriendo decir algo así como que varios sospechosos están intentando robar a alguien en un lugar determinado. El “botón” es el policía porque atrapa, el “botón”, cuando se repite muchas veces se convierte en la palabra “tombo”. Con esta búsqueda encontré más de 1500 palabras y propuse distintos juegos, en los que cada persona que asistía a la exposición podía crear frases e historias, podría leer y escribir con esas palabras. Este ejercicio ha sido muy divertido, porque genera nuevos textos, allí las palabras se van transformando y se renuevan. Esta obra es un homenaje a mi papá porque cuando hablaba muy pasito me decía “contá el cuento”, estoy convencido de que todos tenemos algo que contar, por eso recorro ese espacio entre la calle y la carrera de artes.

Como citar:

Rojas, P-A. (2019). El arte de esquina: entre la calle y la carrera. Entrevista a Jorge López.  Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (1). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2019/09/08/el-arte-de-esquina/

Fecha de recibido: 20 de Agosto de 2019 | Fecha de publicación: 08 de Septiembre de 2019