ENTRE LAS PIELES: ARTE Y NATURALEZA

Between skins: art and nature

Por:  Nataly Rodríguez Cardona 

Artista plástica | Universidad de Caldas | naroca.nrc@gmail.com

Figura 1. Rojas, C. (2009). Piel: Un contacto con la textura del mundo que se habita. Corregimiento Santa Elena de Medellín. Imagen cortesía de la artista.

Desde la antigüedad, el arte se ha preguntado por la naturaleza, variando su significado en cada época. Esto ha marcado gran parte de las prácticas artísticas y teóricas a lo largo de la historia. Al mismo tiempo, la humanidad ha abusado del medio ambiente natural, explotando sus recursos para el enriquecimiento individual. Sin embargo, al tomar conciencia de la crisis ambiental, surgen intentos por entablar una relación más estrecha y un diálogo más respetuoso, íntimo y sincero, con la naturaleza. Muchos artistas más que crear representaciones, se han propuesto interactuar con la naturaleza, con el objetivo de exaltar la belleza del medio ambiente o, por lo menos, hacerla visible.

La historia de esta relación ha tenido muchos matices que van desde imitar a la naturaleza en pinturas, como en la antigua Grecia, hasta alabar su carácter sublime, como en el Romanticismo, pasando por el énfasis que le daban a la luz y al tiempo los impresionistas; pero es durante los años setenta del siglo pasado cuando la naturaleza deja de ser una mera temática y se transforma en una pregunta problema por resolver, un objeto de investigación teórica y práctica, un campo de acción (Rojas, 2009). Así, las obras creadas a partir de aquella época dialogan con la naturaleza de manera íntima y profunda por medio de intervenciones efímeras o reestructuraciones del espacio donde los elementos naturales son los materiales para la obra o incluso, en ocasiones, son la obra misma; piedras, arena, madera, hojas, cortezas de los árboles, ríos y mares, el cielo y la tierra, se prestan para generar obras permeadas por el tiempo, que se transforman por la luz y la sombra: obras cambiantes.

Entre las expresiones artísticas surgidas en la segunda mitad del siglo pasado se encuentran el land-art y el arte ecológico. A pesar de tener cada uno sus propias características, su objetivo común es resaltar la naturaleza; su énfasis no recae por tanto en el objeto artístico que resulta de la acción, sino en el proceso del hacer, así como en las relaciones que se tejen entre la obra y el sujeto que lo experimenta: invitan al público a entablar una relación más estrecha con el entorno natural.

Figura 2. Rojas, C. (Figura 1. Rojas, C. (2009). Piel: Un contacto con la textura del mundo que se habita. Corregimiento Santa Elena de Medellín. Imagen cortesía de la artista.

Todo esto se puede ver en el proyecto Piel: un contacto con la textura del mundo que se habita de Carolina Rojas Valencia. La artista colombiana interviene un bosque afectado por la tala y la excavación. La intervención propone, desde lo sensible, un contacto del humano con la naturaleza que lleve a la reconciliación y a la creación de afectos y lazos en los que se piense a sí mismo como parte de la naturaleza. El objetivo de estas expresiones es provocar una reflexión a través de la manipulación del material y la observación de sus cualidades específicas, creando consciencia sobre el daño que causamos al planeta; además de llamar la atención acerca de los peligros que acechan a la naturaleza, promover su conservación y potenciar la comunicación en su defensa.

Muchas de estas obras no solo han generado en el espectador un cambio de consciencia o, como mínimo, llevar a que se cuestionen frente al tema, sino que han ido un poco más allá y han generado un impacto a nivel nacional e, incluso, internacional. Por ejemplo, una obra del Grupo Urbe de Medellín, conformado por los artistas Gloria Posada y Carlos Uribe, tuvo tal impacto que consiguió que el sector privado apoyase su continuidad. La pieza consistía en un emplazamiento sobre el río Medellín de nueve cajas de luz, de 4,50 metros de ancho por 1,50 metros de largo, a manera de canoas iluminadas desde adentro, que permitían ver sobre la superficie del cuerpo acuoso los fotomontajes obtenidos de regiones cercanas al río; con ello pretendían generar reflexiones sobre el entorno en el que viven sumergidos los humanos, los procesos de descontaminación y la necesidad de apertura de ríos y quebradas cubiertas por avenidas en las principales ciudades del país, como una memoria de las quebradas y a su vez una muestra del futuro de las mismas (Sánchez, 2016).

El arte ha permitido que nos comencemos a preguntar ¿Acaso no es nuestra responsabilidad cuidar lo que se nos dio, o prestó, para nuestro paso por la tierra? El humano no es ajeno a la naturaleza ni viceversa: es una relación, un vínculo, es parte de ella ¿No sería justo devolver el favor de todos los recursos que hemos recibido por parte de la naturaleza y tratar desde nuestras acciones, por mínimas que parezcan, generar un cambio?

Referencias

Rojas, C. (2009). Piel: Un contacto con la textura del mundo que se habita. Medellín: Universidad Nacional de Colombia.

Arte con aire ecológico. (17 de septiembre de 2000). Semana. https://www.semana.com/con-aire-ecologico/43344-3/

Sánchez, J. (15 de julio de 2016). Poemas de la colombiana gloria posada. Presentación y glosas de Jaime García Mafla. https://www.crearensalamanca.com/poemas-de-la-colombiana-gloria-posada-presentacion-y-glosas-de-jaime-garcia-maffla/

Cómo citar:

Cardona , N. (2024). Entre las pieles. Arte y naturaleza. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/09/30/entre-las-pieles-arte-y-naturaleza/

Fecha de recibido: 14 de abril de 2023 | Fecha de publicación: 30 de septiembre de 2024

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ISSN: 2711-144

IMPRESIONES DE LA MEMORIA

Memory impressions

Por: Yury Alexandra Aguirre Corrales  

Estudiante Maestría en Artes | Universidad de Caldas |yury.2621719007@ucaldas.edu.co

Figura 1. Kumanday. Desde el mirador de San Martín Herveo Tolima. Fuente: Yury Alexandra Aguirre Corrales

La presencia de Mnemosyne en el juego mitográfico de mi existir, instala en el tiempo presente fragmentos de un pasado preciado, viaja por caminos anchos y extensos habitados por las añoranzas de una niña sin su padre. Aquí inicia el viaje de sanación, a través de la memoria y sus múltiples soportes. Empiezo entonces la senda por mi propia existencia, que lleva a la búsqueda de las experiencias personales y familiares que marcan de forma indeleble mi existir.

Recuerdo esta época como si fuera ayer. Ver el gran jardín colgando del balcón, las texturas, los colores, los aromas, las majestuosas cascadas que brotaban de la tierra cuando llovía. Ver a mi padre acercarse a mí para envolverme en una ruana finamente confeccionada con lana de ovejo. Perseguir los saltamontes para quitarles la cola, dibujar en el cielo con el algodón blanco de las nubes mientras navegaba en un mar verde césped. Crear carreteras con una camioneta roja sujetada de un cordón, dar vueltas y vueltas en mi motocicleta. Abrir los brazos para un abrazo de mamá, la música de mi hermana colgando de un radio negro que programaba moviendo la antena. El calor del fogón de las tardes heladas en la “tierra fría” como le llamaban los abuelos. Cosechar papas en el jardín y llevarle la cosecha a mi madre. Comer arepas en la tarde acostada en el sofá, mientras miraba por la ventana y tomaba tetero de aguapanela con leche. Escuchar las historias de mi padre y pedirle que me contara nuevamente de Policarpa. La vida entre la casa, el jardín, la familia y las nubes.

Figura 2. El Balcón. Vereda la Alejandría Herveo-Tolima. Fuente: Archivo familia Aguirre Corrales

Me gusta habitar el tiempo en presencia de documentos, archivos personales y familiares. Me interesa dialogar extensamente con las personas de la comunidad sobre su pasado, la relación con lo histórico, lo cual, me lleva a lo que para Para Le Goff sería “la materia prima de los historiadores”. Quizás sin darme cuenta he estado jugando a ser historiadora a recolectar fragmentos de mi propio pasado. Diseñando las preguntas exactas para las tías, encontrando las fuentes que me lleven escudriñar su pasado y por qué este es tan arraigado y sentido, como si las entrañas se quisieran salir cada vez que evocamos las experiencias vividas y compartidas, la forma en que habitaron su vereda, la relación con la montaña, con sus padres y en especial con ellas mismas. La mayoría del tiempo experimento emociones de tristeza y frustración al saber el contexto trágico y doloroso al que estaban sometidas. Debo aclarar que las encuentro más conversadoras de lo que fue mi padre. El cual, la mayoría de tiempo fue un enigma, pues, siempre se paseaba con su figura corpulenta y reservada, concentrado en su trabajo inagotable. Esta costumbre de trabajo del campo, es una respuesta a las tradiciones campesinas heredadas de los procesos de colonización de vertientes de la región antioqueña colombiana, desde finales de la Colonia y lo que llamaría James J. Parsons ocupación de la zona de tierras libres, personas pujantes y trabajadoras que sin duda enriquecieron el famoso “mito paisa”, este pasado antecede a mi familia. 

Mi familia fue quien con esfuerzo tumbó el monte en la tierra fría para fabricar sus propias casas. Cuentan las tías que el abuelo Julio, desbarató su casa en la finca y la trasladó hasta Herveo. Armaba, desarmaba y reconstruía las casas de Tabla parada, ese era su trabajo, el cual acompañaba siempre de café y cigarrillos. Fueron trabajadores sin descanso: recuerdo salir con mi padre desde las cinco y media de la mañana a la preparación del ordeño antes de ir a la escuela. Sin duda, sus trabajos junto con los de mi madre no cesaban hasta que llegaba la noche. Fuimos herederos de costumbres serviles, un lugar común de las anteriores generaciones. Estas memorias son manifestadas y recreadas a partir de creencias, mitos y ritos. 

Este es un pasado melancólico que no quiero olvidar, que a pesar de los años intento conservar por medio de la escritura, de las imágenes y de los objetos. Recordar mi lugar en ese paisaje verde y gris neblinoso, un intento de eterno retorno. La pérdida de mi padre me ha permitido hacer preguntas, cuestionamientos y vivir la memoria de formas distintas. Me intereso en la relación de los otros con ella, en los lugares que compartimos sin darnos cuenta. Los tejidos que se van creando de forma silenciosa, los cuales terminan por colectivizarla. Habilitarla implica regresar a los lugares, los aromas, los sonidos y los objetos, sentirlos y vivir a través de ellos. 

El pensadero

Dentro de las experiencias de retorno al pasado, tengo algunos escritos sobre aquel hueco inmenso en mi pecho que dejó la pérdida trágica de mi padre, y sobre esos lugares y objetos que marcaron mi niñez. Estos textos los escribí en mi diario, en unas cápsulas del tiempo que llamo El pensadero:

 Querer no olvidar la casa 

“Aquí sentada en mi sofá, siento como llueve y como se levanta la cortina con un leve viento frío acompañada del sonido del laúd, mi casa en Herveo. La habitación de mi padre: una cama de madera antigua, con pequeños barrotes, tendida de una base roja y sobre ella un pavo real, al lado, la pequeña habitación forrada de un papel azul con flores pequeñas, ahí una marca para ganado, alcohol con alacrán, botas de cuero viejas, botas de caucho, unas sandalias sin usar, las mismas que le obsequié cuando fui a Cartagena por primera vez. Me asomo a la ventana y veo cómo baja la lluvia, cargada de barro desde el parque ¡Se siente el frío! Voy a su cama y me envuelvo en una cobija que traje de mi habitación, es una cobija pequeña, la de la infancia, color rosa. 

De la cama cuelga un radio y una linterna pequeña. Me dispongo a ver HBO, nuevamente una película de Harry Potter, y si, las “Reliquias de la muerte”. Veo como se levantan las cortinas blancas por el viento frío y me dispongo a cerrar la ventana, siempre que las cierro sueño que estoy en otra época; en ese instante observo caballos pasar arriados por sus amos, los perros en manada detrás de alguna perra y yo cierro las dos alas de la ventana y en ellas dos mini ventanitas.

Me voy a la cama nuevamente, concentrada en la muerte de Albus Dumbledore y mi padre entra de la tienda, como siempre sin avisar y me incomoda un poco, viste una camisa azul claro, jeans y botas cafés -va para el baño-.  Me dispongo a ir a la cocina a prepararle el algo, paso por el gran armario, el cual nos ha acompañado desde su matrimonio con mi madre. Sobre el armario: trofeos de tejo, una coca roja con medicamentos, sus lociones y algunas cosas olvidadas. En ese caminar paso por la sala donde hay un bife justo después de la puerta de mi habitación, allí se encuentran las fotos de la graduación de mi hermana; también las fotos de mi sobrina y las nuestras el día en que cumplí quince años.

Al frente está la lavadora, la cual ya sabe usar mi padre, pues luego de la separación con mi madre tuvo que aprender los quehaceres domésticos. Justo en la mitad del bife y la lavadora existen unas escaleras y una puerta que da a un pequeño patio donde solo cabe el lavadero y el tanque. Pero tiene una gran vista a los amaneceres, justo a las 5:30 de la mañana sabe posarse el alba, echa fuego. Sobre la lavadora unas láminas precolombinas de mi viaje a San Agustín y Tierradentro. Luego los grandes ventanales de vidrio, mi adoración en esa casa, elegantes muy elegantes y bellos, cubiertos por tres cortinas verdes, los muebles color rosa obsequio de bodas de mis padres, un cajón de color barniz claro donde está el televisor negro, el dvd, un espacio vacío donde puse hace unos días el tv pequeño donde veíamos las novelas en la finca, en sus gavetas los álbumes de familia, agendas, cartas de mis amigas en un sobre de regalo verde brillante. En medio de él dos matas grandes de hojas verdes y justo al frente el comedor con un mantel rojo y sillas rojas. 

A la izquierda la cocina, al lado derecho un lavadero con dos llaves, la estufa en un cajón rojo de metal y luego un gran mesón, con dos compartimentos al aire libre y los dos siguientes sellados con un pequeño cuartón de madera los cuales giran para cerrar. Sobre el mesón hay una alacena de barniz oscuro. Al fondo una puerta que da al baño, una pequeña sala y dos habitaciones, una muy pequeña pues fue adaptada justo luego de crearse esta casa inferior, antes era un zaguán por donde entraban los caballos al patio. El baño muy antiguo y lleno de moscos, nunca pude erradicarlos. 

Finalmente, mi habitación, dos camas, una pequeña, la mía, camita hecha por mi abuelo y una base donde siempre duerme mi hermana y mi sobrina cuando vienen de paseo. Aquí solo hay una ventana grande, sin tribunas, luce una cortina blanca, un armario café adherido a la pared, allí en un lado los sacos y camisas de mi padre, junto con cobijas, sabanas y trapillos de limpiar. Al otro lado mis libros, cuadernos viejos y mi ropa, un pequeño cuadro rosa con la foto de mi hermana muy aseñorada, algunas barbies de frozen de la sobrina, del año que descubrió quien era el niño dios, un espejo pequeño en un cuadro de osito” 

Figura 3. Casa familiar Herveo – Tolima. Sistema construcción bahareque y Tabla Parada. Fuente: Archivo familia Aguirre

Viajes oníricos 

“Anoche despertaste en mi sueño, caminaste de regreso a casa y nos abrigaste con tu loco sentido del humor. Observe cómo ocupabas nuevamente tu rol en la tienda. Pude ver cómo entraba un pequeño rayo de luz y sonido por una hendija, estabas abajo escuchando música y muy feliz. Arriba mi madre estaba en la habitación de nosotras y yo observaba desde la escalera a mi hermana caminar con el álbum de familia hacia allá. 

¡Estaba fascinada con el efecto del sueño! 

Fui a donde ellas, mi hermana abrió el álbum, retiró una foto, esta tenía movimiento. 

Era yo con un vestido de jean, quizás tenía uno o dos años, vi el amor de mi hermana por mí, sonreía. 

En la foto estaba cantando en la montaña, le cantaba a mi padre. Luego corría a un gran árbol donde estaba mi madre y me subía a sus ramas. Este árbol colgaba del cielo con unas ramas muy anchas y fuertes, de color gris con una gran cantidad de musgo.

Mi madre estaba sentada y yo parada sobre dos ramas haciendo mover el árbol, reía y cantaba; lo sentí real. Tenía emociones que solo sentía cuando vivía en casa con mis padres, como si estuviera recordando desde allí.

Cuando estaba culminando mi sueño, emití una frase a mi padre cómo si estuviera escribiendo una carta en la que decía: Duerme por siempre, mi amor

Figura 4. Don Ricardo ordeñando. Vereda la Lejandria Herveo-Tolima. Fuente: Archivo familia Aguirre.

Figura 5. Convite con vista al Kumanday. Fuente: Archivo familia Aguirre

¿Dónde reposan las grietas de la memoria?

Figura 6. Taller Imágenes como impresiones del tiempo: de la memoria al documento y de ahí al archivo. Fuente: Sara Gómez

Todo esto son solo piezas de búsquedas que se han hecho permanentes, lugares de la memoria que conducen a múltiples imágenes y cuestionamientos. Para mi fortuna, no camino en soledad, desde el año 2018 he podido participar en un colectivo de encuentros y desencuentros llamado Ciudad Impresa-Proyecto de Imagen y Fotografía Documental, iniciativa de interacción social de la ciudad de Manizales Caldas que ha dejado que sea en esencia lo que he deseado ser en calma y en pausa. Una búsqueda constante entre el polvo de los archivos privados como los álbumes y diarios personales, documentos y objetos que finalmente son compartidos con otras personas a través de gigantografías y talleres expuestos para que sean reinterpretados y habitados en múltiples formatos, capas sobre capas de narrativas individuales y colectivas. Habitarnos a partir de las imágenes de archivo, por medio de ejercicios prácticos que permitan acercarnos a la memoria. Comprendiendo que la imagen que tenemos de nuestro territorio, define nuestra forma de crear y visibilizar estas narrativas con comunidades. Las memorias de mi padre, de mi casa, son solo un fragmento agrietado de una superficie profunda y dispersa. Cada integrante del colectivo sigue, en esencia, un viaje propio, siendo esto tan solo una parte de la vida de una integrante del colectivo, que lleva en el corazón a la comunidad de Herveo Tolima, municipio abrazado por el volcán Tulaymá y el nevado Kumanday. Cada uno de los participantes se reconoce a partir de la acción e interacción con las imágenes, los objetos, los archivos y los lugares propios, los cuales posibilitan el viaje narrativo permitiendo ritualizar, motivar e intencionar individual y colectivamente la memoria.

Figura 7. Proceso de montaje Barrio Solferino Manizales -Caldas 2019. Fuente: Cristian Andrés Aristizábal

Figura 8. Proceso de montaje Barrio Solferino Manizales -Caldas 2019. Fuente: Juan Diego Arango



Cómo citar:

Aguirre, Y-A. (2022). impresiones de la memoria. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (7). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/07/03/impresiones-de-la-memoria/

Fecha de recibido: 7 de diciembre de 2022 | Fecha de publicación: 3 de julio de 2024

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

ENTRE LA MÚSICA Y EL RUIDO: UNA APROXIMACIÓN AL PAISAJE SONORO URBANO. Entrevista a Roberto Cuervo Pulido

Between music and noise: an approach to the urban soundscape. Interview with roberto cuervo pulido

Por: Kelly Johanna Acero Acevedo

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | acerokelly571@gmail.com

Figura 1. Cuervo, R. (2016). Sonografía en ausencia del paisaje sonoro urbano. Imagen de su investigación «¿Cómo escuchar la ciudad? La experiencia de los paisajes sonoros urbanos» (p. 110)

Kelly Acero: Nos encontramos con Roberto Cuervo, un hombre al que no le gustan las etiquetas pero que, eso sí, se considera transdisciplinar. Para iniciar esta presentación, ¿qué nos puedes decir sobre tu vida?

Roberto Cuervo: Me muevo entre disciplinas. Hay unas en las que me muevo más, entre ellas el diseño: he diseñado mobiliario y joyería; lo último que he estado haciendo ha sido una etnografía de diseño con unos amigos antropólogos y sociólogos. También soy músico, no de grado, pero sí de pasión: bajista de garaje. Estoy muy interesado en el tema del sonido, me muevo entre la música y el arte sonoro: considero que toda música es arte sonoro, pero no todo arte sonoro es música. Me gusta la cocina: soy cocinero de calle, soy apasionado por la filosofía y soy investigador.

Kelly: A lo largo de tu trabajo se puede notar un especial interés por el mundo sonoro. Si pudieras rastrear en tu vida un detonante para localizar el nacimiento de tal interés, ¿cuál sería?

Roberto: Nace con la música. Tenía nueve años cuando descubrí qué género de música me gustaba. Soy caleño y estaba muy influenciado por la salsa en mi entorno, pero en la radio empecé a escuchar rock y dije: “Me gusta, quiero investigar sobre eso”. Además, me interesaba mucho el sonido de las chicharras a medio día en tierra caliente: sonaban durísimo y de pronto se callaban y uno no sabía qué había pasado. Ese sonido marcaba el ritmo de la ciudad, por lo menos me lo parecía en la Cali que viví durante esa época.

Kelly: Al revisar un poco tus trabajos se advierten elementos centrales como el diseño, el sonido y la ciudad ¿Por qué tratar con esos elementos en específico y no otros?

Roberto: Eso tiene que ver con mi formación académica porque soy diseñador de base, de pregrado. También, como ya mencioné, tengo interés por la música y cuando empecé a investigar sobre ella me di cuenta que para poder hacer más cruces tenía que elevarla a la categoría de: “sonido”. A todo ello se le suma el concepto de ciudad que surge porque mi maestría es en urbanismo: me gusta mucho el tema del espacio urbano, del espacio público.

Kelly: ¿Y por qué trabajar desde el paisaje sonoro?

Roberto: La categoría de paisaje sonoro es relativamente nueva para mí; descubrí el concepto cuando estaba haciendo mi investigación de tesis doctoral y me interesé mucho por indagar al respecto: ¿de dónde surgió?, ¿quiénes acotaron el término?, ¿cuáles son las características que definen un paisaje sonoro? Me gusta la idea de retar el concepto de “paisaje”: la visualidad es muy dominante desde el punto de vista social y cultural, estamos en una sociedad ojo-centrista en la cual, cuando uno menciona la palabra “paisaje”, se asume que se está refiriendo a todo lo que se puede ver desde un punto. El concepto de “paisaje sonoro” pone en crisis lo visual por que añade el sentido de la escucha. Mi investigación se pregunta por el sentido de ese tipo de paisajes. Además, me interesa la ciudad, por eso añado otro apellido: “paisaje sonoro urbano”.

Kelly: ¿En qué consiste tu proceso creativo?

Roberto: Yo escucho algún elemento de la ciudad y voy construyendo alrededor de él. Por ejemplo, a partir del sonido del tráfico, que se considera negativo, que se mide como ruido contaminante, me pregunto si hay algo más: antes de darle un juicio de valor me interesa hacer una escucha consciente, por lo menos saber qué hay ahí y reconocer elementos, es un acto estético. Carros, personas hablando, pájaros, perros, sonidos de buses, pitos o ambulancias: para mí todo eso es una composición, una obra natural de la ciudad. Hago una construcción de sonidos en mi mente y pienso en cómo externalizarla, ahí se me sale un poco el diseñador y digo: “puedo crear un artefacto que reproduzca esta experiencia estética a los demás”, y como he trabajado el diseño de experiencias incorporo esa metodología a los artefactos sonoros. También me interesa el diseño interactivo y varias de mis instalaciones tienen sensores que modifican el sonido, por lo tanto los artefactos sonoros que diseño en términos generales son montajes multifocales para los que hago grabaciones de la naturaleza, agua, fauna, viento, que contrasto con sonidos de la ciudad: un taladro, un señor en el parque barriendo, unos niños jugando o haciendo bulla; todo lo guardo en estéreo con grabadoras a cuatro u ocho canales y lo voy mezclando, combinando. Cuando las personas se topan con un artefacto interactúan con él casi que con su presencia; por ejemplo, una instalación de un artefacto sonoro que diseñé sobre la quebrada Manizales: el agua sonaba y apenas entraban las personas al espacio se empezaban a distorsionar los sonidos.

Figura 2. Cuervo, R. (2016). Artefacto sonoro urbano interactivo CO-K7-BOG. Carrera 7 calle 40, Bogotá D. C. Imagen de la investigación «¿Cómo escuchar la ciudad? La experiencia de los paisajes sonoros urbanos» (p. 211)

Kelly: Y ¿cuál ha sido la reacción de los transeúntes que se encuentran con estas instalaciones?

Roberto: Cuando los pongo en la calle hay reacciones de todo tipo: curiosidad y odio; desde personas que me gritan: “Apague esa mierda”, hasta gente que pregunta: “¿Esto qué es?” o “¿Por qué suenan pájaros acá tan duro?”. He hecho artefactos en espacios artísticos cerrados y la disposición es totalmente distinta, la gente va con una idea de: “voy a tener una experiencia estética”.

Kelly: ¿Para ti qué implica aprender a escuchar?

Roberto: Es descubrir un sensorium de uno que no estaba tan desarrollado. Para mi hay tres tipos de escucha: la semántica, la causal y la concreta. La causal es muy común, es cuando yo escucho un sonido y mi mente intenta, desde el punto de vista cognitivo, asociarla a una forma, es como cuando uno va por ahí y dice: “Se oye un carro, se oye a Juan o se oye una pelota cayendo”. La escucha semántica es cuando a lo que escucho le doy un significado; por ejemplo, cuando oigo una sirena e inmediatamente lo asocio con que hay peligro o hay que hacerse a un lado. Finalmente, la escucha concreta, la menos común, que es percibir el sonido por el sonido mismo, es decir, describir el sonido desde sus atributos como fenómeno físico. Pero ¿Cuáles son los atributos del sonido? Los básicos son intensidad, frecuencia y duración; hacerse consciente de ellos es una experiencia estética y puede servir para aprender a armar un paisaje sonoro.

Kelly: ¿Crees que en ciudades como Bogotá es posible trabajar la sensibilización de las personas frente al tema de la escucha?

Roberto: Aquí hay una conexión emocional-sensorial de los habitantes de Bogotá en la distancia con los Cerros. Si yo traigo un paisaje sonoro de los Cerros a la ciudad estoy ofreciendo otra capa de conexión emocional con ellos y creo que con eso se contribuye a generar consciencia en los habitantes.

Kelly: Hablas de traer el sonido de los Cerros a la ciudad, pero ¿Cuál es el impacto de los sonidos de la ciudad sobre el resto de especies que la habitan?

Roberto: ¿Qué es lo que pasa en la ciudad? Aparece el sonido del motor del carro, del pito, de la gente hablando y como no hay consciencia sonora sobre eso se monta con todo y se termina creando un fenómeno llamado enmascaramiento: contaminación. ¿Qué pasa en la naturaleza?, pues también hay un montón de ruido: he hecho sonometrías en los Llanos que han llegado a los 85 – 90 dB, incluso más fuerte que en la ciudad; pero es que la naturaleza tiene composición, equilibrio, armonía, entonces el tema ya no es de dB sino de frecuencias. Hay una especie de grillos que se comunica solo a 10.500 Hz, y al mirar en un espectrograma se ve que el grillito solo vibra en esa frecuencia y el resto vibra en otra, como sintonizar la radio. Esto es súper bonito, porque cuando se graban sus sonidos, que se oyen durísimo en la naturaleza, el grillito está por acá, la ranita por allá, el ave por acá y cada quien ocupa su espacio. Es como hacer un espectrograma de una canción: vos escuchas el bajo, una guitarra, otra guitarra, una voz, dos coros, la batería y se escuchan 10, 15, 20 canales distintos. La naturaleza hace una canción natural de una composición y armonía perfecta, en cambio nosotros los seres humanos no. Y no solamente la contaminación del aire y del agua hacen que algunas especies se vayan o se mueran: si el grillito canta en una frecuencia que el sonido de la ciudad enmascara, los grillitos no se oyen entonces no se encuentran, no se aparean, no se reproducen y se mueren.

Figura 3. Cuervo, R. (2016). Comportamiento acústico de la reflexión sonora: carrera 7 con calle 72. Fuente: Imagen de la investigación «¿Cómo escuchar la ciudad? La experiencia de los paisajes sonoros urbanos» (p. 211)

Kelly: ¿Podrías narrar alguna experiencia o descubrimiento que te haya marcado explorando el mundo urbano desde lo sonoro?

Roberto: Yo creo que mi experiencia con las aves al levantarme temprano a grabar; puedo decirte: “Esto es un copetón” y, sin verlo, ya sé cómo es la gráfica en la sonografía. También grabar la belleza del agua cuando se sube a los Cerros Orientales. Aquí en el apartamento estamos al lado de la quebrada Las Delicias y suena lindo, en la parte de arriba el agua está cristalina y suena bien; más abajo está contaminada, pero suena igual, es como la capa de la belleza de eso que está podrido.

Kelly: ¿Cuál crees que es el papel de la música en la investigación-creación sonora?

Roberto: La música son sonidos y silencios organizados en una línea de tiempo con una intención estética. Lo que yo hago es coger sonidos y silencios que grabo, los organizo y los mezclo en el Logic: igualito que como si hiciera una canción. Pero como he tenido muchas discusiones pongo la música por un lado y el arte sonoro por otro; a veces, si la situación es de etiquetas digo: “Presénteme como artista sonoro”. Aunque no soy graduado en música tengo conocimientos en teoría musical, sin embargo, me desligué de ese rótulo, para poder meterme en “otra idea de música”, en la que, si yo escucho un paisaje sonoro, escucho una canción allí; pero, a mi juicio cuando hago paisajes sonoros estoy haciendo música.

Referencias

Cuervo, R. (2016). ¿Cómo escuchar la ciudad? La experiencia de los paisajes sonoros urbanos [Tesis doctoral]. Manizales: Doctorado en Diseño y Creación, Universidad de Caldas.

Cómo citar:

Acero, K. (2022). Entre la música y el ruido: una aproximación al paisaje sonoro urbano. Entrevista a Roberto Cuervo Pulido. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4(6). Disponible en: 

Fecha de recibido: 15 de febrero de 2022 | Fecha de publicación: 26 de junio de 2024

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ISSN: 2711-144

Monumento a los Fundadores: Elogio a la colonización o negación de la vida

Monument to the Founders: In Praise of Colonization or Denial of Life

Daniel Fernando Ruiz Garzón

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | daniel.12011257@ucaldas.edu.co

Figura 1. Ruiz, Daniel. 2024. Fotografía del Monumento a los Fundadores de Roberto Henao Buriticá. Armenia, Quindío

En Armenia, Quindío, hay un parque llamado Fundadores: un lugar con zonas verdes, una fuente que quién sabe cada cuanto reparan, pues el agua que corre por ella huele a podrido; varios charcos de un color terroso opaco y un puente pequeño por donde no transita casi nadie. Quienes deambulan por el parque lo hacen únicamente por inercia. Allí hay una escultura hecha en concreto, es un tronco de árbol talado, en la superficie donde está el corte limpio, descansa un hacha, puesta finamente, como símbolo del hombre pujante. El monumento fue realizado en hierro y bronce por el artista Roberto Henao Buriticá, a modo de conmemoración de las festividades del cincuentenario de la fundación de Armenia en 1939, y a razón de alabar que “en manos del vigoroso hijo de Antioquia se taló la selva espesa, derribando los añosos árboles, donde surgió luego el milagro de la ciudad”, tal y como se afirma en una nota realizada por la Crónica del Quindío en el año 2012. Pero bueno, lo que me compete en este texto no es hablar de un artículo periodístico sino de un monumento que exalta la destrucción de los bosques nativos de la región.

Figura 2. AreaMetro. 2023. Fotografía al Parque Fundadores. Armenia, Quindío

La naturaleza, el bosque y su vastedad han sido reducidas, a lo largo de la historia del arte, a una simple representación: paisajes en los que se retrata lo “natural” tras un propósito meramente estético, dejando de lado cualquier intención de establecer una conexión con el hábitat.  A su vez, en muchas de estas piezas se exalta lo sublime, mostrando el paisaje como algo trascendente, demasiado extenso e ilimitado. La escultura de Buriticá sigue un poco tal esquema, pero de manera distinta, pues su abordaje de la naturaleza no es una muestra de sublimidad, es una representación que pordebajea la naturaleza, porque instala al hombre en un estadio superior. De esta manera desliga lo humano de lo natural y defiende la idea de que el hombre es capaz de colonizar todo el espacio que lo rodea.

Figura 3. Ruiz, Daniel. 2024. Fotografía del Monumento a los Fundadores de Roberto Henao Buriticá. Armenia, Quindío

El monumento tuvo un proceso de restauración en Julio del 2022, algunas cosas cambiaron: el lodazal que lo rodeaba fue tapado con gravilla, el moho y la humedad que habitaban el tronco se cubrieron y limpiaron, pero, queda la pregunta: ¿no sería mejor que la Gobernación, en vez de restaurar los valores formales de la pieza, se centrase en cuestionar los obsoletos ideales de “progreso” que esta transmite? ¿Por qué conservar un monumento que hace referencia a la destrucción de los bosques que supuestamente la misma gobernación debería tratar de preservar? Por años el Quindío ha sacado pecho de sus lugares de conservación: espacios naturales “respetados”; pero, a la hora de la verdad, al Estado no le preocupa mucho el velar por llevar de la mano el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente, lo que da como consecuencia un dominio y primacía del primero sobre el segundo. Tal problemática se demuestra claramente en el turismo desaforado en municipios como Salento o Filandia, en los que se dan extensas filas, de horas y horas de duración, para dar entrada a turistas a predios y reservas naturales llenas de casetas y áreas privadas que no tienen ni las adecuaciones necesarias, ni los planes o estudios del territorio que demuestren un cuidado de los espacios en los que se hallan, afectando enormemente la fauna y flora del departamento.

Se tiene pues, emplazada en un punto estratégico de la capital del Quindío, una escultura cuyo valor reside únicamente en el enorgullecimiento de acciones coloniales y del daño a la fauna y flora de la región. También es un testimonio del nacimiento de una ciudad contradictoria, de doble moral, en la que se saca pecho por sus riquezas naturales, pero que, a puertas cerradas, sigue destruyendo su biodiversidad. Todo en pro del “progreso” porque no encuentran otra forma de pensar un avance sostenible y amigable; es así como el símbolo y escudo de una metrópolis que busca parecerse cada vez más a territorios de colonos, es una lápida con un hacha hecha de hierro y bronce. Y si un monumento municipal que goza de amplio reconocimiento no transmite valores de cuidado del territorio ¿Cómo se espera que sus habitantes exijan la implementación de políticas públicas que garanticen la defensa de la biodiversidad? ¿Cómo se espera que se les exija a las empresas privadas la implementación de un turismo sostenible y a los turistas respeto por la flora y fauna del departamento?

Cuestionar la manera en que construimos monumentos es un paso para volver a pensar el departamento. Abandonar la idea de devastar, de cortar, de la supremacía del hombre, permite empezar a preguntarnos de qué manera los símbolos regionales pueden educar sobre los elementos naturales que componen nuestro territorio y cómo podemos deshacer la imagen violenta que ha traído consigo la colonización. Lo que se hace al reflexionar en torno al símbolo no es cambiar la historia: el pasado está hecho, no puede ser cambiado, pero sí logra cuestionarnos ¿De qué forma se puede generar una transformación del imaginario urbano instalado por este tipo de símbolos? Quizá, con suerte, se desplace el penoso monumento de Buriticá del Parque Fundadores. Cada día que pasa con esta escultura idolatrada en el espacio público es un día más en el que negamos lo vivo y olvidamos completamente lo que somos.

Referencias

Como citar:
Ruiz, D.-F. (2022). Monumento a los Fundadores: Elogio a la colonización o negación de la vida. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/05/17/monumento-a-los-fundadores-elogio-a-la-colonizacion-o-negacion-de-la-vida/

Fecha de recibido: 5 de octubre de 2022 | Fecha de publicación: 11 de abril de 2024

Manifiesto al crimen

Manifesto to crime

Por: Diego Quintero Sanchez

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | diego.12012736@ucaldas.edu.co

Figura 1. Quintero, D. (2022). Sin Título [Fotografía]. Manizales. Fotografía cortesía del artista.

Mis tenis rotos no aguantan un paso más, los he obligado a perderse junto a mí por las frías y oscuras calles de cualquier ciudad, callejones en donde el cemento se convierte en monte cuando cae la noche. Bajo el resguardo de Ramón Puntilla y Juanito Alimaña, he sobrevivido en una jungla donde las ratas son autorizadas por cerdos a portar cabras, y yo soy una simple liebre. Llegué a pensar que todo lo que hacía dentro de esta jungla podía llamarlo arte, pero no es así, es mucho más que eso. Cuando entré en el mundo del crimen, poco o nada sabía de él, y no es que ahora lo entienda, pues tengo más preguntas que cuando empecé: la duda ha inundado mi mirada y entendí que la oscuridad que yo habitaba no era solamente física.

Comencé a recibir respuestas claras cuando dejé que el silencio respondiera por mí; abandoné las verdades absolutas y empecé a cuestionar todo, incluso lo que creía incuestionable. Ya no estoy seguro si el graffiti es arte; finalmente, estaría bastante contento de que no lo sea.

Después de 7 años pintando en la calle, comprendo que el graffiti, el verdadero graffiti, es egoísta, pura satisfacción estética.

No se aprende en ninguna academia.

No se vende ni se subasta.

El graffiti no trae fama más que la de una pequeña subcultura.

El graffiti no tiene reglas técnicas.

El graffiti es anónimo.

El graffiti es ilegal.

El graffiti no conoce bandos políticos ni religiosos.

El graffiti no es clasista, no discrimina estratos socioeconómicos.

Nadie es dueño del graffiti, ni siquiera su autor.

El graffiti es una ofrenda al crimen.

Si los muralistas le dan valor al entorno urbano, nosotros lo robamos.

El graffiti es sinónimo de abandono y comportamiento antisocial, un recordatorio constante de que la sociedad es frágil e incontrolable.

Desde siempre nos hemos encontrado en la impetuosa necesidad de marcar lugares que visitamos, esto no es algo propio del graffiti. El neandertal pintaba su cotidianidad en las paredes de las cuevas, los romanos acostumbraban a escribir frases de todo tipo en los muros y columnas de la ciudad, los marineros y piratas, al pisar tierra, solían marcar sus iniciales sobre piedras y árboles; hemos resignificado el término para hacerlo nuestro. El graffiti ya no es todo aquello que pintas sobre un muro al exterior.

Es entre Philadelphia y Nueva York en los años 70 donde nace el graffiti. Jóvenes de barrios marginales comienzan a esparcir sus apodos en medio de rejas, muros y vagones del tren. A lo largo de los años, varios escritores han practicado fielmente este quehacer, pero son pocos los que se han dispuesto a contar su historia. Quizás sea bajo la premisa de que el graffiti es efímero y no merece ser recordado, o tal vez hemos vivido tan al margen de la sociedad que no nos sentimos parte de la historia.

Es aquí donde creo pertinente el uso del arte, usar las dinámicas artísticas como una forma de contar, desde el privilegio, la realidad que se vive en las calles. Y no, no planeo llevar las letras sucias y callejeras al cubo blanco para que doña Elvira y sus amigas, rociadas de su perfume Christian Dior, se sientan en la posición moral de criticar la calle que no conocen. No le puedo ser desleal al graffiti, que todo me ha dado. Por eso, mi arte va dirigido a una pequeña parte de la sociedad olvidada: el ladrón, el indigente, el drogadicto, el callejero, el barrista… Pero no voy a vender el ideal que tanto tiempo el graffiti ha construido desde las sombras: el arte solo será un medio para contar la historia a mis hermanos de la calle. Si el arte es mi condena, haré que toda la pena valga.

Como citar:
Quintero, D. (2022). Manifiesto al crimen. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/04/11/manifiesto-al-crimen/ 

Fecha de recibido: 5 de octubre de 2022 | Fecha de publicación: 11 de abril de 2024