Manifiesto al crimen

Manifesto to crime

Por: Diego Quintero Sanchez

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | diego.12012736@ucaldas.edu.co

Figura 1. Quintero, D. (2022). Sin Título [Fotografía]. Manizales. Fotografía cortesía del artista.

Mis tenis rotos no aguantan un paso más, los he obligado a perderse junto a mí por las frías y oscuras calles de cualquier ciudad, callejones en donde el cemento se convierte en monte cuando cae la noche. Bajo el resguardo de Ramón Puntilla y Juanito Alimaña, he sobrevivido en una jungla donde las ratas son autorizadas por cerdos a portar cabras, y yo soy una simple liebre. Llegué a pensar que todo lo que hacía dentro de esta jungla podía llamarlo arte, pero no es así, es mucho más que eso. Cuando entré en el mundo del crimen, poco o nada sabía de él, y no es que ahora lo entienda, pues tengo más preguntas que cuando empecé: la duda ha inundado mi mirada y entendí que la oscuridad que yo habitaba no era solamente física.

Comencé a recibir respuestas claras cuando dejé que el silencio respondiera por mí; abandoné las verdades absolutas y empecé a cuestionar todo, incluso lo que creía incuestionable. Ya no estoy seguro si el graffiti es arte; finalmente, estaría bastante contento de que no lo sea.

Después de 7 años pintando en la calle, comprendo que el graffiti, el verdadero graffiti, es egoísta, pura satisfacción estética.

No se aprende en ninguna academia.

No se vende ni se subasta.

El graffiti no trae fama más que la de una pequeña subcultura.

El graffiti no tiene reglas técnicas.

El graffiti es anónimo.

El graffiti es ilegal.

El graffiti no conoce bandos políticos ni religiosos.

El graffiti no es clasista, no discrimina estratos socioeconómicos.

Nadie es dueño del graffiti, ni siquiera su autor.

El graffiti es una ofrenda al crimen.

Si los muralistas le dan valor al entorno urbano, nosotros lo robamos.

El graffiti es sinónimo de abandono y comportamiento antisocial, un recordatorio constante de que la sociedad es frágil e incontrolable.

Desde siempre nos hemos encontrado en la impetuosa necesidad de marcar lugares que visitamos, esto no es algo propio del graffiti. El neandertal pintaba su cotidianidad en las paredes de las cuevas, los romanos acostumbraban a escribir frases de todo tipo en los muros y columnas de la ciudad, los marineros y piratas, al pisar tierra, solían marcar sus iniciales sobre piedras y árboles; hemos resignificado el término para hacerlo nuestro. El graffiti ya no es todo aquello que pintas sobre un muro al exterior.

Es entre Philadelphia y Nueva York en los años 70 donde nace el graffiti. Jóvenes de barrios marginales comienzan a esparcir sus apodos en medio de rejas, muros y vagones del tren. A lo largo de los años, varios escritores han practicado fielmente este quehacer, pero son pocos los que se han dispuesto a contar su historia. Quizás sea bajo la premisa de que el graffiti es efímero y no merece ser recordado, o tal vez hemos vivido tan al margen de la sociedad que no nos sentimos parte de la historia.

Es aquí donde creo pertinente el uso del arte, usar las dinámicas artísticas como una forma de contar, desde el privilegio, la realidad que se vive en las calles. Y no, no planeo llevar las letras sucias y callejeras al cubo blanco para que doña Elvira y sus amigas, rociadas de su perfume Christian Dior, se sientan en la posición moral de criticar la calle que no conocen. No le puedo ser desleal al graffiti, que todo me ha dado. Por eso, mi arte va dirigido a una pequeña parte de la sociedad olvidada: el ladrón, el indigente, el drogadicto, el callejero, el barrista… Pero no voy a vender el ideal que tanto tiempo el graffiti ha construido desde las sombras: el arte solo será un medio para contar la historia a mis hermanos de la calle. Si el arte es mi condena, haré que toda la pena valga.

Como citar:
Quintero, D. (2022). Manifiesto al crimen. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/04/11/manifiesto-al-crimen/ 

Fecha de recibido: 5 de octubre de 2022 | Fecha de publicación: 11 de abril de 2024

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