Manifiesto al crimen

Manifesto to crime

Por: Diego Quintero Sanchez

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | diego.12012736@ucaldas.edu.co

Figura 1. Quintero, D. (2022). Sin Título [Fotografía]. Manizales. Fotografía cortesía del artista.

Mis tenis rotos no aguantan un paso más, los he obligado a perderse junto a mí por las frías y oscuras calles de cualquier ciudad, callejones en donde el cemento se convierte en monte cuando cae la noche. Bajo el resguardo de Ramón Puntilla y Juanito Alimaña, he sobrevivido en una jungla donde las ratas son autorizadas por cerdos a portar cabras, y yo soy una simple liebre. Llegué a pensar que todo lo que hacía dentro de esta jungla podía llamarlo arte, pero no es así, es mucho más que eso. Cuando entré en el mundo del crimen, poco o nada sabía de él, y no es que ahora lo entienda, pues tengo más preguntas que cuando empecé: la duda ha inundado mi mirada y entendí que la oscuridad que yo habitaba no era solamente física.

Comencé a recibir respuestas claras cuando dejé que el silencio respondiera por mí; abandoné las verdades absolutas y empecé a cuestionar todo, incluso lo que creía incuestionable. Ya no estoy seguro si el graffiti es arte; finalmente, estaría bastante contento de que no lo sea.

Después de 7 años pintando en la calle, comprendo que el graffiti, el verdadero graffiti, es egoísta, pura satisfacción estética.

No se aprende en ninguna academia.

No se vende ni se subasta.

El graffiti no trae fama más que la de una pequeña subcultura.

El graffiti no tiene reglas técnicas.

El graffiti es anónimo.

El graffiti es ilegal.

El graffiti no conoce bandos políticos ni religiosos.

El graffiti no es clasista, no discrimina estratos socioeconómicos.

Nadie es dueño del graffiti, ni siquiera su autor.

El graffiti es una ofrenda al crimen.

Si los muralistas le dan valor al entorno urbano, nosotros lo robamos.

El graffiti es sinónimo de abandono y comportamiento antisocial, un recordatorio constante de que la sociedad es frágil e incontrolable.

Desde siempre nos hemos encontrado en la impetuosa necesidad de marcar lugares que visitamos, esto no es algo propio del graffiti. El neandertal pintaba su cotidianidad en las paredes de las cuevas, los romanos acostumbraban a escribir frases de todo tipo en los muros y columnas de la ciudad, los marineros y piratas, al pisar tierra, solían marcar sus iniciales sobre piedras y árboles; hemos resignificado el término para hacerlo nuestro. El graffiti ya no es todo aquello que pintas sobre un muro al exterior.

Es entre Philadelphia y Nueva York en los años 70 donde nace el graffiti. Jóvenes de barrios marginales comienzan a esparcir sus apodos en medio de rejas, muros y vagones del tren. A lo largo de los años, varios escritores han practicado fielmente este quehacer, pero son pocos los que se han dispuesto a contar su historia. Quizás sea bajo la premisa de que el graffiti es efímero y no merece ser recordado, o tal vez hemos vivido tan al margen de la sociedad que no nos sentimos parte de la historia.

Es aquí donde creo pertinente el uso del arte, usar las dinámicas artísticas como una forma de contar, desde el privilegio, la realidad que se vive en las calles. Y no, no planeo llevar las letras sucias y callejeras al cubo blanco para que doña Elvira y sus amigas, rociadas de su perfume Christian Dior, se sientan en la posición moral de criticar la calle que no conocen. No le puedo ser desleal al graffiti, que todo me ha dado. Por eso, mi arte va dirigido a una pequeña parte de la sociedad olvidada: el ladrón, el indigente, el drogadicto, el callejero, el barrista… Pero no voy a vender el ideal que tanto tiempo el graffiti ha construido desde las sombras: el arte solo será un medio para contar la historia a mis hermanos de la calle. Si el arte es mi condena, haré que toda la pena valga.

Como citar:
Quintero, D. (2022). Manifiesto al crimen. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/04/11/manifiesto-al-crimen/ 

Fecha de recibido: 5 de octubre de 2022 | Fecha de publicación: 11 de abril de 2024

WÂWÂ DE MÛ RÛA

El vientre como primer territorio

The womb as my first territory

Por: Sofía Gañán Betancur

Ēbēra Wērā (Territorio ancestral San Lorenzo, Colombia)

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | sofia.ganan10143@ucaldas.edu.co

Figura 1. Gañán, Sofia. (2020). Territorio Ancestral indígena San Lorenzo [Fotografía].

“Creemos que la certeza de existir como pueblos, dentro de unas décadas, depende de la alianza que podamos hacer con aquellos que nos comprendan con el corazón” (Green, 1998, p.6)

Preparar el corazón para observar, sentir, hablar, escuchar, hacer, defender y resistir. Hoy escribo desde las abuelas, las parteras, las sabias y las naciones que habitan en mí. Les escribo desde la inquietud constante que corre por mi sangre y palpita en mis manos, las cuales ofrendan cada palabra a quienes fueron, son y serán. Pero, sobre todo, les escribo desde el corazón. Parece difícil definir el arte desde las memorias ancestrales de quien escribe y habla aquí y ahora. En mi lengua materna no existe una palabra que traduzca el término “arte”, ya que la madre divina nos ha otorgado la bendición de ver, pensar y sentir de manera diferente. Aquello que se llama arte es lo más sublime, mágico y sanador que existe en este plano, al menos desde lo que me han enseñado. Y por ello, estoy agradecida. El arte es un saber heredado de nuestros ancestros que consiste en coexistir con todos los seres vivos y, sobre todo, respetar por completo lo que nos rodea.

Así es como nuestros ancestros han caracterizado este plano terrenal, desde la más mínima hoja hasta las aves del cielo, desde lo más oscuro de esta tierra hasta la luz más radiante de este universo. Por esta razón, lo defendieron hace 500 años y, en el presente, aquellos que quedan continúan haciéndolo. En el futuro lo seguiremos haciendo en honor al territorio, a la vida y a nuestra propia existencia. La resistencia y la determinación de nuestros pasos como pueblos originarios no cesará y siempre defenderemos el espacio que habitamos hasta que el último de nosotros regrese al seno de la madre tierra.

Y para mí, esto es arte. Si algún día no resisto, habré olvidado la esencia de aquellos que me precedieron.

 El Gran Espíritu ha creado un universo dentro de otro universo, paralelamente de forma inexplicable, y a su vez ha dotado al ser humano con la capacidad de generar pensamiento. Esto surge cuando el Gran Espíritu infunde una chispa divina en cada ser. Así como una escultura magistral o una pintura realizada por un artista se considera una obra de arte, al cumplir ciertos parámetros o características dictados por las academias, para nosotros el arte es presenciar el nacimiento de una mañana o el firmamento cuando está por caer la noche, escuchar el canto de un pájaro, el sonido del agua, del aire, de la selva, del rugido de un jaguar, el aleteo de las aves y la visita de nuestros ancestros al ver un colibrí. Cada elemento de su esencia universal es vital para nuestra existencia. Aunque entiendo que para algunos pueda ser considerado un romanticismo o algo sin sentido, para nosotros es sentir con el corazón. El arte contribuye de manera significativa a nuestra comunidad y es fundamental para el buen vivir y la propia esencia de nuestro origen. En su discurso El otro ¿Soy yo?, Abadio Green lo expresa con las siguientes palabras:

Nuestras leyes de origen, nuestro derecho mayor, asumen la responsabilidad con todos los pueblos del mundo, es un derecho de nosotros, para nosotros, para todos. No son leyes subterráneas sino del centro de la tierra, lo que es muy diferente, no son leyes para la cocina, sino que nacen del fogón, que también es muy diferente; no son chiquitas, sino que atienden a los animales y a las hierbas indefensas y eso es diferente. Son leyes para la vida y para después de la vida, porque también hay deberes y derechos de los muertos y con los muertos… El estado afirma que nuestro país es pluriétnico y multicultural y también nosotros, pero creemos que, a pesar de eso, no hablamos de lo mismo, porque no se habla con el corazón. (1998, p.2)

Las danzas, las manualidades y las pinturas sagradas de nuestras Ēbēra Wērā (mujeres Ēbēra), así como los símbolos de protección y equilibrio, son elementos que predominan en nuestros pensamientos y en nuestra vida cotidiana, desde que habitamos este plano adquieren una gran importancia. Los abuelos y abuelas han nacido o, mejor dicho, se les ha otorgado y heredado el poder de curar, de comunicarse con las plantas para sanar, de hablar con los espíritus de las montañas para solicitar protección al territorio, de sentir la fuerza de la madre divina para continuar el camino por más culebrero que fuera y así respetarla, honrarla y cuidarla. También les fue otorgado el arte de ser sanadores, curanderas y curanderos, Taitas, parteras, sabias y sabios. Es por esto que las pinturas y las plantas sagradas son horizonte y claridad para el ser. En cada ceremonia nuestros ancestros nos acompañan, nos guían y nos enseñan. Y precisamente en esos momentos sagrados, puedo decir qué es arte. En ese instante indescriptible que sólo se siente, se contempla, se asimila y queda grabado en la memoria de quienes están presentes. Es magia, y por ello, es arte.

Referencias

Green, A. (1998). El otro soy yo. Periódico de la Defensoría del Pueblo para la Divulgación de los Derechos Humanos. 5 (49), 4-7. https://studylib.es/doc/7296695/el-otro-soy-yo–abadio-green

Cómo citar:

Gañan, S. (2022). Wâwâ de mû rûa. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2023/07/11/wawa-de-mu-rua/

Fecha de recibido: 21 de junio de 2023 | Fecha de publicación: 11 de julio de 2023

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

MANIFIESTO AL ABISMO

Manifesto to the abyss

Por:

Daniel Fernando Ruiz Garzón

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | daniel.12011257@ucaldas.edu.co

Figura 1. Ruiz, Daniel. (2021). Autorretrato 1 (Dibujo). Calarcá. Cortesía del artista.

Empiezo este manifiesto como lo terminaré, diciendo que soy igual de absurdo a ustedes. La diferencia es el optimismo que los permea y del cual yo carezco. El arte lo utilizan como la búsqueda de lo bello y feliz, se engañan con expresiones como “el arte me alivia”, “el arte es perfecto”, “el arte es terapéutico”. Les planteo una pregunta, una entre tantas, ¿realmente se escuchan a sí mismos? Huyan de toda idealización artística, libérense de gustos banales y de mentiras; sientan dolor, angustia y sufrimiento, porque evitar estos estados es negar la vida, el mundo y, por ende, al arte mismo. Quizá ustedes están más muertos que yo.

Les propongo la anarquía en virtud del arte, luchar contra todo porque todo merece ser cuestionado y deformado, basta ya de su conformismo que no los lleva a nada. Imagínense que Adán y Eva no hubieran sido expulsados del paraíso: ¡NO HABRÍA ARTE! Viviríamos en el bien absoluto, mi amigo el dolor no se asomaría ni para ayudar a pintar un dedo. Aprendan a elogiar la dificultad, pues produce los más grandes frutos. Abracen la desgracia, la insatisfacción de la obra, pues es esta la que les dice -cuando la creen terminada- que nunca alcanzará el equilibrio.

Seamos leones, niños, creemos a partir del azar. Devoremos toda la historia, cualquier corriente artística hay que desmigajarla, creemos una obra tan desconocida que el espectador deba sí o sí perder su espíritu de hombre moderno, que se vea obligado a tomar actitud de vaca, rumiar hasta encontrar el sentido. Destruyamos y construyamos, quién sabe si para la eternidad o para la muerte. Qué la obra sea tan poético-terrorista que ni Hakim Bey se lo crea.

Acabemos con toda idealización, endiosar el arte solo lleva a un engaño perpetuo. El arte es humano, nos pertenece al igual que el sexo, el cuerpo y el placer. Ya lo dijo Gonzalo Arango: “Como acto de rebelión nos bañaremos en las aguas sin esperanzas de la muerte”. Por lo tanto, seremos conscientes de nuestra mortalidad, estaremos en contra de lo que nos prive del fin. Si la obra no afecta a alguien, que se vaya con nosotros a la tumba, así por lo menos perturbará a dios o al diablo.

Patearemos piedras molestando a cualquier sujeto que crea en la felicidad eterna, lo sacaremos de su sueño fétido y le mostraremos el mundo plagado de perplejidades, de enfrentamiento constante con sigo mismo, que aprenda a cuestionar todo aquello que tome por verdad absoluta. Nuestro fin es mostrar a la gente que ese artista de autoayuda no dice más que mentiras podridas. Si el pintor más básico pinta la montaña tal y como es, sin insultarlo con la palabra, hará un cuadro que atente contra todo su ser.

Para los artistas kitsch seremos un demonio, el más puro estado de maldad. Nuestra obra estará fuera de todo estándar, incluso del arte contemporáneo, porque aquel que piensa que todo arte se hacía mejor antes, solo demuestra su poca capacidad para pensar y no se embarca en búsqueda de una obra nueva con el valor de ser la antagonista de todas las demás. Nosotros no le diremos cómo vivir su vida, sencillamente le estamos mostrando una “verdad” para que cuando su muerte se acerque no entre en conflictos como Iván Ilich. “Es muss sein”, el peso es necesario para el artista, no se debe negar, la pesadez nos dota de la consciencia de la existencia, lo vale porque nuestra obra se vuelve más directa, el símbolo lanzará la levedad por la borda, por tanto el sujeto entrará en una lucha con su abismo, que es él mismo.

Para terminar con este pobre manifiesto les diré que, estoy cargado de contradicciones, mi mundo es la duda y el arte el medio para plantearla. Entre toda esta especie de reflexión desastrosa he descubierto algo: en el pesimismo que me cargo hay un poco de optimismo. No me mato porque disfruto de la provocación, la mayéutica es divertida, no los cuestionaré como ya lo dije antes por medio de la palabra, sino por medio de la obra desconocida. El impulso que me lleva a crear no es el alivio, es la búsqueda del mismo. Guardo la esperanza de alcanzarlo y así acabo, dejando en evidencia que soy igual de absurdo a ustedes.

Figura 2. Ruiz, Daniel. (2021). Autorretrato 3 (Dibujo). Calarcá. Cortesía del artista.

Referencias

Nietzsche, F. (1993). Así habló Zaratustra: un libro para todos y para nadie. Andrés Sánchez Pascual (trd.). Madrid: Alianza Editorial, 1993.

Arango, G. (1965). Manifiesto Nadaísta al Homo Sapiens. Medellín: Ediciones del Nadaísmo.

Lamborn, P. (2014). Terrorismo Poético. En: T.A.Z.: zona temporalmente autónoma. Valentina Maio (trad.). Madrid: Enclave de Libros.

Tolstoi, L. (1983). La muerte de Iván Ilich. Agusto Vidal (trad.). Barcelona: Editorial Brugera.

Cómo citar:

Ruiz, D. (2021). Manifiesto al abismo. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(4). Disponible en: https://portalerror1913.com/2021/08/03/manifiesto-al-abismo/

Fecha de recibido: 15 de febrero de 2021 | Fecha de publicación: 4 de agosto de 2021

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

MANIFIESTO A LA NADA

Manifest to nothing

Por: Sebastián Valencia López

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas

sebastian.11811360@ucaldas.edu.co

Figura 1. Valencia, S. (2019). Sin Título [Fotografía]. Manizales. Fotografía cortesía del artista.

 “Es notable la gloria de Nadie: no tuvo antepasados bajo el sol, bajo la lluvia, no tiene raigambre en Oriente ni en Occidente. Ni hijo de Nadie, ni nieto de Nadie, no padre de Nadie, pequeño cónsul del del olvido. ¿Ven un vacío en la foto familiar, un hueco, un espacio entre la respetable parentela? Es Nadie, sin rastro y sin linaje. Es notable la gloria de Nadie antes de la primera mañana de la historia, precursor de hombres que son hierba, de padres de otros de padres que son velas sin pabilo. Festejemos a Nadie que nos permite presumir que somos Alguien.”

Juan Manuel Roca, Biografía de Nadie.

El arte es para nadie, para nadie que no vea y cree que ve, para nadie que entienda del arte, para nadie que hace arte, para nadie que sabe para qué hace arte, para nadie que es la nada de nadie. El arte no expresa nada, ni a nadie, no refleja nada, ni a nadie, no representa nada, ni a nadie; el arte no tiene forma, ni nadie que lo dote de ella; el arte de nadie es técnicamente nada; el lenguaje del arte no es de nadie y nada lo traduce; el arte no reconoce a nadie, ni a mí mismo, ni siquiera a la nada; el arte no es real, lo real no es nada, ni de nadie; el arte no siente nada, ni por nadie, ni por la nada, el arte vanagloriado por las instituciones, no es nada, ni de ellos, ni de nadie, simples engaños de la desesperación consiente de la esplendorosa inutilidad del breve plazo de una vida.

El arte no es para nada eterno, histórico o estético, no es cambiante, no es religioso, místico, ni científico, ni teórico, no es la vida, ni es la muerte. El lienzo es tuyo, la pintura es tuya, la obra es tuya, pero el arte no es de nadie, no busca despertarnos de esta realidad sin sentido de un ciclo perverso de vanos intentos por la búsqueda de una respuesta adecuada a la incertidumbre de nuestra presencia.

El arte no se vende, no se compra, no se subasta, no posee valor, porque el valor de nada, solo lo adquiere nadie, no es cuerdo, no es loco, no es sólido, ni superfluo, no tiene partículas, ni partituras, no tiene trazos, ni color, no niega nada, ni a nadie, no me niega a mí, ni a este manifiesto. No es lógico porque vivimos en una realidad de contradicciones representadas por máscaras y mitos llamados ciencia, política, ética, moral, justicia, familia, amistad, amor, sociedad, república y democracia, mentiras bajo el velo de la nada, bajo el velo del arte.

No quiero que estas palabras se confundan con el nadaísmo, pues no busco nada parecido a nada, no hay ninguna crítica, ni ningún fin, no hay nadie, ni nada a lo que esté dispuesto a atacar, ni siquiera hay nada parecido al homo, ni al sapiens, simplemente no hay nadie.

El arte es la pregunta del por qué, del por qué es algo, del por qué se hace, del cómo, del dónde, del cuándo ¿Por qué tiene que existir una respuesta? Expresiones sin sentido sobre una enorme burbuja de espacio inexistente de nada.

El arte es poesía que no dice nada, que no dice la verdad.

Si algo puede ser, es porque no es.

La nada es aquello que no sabemos que no existe.

Y muchos preguntarán por el sentido, por una respuesta, pero este es mi arte, uno donde no hay respuesta, ¿Acaso la existencia tiene sentido? La vida no es nada, si tú le das algún sentido, solo funciona para tu propia historia, para tu propio beneficio; si no resistes la desesperación del no entendimiento, de lo ambiguo, entonces cambia el término “nada” por aquello que mejor se adecúe.

Ya que, finalmente, la nada la llenamos con aquellos vacíos que más nos pesan…

como el arte.

Cómo citar:
Valencia, S. (2019). Manifiesto a la Nada. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1 (1).  Disponible en: https://portalerror1913.com/2019/11/04/manifiesto-a-la-nada/

Fecha de recibido: 20 de Octubre de 2019 | Fecha de publicación: 04 de Noviembre de 2019

MANIFIESTO AL PRESENTE

Manifesto to the present

Por: Natalia López Lombo

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas

adoratalopezlombo@gmail.com

Figura 1. Lombo, N. (2015). Sin título [Fotografía]. Manizales. Fotografía cortesía de la artista

Un artista debe mirar profundamente dentro de sí en busca de inspiración. Cuanto más profundo mire dentro de sí, más universal se vuelve. Un artista es universo. Un artista es universo. Un artista es universo.”

Marina Abramovic, Manifiesto de la vida de un artista

En ese instante, en el pueblo de Soatá en Boyacá Colombia, se mastican dátiles dulces en las calles y en casa. Helena contempla en el espejo sus rasgos fuertes, cuerpo carnoso y grueso, labios finos, ojos claros y puntuales; peina a sus hijos por orden de estatura y perfuma su cabello castaño al ritmo del sonido del taller de don Víctor: martillos, talas y herraduras. Más tarde, Doña Julia se enamora, en el mismo intervalo temporal que Doña Rosa. Doña Julia baila, teje y come chocolate, mientras sonriente mantiene sus pecas al sol; Doña Rosa pinta sus uñas con rojo pasión y prepara los mejores sancochos y tamales en la Plaza de Fusagasugá. Llega Don Carlos, el “detodero”, que dispone sus manos al oficio y a la labor, ordenando su bigote y sus canas más blancas que el óleo blanco titanio; y Don Guillermo, odontólogo, lector embravecido de inigualable olor a consultorio, menta y aguardiente. Entonces, los abuelos se casan, zurcen tejidos y enmiendan partes.

Nacen los hijos, mis padres: Gabriel, el Artesano de manos rasposas y marcadas, esencia de hongo y semillas, y Liliana la madre, calor de tierra, tez trigueña, arroz con leche y canela, cantos de dulce niña. Algún día de la nada y del todo se me pregunta ¿cuál es su relación personal con el arte? Busco si puedo responder encarnando a mis antepasadxs y sus experiencias estéticas que se heredan en lo sincrético de este cuerpo.

Puedo sentir su presencia en el gusto por la textura de las frutas,

en el tacto de los pétalos sedosos de las flores para untar el dedo de pólem,

en la necesidad de mordisquear disimuladamente trozos de madera para sentir el sabor de los árboles, en determinar y poner intuitivo detalle en lo silvestre y común,

en lo invisible,

en observar abusivamente los gestos de alguien cuando me habla,

en querer sentir los pies descalzos en el piso y las incómodas ranuras de las baldosas con musgo baboso,

en la admiración de un cadáver con algodón suave y blanco saliendo de sus ojos y nariz,

en la necesidad de tener muchas cosas chiquitas por toda la casa, en la sensación en bucle de un caballo corriendo a contra tiempo, el tiempo… tiempo… tiempo…

Mejor pienso en mi templo,

en los rituales de plantas y carne,

en cocinar y dar regalos,

en la excitación por el olor a cúrcuma, canela y metal,

en el disfrute sonoro de las cámaras análogas al obturar, de las digitales al capturar y el de las tijeras al cortar,

en la necesidad de tener siempre actividades que salvan, que distraen, que aportan o que solo se hacen por alguna extraña razón,

en mantenerme ocupada,

en oler por largo tiempo la piña, la guayaba, las hierbas frescas, mis amantes y los pinceles con trementina,

en la obsesión por tener espacio de trabajo,

en escuchar los ecos de las cosas que cambian o de lo que ya no fue,

en conversar con los objetos,

en reubicar una y otra vez, reorganizar, mover, trasladar, cambiar, acomodar,

en el alejarse y guardarse por tiempos,

en el gusto contemporáneo y básico por la escarcha y por el neón multicolor,

en el disfrute intenso con la parafina y el soplar las velas de cumpleaños,

en sentir escándalo y efervescencia por las líneas muy juntas, pero no pegadas,

en dialogar, dar vueltas, pensar que se tiene la claridad o agudeza y volver a alguna incertidumbre o al algún punto nuevo de llegada y de partida.

Para hablar de mi relación personal con el arte, tengo que explicar estos pequeños gestos como momentos de importancia que no me pertenecen solo a mí, son la materia del montaje que se pone sobre la mesa, allí se escucha el efecto recurrente de campanas de ceremonias que se traducen en símbolos.

Ahora podría decir que el arte es la oración del pasado, del presente y del futuro. Su canto es la práctica, la acción y la sincronización con lxs otrxs, con la otredad, la búsqueda obsesiva de los gustos perdidos.

Entonces la necesidad es absoluta y reclama.

El ritual es indeterminado pero presente.

Aquí parto y busco el instante de brillo en la escultura, los volúmenes que emanan distorsión, la instalación, el collage, el dibujo, el audio, la fotografía, el cuerpo…

Escarbo en las reacciones y efectos del mundo sobre mis sentidos, recuerdos y acontecimientos, y cruzo todo bajo el celo constante y repetitivo del negro…

Llámese negro al ente que relaciona desde algún estado neutro y simple, símbolo de la proximidad del espacio exterior, incrustado o gestante que se siente en mi estómago, justo en el apetito, lejano vacío, incompleto, frío, ajeno, inabarcable, exasperante, ilegible, inhabitable, impropio y detestable, pero al mismo tiempo soportable, cálido, absoluto, simple, propio, deseable y hambriento…

Entonces, pongo el mantel, las velas, los cubiertos, los pequeños platos de porcelana con hilos de pintura dorada, las copas de vidrio artesanal, los miles de corotos e invito a los comensales. El banquete lo devoramos con intuición, coincidencia, corazonada, pálpito, encuentro, tacto, modo, estado, versión, instante y la dramática ilusión de estar presente.

Cómo citar:
López, N. (2019). Manifiesto al presente. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo (1) 1. Recuperado de: https://portalerror1913.com/2019/07/17/manifiesto-al-presente/

Fecha de recibido: 10 de Junio de 2019 | Fecha de publicación: 17 de Julio de 2019