It doesn’t work like that
Por: Andrea Ospina Santamaría
Profesora del Departamento de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | andrea.ospina@ucaldas.edu.co

Fig 1. Ospina, A. (2024). Fanzines resultado del espacio de conversación con Andrea Ospina.
Roquerio encuentro de arte y comunidad, Iquique.
Nunca pensé que mi cuerpo supiera andar en el desierto. El páramo me había preparado para las piedras movedizas y las superficies resbalosas, para las cuestas y laderas de montañas, para los vientos fuertes y los climas extremos. Estar en un desierto que limita con el mar fue lo más cercano a mirar de frente a lo infinito, un universo que esconde su existencia debajo de capas de dureza e inmensidad. El Pacífico huele pescado, su brisa es fuerte: el océano, como la vida misma, no es apacible. Tal vigor se expande a Iquique, un puerto migrante y caótico, una ciudad de tonos tierra y azules cubierta de polvo y sal.
En agosto de 2024 tuve el honor de participar de “Roquerío, encuentro de arte y comunidad” un espacio de diálogo entre diferentes colectivas y personas que trabajan en torno a los procesos de la mediación, la educación popular, la práctica comunitaria y los procesos artísticos expandidos [1]. Aunque pueda sonar extraño, una vez pasado por ella, describiría la experiencia como un encuentro entre personas que no saben muy bien lo que hacen, pero le apuestan todo a lenguajes sensibles como forma de hackear la vida misma.
Fig 2. Ospina, A. (2024). Reflexiones personales presentes en el cuaderno – bolsa de trabajo Roquerio.
De varios eventos en los que he participado creo que este ha sido el único que me ha puesto a escribir así, a modo de diario, como quien repiensa sus propios pasos: viví con pocas fotos y mucha escucha, el paisaje se me metió en el cuerpo y de un momento a otro muchas nociones ajenas de Chile pasaron a ser realidades.
Es extraño pensar que se puede conocer a tantas personas admirables en un solo lugar: una curaduría cuidadosa de posturas, amistades y afectos que CAPUT realizó con el objetivo de llevar a cabo, más allá de un festival, una juntanza de procesos y admiraciones. Llegaron voces de las favelas de Río de Janeiro, los campos de Yumbel, los barrios de Santiago de Chile, las montañas de Alto Hospicio, los árboles de Temuco, la niebla de Manizales y las costas de Iquique. Principalmente escuchamos las caletas, los sindicatos de pesca, los saberes populares de las fiestas (especialmente de El Lolo), las memorias ancestrales y las historias de calles pequeñas, zonas francas, comidas, algas y paseos al mar; por un momento nos hicieron parte de una forma de mirar al mundo que nos excede.

Fig 3. Cartel Roquerío. (2024). Iquique, Escuela Popular Luchín.
Paralelo a esta geografía resonó el cine comunitario, el archivo, el fanzine, la potencia de lo sonoro, la gráfica expandida, lo urbano, el dibujo y la pintura, la cartografía, la palabra, los mapas mentales poco lógicos, el juego, la fiesta y lo textil. Digo resonaron porque nunca fueron centro, siempre puente, y estuvieron presentes tanto en los procesos narrados como en las actividades del encuentro y sus participantes; pocos tonos académicos y muchos toques sensibles hicieron del encuentro algo más personal.
Una de las cosas que más destaco de la juntanza es la posibilidad de la queja: ante otros que no valoran este tipo de procesos culturales solemos caer en una defensa irremediable de la potencia de lo que enunciamos y hacemos, pero ante la similitud de prácticas encontramos a personas que trabajan ocho horas y que cargan con procesos autogestionados en su tiempo libre, que se agotan, que requieren silencio y comida, que les cuesta debatir en las noches. Qué frescura estar en un lugar donde lo anormal por un momento es el denominador común, permitiendo dudar de principios que en otros casos son bandera irrevocable ¿Quiénes y para qué necesitan del arte? ¿Hasta dónde podemos llegar como individuos? ¿Cómo aceptar que en cierta manera todos somos “cancelables”? Admiro encontrar posibilidades ante la duda, esa sensación de querer hacer parte pero al mismo tiempo generar tensiones, de situarse políticamente y, a la vez, ser práctica instituyente, de querer ser sólido y líquido.
Dentro de mi participación tuvimos una conversación guiada a partir de preguntas, para posteriormente hacer unos fanzines en donde cuestionamos algunas posturas de la institucionalidad desde lo local, una invitación a desplazar el centralismo con el que somos leídos y que tenemos interiorizado en nuestra forma de actuar. Apoyados en la gráfica, desde stickers y algunos sellos rápidos, pudimos generar un momento de silencio y distracción que produjo valiosas ideas[2]. Aquí una lluvia de preguntas que nacen en este proceso:

Fig 4. Ospina, A. (2024). Caleta de Río Seco, Iquique. Roquerío, encuentro de arte y comunidad.
¿Cómo pensamos – escuchamos – hablamos desde lo local?
¿Quién tiene la palabra?
¿Quién tiene los derechos?
¿Quién se siente dueño?
¿Qué cambia en el ecosistema natural – cultural desde lo local?
¿Qué mapas estamos trazando?
¿Cómo hablar de lo que deseamos activar sin centrarnos sólo en lo que hace falta?
¿Me estoy dejando afectar lo suficiente?
¿Cuál es la relación entre el afecto y la afectación? ¿Qué definiciones y afectos compartimos?
¿Qué es diferente?
¿Qué esperamos de la práctica artística?
¿Desde dónde construimos nuevos procesos de mediación más allá de lo institucional tradicional?
¿Puede ser flexible la institución?
¿Podemos poner nuevas funciones a viejos roles de mediación?
¿Cómo nos comunicamos con los demás y hasta dónde podemos comprometernos?
¿Quiénes hacen parte de las conexiones que hacemos?
¿Cuántos puntos de vista están involucrados?
¿Estamos escuchando lo suficiente?
¿Cómo trabajamos juntos?
¿Qué principios tenemos?
¿Cómo lidiamos con las situaciones imperfectas e inestables?
¿Qué nos estamos repensando?
¿Dónde está el pensamiento crítico cotidiano?
¿Qué tanto espacio dejamos a la incomodidad en medio del encuentro?
¿Sabemos aquí cómo se mide el tiempo?
¿Cómo se escucha el viento?
¿Cómo se siente el cuerpo?
¿Cómo se relacionan entre sí las personas y contextos?
¿Quiénes están presentes?
¿Somos adversarios?
¿Somos contrapartes?
¿Somos nichos?
¿Somos refugios?
¿A qué le estamos realmente dando valor?
¿Encapsulamos o expandimos universos?
¿Por qué seguimos con el apellido artístico?
¿Por qué no?
¿Resistimos?
¿Exigimos?
¿Abandonamos?
¿Exotizamos?
¿Cuestionamos?
¿Nos cuestionamos?
¿Cómo motivamos el deseo y la desobediencia?
¿Cómo motivamos el encuentro y la red?
¿Cuáles son los límites de lo que hacemos?
¿Podemos ser disruptivos?
¿Podemos ser críticos?
¿Podemos ser cotidianos?
¿Ampliamos la producción o sólo la recepción?
¿Intercambiamos procesos o resultados?
¿A quiénes convocamos?
¿A qué tiempos?
¿A qué seres?
¿A qué cuerpos?
¿Negociamos para tener futuros diferenciados?
¿Hemos dormido bien?
¿Acaso alguien puede saberlo?
Así, adentro y afuera de las instituciones, adentro y afuera del circuito del arte, adentro y afuera de la colectividad, adentro y afuera del marco presupuestal y los cronogramas, un grupo de personas escapa y construye en su huida, por medio del error, la pregunta, la incomodidad y una ternura altamente política, un espacio para transmitir lo que les mueve, para buscar una bifurcación al camino que parece establecido.
Queda faltando tiempo para hablar más con las piedras y los erizos de mar, para conocer los saberes de la costa y el roquerío, para vivir la Tirana, para perderse entre la basura y los rastros mínimos de una historia que no es monumental pero que ha despertado en mí la consciencia de que aquí, en mi montaña, se encuentra la misma fuerza esperando: abismales cantidades de naturaleza desbordada, un olor a azufre tan intenso como el de pescado, organizaciones de educación popular trabajando a diario, un verde tan monótono como el dorado de la arena, docentes universitarios saliéndose de su zona de confort, una ceniza tan constante como el polvo y así, sucesivamente, ciudades intermedias con imaginarios de vida particulares, ancladas a su suelo y a su gente pero, al mismo tiempo, a su idea de éxito y progreso impuesta por conceptos de nación y capital ¿Cómo asumiré mi propio roquerío?, ¿cómo tensionaré mi propio límite?.

Fig 5. Ospina, A. (2024). Proceso de creación de fanzine. Roquerio, Encuentro de Arte y Comunidad, Iquique.
Notas
[1] Allí comentamos sobre los dilemas entre la mediación, la educación y la práctica instituyente con Jo Muñoz de Todo por la Praxis, experiencias vinculadas a instituciones como el MUAC (Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México) y su trabajo con los habitantes aledaños desde el área de educación; de redes de trabajo como la Red de Mediación Artística y la Escuela Popular de Cine de Santiago de Chile, pensando las formas en que articulan diferentes personas en su organización para expandir sus procesos a diferentes lugares; también hablamos sobre espacios autogestionados como Curatorias en Contexto en Temuco y la Escuela Popular Luchín en el barrio El Colorado en Iquique; y de metodologías para el acercamiento colectivo con comunidades específicas desde la experiencia de Lorena Figueroa desde las artes y Viviana Abarca desde el trabajo social; por último, se trató el esfuerzo de visibilizar estos procesos como la cartografía de espacios de arte en las zonas periféricas de Río de Janeiro titulada Outros Centros.
[2] Más de estos resultados se pueden observar en las memorias agrupadas por Colectivo .CO https://www.calameo.com/read/00759672773554df24cc4
Cómo citar:
Ospina, A. (2024). La cosa no funciona así. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/05/23/la-cosa-no-funciona-asi/
Fecha de recibido: 27 de Diciembre de 2024 | Fecha de publicación: 23 de Mayo de 2025
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144










