LA COSA NO FUNCIONA ASÍ

It doesn’t work like that

Por: Andrea Ospina Santamaría

Profesora del Departamento de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | andrea.ospina@ucaldas.edu.co

Fig 1. Ospina, A. (2024). Fanzines resultado del espacio de conversación con Andrea Ospina.
Roquerio encuentro de arte y comunidad, Iquique.

Nunca pensé que mi cuerpo supiera andar en el desierto. El páramo me había preparado para las piedras movedizas y las superficies resbalosas, para las cuestas y laderas de montañas, para los vientos fuertes y los climas extremos. Estar en un desierto que limita con el mar fue lo más cercano a mirar de frente a lo infinito, un universo que esconde su existencia debajo de capas de dureza e inmensidad. El Pacífico huele pescado, su brisa es fuerte: el océano, como la vida misma, no es apacible. Tal vigor se expande a Iquique, un puerto migrante y caótico, una ciudad de tonos tierra y azules cubierta de polvo y sal. 

En agosto de 2024 tuve el honor de participar de “Roquerío, encuentro de arte y comunidad” un espacio de diálogo entre diferentes colectivas y personas que trabajan en torno a los procesos de la mediación, la educación popular, la práctica comunitaria y los procesos artísticos expandidos [1]. Aunque pueda sonar extraño, una vez pasado por ella, describiría la experiencia como un encuentro entre personas que no saben muy bien lo que hacen, pero le apuestan todo a lenguajes sensibles como forma de hackear la vida misma.

Fig 2. Ospina, A. (2024). Reflexiones personales presentes en el cuaderno – bolsa de trabajo Roquerio.

De varios eventos en los que he participado creo que este ha sido el único que me ha puesto a escribir así, a modo de diario, como quien repiensa sus propios pasos: viví con pocas fotos y mucha escucha, el paisaje se me metió en el cuerpo y de un momento a otro muchas nociones ajenas de Chile pasaron a ser realidades. 

Es extraño pensar que se puede conocer a tantas personas admirables en un solo lugar: una curaduría cuidadosa de posturas, amistades y afectos que CAPUT realizó con el objetivo de llevar a cabo, más allá de un festival, una juntanza de procesos y admiraciones. Llegaron voces de las favelas de Río de Janeiro, los campos de Yumbel, los barrios de Santiago de Chile, las montañas de Alto Hospicio, los árboles de Temuco, la niebla de Manizales y las costas de Iquique. Principalmente escuchamos las caletas, los sindicatos de pesca, los saberes populares de las fiestas (especialmente de El Lolo), las memorias ancestrales y las historias de calles pequeñas, zonas francas, comidas, algas y paseos al mar; por un momento nos hicieron parte de una forma de mirar al mundo que nos excede.

Fig 3. Cartel Roquerío. (2024). Iquique, Escuela Popular Luchín.

Paralelo a esta geografía resonó el cine comunitario, el archivo, el fanzine, la potencia de lo sonoro, la gráfica expandida, lo urbano, el dibujo y la pintura, la cartografía, la palabra, los mapas mentales poco lógicos, el juego, la fiesta y lo textil. Digo resonaron porque nunca fueron centro, siempre puente, y estuvieron presentes tanto en los procesos narrados como en las actividades del encuentro y sus participantes; pocos tonos académicos y muchos toques sensibles hicieron del encuentro algo más personal. 

Una de las cosas que más destaco de la juntanza es la posibilidad de la queja: ante otros que no valoran este tipo de procesos culturales solemos caer en una defensa irremediable de la potencia de lo que enunciamos y hacemos, pero ante la similitud de prácticas encontramos a personas que trabajan ocho horas y que cargan con procesos autogestionados en su tiempo libre, que se agotan, que requieren silencio y comida, que les cuesta debatir en las noches. Qué frescura estar en un lugar donde lo anormal por un momento es el denominador común, permitiendo dudar de principios que en otros casos son bandera irrevocable ¿Quiénes y para qué necesitan del arte? ¿Hasta dónde podemos llegar como individuos? ¿Cómo aceptar que en cierta manera todos somos “cancelables”?  Admiro encontrar posibilidades ante la duda, esa sensación de querer hacer parte pero al mismo tiempo generar tensiones, de situarse políticamente y, a la vez, ser práctica instituyente, de querer ser sólido y líquido.

Dentro de mi participación tuvimos una conversación guiada a partir de preguntas, para posteriormente hacer unos fanzines en donde cuestionamos algunas posturas de la institucionalidad desde lo local, una invitación a desplazar el centralismo con el que somos leídos y que tenemos interiorizado en nuestra forma de actuar. Apoyados en la gráfica, desde stickers y algunos sellos rápidos, pudimos generar un momento de silencio y distracción que produjo valiosas ideas[2]. Aquí una lluvia de preguntas que nacen en este proceso:

Fig 4. Ospina, A. (2024). Caleta de Río Seco, Iquique. Roquerío, encuentro de arte y comunidad.

¿Cómo pensamos – escuchamos – hablamos desde lo local?

¿Quién tiene la palabra?

¿Quién tiene los derechos?

¿Quién se siente dueño?

¿Qué cambia en el ecosistema natural – cultural desde lo local?

¿Qué mapas estamos trazando?

¿Cómo hablar de lo que deseamos activar sin centrarnos sólo en lo que hace falta?

¿Me estoy dejando afectar lo suficiente?

¿Cuál es la relación entre el afecto y la afectación? ¿Qué definiciones y afectos compartimos?

¿Qué es diferente?

¿Qué esperamos de la práctica artística?

¿Desde dónde construimos nuevos procesos de mediación más allá de lo institucional tradicional?

¿Puede ser flexible la institución?

¿Podemos poner nuevas funciones a viejos roles de mediación?

¿Cómo nos comunicamos con los demás y hasta dónde podemos comprometernos?

¿Quiénes hacen parte de las conexiones que hacemos?

¿Cuántos puntos de vista están involucrados?

¿Estamos escuchando lo suficiente?

¿Cómo trabajamos juntos?

¿Qué principios tenemos?

¿Cómo lidiamos con las situaciones imperfectas e inestables?

¿Qué nos estamos repensando?

¿Dónde está el pensamiento crítico cotidiano?

¿Qué tanto espacio dejamos a la incomodidad en medio del encuentro?

¿Sabemos aquí cómo se mide el tiempo?

¿Cómo se escucha el viento?

¿Cómo se siente el cuerpo?

¿Cómo se relacionan entre sí las personas y contextos?

¿Quiénes están presentes?

¿Somos adversarios?

¿Somos contrapartes?

¿Somos nichos?

¿Somos refugios?

¿A qué le estamos realmente dando valor?

¿Encapsulamos o expandimos universos?

¿Por qué seguimos con el apellido artístico?

¿Por qué no?

¿Resistimos?

¿Exigimos?

¿Abandonamos?

¿Exotizamos?

¿Cuestionamos?

¿Nos cuestionamos?

¿Cómo motivamos el deseo y la desobediencia?

¿Cómo motivamos el encuentro y la red?

¿Cuáles son los límites de lo que hacemos?

¿Podemos ser disruptivos?

¿Podemos ser críticos?

¿Podemos ser cotidianos?

¿Ampliamos la producción o sólo la recepción?

¿Intercambiamos procesos o resultados?

¿A quiénes convocamos?

¿A qué tiempos?

¿A qué seres?

¿A qué cuerpos?

¿Negociamos para tener futuros diferenciados?

¿Hemos dormido bien?

¿Acaso alguien puede saberlo?

Así, adentro y afuera de las instituciones, adentro y afuera del circuito del arte, adentro y afuera de la colectividad, adentro y afuera del marco presupuestal y los cronogramas, un grupo de personas escapa y construye en su huida, por medio del error, la pregunta, la incomodidad y una ternura altamente política, un espacio para transmitir lo que les mueve, para buscar una bifurcación al camino que parece establecido. 

Queda faltando tiempo para hablar más con las piedras y los erizos de mar, para conocer los saberes de la costa y el roquerío, para vivir la Tirana, para perderse entre la basura y los rastros mínimos de una historia que no es monumental pero que ha despertado en mí la consciencia de que aquí, en mi montaña, se encuentra la misma fuerza esperando: abismales cantidades de naturaleza desbordada, un olor a azufre tan intenso como el de pescado, organizaciones de educación popular trabajando a diario, un verde tan monótono como el dorado de la arena, docentes universitarios saliéndose de su zona de confort, una ceniza tan constante como el polvo y así, sucesivamente, ciudades intermedias con imaginarios de vida particulares, ancladas a su suelo y a su gente pero, al mismo tiempo, a su idea de éxito y progreso impuesta por conceptos de nación y capital ¿Cómo asumiré mi propio roquerío?, ¿cómo tensionaré mi propio límite?.

Fig 5. Ospina, A. (2024). Proceso de creación de fanzine. Roquerio, Encuentro de Arte y Comunidad, Iquique.


Notas

[1]  Allí comentamos sobre los dilemas entre la mediación, la educación y la práctica instituyente con Jo Muñoz de Todo por la Praxis, experiencias vinculadas a instituciones como el MUAC (Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México) y su trabajo con los habitantes aledaños desde el área de educación; de redes de trabajo como la Red de Mediación Artística y la Escuela Popular de Cine de Santiago de Chile, pensando las formas en que articulan diferentes personas en su organización para expandir sus procesos a diferentes lugares; también hablamos sobre espacios autogestionados como Curatorias en Contexto en Temuco y la Escuela Popular Luchín en el barrio El Colorado en Iquique; y de metodologías para el acercamiento colectivo con comunidades específicas desde la experiencia de Lorena Figueroa desde las artes y Viviana Abarca desde el trabajo social; por último, se trató el esfuerzo de visibilizar estos procesos como la cartografía de espacios de arte en las zonas periféricas de Río de Janeiro titulada Outros Centros.

[2]  Más de estos resultados se pueden observar en las memorias agrupadas por Colectivo .CO https://www.calameo.com/read/00759672773554df24cc4


Cómo citar:

Ospina, A. (2024). La cosa no funciona así. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/05/23/la-cosa-no-funciona-asi/

Fecha de recibido: 27 de Diciembre de 2024 | Fecha de publicación: 23 de Mayo de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

ROMPIENDO LAS PORCELANAS DE LA CASA: SOBRE «¿QUÉ HACEN ELLAS MIENTRAS ELLOS TRABAJAN?» DE CLEMENCIA LUCENA

Breaking the porcelains of the house: on “what do they do while they work?” by Clemencia Lucena

Por: Karina Calero Gómez (Frambo)

Licenciada en Lenguas Modernas | Universidad de Caldas | kaframbuesa@gmail.com

Figura 1. Lucena, Clemencia. (1970). ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan?. Bogotá: MAMBO

La década de los setenta en Colombia estuvo marcada por su intensa turbulencia política y social. Dentro de este paisaje se halla el arte de Clemencia Lucena, una de las primeras mujeres en manifestar abiertamente las injusticias de su época, invitando a cuestionar, a través de formas sutiles y sarcásticas, el papel y la representación de la mujer en la sociedad.

Esta artista nace en Manizales y no sólo es una “hacedora de obras” sino un símbolo de resistencia y renovación. Participó abiertamente en el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) y se comprometió con la justicia y la equidad, además de la lucha contra las estructuras de poder establecidas.

Son varias las intervenciones artísticas que Clemencia elaboró por medio de técnicas como la pintura al óleo o el dibujo. Entre ellas se encuentra la obra ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan?, una serie de cuatro ilustraciones de mujeres reales, presente en la Colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), compuesta por fragmentos entrecortados de descripciones, publicadas en medios de la época, que reflejaban la percepción que la sociedad tenía del género femenino. En contra de la “estetización” de rasgos de la mujer, Lucena elimina dentro de la pieza cualquier falsedad, homenajeando lo bello de contar con la naturalidad.

Inmediatamente después de observar esta creación me imaginé un cuarto en donde miles de mujercitas de porcelana, pulcras e inmóviles, se hallaban ornamentadas haciendo de trofeo, de decoración. De repente llega esta artista con su crítica “sutil pero contundente”, “radical y humanista”, y con su dibujo entintado con la fuerza de un bate y empieza a quebrar lo que parecían ser damitas; pero, ¡vaya sorpresa!, sólo son moldes de porcelana sin vida y sin aliento, prototipos setenteros infelices (y casi actuales) de lo que “debe ser y hacer” una chica.

Con esta obra Lucena ha querido declarar sus principios y su creencia en el potencial del arte como herramienta de transformación social. Me atrevo a decir que Clemencia aceptó el arte como instrumento para cuestionar las normas convencionales de belleza y los roles de género, dando voz a la realidad y rebelándose por las mujeres de la sociedad colombiana. Me fascina la manera en que esta intervención artística interrogó y desarmó la norma social y cultural dominante desde la perspectiva de una mujer y madre militante (poco común para la época).

¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan? desafía al status quo de generaciones, da a conocer la subestima por el trabajo femenino en múltiples ámbitos y la exclusión de la mujer del espacio político. Aquí, Lucena desea dar valor y reconocimiento a la contribución de la mujer a la sociedad y no sólo cuestiona el rol que tradicionalmente se le ha asignado a la feminidad, sino que también se ocupa de celebrar su resistencia, su fortaleza y su capacidad de alterar y eliminar expectativas impuestas.

Además de ese aire de manifestación, esta obra enseña la voz y el discurso de la artista en temas de género y justicia social: un tono directo y sin concesiones, que muestra la fuerza que habita en la mujer para pronunciarse y hacer retumbar todo lo que le rodee (y lo que no). Es esto lo que le permite a Clemencia abordar en su ilustración temas complejos, y a menudo controvertidos, con claridad y fuerza, sin tapujos ni aprehensiones. Una sátira impecable, criticada y alabada por muchos.

Me encanta esa, su habilidad para entrelazar aspectos políticos y personales, transformando, a mi parecer, lo cotidiano en un espacio de resistencia y afirmación (cosa que no cualquiera quisiera hacer en medio de represiones y luchas), haciendo visibles y colectivas las experiencias femeninas que a menudo son silenciadas, perdiéndose en la intimidad por miedo y censura. Todas esas voces suenan aquí al unísono, refuerzan en Clemencia la idea de que el arte posee el poder único de conectar el acervo individual con luchas sociales más amplias, sirviendo como un vehículo para la empatía y el cambio. ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan? condensa y ofrece un panorama extenso acerca de los objetivos y deseos de esta artista colombiana que se atrevió a pronunciarse, desde un pensamiento abiertamente comunista, en tiempos complejos.

Aquí no hay un límite a la crítica; su obra es también un acto de afirmación y reconocimiento de la dignidad y la gestión de las mujeres en medio de circunstancias adversas. Se desafía la quietud: “el poder y querer hacer” se anteponen mil y una veces al “tener que”, a las medidas impuestas. Y es que no sólo se ocupó de denunciar el rol femenino socialmente impuesto, también reprochó la explotación del campo y del obrero. Un acto político y estético a través de esta y otras obras más.

Para concluir diré que Lucena logra contar la historia desde una posición activista. Su trabajo refleja un compromiso con la justicia social, la equidad de género y la lucha contra las estructuras de poder opresivas. En el contexto contemporáneo, considero que su arte continúa resonando desde la clandestinidad y deseo que se convierta en un referente imprescindible para aquellos que decidamos ver en el arte un medio para el cambio social.

Gracias, Lucena, por ser una figura emblemática de resistencia y esperanza; gracias por tu sarcasmo sutil e implacable, refrescante para tu época y la nuestra. Que tu obra siga inspirando a generaciones futuras a ver en el arte un instrumento de crítica, un homenaje a la fuerza femenina, un espacio de memoria y -sobre todo- una forma de transformación social.

Referencias:
Eraso, M., Tarazona, E., & Villate, A. (2017). Un asalto satírico contra los cánones de belleza. Enfoque a la obra temprana de Clemencia Lucena. CALLE14: revista de investigación en el campo del arte, 12(21), 116-139.
Garrido Hormaza, M. (2014). Clemencia Lucena en los años setenta: arte y activismo como proyecto participativo (pp. 16-21). Universidad de los Andes

Cómo citar:

Calero, K. (2024). Rompiendo las porcelanas de la casa: sobre ¿Qué hacen ellas mientras ellos trabajan? de Clemencia Lucena. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/05/16/rompiendo-las-porcelanas-de-la-casa/

Fecha de recibido: 2 de diciembre de 2024 | Fecha de publicación: 15 de mayo de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

EL REFUGIO DE LA NADA: «BLANCO SOBRE BLANCO» DESDE LA SALA DE MI CASA

The refuge of nothingness: “white on white” from the living room of my house

Por: Ana María Peña Gómez

Estudiante Maestría en Estética y Creación | Universidad Tecnológica de Pereira | ana.11911125@ucaldas.edu.co

Figura 1. Kazimir Malevich. (1928). White on White. Nueva York: MoMA

¡Perdida, cuando ya estaba salvada!
¡El mundo dejé atrás!
Y me armé para hollar la Eternidad.
– Emily Dickinson

Tendría que estar en clase a las siete. Son las siete y cinco y apenas estoy cerrando la puerta de mi casa. El semáforo en rojo. Se me olvidó sacar la plata del almuerzo. Un pito. “¡Abra el ojo, niña, que me la llevo por encima!”. Está frío y no traje chaqueta. Menos mal me alcanza para el bus ¿Hoy a qué estamos? Mierda, no saqué para el arriendo. “Niña, el pasaje es a dos mil novecientos”. “Señoras y señores, hoy voy a rapearles una canción”. Un pito ¿Qué sentido tiene todo esto? Creo que pensé en voz alta y la señora del lado me escuchó. “¡Achú!”. Está cayendo ceniza. Un pito. Tic-tac, tic-tac. Tengo hambre. Esa de allá me está mirando mucho, ¿será que tengo algo? Está frío y no traje chaqueta ¿Dónde está mi celular? “A la orden, niña”. “¡Achú!”. Lo encontré. “Dos aguacates por cinco mil” ¿Por qué será que no me quiere? “Repita ese trabajo que le quedó mal hecho”. Tic-tac, tic-tac. Tengo frío ¿Por qué estoy aquí? Un pito. “¡Achú!”. “¡Abra el ojo, niña, que me la llevo por encima!”. Tic-tac, tic-tac. Nada de esto tiene sentido. “¡Achú!”. Un pito. “¡Abra el ojo, niña!”. Tengo frío. Tic-tac, tic-tac.

Si pudiera tener una pintura en la sala de mi casa sería “Blanco sobre blanco” de Kazimir Malévich. Llegaría a mi casa, con frío y llena de miedos, y me sentaría frente a ella a contemplar el vacío y a sentir el alivio de la nada.

Vería desde el sofá de mi sala a la pintura (Imagen 1): un lienzo cuadrado (79,4 x 79,4 cm) de color blanco, sobre el cual se halla plasmado un cuadrado blanco, de un tono un poco más frio que el lienzo, que se inclina ligeramente hacía la esquina derecha; un objeto liviano, vacío y sin peso, moviéndose por la nada del lienzo. Así se debe sentir flotar en el vacío, soltar todos los colores, las formas e ideas, el peso y la gravedad y dejarse abrazar por el infinito de la nada, por un espacio no convencional, donde no hay bordes, ni arriba o abajo, donde sólo queda la eternidad.

Colgada en la sala, la pintura seguiría dando mucho de qué hablar, igual que como lo hizo cuando fue realizada. Desde mi sofá escucharía a mis visitantes diciendo que no entienden el cuadro. Artistas y no artistas se rasgarían las vestiduras porque “cualquiera puede hacer eso” y “esa pintura sólo vale millones por el nombre atado a ella”.

― “El arte está muerto” —aseveran—. “En esa pintura no hay nada”.

Entonces, de algún lugar de la casa saldrían otros seres a sustentar la pintura. “El cuadro es una búsqueda del artista por dejar de lado la tradición del arte occidental de pintar objetos directamente de la realidad”, sostendrían con pedantería; “es verdad que en esa pintura no hay nada porque ese fue el objetivo de Malévich: liberar a la pintura de lo superficial, vaciarla de todo hasta que en ella sólo se reflejara lo esencial”.

Tienen un punto esos seres. “Blanco sobre blanco” hace parte de una extensa serie de pinturas desarrolladas por Malévich, a principios del siglo XX, cuando fundó el “Suprematismo”, un movimiento artístico que perseguía un gran objetivo: la creación de una obra que mostrase sólo lo esencial, lo “supremo”. Para ello fue necesario despojar a la obra de todo lo que Malévich consideró superfluo; primero renunció a la intención de representar la realidad, luego exploró con las formas geométricas básicas y con colores primarios y finalmente cuestionó la espacialidad de la pintura en un intento por acercarla al vacío.

El propio Malevich (1927) lo expresó así: «Los suprematistas han abandonado por su propia iniciativa la representación objetiva para llegar a la cima del verdadero arte no disfrazado y para admirar desde allí la vida a través del prisma de la pura sensibilidad artística” (p. 8). De esta forma, Malévich marca el ideal a seguir: la “sensibilidad pura”, sensibilidad en donde ni siquiera debe haber un contenido, tan sólo vacío. “Blanco sobre blanco” es ese vacío, pero no uno de forma sino un vacío como el infinito, como transparencia. Un vacío como eternidad.

“Blanco sobre blanco” fue la culminación de las pretensiones suprematistas respecto a una búsqueda que tuvo mucho sentido hace cien años y que derivó en una extensa exploración de la abstracción en el resto del siglo XX. Pero ahora, con un público acostumbrado a los resultados de esa ruta, “Blanco sobre blanco” ha perdido su extrañeza original. Entonces, ¿por qué la obra me sigue conmoviendo tanto?

― En cierto sentido, es verdad que el arte como se conocía hasta entonces murió con “Blanco sobre blanco”: ahora el arte está liberado de contenidos y de representaciones de la realidad” —continúan los pedantes sacándome de mi disertación.

― Mucha importancia histórica pero la pintura no valdría tanto si no tuviera la firma de Malevich —Aúlla uno de los detractores.

Los aulladores tienen un punto: el mercado del arte se ha configurado alrededor de los nombres. El valor económico de las obras se suele determinar por el reconocimiento de sus autores y, en el caso de “Blanco sobre blanco”, lo define su importancia histórica dentro del Suprematismo. La obra en sí misma no determina el precio que puede tener: son las tendencias e intereses del mercado del arte las que lo aumentan o disminuyen.

Es necesario, entonces, pensar la obra más allá de todo lo que mis invitados (pedantes y aulladores) han dicho al respecto. Separarla del mercado del arte y de su valor económico; apartarla del abrigo de su autor, de las búsquedas intelectuales detrás de ella y de los significados e interpretaciones que se le adjudican y que, en ocasiones, incluso exceden su alcance.

Si veo a “Blanco sobre blanco” separada de todo eso, si admiro a la obra aquí, en la sala de mi casa, ¿me conmueve? ¿Por qué me conmueve tanto?

Esta, como las obras interesantes, no necesita de defensores que la sustenten, ni precisa, para conmovernos, de maestros que nos recuerden su papel en la historia del arte. Lo que requiere, que no es poco, es tiempo para contemplarla, para adentrarse en ella y en su vacío. Con esta obra Malévich buscaba escapar de las ataduras del arte de su época y ahora con ella podemos hacer lo mismo con las ataduras de nuestro tiempo: escapar del consumo obsesivo, del más es mejor, del tener la cabeza llena de todo. El vacío es un refugio al que aspiramos siempre poder volver.

Sentada en el sofá de mi casa veo a la pintura luego de un día largo: llegué tarde a clase, no pagué el arriendo, nada tiene sentido. “¡Achú!”. Tic-tac, tic-tac. Y frente a mí sólo encuentro vacío, uno que es infinito. Me gustaría estar dentro del cuadro: ser ese cuadrado que se vacía a sí mismo y flota, ser la nada que contiene todo. En una vida donde la ansiedad es una constante y donde los pensamientos se agolpan unos sobre otros, el vacío es un refugio: es el camino a la eternidad.

Referencias

Malévich, K. (1927). El mundo inobjetual: Segunda parte – Suprematismo (G. Luna, Trad.). Albert Langen Verlag. Recuperdado de: https://www.academia.edu/45087958/Kasimir_Malevich_Manifiesto_Suprematista_signed

Cómo citar:

Peña, A. (2024). El refugio de la nada: » Blanco sobre Blanco » desde la sala de mi casa. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/05/02/el-refugio-de-la-nada/

Fecha de recibido: 9 de Octubre de 2024 | Fecha de publicación: 2 de Mayo de 2025

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ISSN: 2711-144

LOS PERROS DE FRANCIS BACON

The dogs of Francis Bacon

Por: Sara Medina Castelblanco

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | sara.medina29531@ucaldas.edu.co

Figura 1. Bacon, Francis. (1952). Painting of a Dog. Buenos Aires: Colectivo Rutemberg.

Cuando se habla de visceralidad en el arte, no es sorpresa para nadie encontrar a Francis Bacon en la lista de referentes con sus pinturas manifestó rasgos extremadamente desgarradores del inconsciente humano (aunque tiene representaciones literales de trozos de carne y sangre, no es del todo figutrativo: juega con la plasticidad de los cuerpos). En la mayoría de sus retratos no hay rasgos definidos, ni reales, ni proporcionados; sin embargo, no cabe duda de que son rostros humanos, tienen el perfil y la mirada característica de la desdicha. Ahora bien, también tiene una serie de pinturas en las que aparece uno de los seres que más conviven con nosotros en la cotidianidad: los perros, pero vistos con el lúgubre filtro de la tragedia de la existencia.

Sus pinturas de perros fueron basadas en las fotografías time lapse de Animales en Movimiento de Edward Muybridge (1887), aunque las de perros especialmente no generaron mayor interés en el  público (ya que la fama de Muybridge se dio por sus fotografías de caballos de carreras). Entonces, ¿por qué Bacon decidió abordar desde sus brutales pinceladas la cruda visión que tenía de esos caninos? La respuesta que encuentro es la inquietud que estos animales le causaban: las crueles manchas pálidas que se superponen entre sí, formando la sombra de un hocico, cuatro patas desvanecidas en un fondo melancólico, son todo lo opuesto a como suelen retratar al llamado “mejor amigo del hombre” (que suele ir acompañado de tonos cálidos, fondos alegres y sensaciones de ternura). Bacon, como suele hacer con sus obras, interrumpe esta animosidad mostrando a los perros en un ambiente decadente que, sin necesidad de rasgos definidos, nos hace ver a estos animales con una desesperanza parecida a la que siente el humano.

Figura 2. Bacon, Francis. (1954) Estudio para un perro corriendo y Figura 3. Bacon, Francis (1952) Perro. Nueva York: MoMA.

Bacon nos entrega, en sus pinturas, perros preparándose para atacarnos, perros con sus músculos tensándose y sacando el pecho antes de iniciar la carrera mortal, con sus colmillos expuestos y el gruñido que escala desenfrenadamente por su hocico, dicéndote que si no te mueves en ese instante serás desgarrado por su mandíbula. Cada fragmento de perro pintado en los lienzos se siente desolador y persecutor: tras observarlos por un rato no comprendes si el perro te sigue, consumido por una ira indescriptible, tratando de morder tu mano o si solamente no recuerda otra forma de pedir amor. Su pelaje está en movimiento constante y da la impresión de estar desaliñado, de tener ese olor a perro mojado, a perro olvidado, a perro triste. No es necesario que cada mechón de pelo fuera definido para hacernos ver que no han sido acariciados en mucho tiempo, mucho menos bañados, siempre están en un callejón, en alguna alcantarilla o en un rincón oscuro y, sin tener ojos, miran desorientados. Ellos me recuerdan a Laura Restrepo, cuando en su libro Delirio (2004) hace la siguiente descripción: “(…) Es un perro famélico malherido que quisiera volver a su casa y no lo logra, y al minuto siguiente es un perro vagabundo que ni siquiera recuerda que alguna vez tuvo casa” (p. 24).

Figura 4. Bacon, Francis. (1953). Hombre con perro. Sociedad de los Artistas (ARS), Nueva York

Sin necesidad de emplear una visceralidad tan figurativa como en otras obras, Bacon retrata la del perro con manchas tristes, involucrándose en un dilema moral, pues, si se piensa bien, todos tienden a padecer el mismo destino. No se puede identificar si se trata de una recompensa o una retorcida maldición por su fidelidad al humano: el perro no morderá la mano que lo alimenta, ni siquiera tras haber recibido cien azotes, es un pobre sin bienes terrenales, la tierra es su lugar de descanso, está hambriento la mayor parte del tiempo, protege a su amo y lucha contra el enemigo arriesgando su integridad, está contento con lo que se le da, cuando muere no deja herencia alguna. Lo único que aliviaba al artista cuando se enfrentaba a este dilema canino, creo yo, era el hecho de que el perro podría no ser consciente de su desdicha, porque sólo reconoce la recompensa y no acumula rencores como nosotros lo hacemos. Francis Bacon retrataba perros con una tristeza que no podía confirmar, pero con la certeza de que todos los seres en el planeta vagamos como perros callejeros, tratando de buscar un hogar, sin saber si lo merecemos.

Referencias

Restrepo, L. (2004). Delirio. Bogotá: Alfaguara.

Cómo citar:

Medina, S. (2024). Los perros de Francis Bacon. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/12/13/los-perros-de-francis-bacon/

Fecha de recibido: 23 de agosto de 2024 | Fecha de publicación: 11 de febrero de 2025

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ISSN: 2711-144

QUE SE NOTE LA HISTERIA. Un ensayo sobre Feliza Bursztyn

Let the hysteria show. An essay on Feliza Bursztyn

Por: Ana María Yepes Pava

Estudiante de artes plásticas | Universidad de Caldas |ana.11911203@ucaldas.edu.co

Figura 1. Feliza Burztyn (1979) Butsztyn soldando en su estudio en Bogota. Foto: Rafael Moure. Publicada por Artishock

Me encuentro lejos de casa, entre chatarra, sudor y desechos después de soldar todo el día; tomando un pequeño descanso llega a mí un recuerdo y busco inmediatamente en mi cartera un tesoro cuyo valor no comprendía hasta este momento: es una estampita sagrada, no de una virgen sino de Feliza Bursztyn, admirablemente ilustrada por Carolina Castaño.

“¡Feli, Feliza!,

Que tus poderes transformadores me guíen. Que donde quiera que vaya, vea arte.

Que donde otros vean basura, yo vea nuevas formas de crear.”

Figura 2. Carolina Castaño. (2022). Feliza Bursztyn. Ilustración para NOMUSEO

Aquí es cuando realmente sentí el peso de este hermoso regalo, pero también el peso de las miradas que me juzgan. Retomemos esto desde el meollo del asunto. Soy mujer en un mundo que se ha dedicado a silenciarnos, un mundo para hombres que siempre intentan “ayudarme” a hacer mi trabajo porque: “pobrecita, no puede sola, tiene útero y eso la hace ser inferior y débil”. El útero que, entre sus datos más relevantes y poco conocidos, “es el músculo más fuerte de todo el cuerpo, ya que durante la gestación tiene la capacidad de expandirse 10 veces    su    tamaño    y    soportar    150    veces    su    propio    peso” (Kane, 2017).

Pero, si el útero es un órgano tan mágico, ¿por qué se ha generado tanto conflicto en torno suyo a lo largo de la historia? Para hablar de esto es necesario remontarnos al siglo XIX, época donde se registró el primer caso de histeria, comprendida como una enfermedad mental y emocional, debida a predisposiciones en la conducta femenina [1] [1]. En pocas palabras, se creía que la mujer nacía enferma por el hecho de tener útero y que este era la causa de todos sus males. Cuando realmente la histeria no era otra cosa que la muestra de la incomprensión y de los prejuicios que los hombres han tenido sobre las mujeres.

La histeria no solo fue ejemplo de la hegemónica negligencia masculina, también fue canto en las manos de las esculturas sonoras de Feliza Bursztyn, quien, gastando casi todo su dinero en tocadiscos y recortes de aluminio, pudo dar vida a criaturas que reclamaban su lugar en el universo. Histéricas nace en 1968, época de transición donde el feminismo, los avances tecnológicos, la economía liberal y un campo político dinámico tenían como exigencia levantar la voz y las miradas de las mujeres en el arte y en el circuito sociocultural para apadrinar nuevas formas de creación. Cintas de aluminio que se levantan, se enrollan, giran sobre un tocadiscos que grita y se impone como un bebé que acaba de nacer; de nacer mujer y que alza su voz para evidenciar que importa, que tiene necesidades y es mucho más que sólo vagina, vulva y útero: es magia, vida y vida para defenderla en sororidad.

Figura 3. Feliza Burztyn (1968) Histericas. Muzeum Sush. Foto Annik Wetter. Publicada por Artishock

Feliza deja la sumisión para perturbar al mundo, no sólo con su obra sino con su ejemplo como mujer: mujer escultora y, ¿quién sino las mujeres para perturbar miradas machistas que no esperan nada más de nosotras que ser una muñeca de colección? Pero de esta no tenía en sus bodegas Mattel; una mujer con tacones rojos, collar de perlas y vestido de gala, sobre el cual lleva un peto de cuero, guantes de soldador y una máscara fotosensible, en un taller: bella escena surrealista en la que Feliza tuvo que llenarse de desecho, casi como el polvo de un hada de la noche[2].

Feliza fue la primera mujer judía en divorciarse en Colombia, según ella se casó 5 veces por vicio: “¡Los hombres me encantan! Me parecen una maravilla de invención, que hay que cuidar. El problema según creo yo, es social, cultural y político. No sexual” (Ospina, 2019). Además, tuvo tres hijas que vivieron de cerca su evolución e inesperada muerte en un país que no estaba preparado para ella: una mujer que levantara la cabeza e invitara a las otras a hacerlo. Loca, histérica como ella sola, fue exiliada por el gobierno de Turbay y poco tiempo después murió, como decía Gabo, disco rayado, ya que no soportaba la idea de estar lejos de su tierra, falleciendo entre sus amigos en Francia con sus pulmones cansados de respirar soldadura y su corazón letárgico de tanto llorar. Una mujer que no se ve ni se nombra hoy en día, a no ser por otras mujeres que la buscan y encuentran consuelo en su historia; porque aquellos pocos hombres que hablaron de ella o bien lo hicieron en tono sarcástico o bien fueron silenciados, porque ser mujer en un mundo machista, luego en el arte y por último en la escultura, parecía ser indicio de olvido.

Hoy vuelvo al taller con miradas aún más variadas, incrédulas pero de fascinación, alguna que otra con envidia, pero eso es lo que quiero, que se note la histeria: que hablen bien o mal pero que hablen, no sólo de mí, de nosotras, de las pintoras, dibujantes, curadoras, montajistas, escultoras, entre otra infinidad de mujeres que somos parte de las bases más fuertes que esperan el futuro y son, hoy, el arte en Colombia.


Notas

[1] En Wipedia se explica la histeria con las siguientes palabras: “La histeria es un término que se usa coloquialmente para referirse a un exceso emocional ingobernable y puede referirse a un estado mental o emocional temporal. En el siglo XIX, la histeria se consideraba una enfermedad física diagnosticable en la mujer. Se supone que la base para el diagnóstico operó bajo la creencia de que las mujeres están predispuestas a condiciones mentales y conductuales; una interpretación de las diferencias relacionadas con el sexo en las respuestas al estrés. Muchas personas influyentes, como Sigmund Freud y Jean-Martin Charcot, dedicaron investigaciones a los pacientes con histeria. Actualmente no se reconoce la histeria como una enfermedad y se considera que su diagnóstico se debió a un sesgo de género. El diagnóstico general de histeria se ha fragmentado en innumerables categorías médicas, como epilepsia, trastorno histriónico de la personalidad, trastorno de conversión, trastorno disociativo u otras afecciones médicas.” (Wikipedia, 2023)

[2] En palabras de Olga Lucía Escobar “Feliza Bursztyn Rzeznik nace en Bogotá el 8 de septiembre de 1933. Escultora de ascendencia judía polaca, decide realizar sus obras con materiales de desecho no convencionales entonces, como chatarra, acero inoxidable, telas y motores entre otros, creando esculturas de mediano formato con movimiento y sonido y otras monumentales. Pertenece a la primera generación de artistas colombianos que piensan en instalaciones y ambientación de espacios generadores de experiencias con el público. Realiza sus estudios en arte y escultura en el Art Students League de Nueva York y en la Academia Grande Chaumière de París.”(2019)

Referencias

Kane. (2017). 11 datos asombrosos que debes saber sobre tu útero, mujer. https://www.caminarsanando.com/2017/09/11-datos-asombrosos-que-debes-saber.htm

Wikipedia. (2023). Histeria. https://es.wikipedia.org/wiki/Histeria

Escobar, Olga Lucía (2019). Feliza Bursztyn Rzeznik. https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/Feliza_Bursztyn_Rzeznik

Ospina, Lucas (2019). Feliza Bursztyn: «En un país de machistas, ¡hágase la loca!» https://cerosetenta.uniandes.edu.co/feliza-bursztyn-en-un-pais-de-machistas-hagase-la-loca/

Soldando locura. Primera retrospectiva de Feliza Bursztyn fuera de Colombia. (2022). Artishock. https://artishockrevista.com/2022/02/03/soldando-locura-primera-restrospectiva-de-feliza-bursztyn-fuera-de-colombia/

Cómo citar:

Yepes, A-M. (2024). Qué se note la histeria. Un ensayo sobre Feliza Bursztyn. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/10/02/que-se-note-la-histeria/

Fecha de recibido: 9 de septiembre de 2024 | Fecha de publicación: 2 de octubre de 2024

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144