EL MARLÍN NEGRO

The black marlin

Por: Yessica Madroñero Castellanos

Estudiante Artes Plásticas| Universidad de Caldas | yessica.11819543@ucaldas.edu.co

Se ha dicho mucho sobre cuánto cobrar por un trabajo en el campo de las artes: infinidad de artículos, calculadoras, guías, podcast, videos e instructivos explican formas “adecuadas” de fijar precios. Porque sí, cuando estás iniciando en el mundo del arte y eres inexperto probablemente te dejes engañar, o al menos eso es lo que nos han hecho creer cuando nos dicen: “Empezando toca así”; por “empezando” se refieren a: “Hasta que consigas reconocimiento en el circuito o, como mínimo, miles de followers y logres que tu firma tenga un peso y una cifra, todo ello sin estar ligeramente muerto porque, claro, ¡hay que romper la norma y ser artistas vivos bien cotizados!”. La realidad es que no existe una receta infalible que te dé el valor exacto de tu trabajo y te exonere del tenso momento en el que un cliente te pregunta: “¿Y eso cuánto me costaría?”. La única certeza es que debemos aprender a darle un valor monetario a lo que hacemos y no torturarnos pensando si la venta de nuestra obra, resultado de horas de trabajo, insomnio y hasta de momentos de crisis, terminará siendo más rentable para el cliente que para nosotros mismos.

Y es que pareciese que los artistas estamos condenados a vivir del incómodo ejercicio del comercio o a convertirnos en sabuesos de las convocatorias. En las que muchas veces ni siquiera participamos por temor a enfrentarnos a la evaluación y selección de un jurado o por quedarnos a la espera de una opción que se amolde completamente a nuestras obras, cosa que, por naturaleza, nunca termina apareciendo; como si se tratase de un lago lleno de peces que intentan, desesperados, atrapar la carnada antes que el resto.

Ahora bien, es necesario saber cuándo lanzarse por una oportunidad y cuándo no, dado que es muy común que se te propongan condiciones absurdas para exponer en un espacio o que no se te brinde ningún tipo de apoyo para el desarrollo y montaje de tus piezas. También es importante identificar a los pescadores magnates, dueños de los medios, que lo único que hacen es quedarse con una tajada del dinero generado por ti, dejándote con la suma justa para producir obra o pagar dos meses de alquiler.

Recuerdo que en la clase de Creación y Economía tocamos un tema bastante controversial: el cómo algunos artistas compran sus propias obras en las subastas para inflar su precio. Uno de los casos más sonados es el de la calavera de platino incrustada de diamantes, For The Love of God, del inglés Damien Hirst, quien “compró” de manera anónima la pieza con la esperanza de que así aumentase su valor ¡Imagínate tener que volverte un maestro del engaño para que las galerías quieran financiar o comprar tu obra! Hacer parte de los grandes nombres del circuito del arte ni siquiera asegura que puedas encontrar a un pescador dispuesto a financiar tu trabajo.

Otra inquietud constante es el cómo hacer que nuestras obras sean comerciales. Porque sí, como artistas debemos sentirnos conformes y a gusto con nuestras creaciones, hallándole el sentido a todo lo que hacemos, indagando conceptualmente en cada acción que realizamos a la hora de crear; pero en la mayoría de ocasiones esto no es motivo suficiente para que alguien desee comprar piezas de nuestra autoría, incluso aunque estas lleguen a sensibilizarle o sorprenderle. El problema es entonces que la idea de hacer más atractivo nuestro arte para los consumidores termina condicionándonos por completo a la hora de crear; como un pez que, en búsqueda de obtener alimento, prepara su mejor y más rápido movimiento.

Entonces… ¿Cómo vivir del arte?

Mientras más busco la respuesta, más creo que no existe una única solución pero, eso sí, he asimilado muchas cosas por el camino. Aprendí que los artistas podemos ser emprendedores, directores de arte, diseñadores, docentes, críticos, gestores culturales, mediadores y muchas cosas más que involucran conocimientos artísticos y el oficio de crear desde la plástica, siendo todos completamente válidos y ninguno ni más ni menos importante que el otro: el poder vivir del arte es, en sí mismo, un premio que en conjunto comparten. Entendí que hay que combatir la idea de que los artistas somos bohemios solitarios: infinitas conexiones, colectivos y tejidos comunitarios resultan de afectos entre individuos que, desde un lugar común, se juntan para crear y apostarle a su oficio, configurando el entramado de una red gigante que puede darle alimento no sólo a un pez sino a cientos de ellos.

Confío en que encontraré más respuestas después de egresada de mi carrera de artes, al ponerme en los zapatos de mis maestros y colegas que viven de lo que aman y no han muerto en el intento, personas talentosas que disfrutan lo que hacen, que conocen el valor que tienen como artistas y no le temen a cobrar por su trabajo. Sé que vivir del arte no será fácil y por suerte mi familia me lo dijo desde el principio, pero también creo que nadie me lo enseñó más duramente que la academia.


Este no es otro artículo sobre cuánto cobrar por tu obra: sólo es un texto que ofrece un panorama del vasto océano que es el circuito del arte, lleno de peces-artistas que están igual que tú, trabajando duro para convertirse en un marlín negro.

Cómo citar:

Madroñero , Y. (2022). El marlín negro. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/03/23/el-marlin-negro/

Fecha de recibido: 7 de diciembre de 2022 | Fecha de publicación: 22 de marzo de 2024

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

DE LA TEORÍA A LA PRAXIS: UN EJERCICIO DE PRODUCCIÓN EN EL CAMPO ARTÍSTICO BOGOTANO, 2017-2020

From theory to praxis: A production exercise in the artistic field bogotan, 2017-2020

Por: Laura Alexandra Sánchez Velásquez

Artista Plástica | Universidad de Caldas | laurasanchezv3@gmail.com

Figura 1. Segunda Muestra de Arte Contemporáneo de Manizales en Medellín (Curaduría Andrea Ospina & Laura Sánchez, 2016). Imagen cortesía de la artista

La primera versión de esta crónica se presentó en el Decimo Salón de Egresados Gonzalo Quintero, en el marco del Foro Académico del Quinto Festival Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC-5), el viernes de noviembre del 2020.

Este texto no pretende definir los agentes que hacen parte de la esfera del arte contemporáneo colombiano. Todo lo contrario, busca contar una experiencia particular entre 2017 y 2020 en la galería LIBERIA en Bogotá, Colombia, la cual generó distintas preguntas en torno a las nociones –vagas– que tenemos respecto al campo artístico (como mercado del arte, gestión cultural y explotación profesional). Teniendo en cuenta que son más complejas de lo que parecen y –sospechosamente– no suelen ser enseñadas en los pregrados de arte. Cada vez son más apremiantes los reclamos sobre acoso laboral en los actuales ciclos laborales del campo artístico nativo, operando de manera subrepticia pero poderosa en cada una de sus esferas públicas y privadas [1].

La carencia de información adecuada o actualizada o, siquiera, pertinente sobre condiciones de contratación y trabajo en entidades colombianas, es uno de los temas más graves en la formación de los artistas más jóvenes en la actualidad. Sobra decir, que además de las clases sobre gestión cultural, investigación-creación, historia y teoría, deberían ofertarse asignaturas igual de importantes dedicadas a la administración de recursos físicos y relaciones humanas básicas entre empleados y empleadores de un proyecto cultural en artes plásticas y visuales. 

Dos alcaldes de Bogotá proponen, desde orillas ideológicamente antagónicas, al campo artístico-creativo como la alternativa a las injusticias que se ven en el mundo, a la corrupción, discriminación y falta de oportunidades.

“El Bronx, donde se destruían vidas, donde se hacía explotación sexual de niños, se cometían asesinatos, toda clase de horrores y nosotros acabamos con el Bronx, sacamos de ahí a los mafiosos, acabamos con esa fábrica de drogadicción, hicimos todo un programa de rehabilitación de ex habitantes de calle y ahí vamos a hacer algo maravilloso: El Bronx Distrito Creativo, en ese Bronx Distrito Creativo, que va a ser un sitio para la comercialización de lo que hacen nuestros jóvenes creadores, ropa, joyas, va a tener desfiles, etc…” (Peñalosa, 2019)

Sin importar qué inclinaciones se tengan (políticas, religiosas, etc.), los dirigentes proponen discursos similares –o idénticos– sobre los beneficios de apostarle a la cultura en sus planes de gobierno. Estos beneficios se pueden dividir en dos factores importantes. El primero de ellos está relacionado con el mejoramiento en los modos de vida, es decir, presentándolo como restaurador de espacios, un ejemplo de ello en Bogotá son los distritos creativos que hacen parte del Plan de ordenamiento territorial (POT) [2]. El segundo factor está relacionado con la creación de espacios para promover el empleo de los agentes culturales. 

Teniendo en cuenta ambos factores, aparecen eventos (ferias, festivales, bienales) y espacios culturales (distritos artísticos, museos, galerías), vendiendo la idea de que el arte es la respuesta a esta sociedad capitalista. Como dice Hito Steyerl:

«Su alcance ha crecido mucho más descentralizado – los centros de arte importantes ya no están únicamente ubicados en la metrópolis occidental. Hoy, los museos de arte contemporáneo deconstructivos surgen en cualquier autocracia que se respete a sí misma. Un país con violaciones de derechos humanos? Traigan la Gehry gallery!» (Steyerl, 2011). [3]

Esta idea que menciona Steyerl sobre los espacios artísticos que aparecen de un momento a otro en territorios como réplica a problemas sociales o económicos que se presentan, es reforzada frecuentemente con comentarios de personas ajenas al arte. Comentarios como que las personas creativas son open mind o más sensibles que el resto de seres humanos, parece ser traducido instantáneamente en bondad. Pero cuando pertenecemos a este circuito nos damos cuenta de la gran mentira que nos vendieron, los circuitos artísticos que se crean en pro de estos ideales, terminan siendo un reflejo más de las estructuras de poder que decimos romper y trasgredir con nuestra práctica. Así que después de una gran estrategia de seducción, terminamos con nuestro corazón roto cuando nos damos cuenta de la desregulación que hay tras bambalinas. 

“… el Banco de la República había fundado el museo de la colección Botero y el Museo de Arte Miguel Urrutia; se creó el Ministerio de Cultura; varias universidades habían iniciado programas de maestría en Historia y Teoría del arte, una especialidad antes inexistente; las galerías comerciales se multiplicaron y concentraron en el barrio San Felipe. Ahora existían lugares auto-gestionados por artistas –los “espacios independientes”-; mientras que la Feria Internacional de Arte de Bogotá –ArtBo- consolidaba el terreno para internacionalizar el arte colombiano.” (Ponce, 2020, p. 199)

Durante mi formación como artista plástica descubrí que lo que realmente quería hacer era gestión y producción de proyectos artísticos y culturales. En eso me enfoqué durante mis años de carrera, no sin barreras, ya que el programa de estudios no tenía orientación en estas disciplinas. Así logré llevar a cabo, junto con otras personas, proyectos que ofrecieron una base sólida para mi desarrollo profesional en Bogotá, como el I Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales (2016), la implementación del proyecto piloto de la residencia artística internacional Del campo a la mesa en Manizales (2016), la Segunda Muestra de Arte Contemporáneo de Manizales en Medellín (2016), el Ciclo de exposiciones en Manizales (2016), la exposición colectiva Laboratorio Modulable (2016), Taller en Serie (2015), la Teacorcera Muestra de Arte Contemporáneo de Manizales (2015) y la exposición colectiva 1984, Nuevas Perspectivas de la Historia (2015).

Figura 2. Segunda Muestra de Arte Contemporáneo de Manizales en Medellín (Curaduría Andrea Ospina & Laura Sánchez, 2016). Imagen cortesía de la artista

Suelen decirnos que un productor en el campo artístico solamente es quien se encarga de que se realicen los aspectos básicos de un proyecto para que éste salga de la manera y en los tiempos previstos. Básicamente una mezcla entre encargado de catering y vigilante, que debe supervisar labores imprescindibles como: tener los vasos suficientes de icopor para los tintos o las copas para el vino que se van a utilizar en los eventos, salir corriendo –siempre– a reparar la cafetera y verificar constantemente que el trapero esté seco.  En la vida real, además de productoras creativas debemos ejercer funciones de aseadoras, montajistas, transportistas, psicólogas, community managers, meseras, museógrafas, curadoras, asistentes de artista y aguateras. Empleadas sin tiempos para descanso en un campo laboral precarizado, es decir, bajo la amenaza de despido permanente con una sonrisita. Nos damos cuenta que la descripción se queda corta para las labores y responsabilidades que adquirimos. Hacemos mucho más que supervisar las funciones operativas de un proyecto de arte contemporáneo debido a que (en la mayoría de los espacios de este tipo en Bogotá y el país) predomina, en el nivel administrativo, una densa capa de personal no profesional, con mínimo presupuesto para desarrollar sus proyectos. 

Cuando digo personal no profesional me refiero a que gracias al auge mediático que ha tenido la promoción del mercado del arte como una labor glamurosa, durante los últimos años han aparecido, junto con iniciativas administradas por personas formadas en artes, infinidad de emprendimientos que solamente se basan en el carisma y capital social de sus responsables. Simplemente, personas con contactos, muchísimas ganas –mal encaminadas– y absolutamente ignorantes de las prácticas artísticas contemporáneas, o peor, del tipo de arte que quisieran promover. 

Un ejemplo de ello podría ser que en el sector de San Felipe en Bogotá, antes de la pandemia, entre 2018 y 2019 aparecieron bicicleterías y tintiaderos bajo el nombre de galerías, así como restaurantes y heladerías con “galería” incluida (como en Crepes & Waffles, en sus comienzos). A modo de anécdota: en octubre de 2019, durante un evento mediatizado como Open San Felipe, robaron L’andante Bikes (tienda de bicicletas). La noticia apareció en diferentes medios colombianos diciendo que había sido robada una galería de arte en el Barrio San Felipe. Esto me ofendió bastante ya que muchas personas, del campo y ajenas a él, igualaron estos dos tipos de espacio y compararon la bicicletería con la galería en la que trabajaba, lo cual no sería problemático si estos lugares no acapararan el cubrimiento noticioso y no impidieran la difusión de la labor de artistas y eventos de peso dedicados al arte contemporáneo que se hacían en el barrio. 

Sobre el poco presupuesto, destaco tres problemas:

  • El primero es que estas personas (ignorantes con contactos), como desconocen el campo artístico, no entienden que TODA labor en una galería genera costos: el transporte para movilizar herramientas o equipos del espacio cuando son por instrucciones de sus directores o por trámites relacionados del espacio, horas extras por montajes, desmontajes, inauguraciones y eventos que se extienden o reemplazos en caso de enfermedad, por mencionar algunas. Generalmente estas personas creen que con una sonrisa están pagando un sueldo y esto, en el mundo real, es explotación laboral. 
  • El segundo factor tiene que ver con que no se plantea una continuidad a largo plazo del proyecto. Generalmente se montaban galerías-bicicleterías, galería-cafeterías, galerías-tintiaderos, con la idea de hacer eventos durante un año, a lo sumo, y después desaparecer en el olvido.
  • Tercero, los galeristas que sí estudiaron arte parecen ser incapaces de generar planes de financiamiento que no dependan exclusivamente de las becas del Estado. Una situación que determina que cuando no se gane la susodicha beca o cambien las orientaciones políticas de la administración gubernamental, el proyecto desaparezca.

Al ser la responsabilidad principal del productor que las cosas se den como están planeadas se terminan asumiendo tareas que no corresponden, lo cual acrecienta innecesariamente las tensiones a las que se ve sometido cualquier profesional de la gestión en las artes visuales. 

En mayo del 2017 llegué a Bogotá para realizar una práctica no remunerada por dos meses en la galería LIBERIA, ubicada en el barrio San Felipe, también conocido como el Bogotá Art District. A pesar de la experiencia que tenía en gestión, producción, curaduría y montaje que adquirí durante mis años de estudio en la Universidad de Caldas, esta no era del todo válida por no estar vinculada a una institución de Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla, ni estar respaldada por alguna figura de esos circuitos artísticos (funcionario público que va y viene entre galerías comerciales, experto en buscar patrocinios). Así que vi esta opción como una oportunidad para conocer el medio artístico bogotano, del cual no tenía ni idea, y ¿por qué no? abrirme camino en él.

Al finalizar los dos meses de práctica no remunerada –es decir de poner de mi dinero para pagar transporte, alimentación o mis propias herramientas de trabajo como computador o cámara–, continué en el espacio como asistente de galería y posteriormente como productora hasta julio del 2020. Durante esos años la galería realizó más de sesenta eventos, entre ellos exposiciones, ferias internacionales, talleres, conversatorios, proyecciones y conciertos. Paralelo a esos proyectos se encontraba también el diligenciamiento y aplicación a becas nacionales, distritales y convenios institucionales. 

Por lo general, este tipo de espacios están conformados por equipos pequeños. En la galería éramos –oficialmente– dos funcionarios, pero también estaba la persona encargada del aseo y el conductor. Luego de trabajar un año allí haciendo todo tipo de labores, la directora de la galería, María Camila Montalvo, se fue del país a estudiar una maestría, lo que hizo que mis responsabilidades y horarios aumentaran considerablemente. Pero no el sueldo. Todo lo contrario, entre el 2019 y 2020 se contrató a otra persona para que manejara las relaciones públicas de la galería, quién solo estuvo seis meses, ocasionando que volviéramos a ser dos. 

Cuando menciono que «oficialmente» éramos dos, es porque se contaba semestralmente con practicantes, algunos egresados de carreras de arte o afines y la gran mayoría, estudiantes de universidades con las que teníamos convenio. En realidad, su participación es fundamental, pues estas personas ayudan a sostener dichos espacios y suelen ser ignorados o generalizados en su gestión, por ejemplo jamás se les menciona con nombre propio en las redes o el portafolio de estas entidades. Para mí, los practicantes fueron una gran ayuda y durante los tres años que estuve en la galería llegué a supervisar aproximadamente a 40 de ellos. Esto y fungir como su jefa. Es decir, realizar la inducción a las dos prácticas que se ofrecían, organizar semanalmente los horarios en los que debían asistir a la galería teniendo en cuenta sus compromisos personales, de estudio, eventos de la galería y máximo de horas acordadas en la práctica y con las universidades. Explicarles los eventos que se podían llegar a desarrollar durante el semestre y lo que esperábamos que realizaran durante ellos. Delegarles tareas, no importantes, para que estuvieran ocupados cuando asistieran al espacio en caso de que no fuera ningún visitante [6]. Estar en contacto permanente con sus tutores para enviar los formatos y apreciaciones de su desarrollo durante la práctica. Mencionarles las recomendaciones básicas de seguridad (no abrir la puerta si alguien te causa desconfianza, ante cualquier tipo de agresión/amenaza primero protegerse ellos, y por favor, que rogaran que no tocara evacuar el espacio por terremoto o incendio, pues ninguno de estos espacios tiene rutas de evacuación o protocolos de seguridad a seguir en estos casos –o por lo menos construcciones sismo-resistentes). Durante montajes o desmontajes, estar pendiente que usaran bien las herramientas evitando poner en riesgo su vida, la de las personas a su alrededor, el espacio o las obras. En algunos casos, explicarles cómo se usa un martillo o qué es una canaleta. En eventos nocturnos asegurarse de que salieran acompañados del espacio o se subieran al taxi confirmando que llegaron vivos a sus lugares de destino, etc. 

Pero a pesar del apoyo que ellos representan existen muchas limitaciones sobre la información o tareas que se les puede encomendar, ya sea porque son relacionadas con los precios, proyectos futuros, las llaves del espacio o el cóctel en una inauguración. Esto último no era porque ellos se lo fueran a tomar, sino porque no sabían a quién sí y a quién no podían darle una cerveza, una copa de vino o tal vez dos (y no tenían por qué saberlo pues cada lugar, cada proyecto y evento maneja su propia agenda privada). A los practicantes normalmente no se les da auxilio de transporte o de alimento. En muchos casos ni siquiera ARL. Pero sí se les pide poner su computador, cámara o celular y que se queden hasta altas horas de la noche por una inauguración o un montaje que se extendió. En la mayoría de los casos, no vale la pena esa remuneración simbólica prometida. Como no se les puede hablar de muchos temas relacionados con el espacio, ni mencionar los proyectos futuros, se puede decir que estaban ahí para ir a comprar el hielo o barrer las hojas de la entrada. A veces, sostener el sinfín para las fotografías. La mediación la realizaban solo en eventos tipo ARTBO, ARTBO Fin de Semana, Noche San Felipe u Open San Felipe. Lo demás era ejercer de celadores de las obras y el espacio. 

Un equipo pequeño y con la responsabilidad que implica mantener en marcha un espacio, con programación que cambia cada dos meses y más de un proyecto al tiempo, hacía a veces, que esa labor pareciera imposible pero se llevaba a cabo. Durante esos tres años reforcé mi creencia sobre la importancia y necesidad de la producción que este campo suele desestimar/denigrar. Corroboré que se necesita tener algo de artista, gestor, curador, administrador o psicólogo para materializar las ideas de artistas y curadores y que sin una capacidad organizativa y práctica no se logra mucho. 

Como mencionaba al inicio, mi cargo era de Productora, pero implicó mucho más que eso. Por ejemplo, la galería no contaba con alguien que se encargara de redes sociales, página web, campañas y diseño de piezas gráficas. Para esto se contaba con un practicante semestral, pero el trabajo era muy exigente porque se tenía un plan de medios específico, estaban estipuladas horas, fechas y días de publicaciones y cada plataforma tenía un manejo distinto. Aprendí cómo se debían manejar, ya que era parte de mi trabajo supervisarlas, pero hubo semestres en los que los practicantes no querían asumir esa responsabilidad o lo hacían pero lo dejaban a las dos semanas porque la presión y exigencia eran demasiadas para un trabajo impago. Esto hizo que, en muchas ocasiones, yo debiera asumir esa labor para la cual teníamos destinadas aproximadamente doce horas semanales de dedicación. Fue un cargo adicional que nunca significó lo mismo en términos económicos. 

Otro de los gravísimos efectos derivados de esta forma de explotación laboral es la ausencia de memoria sobre la programación adelantada desde estos espacios. Es decir, si no eres un Flora-liever, LIBERIA-liever o SGR-liever no sabrás qué proyectos adelantaron estas iniciativas desde su aparición. Cuando el espacio cierra -como pasa frecuentemente- o cuando el director/dueño olvida pagar el host de la página web -si es que tiene- ocasiona la pérdida de las memorias de los proyectos realizados en su espacio. Todo ello, si el espacio se preocupó por mantener sus redes actualizadas. O fácilmente, cualquiera de las redes sociales de estos espacios pueden ser hackeadas -por algún artista, curador o amigue ofendido- ocasionando la pérdida del archivo publicado. Ejemplo de ello es el reciente hackeo realizado a la cuenta de Instagram de la galería SGR.

Nota: Cuenta de Instagram de SGR Galería después de haber sido hackeada el 24 y 25 de octubre. Este hecho se reflejan en el cambio de nombre y usuario de la cuenta, lo que antes era el usuario «sgrgaleria» ahora se llama «ayzavurdu02». Resulta de interés que este hackeo haya sido durante una de las campañas más exitosas de la galería en pandemia y que, a su vez, produjera la desaparición del extenso archivo de esta galería.

Otra de las labores que, en muchas ocasiones debí asumir, fue la de montajista, principalmente porque no se destinaba presupuesto para ello si la exposición o proyecto no representaba algún reto museográfico. Es decir, dependiendo de si la directora evaluaba que el montaje lo podían hacer los practicantes, asumiendo de entrada que todos sabían usar taladros, martillos o sacar las medidas para que todo quedara asegurado y donde se quería. Pocas veces los practicantes sabían hacer estas tareas con experticia, pues también se esperaba que lo hicieran en el menor tiempo posible y de manera perfecta. Después de que un practicante, luego de asegurarme que podía realizar una extensión para conectar una obra, cortó los cables mientras estaban conectados haciendo saltar los tacos de la galería y quemándose las pestañas un día antes de inaugurar –salimos bien librados, lo sé–, empecé, casi a hacerles jurar que sabían lo que estaban haciendo, pues prefería extender mis horarios y hacer personalmente las cosas a tener un problema mayor como, por ejemplo, el accidente de una persona sin ARL. Y más sabiendo que debía ser yo quien daría la cara, pues la directora no estaba en el país. 

Hacer frente a este tipo de situaciones en los que debía asumir la responsabilidad de tratar con autoridades y demás involucrados porque no había nadie más que lo hiciera, como, por ejemplo, la directora, era parte de mis labores no explícitas. Para entender la magnitud de esto, es importante tener presente que la gran mayoría de espacios dedicados al arte contemporáneo en la ciudad de Bogotá carecen de cualquier tipo de seguros para obras de arte, relacionados con la arquitectura particular del espacio o que protejan a su personal. 

De ahí que, por ejemplo, en eventos masivos, es decir, en los que asistían más de 300 personas y a veces se concentraban unas 150 en un mismo y reducido espacio, la movilidad fuera difícil y se pusieran en riesgo obras o elementos del espacio. Era recurrente escuchar que durante estos eventos –Noche San Felipe, Open San Felipe, ARTBO– hubiera robos o intentos de robo de cámaras, videobeams, morrales y en algunos casos obras expuestas en las diferentes galerías. También era normal escuchar que una persona del público se paró sobre alguna obra o que al pasar cerca de ella ésta fue derribada, pues el consumo de alcohol era masivo. 

Manejar esta clase de situaciones resulta complejo porque a pesar del poder de decisión que recae en uno de manera tácita, éste termina siendo ilusorio, pues sin importar qué iniciativas se emprendan, éstas van a ser erróneas porque al tomar acción, se les demuestra a los directores que no son necesarios para manejar el espacio y que sin ellos perfectamente podría funcionar –es decir, son prescindibles aunque ellos quieran creer lo contrario.

Como estas situaciones en las cuales la explotación laboral es evidente, hay muchas más y, como mencioné anteriormente, esto no es algo que suceda sólo en un espacio. Resulta común en el campo artístico (aunque se hable poco de ello, principalmente por la amenaza de despido, censura y cancelación a la que quien lo haga se verá expuesto). 

Cuando finalicé mis estudios, lo que más ansiaba era salir a un campo laboral en el cual se tuvieran claras las labores que desempeña cada agente de las artes, un campo en el que fuera contratada como productora, comunicadora, gestora, o cualquier cargo, pero que se respetaran los límites del mismo. En la Universidad ya había experimentado el no reconocimiento de mis proyectos, el robo del crédito por parte de otros funcionarios y creía que en la vida real las cosas serían diferentes, más justas. Pero hasta ahora no ha distado mucho lo uno de lo otro. La única diferencia es que en uno me pagaban -no lo suficiente- por ello. Sin embargo, aquí seguimos, buscando -con ansias- trabajo en instituciones y espacios con amplia explotación laboral, sueldos no equivalentes a la experiencia, formación y responsabilidad que se asume, esperando que al nuevo lugar al que lleguemos no repita esas nocivas acciones tan conocidas, pero que cuando suceden tampoco hacemos mucho por cambiarlas. Las asumimos y tal vez, nos quejamos pero sin hacer nada para eliminarlas. 

Aún estamos muy jóvenes para cerrar las pocas puertas que se abren en el campo artístico colombiano. Y para enfermarnos y recuperarnos.

Notas

[1] Véase: William Contreras (@oigo_y_aprendo), 30 de julio de 2020 y Esferapública (@esferapublica), https://www.instagram.com/p/CDR29Rep6gs/; Jorge Sanguino, “Precarización y Autoprecarización”, en Esferapública, https://esferapublica.org/nfblog/precarizacion-y-autoprecarizacion/, 01 de agosto de 2020; Snyder Moreno, “Trabajo y clasismo: Paradojas en las instituciones artísticas. Reflexiones de un artista y educador” en https://sobreunarchipielagodenubes.blogspot.com/2020/10/clasismo-trabajo-e-instituciones.html?m=1, 18 de octubre de 2020; Iván Navarro, “¿Qué hace un mediador en Flora?”, en Reemplaz0, https://reemplaz0.org/que-hace-un-mediador-de-flora/, 15 de diciembre de 2018. Links consultados el 25 de Noviembre de 2020.

[2] Véase página de Cultura, Recreación y Deporte en https://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/es/economia-cultural-y-creativa/distritos-creativos. Consultada el 24 de noviembre de 2020.

[3] Traducción María Salomé Hincapié, texto original: “… Its reach has grown much more decentralized – important hubs of art no longer only located in the Western metropolis. Today, deconstructivity contemporary art museums pop up in any self-respecting autocracy. A country with human rights violations? Bring on the Gehry gallery!” ()

[4] Véase página de Cultura, Recreación y Deporte en https://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/es/economia-cultural-y-creativa/distritos-creativos. Link consultado el 24 de noviembre de 2020.

[5] Los catálogos de los proyectos mencionados son los siguientes:

[6] Algunas de esas tareas no importantes eran: regar las plantas del jardín, barrer las hojas de la entrada, sacar la basura en el horario establecido, preparar café, comprar el hielo, servilletas, copas, vasos o implementos necesarios para servir el catering de los eventos, escanear y fotocopiar documentos, guardar las tornillos en bolsas separados de las puntillas, limpiar y pintar las paredes del espacio, limpiar el teclado y mouse del computador, digitalizar los correos de las listas de asistencia o mover de un estudio a otro material (tablas, cartón, papel, cables, espuma).

Referencias

Hito Steyerl. (2011). Politics of Art: Contemporary Art and the Transition to Post-Democracy. E-flux journal Are You Working Too Much? Post-Fordis, Precarity, and the Labor of Art. Berlin: Sternberg Press

Ponce, C. (2020). Tantas vueltas para llegar a casa. Bogotá: Editorial Planeta.

Enrique Peñalosa (@EnriquePenalosa), 2 de agosto de 2019, en Twitter, https://twitter.com/enriquepenalosa/status/1157321380012187648. Link consultado el 24 de noviembre de 2020.

Claudia López (@ClaudiaLopez), 8 de octubre de 2020, en Twitter, https://twitter.com/claudialopez/status/1314318766453542912. Link consultado el 24 de noviembre de 2020.

Cómo citar:
Sánchez, L. (2020). De la Teoría a la praxis: un ejercicio de producción en el campo artístico bogotona. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/12/02/de-la-teoria-a-la-praxis/ 

Fecha de recibido: 15 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 25 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

MÁS ALLÁ DEL SUSTANTIVO. Acercamientos a la museología desde una ciudad “sin museos”

Beyond the noun. Approaches to museology from a city «without museums»

Andrea Ospina Santamaría

Estudiante Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio | Universidad Nacional de Colombia | andospinasan@gmail.com

Figura 1. Ejercicio participativo (Las Profesionales Aixa Echeverry y Andrea Zuñiga, 2018) Exposición Pa’ Gozar: Relatos visuales en torno al carnaval. Alianza Francesa 2018. Catálogo

La primera versión de este ensayo se presentó en el Décimo Salón de Egresados Gonzalo Quintero, en el marco del Foro Académico del Quinto Festival Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC-5), el viernes de noviembre del 2020.

¿Cómo (…) repensar los museos sin caer en el deseo de acabar con ellos?
(Hoff, 2018, p. 98)

La museología parece tener una relación de amor-odio con el museo: un deseo de que perdure en el tiempo, atravesado por la paradójica necesidad de producir críticas que buscan su transformación. Incluso, al punto de llevarlo cerca de su desaparición constantemente. Pero la museologia va mas allá de las cuatro paredes que nos solemos imaginar al hablar de un museo, se encarga de relocalizar la experiencia sensible, la historia y el espacio (Morales, 2020). Esta reflexión se centra en este saber como estudio y práctica que sustenta un campo museal, definido -entre muchas otras formas- como un espacio experimental de presentación e interpretación, que posibilita la construcción de narrativas con componentes educativos e investigativos (Deloche, 2002).

El campo museal acciona a partir de instancias mediadoras [1] y vehículos de intenciones culturales, abriendo otros puntos de vista sobre procesos u objetos detonantes de memoria. El arte incursiona en este campo con proyectos que comparten sus objetivos parcialmente, como exposiciones temporales y espacios de educación cultural.

En este caso, las artes visuales -con sus prácticas efímeras- desplazan al museo del marco institucional (el museo deja de ser un concepto espacial y se convierte en uno temporal), modificando la especificidad del campo y ampliando los límites del debate de la cultura como factor de cohesión social : “Un concepto de museo expandido que se despliega en un territorio enmarcado entre los conceptos de lo común y lo colectivo.” (Jiménez, 2014, p. 195).

Prácticas de archivo, clasificación, colección, reproducción, institución y comunidad, han permitido repensar las operaciones del museo, el cual: “(…) ha sido revisado y criticado desde las propias obras de arte y desde la práctica instituyente, cuestionando su papel y planteando como museos otro tipo de creaciones o intervenciones.” (Cerrolaza, 2018, p. 81). Y más allá de las obras, el museo también ha sido interpelado desde la mediación, la colaboración y la curaduría como práctica situada.

Figura 2. Quédate en chasa (Daniel Tabares, 2020) Instalación performática en un espacio habitable en espacio público, una chasa ocupada por objetos populares en hogares locales y utensilios necesarios para vivir. Imagen cortesía del artista

En Manizales el patrimonio y su exhibición no son un eje cotidiano. A pesar de ser una ciudad reconocida por su ámbito universitario y paisaje cultural, permanece al filo de los cambios en las políticas nacionales, con problemas como la centralización institucional y la migración de creadores y gestores a urbes donde se focaliza el sistema cultural nacional. Cuando se pregunta por los museos locales (en los ejercicios académicos de gestión cultural o conversaciones casuales), una respuesta resuena: Manizales no tiene museos. Muchas personas nunca han ido y los confunden con tiendas de artesanía. Quienes han tenido el capital social y financiero para visitarlos repiten dicha afirmación críticamente, bien por las características de estos espacios o por su programación esporádica.

En realidad, hay instituciones así nombradas, «museos», pero en muchos casos no tienen activas sus áreas principales (colección, educación, investigación o exhibición); no tienen suficiente personal (limitando la comunicación, temporalidad, apertura o activación); y, en el peor escenario, solo figuran como un indicador. El museo en ocasiones está fuera de los circuitos académicos que lo alimentan, carece del poder histórico que representa y es ajeno a las comunidades que lo cimientan (restando las colecciones de los entramados sensibles, conceptuales e históricos). Esto se extiende al campo museal: la mayoría de los espacios disponen de una sala multifuncional sin condiciones museográficas o que no permite renovaciones; las organizaciones dedicadas a la dinamización desde actividades educativas no cuentan con salas de exhibición, separando ambas dinámicas. Y es que, como suele mencionar William López, académico de la UNAL Bogotá, el museo siempre ha sido en Colombia una institución no legitimada y contracorriente aún en sus más altas o tradicionales escalas.

Figura 3. Laboratorio de curaduría y museografía realizado por La Caja Producciones, sesión en el Centro de Museos de la Universidad de Caldas (Andrea Ospina, 2018).

No cabe duda de que las intenciones son buenas (no necesariamente claras): han luchado entre la precariedad económica, las dificultades de instalación (sin un imaginario de museo, ni una práctica asociada) y la baja formación de públicos, para mantenerse a flote con pocos profesionales idóneos, políticas dependientes de procesos externos y mínimo apoyo de entidades encargadas.

Manizales es una escena que se diferencia de los centros hegemónicos del arte principalmente en las estrategias de recepción e institucionalización. Una de las características de éstas son las iniciativas para establecer vínculos dentro y fuera de la comunidad artística, tanto en lo institucional o presupuestal como en los imaginarios sociales y artísticos (Bustos y Sepúlveda, 2017). Por eso nos acercamos al museo con preguntas sobre las escalas de valor, razones y formas de organización de lo coleccionable o patrimonializable, que sustentan sus acciones más allá del sustantivo: ¿Cómo fortalecer el ecosistema museal para que sea pertinente y necesario? ¿Cuál es el papel de la curaduría independiente donde el museo carece de fuerza?

No tengo ninguna respuesta y este texto no pretende ser un camino iluminado, mucho menos dar las indicaciones para mejorar un ecosistema que, como sabemos, depende de muchos entramados socioculturales para ser siquiera comprendido. Tampoco pretendo hacer una oda a la institucionalidad ni una crítica a sus funcionamientos sin un diagnóstico profundo. Por ahora, solo me acerco a pensar un derrotero de ideas que permitan preguntarnos por el concepto museo en la ciudad de Manizales, así como reactivar o modificar su imaginario social, desde esferas académicas y vivenciales:

1. No se debe naturalizar el entendimiento de lo museal, ni los grupos que acceden al museo.

Debemos preguntarnos por las comunidades que ya están en los ámbitos de proyectos expositivos, patrimoniales o de archivo (u otros cercanos) pero que no comprenden los términos, funciones y alcances del museo, ya sea por poco acercamiento o porque asumen un rol distante. Un ejemplo de ello son los grupos (principalmente universitarios) que podrían ver en la exhibición una metodología extensiva a sus entornos: ocasionalmente se olvida la importancia que tienen comunidades artísticas y académicas locales en la descentralización desde la interculturalidad, necesitando un espacio de cohesión y discusión donde no sean ubicadas en un estatuto menor. En las pequeñas ciudades se tiene relación directa con el museo, asumiendo un público implícito inexistente que no ve en el campo museal una opción para expresarse, sintiéndose excluido por falta de referentes simbólicos o por la reiteración de la imagen de elite.

Figura 4. Museo modulable, un proyecto de la Universidad de Caldas coordinado por Sebastián Rivera. Exposiciones itinerantes en una estructura diseñada por Dinámico Lab. Registro de la muestra Bucle de Mateo Quintero, 2018.

2. La reinvención de la función sensible y crítica del museo es un proceso situado según los imaginarios y usos; acoge lo dinámico, caótico y rizomático de los tejidos culturales.

Reflexionar en torno a las conformaciones de comunidad en escenas locales con prioridades emergentes, donde hay un sistema con dificultades de consolidación, es diferente respecto a la participación y permeabilidad, haciendo necesario visibilizar los espacios de encuentro sin confundir cantidad (o registro fotográfico) con calidad. Para contribuir a las micropolíticas, la museología hace visible el principio de organización de la red de producción/circulación y cuestiona las vías en que se posiciona, las relaciones de poder y los conjuntos de los que hace parte: una responsabilidad compartida de reescribir las formas de representación normalizadas, inmóviles o estereotipadas con lo que el discurso oficial ha dejado al margen, en contenido y forma, donde la exposición es un punto de partida que defiende un qué y para quién se cuenta.

Figura 5. Maleza, colectiva de arte y feminismo. Sesión Rutas, Ramas y Rastreos, taller sobre feminidad como un paisaje en tránsito. Centro Cultural Banco de la República. Manizales, 2018

3. Necesitamos una museología capaz de actuar sin resguardo, que genere campo en lugar de soportes físicos, fortalecer el museo es vitalizar su desenvolvimiento, las líneas que lo transversalizan y la necesidad de su existencia (o revisión). 

Son necesarias alternativas para escuchar dichas escenas fuera de la sombra en que se asumen con redes y conversaciones entre contextos similares, incluso internacionalmente, para generar una diferenciación entre los roles y acciones, donde nuevos actores asuman la posibilidad de producir, acceder y potencializar las operaciones de un museo, especialmente pensando en la historia local. Varias iniciativas provocan experimentación con los usos de los espacios e ideas, trastocando barreras y permitiendo dudar y reimaginar. El estado no estandarizado de lo museológico, como un concepto móvil y sin límites para intervenir en el mundo (Cerrolaza, 2018), permite la interacción desde saberes de grupos, actividades y prácticas que no comparten sus lugares de enunciación, convirtiendo la muestra en laboratorio desde la complejidad; no como una acción para amortiguar o alfabetizar, sino para realzar la autonomía, tanto de alejarse de los discursos del arte como de apropiarlos.

Figura 6. Exposición Enciclopedia del Hogar (Aixa Echeverry, 2017). Instalaciones de dimensiones variables realizadas casa de la artista en Manizales, Caldas, con diferentes objetos de su diario vivir y el apoyo de su núcleo familiar. Más información

La limitación de muchas de las experiencias que Manizales ha tenido en esta vía ha estado en sus pequeños horizontes desde procesos de corto plazo y con pocos recursos. Pero aunque es importante pensar en el alcance temporal y territorial, lo vital aquí es el foco: llegar a comunidades con mayores barreras de acceso, que logren articular los públicos recurrentes con nuevas posibilidades etarias, rurales y barriales, para interpelar fenómenos como la migración interna o la cultura popular. La delimitación puede realizarse a partir de métodos existentes en el compartir comunitario que se reafirman en propuestas que enfrentan las formas de conocimiento cerrado.

Estamos hablando, entonces, de volver los ojos a las personas, historias y archivos que aquí generamos, para así afrontar problemas y visibilizar procesos.  Varias iniciativas han permitido mostrar que empoderar los vínculos entre lo expositivo, los archivos y la comunidad fuera del museo genera procesos de formación e identidad participativa. Por ello es necesario involucrar la institucionalidad como un espacio de encuentro, encarar el estatus formal como dispositivo que pone en relación diferentes esferas, más allá de su estructura, física y de poder; incluso allí sería posible empezar a pensar procesos desde la horizontalidad y la colaboración. Pero siempre, destacar aquellos encuentros disidentes, llenos de fuerza y valor, en donde nos hemos formado. 

Figura 7. Terraza del Palacio de Bellas Artes, Manizales (Juan Alzate, 2020). Espacio que suele ser utilizado e intervenido por los estudiantes para todo tipo de procesos y diálogos tanto fuera como dentro del marco de las aulas de clase. Imagen cortesía de la artista.

Cierro esta reflexión con Cameron (2004) quien plantea la necesidad del templo (idea de museo relacionada con la verdad y la salvaguarda) de contar con el foro (desde el campo museal artístico) como espacios de activación de lo aún no legitimado (sean fallidos o exitosos), que permiten la renovación desde las experiencias y los saberes, para establecer narrativas que paralelamente incorporan las manifestaciones que representan un cambio. Pero, tanto en nuestras capillas expositivas tradicionales como en nuestros pequeños foros disidentes, sigue la falta de asistencia, especialmente en un país y una época donde la digitalización satura y las instituciones no tienen conexión previa de legitimidad.

Entonces, si el museo resignifica lo que ya traemos y el arte habilita nuestros propios procesos ¿flexibilizamos las funciones del museo? ¿diversificamos los espacios no museales? ¿separamos o juntamos las dinámicas de lo alterno y lo hegemónico?, volvemos así a Hoff (2018) ¿Cómo repensamos el campo museal en la riqueza de todas sus contradicciones?

Notas

[1] Formas de control desde la institucionalidad y de resistencia desde las comunidades frente a las diferencias de acceso, producción y circulación de lo cultural (Barbero, 1987).

Referencias

Bustos, G y Sepúlveda, J (2017). Escenas locales, no todo está hecho, afortunadamente. Recuperado de: https://vadb.org/articles/escenas-locales-no-todo-esta-hecho-afortunadamente

Cameron, F. (2004). The Museum, a Temple or the Forum. En Reinveinting the museum, Gail Anderson (ed.). Altamira Press: Estados Unidos. 61-73.

Cerrolaza, S. (2018) Los museos sin territorio. Una tipología de museo sin edificio. Recuperado el 3 de enero de 2020 de: http://www.davismuseum.com/download/los-museos-sin-territorios.pdf

Combariza, López y Castell. (2014). Museos y museologías en Colombia. Retos y perspectivas. Cuadernos de Museología. Universidad Nacional de Colombia: Bogotá.

Deloche, B. (2001). “Museal”, en El museo virtual (1a. ed, trad. Lourdes Pérez). España: Ediciones TREA, S. L.

Hoff, M. (2018). Como (no) repensar los museos en tiempos tan impresionantes. En: “Repensar los museos” Memorias del III Congreso Internacional Los museos en la educación. Madrid: Museo Thyssen-Bornemisza.

Jiménez-Blanco, M.D. (2014). El museo sin paredes. Una Historia del Museo en Nueve Conceptos. Madrid: Ediciones Cátedra.

Martín-Barbero, J. (1987). De los medios a las mediaciones. Bogotá: Convenio Andrés Bello.

Morales, L. (2020). Conceptos fundamentales de Museología [Material del aula]. Maestría en Museología y gestión del patrimonio, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

Cómo citar:

Ospina, A. (2020). Más allá del sustantivo. Acercamientos a la museología desde una ciudad “sin museos”. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/11/18/mas-alla-del-sustantivo/

Fecha de recibido: 8 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 18 de noviembre de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

INCERTIDUMBRES. Un ensayo sobre la precariedad laboral de los artistas

Uncertainties. An essay about the artist’s job insecurity

Por: Erika Orozco Lozano

Artista Visual y Estudiante de la Especialización en Gestión Cultural | Universidad Nacional de Colombia

erorozcol@unal.edu.co

Figura 1.  Colectivo trece lunas (2017). Dar [Performance]. Manizales: II Festival de Performance Manizales. Fotografía por BetancourtB

Una de las grandes transformaciones en el campo del arte, en el último siglo, se puede ver en los cambios que ha sufrido el quehacer artístico. No es sorpresa para nadie que pasamos de trabajar largas jornadas en talleres y academias, para dedicarnos a otras prácticas (propias de campos laborales con formas de producción y circulación radicalmente distintas a las del arte tradicional). Pienso que esto ha sido posible porque la idea de perpetuar un arte con «A» mayúscula ha ido desapareciendo, cada vez somos más las personas que manifestamos un interés por un arte que reflexione y actúe en torno a los problemas actuales. Me interesan las investigaciones artísticas que se acercan a problemáticas de orden social, económico, político y cultural. Un ejemplo, es la acción «Dar» del Colectivo trece lunas, realizada en la plaza de Bolívar de Armenia. Los artistas se inclinaban en el piso, con las manos en posición de recibir, como una forma de problematizar la mendicidad en la ciudad, en donde es una práctica cotidiana dar una «monedita» a las personas de la calle.

Figura 2.  Colectivo trece lunas (2017). Dar [Performance]. Manizales: II Festival de Performance Manizales. Fotografía por BetancourtB

El colectivo piensa que la acción de «pedir» es realmente una forma de «dar», una forma de exponerse y de abrirse al otro. Aunque no es la intención de la obra, no puedo evitar preguntarme si acaso los artistas no tenemos una relación con la mendicidad: nos exponemos, nos abrimos, nos damos al otro y, en contraprestación, muchas veces no recibimos ni siquiera una monedita. Esta situación nos ha obligado a buscar otras formas de «sobrevivir», nunca antes habían existido tantos artistas desempeñándose como profesores, curadores, talleristas, emprendedores, vendedores de productos, gestores culturales, pintores de casas, decoradores de interiores, entre otros oficios; esto en el caso de los que encuentran un lugar cercano al arte donde obtener algo de dinero, otros se dedican a oficios muy alejados a nuestra profesión.

Debemos enfrentar todo tipo de inconvenientes, porque no existe un campo laboral que nos acoja, tampoco programas institucionales de apoyo a los egresados que nos ayuden a desempeñarnos en las áreas en las que fuimos formados. En todo caso, no hay mucho lugar para la producción artística independiente; los artistas, si queremos seguir siéndolo, debemos ser nuestros propios «gestores», estar detrás de convocatorias, detrás de las salas de exposiciones, detrás de los curadores, detrás de un trabajo mal remunerado… no solo no contamos con los recursos suficientes para continuar nuestros procesos de creación, sino que, en ocasiones, ni siquiera podemos suplir nuestras necesidades básicas.

1. El sueño de Exponer

Cuando por fin culminamos nuestros estudios, nos enfrentamos a todo tipo de incertidumbres. Tomamos la decisión de exponer, de presentar nuestro trabajo a las convocatorias realizadas para participar en los pocos eventos artísticos de la región. Las instituciones culturales de las ciudades pequeñas e intermedias colombianas parecen interesadas en apoyar las artes plásticas, sin embargo, los espacios expositivos suelen contar con muy poco presupuesto. El año pasado, por ejemplo, participé en el “Segundo Salón de artistas, Quindío sí crea”, con una obra titulada Mutualismo e Hibridación. Dispositivo para descubrir Nuevas Especies, en esa ocasión robaron cinco de las piezas que conformaban mi obra, al preguntar el motivo tanto la curadora como el entonces secretario de cultura respondieron que la sala de exposición no tenía presupuesto para garantizar la seguridad de la misma y mucho menos para responder por las pérdidas.

Figura 3. Orozco, E. (2019). Mutualismo e Hibridación. Dispositivo para descubrir Nuevas Especies [Instalación]. Armenia: Segundo Salón de Artistas Quindío Sí crea. Fotografía cortesía de la artista.

La desfinanciación no es el único problema, la gestión y el trato a los artistas deja mucho que desear. La sala Roberto Henao Buriticá de la Gobernación del Quindío, en un evento realizado por la Secretaría de Cultura, demostró que no está preparada para comprender las propuestas de la nueva generación de artistas, mucho menos para sortear dificultades. En mi caso no me pagaron el valor de la obra, ni siquiera realizaron una disculpa formal o el denuncio del robo ante las autoridades competentes, seguramente evitando el escarnio público. Incluso, insinuaron que el robo era mi responsabilidad por no aclarar que las piezas no podían sustraerse de la sala. Al parecer debía instalar un letrero que dijera “por favor no se roben mi obra” (quizá lo hubiera puesto si estuviera en las bases de la convocatoria). El hurto es acolitado en la gobernación, los artistas no sabemos qué esperar.

Figura 4. Orozco, E. (2019). Mutualismo e Hibridación. Dispositivo para descubrir Nuevas Especies [Instalación]. Armenia: Segundo Salón de Artistas Quindío Sí crea. Fotografía cortesía de la artista

En las academias y museos de la región siguen primando los debates en torno a lo que es o no es arte, debates que se traducen en disputas en torno a quién es o no es artista. En este mismo espacio expositivo han pasado otro tipo de escándalos relacionados con esta actitud conservadora, la administración ha llegando incluso a censurar artistas porque no cumplen sus expectativas. Recordemos cuando el entonces gobernador de Armenia solicitó desmontar, en plena inauguración, una obra del artista Gustavo Valencia (Ver artículo). Arguyendo que la obra era «abominable», porque hacía referencia a prácticas homosexuales. En el último año, los entes gubernamentales se han propuesto respaldar las llamadas «empresas creativas», apoyos que —hasta el momento— se han materializado en ferias o préstamos, que han terminado por promover la producción de artesanías, haciendo circular productos que las personas puedan llevarse a sus casas, siguiendo el plan de convertir la región en destino turístico: paisaje cultural cafetero.

2. Emprender la huida

Cada vez se hace más difícil cumplir las aspiraciones de un estudiante de arte, mucho más si implican vivir de hacer obra. Nos enfrentamos diariamente a la incertidumbre; desde que estamos estudiando nos preguntamos si podremos vivir del arte o cómo pagaremos las cuentas mientras realizamos nuestras obras, todo porque vivimos en una ciudad que no solo brinda pocas oportunidades laborales, sino que carece de interés por las dinámicas actuales del arte. Al graduarme he tenido que desempeñarme en otros campos laborales, ser una “todera” [1]. Todo porque la sociedad naturalizó la idea de que los artistas profesionales vivimos en un estado de desempleo permanente. Pocos logran vivir del arte que producen; la idea de vivir de nuestro arte es casi un mito… parece un lugar privilegiado que solo pueden alcanzar los artistas reconocidos en la capital o aquellos que hacen sus obras por encargo al gusto de los gobernantes.

La falta de opciones laborales, sumada a la desatención institucional de los espacios expositivos, son algunas de las razones por las que suele haber una diáspora de artistas hacia las grandes ciudades, fenómeno que contribuye a que los circuitos del arte de la región sean incipientes. Los cruces culturales en el arte suelen ser muy fructíferos, sin embargo, muchos de los artistas “desplazados”, terminan por legitimar un arte centralizado; no solo copian un estilo o una técnica, sino que prefieren olvidar el arte que hace referencia a los problemas del lugar donde provienen (hasta cambian de acento).

3. Flexibilidad laboral

Ulrich Beck, en su texto Un nuevo mundo feliz: La precariedad del trabajo en la era de la globalización, presenta un panorama que me ha permitido reflexionar en torno a la vida laboral de los artistas. En la primera parte del libro, menciona que en países como Brasil un gran número de sus habitantes son trabajadores independientes que se mueven en varios campos laborales. Los llamados nómadas laborales no se dedican a un solo oficio, sino que por el contrario tienen varios empleos, yo diría que más que empleos son “rebusques”, lo que hacen que vivan en la inseguridad económica, sin poseer un ingreso fijo al mes. Este fenómeno Beck lo denomina como “trabajar a la brasileña”, resaltando que se trata de una práctica que comienza en las periferias de la cultura occidental y que, poco a poco, se desplaza hacia el centro. En sus propias palabras: “La multiplicidad, complejidad e inseguridad en el trabajo, así como el modo de vida del sur en general, se están extendiendo a los centros neurálgicos del mundo occidental” (2000, p. 9). Trabajar a la brasileña ya no es un síntoma del desempleo latinoamericano, se ha convertido en un modelo de los países en los que se concentra la riqueza y el poder en el mundo occidental.

Pienso que los artistas de las ciudades intermedias somos personas especializadas en esta forma de trabajo, lamentablemente pocos trabajamos en un sector que nos permita una estabilidad económica. Para Ulrich Beck la sociedad laboral formal está por desaparecer, la precariedad del trabajo se manifiesta tanto en el sector privado, como en el estatal, ambos bajo la consigna de la “flexibilidad”. Esto quiere decir, que las personas cada vez están más expuestas a ser reemplazadas y sustituidas. Este tipo de fenómenos trae consigo un “efecto dominó”, en el cual no se vislumbra con facilidad la caída de la última ficha; sin embargo, sabemos que se trata de una flexibilidad que no es muy conveniente desde el punto de vista del trabajador, mucho menos si es artista (permite despedir, bajar sueldos, rebajar horas pagas de trabajo, cambiar las contrataciones de tiempo indefinido a renovables, etc.).

La flexibilidad laboral, como dice Ulrich Beck, significa que se “traspasan los riesgos a los individuos” (2000, p. 9). El Estado y el sector privado han estado intentando liberarse de sus responsabilidades asistenciales. Las personas jóvenes tendremos que laborar gran parte de nuestras vidas sin prestaciones, sin salud y será casi imposible contar con una pensión: “En todo caso, hay una cosa bien clara: la inseguridad endémica será el rasgo distintivo que caracterice en el futuro el modo de vida de la mayoría de los humanos, ¡incluso de las capas medias, aparentemente bien situadas!” (Beck, 2000, p. 11). El campo del arte, en Colombia, ha estado dominado por la consigna de la “flexibilización” durante mucho tiempo. Los artistas hemos tenido que soportar el fenómeno de las relaciones laborales de riesgo. Lo que puede traducirse a un: “confórmate, pues tus conocimientos y diplomas ya no sirven, y nadie te puede decir lo que tienes que aprender para poder ser útil en el futuro” (Beck, 2000, p. 10). Sufrimos un estado de inseguridad laboral constante, estamos tan acostumbrados al rebusque que la idea de un empleo estable nos parece extraña.

Los artistas debido a nuestra formación creativa parecemos encajar perfectamente en las formas del llamado “individualismo empresarial”. De alguna manera, la situación actual es una expansión a los demás campos laborales de la precariedad que ha sido —desde hace tiempo— parte de nuestra cotidianidad. Podría decirse irónicamente —sin ánimo de desprestigiar otras disciplinas— que tenemos una ventaja ante los demás para afrontar esta condición y es que a los artistas siempre nos ha acompañado la incertidumbre.

4. ¿La resignación?

Según Beck, en nuestras sociedades, el “trabajo” se ha naturalizado, parece no tener un concepto opuesto, ser “adicto al trabajo” es algo avalado y aplaudido. Sin embargo, esta concepción del campo laboral no ha existido en todas las culturas. En Grecia y Roma, por ejemplo, las personas que trabajaban eran aquellas que no eran libres (aquellas que incluso no eran consideradas parte de la sociedad). El debate, el ocio y la acción política eran mucho más importantes que el trabajo. En aquel tiempo, el trabajo excluía al individuo, hoy no se concibe al individuo sin trabajo.

Los artistas hemos llegado a ser juzgados por nuestras prácticas. La desconfianza se debe a que nos hemos enfrentado durante más tiempo a los prejuicios morales que se aferran al trabajo compulsivo (dependiendo de una empresa privada o del estado). Nos han inculcado que quienes trabajan todo el día son ciudadanos de bien que no fuman, no beben, no se drogan, no roban… Esa es una de las ideas con las que nos hacen “regalar” nuestro tiempo libre, nuestra vida. Muchas veces he pensado que el ritmo actual del trabajo solo sirve para minimizar al sujeto, para que no piense, para dominarlo y para mostrarle que solo es un eslabón prescindible en la cadena de producción.

Podría decirse que la flexibilidad laboral es algo positivo si pensamos —por ejemplo— en las maneras en que podemos organizar nuestro tiempo «libre». Siguiendo a André Gorz, Beck sostiene que estos trabajos son una «oportunidad» para el disfrute del tiempo y la falta de crecimiento laboral es una «oportunidad» para volvernos más activos. Esto parece muy seductor, porque a la hora de crear buscamos nuestras propias metodologías (generalmente en horarios variables) y necesitamos tener un tiempo para la creación o como algunos lo llaman entrar en otra temporalidad, una temporalidad coherente con el proyecto creativo que se quiera realizar. Sería maravilloso pertenecer a una sociedad de ciudadanos más activos que ya no “vegeta” en los brazos del Estado. Una sociedad de trabajadores con una “conciencia” de los problemas y la situación actual. Personas que —gracias a su propio dominio del tiempo— pudieran realizar acciones coherentes con los fenómenos de la vida contemporánea y ser remuneradas por sus empeños. Sin embargo, esta sociedad parece estar cada vez más lejos y el sueño de la flexibilidad deja muchas preguntas sin resolver [2].

Notas

[1] La artista y gestora cultura de la ciudad de Manizales Laura Puerta, en su conferencia Profesión todera (2018), relata su experiencia en el campo del arte y como se ha tenido que desempeñar en distintos campos, artista, curadora, museógrafa, galerista y gestora. Teniendo que enfrentarse no solamente a las dificultades propias de la producción artística o la formación de públicos del arte, sino a la desatención en que el estado tiene a los proyectos culturales que crean espacios creativos y expositivos para las artes plásticas.

[2] El mismo Beck, después de presentar argumentos a favor del trabajo flexible, se pregunta: «¿No se excluye con ello a los que no pueden participar en la vida social y política porque se hallan económicamente con la soga al cuello y culturalmente marginados? ¿No responde, por consiguiente, la idea de la democracia cívica a un idilio de las capas medias? Finalmente, ¿no se abre así, de manera contraproducente, un filón de salarios baratos que contribuye a la supresión del trabajo regular?» (2000, p. 14)

Referencias

Beck, U. (2000). Un nuevo mundo feliz. Barcelona: Paidós.

Puerta, L. (19 de abril 2018). Profesión todera. [Conferencia]. Manizales: Ciclo de conferencias de estética y teorías del arte contemporáneo (CCETA).

Santanilla, E. (2017). Gobernador del Quindío ordena retirar obra de arte de una exposición. Bogotá: Las 2 orillas. Disponible en: https://www.las2orillas.co/gobernador-del-quindio-ordena-retirar-obra-arte-una-exposicion/


Como citar:
Orozco, E-T. (2020). Incertidumbres. Un ensayo sobre la precariedad laboral de los artistas. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 2 (1). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2020/04/10/incertidumbres/

Fecha de recibido: 10 de febrero de 2020 | Fecha de publicación: 11 de Abril de 2020

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

LA MALDICIÓN DEL BARCO

The curse of the boat

Por: Nicolás Alvarado Castro

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas

nicolas.11615198@ucaldas.edu.co

El Palacio de Bellas Artes emerge dentro de la gama de obsequios a la ciudad de Manizales, en la celebración de su primer siglo de existencia. Este edificio “está inspirado en un barco”, específicamente, en la coraza de un barco de la Segunda Guerra Mundial. Este es el rumor del cual la mayoría de habitantes del edificio tienen certeza y, aunque no tenga un documento de soporte, es una información que ha sobrevivido al paso del tiempo y aún persiste.

Pareciera que inventar historias y creerlas como reales, fuese una habilidad que dominan a la perfección todas las personas que frecuentan este edificio. Y, tal vez, sea ello el motivo por el cual se puede comparar el funcionamiento de todo el espacio que representa el Palacio de Bellas Artes, con su reputación de Barco.

Quizá la marea alta y la marea baja sean la dinámica por la que este edificio ha logrado mantenerse a flote. La turbulencia a la que se enfrenta a diario es la responsable de los mareos que sentimos todos los tripulantes. No es necesario hablar de la poca vocación de los tripulantes por explorar otros mares, porque creen que saber nadar es suficiente y terminan haciendo barcos de papel que se hunden a la primera tormenta.

Pocos tripulantes son los que salen con mástiles y velas que se ven a la distancia y dan nuevos rumbos al itinerante barco. El resto de ellos, solo aprendieron a fundir las propias anclas que los hundirá. Y como a una buena historia de barcos no pueden faltarle los piratas, en este barco resultan la atracción principal. Como en una buena escena de Juego de Tronos, el pirata bueno deja de serlo dependiendo la marea y el pirata malo promete ver en el horizonte nublado la tierra firme a donde llegar.

Casualmente me afecta un problema de oído hace unos meses. Quizá se deba a los ruidos que se escuchan en el barco. Son ruidos de navegantes en contra de piratas que no llevan la madera en alguna de sus piernas, sino en los ábacos con los que aprendieron a sumar. El norte de este barco está guiado por el pirata con la pata de madera más larga y, sin embargo, no son conscientes de que sus patas son hechas con la misma madera que las marionetas.

Tal vez yo no sea nadie para hablar de navegación, pero a veces la marea es tan fuerte que termino balanceándome por los estrechos pasillos de este barco de un lado a otro, mirando la débil artillería con que los navegantes se enfrentarán después a los otros barcos. En ello no encuentro consuelo, sino decepción. Y en medio de este paisaje desolador, para este barco que no encuentra un puerto donde arribar, los piratas buscan como aliviar el olvido y la soledad inventando muestras de artillerías que están hechas para aplaudirse y celebrarse entre ellos, porque nadie más lo haría. Quizá si encuentren quien los alague, quizá otro barco más grande e igual de desolado, con pasillos más amplios pero aún mucho más desorientado, hecho de la misma madera, en una escala mayor.

Lo que no saben muchos navegantes y muchos piratas, es que su teoría terraplanista, no funcionará. Tal vez lo hará, pero solo adentro de este barco. Por esto es bueno conocer otras rutas de navegación o por lo menos saber que navegar es un arte que ha evolucionado durante muchos años. Navegar, en este tiempo, en un barco de la Segunda Guerra Mundial ya no es la mejor opción; más tarde que temprano terminaremos saltando desde la popa del barco urgidos por ayuda.

¿Quién tiene el timón?

¿El navegante o el pirata hp?

Cómo citar:
Castro, N. (2019). La maldición del barco. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (1). Recuperado de: https://portal-error-1913.com/2019/07/19/la-maldicion-del-barco/

Fecha de recibido: 10 de Junio de 2019 | Fecha de publicación: 19 de Julio de 2019