WÂWÂ DE MÛ RÛA

El vientre como primer territorio

The womb as my first territory

Por: Sofía Gañán Betancur

Ēbēra Wērā (Territorio ancestral San Lorenzo, Colombia)

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | sofia.ganan10143@ucaldas.edu.co

Figura 1. Gañán, Sofia. (2020). Territorio Ancestral indígena San Lorenzo [Fotografía].

“Creemos que la certeza de existir como pueblos, dentro de unas décadas, depende de la alianza que podamos hacer con aquellos que nos comprendan con el corazón” (Green, 1998, p.6)

Preparar el corazón para observar, sentir, hablar, escuchar, hacer, defender y resistir. Hoy escribo desde las abuelas, las parteras, las sabias y las naciones que habitan en mí. Les escribo desde la inquietud constante que corre por mi sangre y palpita en mis manos, las cuales ofrendan cada palabra a quienes fueron, son y serán. Pero, sobre todo, les escribo desde el corazón. Parece difícil definir el arte desde las memorias ancestrales de quien escribe y habla aquí y ahora. En mi lengua materna no existe una palabra que traduzca el término “arte”, ya que la madre divina nos ha otorgado la bendición de ver, pensar y sentir de manera diferente. Aquello que se llama arte es lo más sublime, mágico y sanador que existe en este plano, al menos desde lo que me han enseñado. Y por ello, estoy agradecida. El arte es un saber heredado de nuestros ancestros que consiste en coexistir con todos los seres vivos y, sobre todo, respetar por completo lo que nos rodea.

Así es como nuestros ancestros han caracterizado este plano terrenal, desde la más mínima hoja hasta las aves del cielo, desde lo más oscuro de esta tierra hasta la luz más radiante de este universo. Por esta razón, lo defendieron hace 500 años y, en el presente, aquellos que quedan continúan haciéndolo. En el futuro lo seguiremos haciendo en honor al territorio, a la vida y a nuestra propia existencia. La resistencia y la determinación de nuestros pasos como pueblos originarios no cesará y siempre defenderemos el espacio que habitamos hasta que el último de nosotros regrese al seno de la madre tierra.

Y para mí, esto es arte. Si algún día no resisto, habré olvidado la esencia de aquellos que me precedieron.

 El Gran Espíritu ha creado un universo dentro de otro universo, paralelamente de forma inexplicable, y a su vez ha dotado al ser humano con la capacidad de generar pensamiento. Esto surge cuando el Gran Espíritu infunde una chispa divina en cada ser. Así como una escultura magistral o una pintura realizada por un artista se considera una obra de arte, al cumplir ciertos parámetros o características dictados por las academias, para nosotros el arte es presenciar el nacimiento de una mañana o el firmamento cuando está por caer la noche, escuchar el canto de un pájaro, el sonido del agua, del aire, de la selva, del rugido de un jaguar, el aleteo de las aves y la visita de nuestros ancestros al ver un colibrí. Cada elemento de su esencia universal es vital para nuestra existencia. Aunque entiendo que para algunos pueda ser considerado un romanticismo o algo sin sentido, para nosotros es sentir con el corazón. El arte contribuye de manera significativa a nuestra comunidad y es fundamental para el buen vivir y la propia esencia de nuestro origen. En su discurso El otro ¿Soy yo?, Abadio Green lo expresa con las siguientes palabras:

Nuestras leyes de origen, nuestro derecho mayor, asumen la responsabilidad con todos los pueblos del mundo, es un derecho de nosotros, para nosotros, para todos. No son leyes subterráneas sino del centro de la tierra, lo que es muy diferente, no son leyes para la cocina, sino que nacen del fogón, que también es muy diferente; no son chiquitas, sino que atienden a los animales y a las hierbas indefensas y eso es diferente. Son leyes para la vida y para después de la vida, porque también hay deberes y derechos de los muertos y con los muertos… El estado afirma que nuestro país es pluriétnico y multicultural y también nosotros, pero creemos que, a pesar de eso, no hablamos de lo mismo, porque no se habla con el corazón. (1998, p.2)

Las danzas, las manualidades y las pinturas sagradas de nuestras Ēbēra Wērā (mujeres Ēbēra), así como los símbolos de protección y equilibrio, son elementos que predominan en nuestros pensamientos y en nuestra vida cotidiana, desde que habitamos este plano adquieren una gran importancia. Los abuelos y abuelas han nacido o, mejor dicho, se les ha otorgado y heredado el poder de curar, de comunicarse con las plantas para sanar, de hablar con los espíritus de las montañas para solicitar protección al territorio, de sentir la fuerza de la madre divina para continuar el camino por más culebrero que fuera y así respetarla, honrarla y cuidarla. También les fue otorgado el arte de ser sanadores, curanderas y curanderos, Taitas, parteras, sabias y sabios. Es por esto que las pinturas y las plantas sagradas son horizonte y claridad para el ser. En cada ceremonia nuestros ancestros nos acompañan, nos guían y nos enseñan. Y precisamente en esos momentos sagrados, puedo decir qué es arte. En ese instante indescriptible que sólo se siente, se contempla, se asimila y queda grabado en la memoria de quienes están presentes. Es magia, y por ello, es arte.

Referencias

Green, A. (1998). El otro soy yo. Periódico de la Defensoría del Pueblo para la Divulgación de los Derechos Humanos. 5 (49), 4-7. https://studylib.es/doc/7296695/el-otro-soy-yo–abadio-green

Cómo citar:

Gañan, S. (2022). Wâwâ de mû rûa. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2023/07/11/wawa-de-mu-rua/

Fecha de recibido: 21 de junio de 2023 | Fecha de publicación: 11 de julio de 2023

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144