¿FUMAR O AMAMANTAR? DESEO FEMENINO Y PENITENCIA. Sobre «La Caida» de Ana Blandón y María Fernanda Mora

The Fall: The first was the cause, the second was the effect.

Por: Mariaclara Carmona Caraballo

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | maria.carmona30061@ucaldas.edu.co

Figura 1. Blandón, A. (2025). Desobediencia. [Acuarela sobre papel] 20x30cm. Fotografía cortesía del artista.

La exposición La caída, realizada por las artistas plásticas Ana Blandón López y María Fernanda Mora, fue inaugurada el 23 de mayo de 2025 en Cebolla Estudio (Manizales), un espacio cultural donde se llevan a cabo diversos talleres, conversatorios, muestras artísticas, subastas, entre otros eventos.

La exposición constaba de diez piezas, entre las que se encontraban pinturas hechas con técnicas como la acuarela y el óleo, además de una instalación compuesta por una silla que poseía en su espaldar, a la altura de la cabeza, un par de pechos realizados en cuero, con la medida perfecta para que el espectador se recostase y, con sólo voltear la cabeza, pudiese fumar al succionar los pezones. Esta pieza hace referencia al acto de ser «amamantado». Pero, ¿por qué amamantar? ¿Por qué fumar de un pecho? ¿Por qué llamar a la exposición La caída? En el texto curatorial de la muestra se podía leer:

«¿Y si el Edén nunca fue un lugar, un espacio, sino alguien…?

una mujer.

Las piezas exploran la construcción simbólica de la mujer como un ser desobediente, ingrato y rebelde, cuya autonomía y deseo han sido condenados -desde lo divino- al dolor, la sangre y el parto. Así, aquello que fue castigo se convierte también en el origen de la vida misma; nuestro propio nacimiento.» (Blandón y Mora, 2025)

La caída aborda temas como el pecado, la maternidad y la sexualidad de las mujeres. Por años se ha percibido la sexualidad femenina como una muestra de desobediencia, que -según la Biblia- acarrea un castigo, por esta razón el proceso de maternar se convirtió en algo doloroso. Todo comienza con el pecado original: cuando Eva come del fruto prohibido se convierte en símbolo de debilidad moral y desobediencia, así se transforma al cuerpo de la mujer en una fuente de pecado y desorden, inculcando históricamente en las mujeres la culpa por manifestar su deseo sexual. Y con la culpa llega el castigo.

Figura 2. Exposición La caida. (2025). Cebolla Estudio.

Reza el versículo bíblico, en el que Dios se dirige a Eva luego de que hubiera abandonado el Edén: Multiplicaré en gran manera los dolores de tus preñeces, con dolor darás a luz los hijos, y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Génesis, 3:16). La frase: “tu deseo será para tu marido” implica una reducción del cuerpo de la mujer a un mero objeto a disposición del placer masculino. Lejos de dignificar nuestra sexualidad, el relato nos obliga a ser sumisas, a reprimir y asumir el dolor de dar a luz como castigo por el hecho de ser mujeres. La penitencia de Eva se convierte en la voz enjuiciadora de muchas mujeres que asocian el deseo con la vergüenza.

Es así como se genera una dicotomía alrededor de la sexualidad de la mujer: por un lado, se tiene a la madonna y, por el otro, a la prostituta, simbolizadas en este caso por la Virgen María y Eva respectivamente. La primera representa la mujer ideal: casta, sumisa y maternal; la segunda encarna a una mujer histérica, sexualizada, desobediente y pecadora. Este concepto niega a la mujer como un ser en el que pudiesen coexistir el deseo y la pureza: se nos obliga a elegir entre la santidad y el pecado.  

Ahora, después de discutir un poco la sexualidad femenina, vale la pena hablar sobre la maternidad, consecuencia bíblica del pecado, indagando en una de las pinturas de Maria Fernanda Mora titulada: Perla, pieza sobre la que escribe las siguientes palabras en su portafolio:

«Las perlas son utilizadas

comúnmente como una

romantización del dolor, para

estas formarse, las ostras deben

sufrir un trauma físico, y en

respuesta , sus cuerpos crearán

una perla para protegerse.

la alegoría del bebé como perla

nace de la idea de ese trauma

compartido entre madre y bebe,

el dolor heredado, pues  quizás  la

maternidad es el acto más

desesperado en contra de la

soledad» (Mora, 2025)

Figura 3. Exposición La caida. (2025). Cebolla Estudio.

Pero ¿Qué tiene que ver el acto de fumar con el amamantar y la maternidad? Según Freud, los bebés experimentan el mundo a través de la boca y el acto de ser amamantado no sólo alimenta, sino que brinda calma y seguridad (1972). En ese sentido, el pecho no sólo es fuente de nutrición, sino de seguridad emocional y afecto. Ahora bien, siguiendo tal lógica, el acto de fumar, que también consiste en succionar, se convierte en una búsqueda inconsciente de volver a ser amamantado, deseando saciar la ansiedad y retornar a la calma.

La caída nos enfrenta a las tensiones históricas entre maternidad, deseo y redención. La exposición no sólo cuestiona la imposición binaria que se nos ha hecho a las mujeres, sino que también evidencia cómo estos arquetipos siguen limitando la forma en que las mujeres vivimos nuestro cuerpo y deseo. Obras como Perla revelan la maternidad como una experiencia ambivalente, atravesada por el dolor, la herencia emocional y el deseo profundo de conexión. La instalación que combina el acto de fumar con el de amamantar sugiere un retorno simbólico al origen, a esa necesidad humana de afecto y calma que comienza en el pecho materno. En este sentido, La caída no se presenta como un castigo, sino como una oportunidad para mirar de frente nuestras fisuras y resignificarlas.

Referencias

Freud, S. (1972). Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis. Luis López-Ballesteros (trd.). Alianza Editorial.

Mora, M.F. (2025). Portafolio artístico. Documento no publicado .

Cómo citar:

Carmona , M. (2025). ¿Fumar o amamantar? lo primero fue la causa, lo segundo fue el efecto. Sobre: «La caida». Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/10/14/fumar-o-amamantar/

Fecha de recibido: 30 de mayo de 2025 | Fecha de publicación: 13 de octubre de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

OBJETOS, MEMORIAS Y AUSENCIAS. ENTREVISTA A VALENTINA GRISALES.

Objects, memories, and absences. Interview with Valentina Grisales.

Por: Valentina Suarez Mosquera

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | valentina.suarez48801@ucaldas.edu.co

Figura 1. Grisales V. (2022). Hybris. [Acrílico, crayones y lápices de colores sobre tela] 80x52cm. Fotografía cortesía del artista.

Valentina Grisales es artista plástica de la ciudad de Manizales. Sus obras transitan por palabras escritas, metáforas visuales y símbolos cotidianos mientras buscan explorar la relación poética del individuo con los objetos, la memoria y la tierra. En esta entrevista comparte el origen de su exposición Objetos en desaparición [1], así como los rituales y colores que atraviesan su vida y su arte.

Valentina Suárez: ¿Cómo fue tu primer acercamiento al arte?

Valentina Grisales: Hay un término que me parece fundamental y, cuando lo conocí, resolvió todas las dudas de mi existencia: estado de flujo. Es ese estado en el que te conectas tan profundamente con algo que pierdes la noción del tiempo; estás completamente presente en lo que haces. Puedo dibujar y no darme cuenta de que han pasado horas, ni sentir cansancio. Es esa emoción en el pecho, esa sensación de no querer parar, de estar completamente absorbido en lo que estás haciendo.

Recuerdo que cuando era niña siempre estaba buscando qué hacer con las manos. Estaba en clases de plastilina, de pintura, de arcilla, todo el tiempo estaba ocupada con las manos y el tiempo se me pasaba volando. Esa era mi forma de estar en flujo.

En el colegio, cuando estaba decidiendo qué estudiar, empecé a dibujar en las tardes. Recuerdo que un día ni comí y, al mirar el reloj, me di cuenta de que ya era de madrugada. Sentí que el tiempo había desaparecido pero no estaba cansada. Ahí fue cuando supe que quería dedicarme a eso. Aunque no entendía bien lo que implicaba ser artista, supe que quería vivir esa experiencia de creación. Ahora entiendo que no sólo se trata de pintar, sino de explorar, de hacer preguntas y traducir los pensamientos a imágenes o palabras. A veces es difícil, pero ser artista se siente muy bien y me da mucha vida.

Valentina Suárez: En tu exposición Objetos en desaparición, transitas la pérdida, la ausencia, el duelo a raíz de la partida de tu abuelo ¿Cómo fue que decidiste abordar esta experiencia en tus obras? ¿Cómo nació Objetos en desaparición?

Valentina Grisales: Yo estaba trabajando en mi tesis sobre la memoria del objeto; siempre me he interesado por cómo los objetos conservan la memoria a través de la repetición, especialmente porque soy bastante olvidadiza. En medio de ese proceso recibí una llamada de mi papá informándome que mi abuelo estaba muy enfermo. En ese momento sentí un impulso por comenzar a crear, supongo que como forma de enfrentar lo que estaba viviendo. 

Mi abuelo fue llevado a urgencias pero tras unos días lo enviaron a casa. En ese punto mis obras se convirtieron en un «ruego» para que mi abuelo no se fuera; pinté y escribí muchas palabras, expresando ese deseo desesperado de retenerlo. Todo esto puede verse en las obras, que tienen mucha gestualidad, corporalidad y palabras escritas. 

Usé la silla como un objeto recurrente porque, para mí, esta representaba a mi abuelo. Él tenía una relación obsesiva con las sillas Rimax; eran muy comunes en su casa y él pasaba mucho tiempo con ellas. La silla se convirtió en un símbolo de su presencia y a través de ella traté de contener su esencia mientras se acercaba su pérdida. Las obras no indican directamente que mi abuelo se fue pero sí reflejan mi aceptación de su partida a través del cambio en los colores, los gestos y las palabras.

Fue un proceso largo pero me permitió madurar la comprensión de la muerte. Finalmente, cuando logré asimilar toda la situación, comprendí también lo que es la memoria y el olvido, lo que representa la ausencia. Así que, aunque fue un proceso difícil, fue un entendimiento profundo y valioso.

Figura 2. Grisales V. (2022). Las cosas que desconocemos. [Óleo, crayones y lápices de colores sobre papel] 72,7 x 52,7 cm. Fotografía cortesía del artista.

Valentina Suárez: ¿Cuál es tu relación con los objetos que representas en tu obra? ¿Cómo te relacionas con ellos en tu cotidianidad?

Valentina Grisales: Los objetos son muy importantes para mí. Siempre me he considerado una persona cositera: me fascinan las «cositas». Ahora estoy muy interesada en las plumas pero en otro momento tuve una obsesión por las sillas. Mi relación con los objetos cambia según la etapa o la fijación que tenga en ese momento; a través de esa fijación empiezo a establecer diálogos con ellos y esto influye en mis obras. Para mí, los objetos son fundamentales en mi proceso creativo, no me imagino mi vida sin ellos.  

Valentina Suárez: Dentro de las obras que conforman Objetos en desaparición se pueden ver palabras escritas como “esperanza”, “casa”, “conjunto” o “vacío” ¿Qué valor le das a la palabra escrita dentro de la obra de arte?

Valentina Grisales: Al principio fue difícil para mí integrar palabras en las obras. Me había acostumbrado a pensar que el lenguaje escrito y la imagen no debían mezclarse. Sin embargo, en ese momento sentí que necesitaba poner palabras, no para explicar, sino como pistas. Las palabras, para mí, son tan importantes como los objetos. Fue un riesgo incorporarlas pero resultó ser muy significativo porque Objetos en desaparición no es sólo una serie visual, sino también un poema. Toda mi tesis, de hecho, es un poemario.

Las palabras se volvieron pistas para entender mejor lo que estaba experimentando y sintiendo en ese momento. Algunas palabras, como «vacío», «cuerpo» o «ausencia», ayudan a leer la metáfora que estoy creando visualmente junto a los colores y elementos en la imagen.

Recuerdo una obra en particular, llamada Las cosas que desconocemos, en la que incluí la pregunta: «¿Qué es?». Esta interrogante surgió porque, justo en ese momento, mi papá me había dicho que no sabían qué le pasaba a mi abuelo. Pensé: «Mi abuelo se va a morir de no sabemos qué». Las palabras, entonces, juegan un papel crucial.

Figura 3. Grisales V. (2022). El Bazar. [Acrílico, crayones y lápices de colores sobre tela] 50×38 cm. Fotografía cortesía del artista.

Valentina Suárez: Me parece muy lindo eso de no separar la imagen y la palabra dentro de tu obra.

Valentina Grisales: Cualquier imagen puede ser poética dependiendo de la percepción del espectador; las palabras, por su parte, también pueden ser poéticas o no y el reto surge cuando decides combinar las dos ya que pueden entrar en conflicto y competir por la atención, lo que impide que la obra se desarrolle de forma fluida. No me gusta que las palabras dicten cómo se debe leer la obra, como si estuviera diciendo: «Esto es una silla, pero debes verla de esta manera», no es ese el propósito del lenguaje poético. Lo que busco es que tanto la imagen como el lenguaje formen un conjunto, una especie de «masa» que se lea y se observe de manera conjunta sin que uno compita con el otro.

Valentina Suárez: ¿Cómo llegaste a los colores de tu obra o cómo llegaron ellos a ti? Porque son colores apastelados que convencionalmente no relacionamos con emociones como el duelo, la pérdida.

Valentina Grisales: Siempre he dicho que el color hace lo que quiere. Es como un ente misterioso que viene del universo del conocimiento. Aunque puedes conocer toda la técnica, a veces los colores simplemente no funcionan y no sabes por qué. En Objetos en desaparición, el color fue fundamental para expresar lo que quería. Como mencionas, no es común usar tonos pastel para tratar temas como el duelo o la muerte, que suelen asociarse con tonalidades más oscuras como el negro o el gris. Sin embargo, mi obra es diferente: sólo hay una obra con azul oscuro, el resto está lleno de colores pastel.

Al principio no entendía por qué elegí esa paleta pero con el tiempo comprendí que la disonancia entre el color suave y la muerte era muy poética; dos cosas contrarias que, al unirse, funcionan de manera inesperada. Muchas personas me decían que la obra parecía alegre y juguetona pero al mismo tiempo hablaba de temas complejos y tristes. Y sí, la obra es triste, pero esa tensión entre lo que se muestra y lo que se siente es lo que la hace tan especial. 

Es como un poema. En la poesía a veces se habla de la muerte sin mencionarla explícitamente, usando metáforas tiernas o naturales. Por ejemplo, hay un poema de Cortázar que habla de la muerte a través de gotas de agua cayendo, una de las cuales «se va a suicidar». Esa metáfora es preciosa a pesar de tratar temas difíciles. Lo mismo ocurrió con el color en mi obra: me permitió hablar de algo que me resultaba horroroso de una manera más sutil, evitando expresar el dolor de forma cruda. Las metáforas, los símbolos y las imágenes que usamos para hablar de temas complejos, como la muerte, abren el lenguaje y hacen posible la conversación.

Valentina Suárez: Si las pinturas de Objetos en desaparición se pudieran saborear, ¿qué sabor tendrían? 

Valentina Grisales: ¡Ay! Esa pregunta está difícil… Yo creo que sabrían a agua de mar, pero no todas.

Valentina Suárez: Noto que eres muy contemplativa, ¿qué otros hábitos tienes que nutran tu creación artística?

Valentina Grisales: Yo soy una persona de muchos hábitos, siento que el ritual es parte fundamental de mi vida y también de mi obra. Normalmente me levanto temprano, me hago un té y me siento a conversar con la huerta que tengo en mi balcón; es algo sagrado para mí, es como calmar la mente, observar y pensar qué me pueden enseñar las plantas. Me gusta mucho porque no sólo soy yo con ellas, sino que mi gato siempre se me sube encima, entonces es un grupo completo de aprendizaje. Una anécdota hermosa: me di cuenta de que mi gato empezaba a escarbar la tierra de algunas plantas, no de todas. Con el tiempo entendí que él me estaba avisando cuáles eran las plantas secas que necesitaban agua, porque las plantas con tierra húmeda ni las tocaba. 

Otro hábito que tengo es escribir, aunque la mayoría de veces ni siquiera comparto lo que escribo. Los mapas que hago, por ejemplo, no los tomo como escritura, sino más como imágenes que deben ser leídas de una forma particular. Me encanta jugar con palabras.

Lo otro que hago mucho es salir a caminar, especialmente al bosque y a la montaña. Me encanta perderme en el matorral o mirar a lo lejos.

Valentina Suárez: Me parece que la Valentina artista y la Valentina del día a día están completamente unidas: tu vida es un diálogo constante con tu arte que te permite transitar, conocerte y enseñarte. 

Valentina Grisales: Yo nunca he sido capaz de crear desligada de mi experiencia. Para mí, ser artista es una experiencia humana. No puedo separar mi ser de lo que hago; si lo hiciera, creo que saldría algo frío, inerte. Me gusta hablar de lo que vivo porque me parece que todas las experiencias son válidas, de todo se puede aprender. Si alguien se siente identificado con lo que hago será aún mejor porque se crea un diálogo entre la obra y el espectador y eso es lo hermoso del arte.

Una vez, en la versión de Objetos en desaparición que se hizo en Medellín, una coleccionista se me acercó después de mirar todas las obras y me dijo: “Estoy viviendo un duelo, me llegó muchísimo tu obra porque acabo de terminar con mi pareja de toda la vida. Es un duelo distinto, pero es un duelo”. Me conmovió mucho porque ese es el objetivo del arte: conectar las vidas de las personas y construir algo juntos. El arte nunca es solo del artista, siempre es colectivo, es un entretejido de experiencias humanas.

Valentina Suárez: ¿En qué estás trabajando ahora?

Valentina Grisales: Siempre me he definido como una artista curiosa y exploradora. A veces caigo en la trampa de preguntarme: «Antes la silla estaba muy presente en mi obra, ¿y ahora qué pasó con ella?», porque ahora me estoy despegando más de los objetos como tal y me estoy abriendo a nuevas posibilidades; me pongo límites pero luego me gusta expandirme más allá.

Este año ha sido un proceso de mucha exploración. Comencé trabajando temas del corazón a partir de una ruptura amorosa que viví. Fue una experiencia hermosa porque, a pesar de que me rompieron el corazón, eso me llevó a entender el amor desde otra perspectiva: aprendí a amar a través de la tierra. Así que ahora estoy trabajando con saberes de la tierra y la pedagogía que esta enseña, todo desde la perspectiva de la ruptura amorosa.

También estoy trabajando otros proyectos que involucran libretas y pinturas que están en proceso y mutando todo el tiempo; estás últimas  están pensadas para una exposición. Y te cuento que estoy haciendo un libro de mapas que hablan sobre el amor y la tierra. 

Notas

[1] El proyecto Objetos en desaparición se presentó el 20 de julio de 2022, en la Sala de exposiciones del Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona, de la Universidad de Caldas, Manizales-Colombia. Aquí el texto del asesor del proyecto Pedro Rojas: «Objetos en desaparición es el testimonio de una producción obsesiva, realizada por el fuego de un corazón infatigable, desbordado de pulsiones creadoras, que se juega la vida en perseguir signos indescifrables. La artista se debe a la pintura, una pintura ingrávida que no se puede encasillar en las categorías del resentimiento artístico (despojada de la pesadez de la abstracción y de la solemnidad de la representación). Con un poco de acrílico, crayones, lápices de colores, liencillo, papel y afecto, nos permite mirar con inocencia la incertidumbre, los azares de la vida y de la muerte. Un objeto atraviesa a la artista hasta eso que algunos denominan inconsciente y otros llamamos las entrañas. En una silla se encuentra la calidez del caos, las singularidades, aquello que la hace irrepetible. Las sillas están pobladas de memorias, juegos infantiles y momentos de descanso, pero también contienen las ausencias y nuestras preguntas por la desaparición. Se requiere cierta delicadeza para ver las diferencias entre esas líneas, puntos, flores y cicatrices, así como una cierta sensibilidad por el color para recorrer las sombras melancólicas y las irradiaciones lumínicas de la pintura, las formas en que se convierte en una carta, escrita con los azules y amarillos de las despedidas de los amantes de Chagall y los campos de trigo de Van Gogh. De allí que esos objetos familiares sean presencias místicas: vuelan con destellos, como estrellas fugaces, hay unas sillas enfermas, otras que se ahogan, otras que existen con profunda indiferencia, otras silenciadas por la asfixia y el hastío. Se trata de una despedida, una de esas despedidas imposibles. Sin embargo, a pesar de todo, Objetos en desaparición es una exposición serena, no hace de la tristeza un espectáculo, tiene la sutileza de quien ha llorado todo, de quien ha llorado lágrimas a torrentes de lluvia, y que es capaz de transfigurar la melancolía en piezas entrañables, en poesía cálida, en pintura ingrávida» (2022).

Cómo citar:

Suarez, V. (2025). Objetos, memorias y ausencias. Entrevista a Valentina Grisales. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en:https://portal-error-1913.com/2025/08/31/objetos-memorias-y-ausencias-entrevista-a-valentina-grisales/

Fecha de recibido: 11 de julio de 2025 | Fecha de publicación: 31 de agosto de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

SAMAY: EL ALIENTO QUE NACE DEL CORAZÓN EN LA OBRA DE ELIANA MUCHACHASOY 

Samay: on the work of Eliana Muchachasoy

Por: Sofía Gañán Betancur

Ēbēra Wērā (Territorio ancestral San Lorenzo, Colombia)

Estudiante de artes plásticas | Universidad de Caldas | sofia.ganan10143@ucaldas.edu.co

Figura 1. Muchachasoy, Eliana. (2023). Samay: Un soplo de vida [Acrílico sobre lienzo]. Sibundoy, Putumayo: Galería de arte Benach.

Hoy quiero saludarles expresando mi gratitud y, sobre todo, mi reverencia a la vida, al cosmos y a la madre creadora, dadora de vida y luz. Una, dos y tres veces gracias a la puntada que me ha traído al presente de este tejido. Quiero empezar, como lo hago siempre, pidiendo permiso a este espacio-tiempo y a cada una y uno de ustedes. Les escribo desde las abuelas, las parteras, las madres, las tejedoras, las naciones que habitan en mí; desde la inquietud constante que corre por mi sangre y palpita en mis manos, ofrendando cada palabra a quienes fueron, son y serán.

En el majestuoso Valle de Sibundoy, donde la tierra respira en un susurro ancestral, surge la obra Samay Un Soplo de Aliento, una creación de Eliana María Muchachasoy Chindoy. Su arte no es solo pigmento sobre lienzo: es un grito de resistencia, un clamor por la defensa de un territorio sagrado, un homenaje a la vida que florece en cada rincón de esta tierra que habla en colores y formas. Ella, como mujer indígena, porta una herencia rica y compleja, convirtiendo su paleta en un vehículo de reivindicación y amor por su pueblo.

La palabra Samay, que en quechua significa “aliento”, se transforma en un símbolo de lucha y esperanza, en un mundo donde los territorios ancestrales son amenazados. Al contemplar la pintura se percibe una danza entro lo humano, lo natural y lo espiritual. Cada trazo es un acto de resistencia, cada color es un grito de vida que se opone a la desarmonía y al olvido. 

Técnicamente, es una obra que demuestra maestría en el uso de texturas, trazos y la manipulación de la luz. La luz que emana desde el interior de la pintura acaricia suavemente los elementos plasmados, cada uno es portador de una carga simbólica milenaria. En este juego de luces y trazos, en esta danza de texturas, Eliana nos transporta a un espacio donde la naturaleza y la espiritualidad se entrelazan, invitándonos a sentir la brisa fresca y a respirar el aire que bajo la guía de la mamita que ella plasma. En el lienzo, una mujer sanadora, con el pincel, una mujer transformadora y en este escrito, una mujer tejedora.

En una sociedad donde las voces femeninas suelen ser silenciadas, la maestra se erige como un faro de luz, un soplo de aliento que desafía las narrativas dominantes. Su arte es un recordatorio poderoso de que las mujeres indígenas son guardianas de la memoria y de la sabiduría, portadoras de una visión del mundo que honra el vínculo de todos los seres. Quiero compartirles que siento una gran admiración por ello, escribo de Eliana y de Samay con la firme convicción de mantener vivo el legado ancestral desde mi lugar como mujer, como indígena y como tejedora. La respeto profundamente, le agradezco porque, a través de su rol nos invita a no olvidar y, sobre todo, a mantener viva la esencia.

Pensando en ella, en mí y en todas las mujeres que me precedieron y a quien debo mi existencia quiero ofrendar:

Mujer indígena, fuerza natural y faro en la oscuridad.
Su arte, un puente hacia el pasado, un refugio en el presente y un camino hacia el futuro.
Defender el territorio no es solo un acto político, es un acto de vida, es la sangre que corre por sus venas, es la memoria que se niega a morir.
En un mundo que busca despojar, ella se viste de valentía, con la fuerza de la montaña, con el espíritu del agua.
Su arte es un grito de guerra, una danza de resistencia.

En el lienzo cuenta las historias de sus antepasados, en cada palabra un legado, en cada color, una batalla.
Ella pinta su verdad, una verdad que trasciende, que desafía al tiempo y al miedo, que se niega a ser silenciada porque en su pecho late la tierra, en su voz, el canto de los pueblos.
Y en un abrazo sagrado, que desafía las sombras, ilumina el camino hacia un mañana en el que la tierra y sus hijos se encuentren en paz.

La fuerza emocional de esta obra trasciende lo visual; la ambigüedad de las formas se convierte en un reflejo de la fluidez de la existencia. El legado ancestral se teje en cada trazo, recordándonos que hay que volver al origen, abrigar la palabra, el pensamiento y la acción.

Samay Un Soplo de Aliento, no es simplemente una representación de un paisaje físico del Valle de Sibundoy: es un viaje hacia el alma de un territorio y de su gente. A través del arte de Eliana María Muchachasoy Chindoy, se nos recuerda que, en la vasta red de la existencia, todos estamos conectados. Su obra se manifiesta como un tributo a las raíces, a la conexión con la tierra y a la sabiduría de los pueblos indígenas, una celebración del aliento compartido que nos invita a reconocer nuestra propia esencia dentro del soplo de la vida.

La semilla que Eliana siembra con Samay es un acto que resiste y trasciende las barreras de Occidente. Hoy, quienes contemplamos esa semilla, la regamos y la apreciamos, preparando la tierra con la convicción de que más semillas se sembraran. Arâkirumâ (gracias) Sõ Biia (Corazón bueno) por la fuerza, los colores, la luz, la sombra, las estrellas, la mamita, el linaje, las plantas, la pinta, lo dulce y lo amargo, por la vida, la voz, la juntanza, la conexión, la transformación, la vitalidad, la sangre, la lucha, la fragilidad, la memoria y sobre todo arâkirumâ por pintar.

A todas y a todos quienes se dedican a este camino quiero expresarles mi gratitud. Hay que seguir tejiendo la memoria con nuestros actos, con nuestra arte, con la fuerza que cada una y uno lleva adentro. Hay que seguir pintando, haciendo, luchando y transformando, sembremos nuestra semilla.

Cómo citar:

Gañán, S. (2025). Samay: El aliento en la obra de Eliana Muchachasoy. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 6 (10). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/07/21/un-soplo-de-aliento/

Fecha de recibido: 3 de Julio de 2025 | Fecha de publicación: 21 de Julio de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

EL VESTUARIO FRENTE AL BINARISMO: REFLEXIONES A PARTIR DE LA OBRA DE MARI LUZ GIL

Costumes, plastic exploration and the binary: reflections from the work of Mari Luz Gil

Por: Manuela Rojas Devia (Amapola)

Estudiante de Artes plásticas | Universidad de Caldas |manuela.rojas49664@ucaldas.edu.co

Figura 1. Gil, Mari Luz, (2013),  Vestido Rosa, fotografía. Cortesía de la artista. 

La obra de Mari Luz Gil captó mi atención mientras ojeaba el Catálogo de los 17 Salones Regionales de Artistas debido a su exquisito uso del material textil; riqueza visual que se veía acompañada por un potente trasfondo conceptual, una pertinente selección de espacios en donde desarrollar su obra y una paleta de colores que conseguía que sus piezas resaltasen, tal y como lo evidencia, por ejemplo, la fotografía Vestido Rosa del año 2013.  

No obstante, para entender un poco más a fondo la materialidad de su obra y la elección de sus elementos, es necesario conocer un poco de su vida. Mari Luz Gil Monsalve es una artista plástica independiente y diseñadora industrial de la ciudad de Medellín, Antioquia. Su quehacer artístico gira alrededor del performance, la foto performance y el vídeo performance, soportes de los que se vale para evidenciar las dinámicas de la industria de la moda sobre la mujer y cuerpos feminizados y cómo ciertos preconceptos socioculturales condicionan nuestra corporalidad, destacando la violencia sistemática que esta genera y cuestionando lo que hemos construido socialmente como femenino, así como qué es y cómo debe verse una mujer.

Mi interés por su trabajo me llevó a entrevistar a Mari Luz, ampliando mi entendimiento y percepción sobre cada una de las piezas. Para empezar, en nuestra conversación la artista me mencionó que su predilección por lo textil se hallaba  fuertemente influenciada por su madre: “Mi mamá desde que yo estaba muy pequeñita nos cosía vestidos a mi hermana y a mí porque decía que era como hacerle vestidos a las muñecas; siempre teníamos en la casa franjas, telas, peluches: una miscelánea”.

Una de las más claras reflexiones que me quedaron luego de escuchar a la artista describir sus inicios en la exploración del textil es que las personas somos una construcción de retazos de nuestros entornos y de lo que nos permite nuestro contexto. Me mencionaba Mari Luz: “En una de las entregas que tenía que hacer para la universidad un profesor nos dijo que hiciéramos un trabajo de pintura y nos dio muchas opciones y materiales no convencionales. Entonces yo le dije: ‘¿Puedo pintar con telas?’, y él me dijo: ‘¡Claro!’. Ahí arrancó toda mi experimentación con la tela y ya después llegué al vestuario, a ese contenedor. Yo estudié diseño industrial y entendía lo difícil que era darle forma a un material rígido, como los vaciados en cemento por ejemplo, y además eran procesos muy costosos, mientras que la tela era todo lo contrario: a la tela la podía moldear como yo quisiese”.

El entendimiento de la artista sobre la tela se ve evidenciado claramente en los acabados de cada uno de sus vestuarios, dotando a sus obras de un fuerte impacto visual.

Durante la entrevista la artista me comentó una anécdota, ocurrida en el marco del Encuentro de Mujeres Trabajadoras de las Artes y las Culturas, que daría origen a la obra Contenedor no binario: “Durante el encuentro hubo inconformidades alrededor del nombre del congreso: ¿qué sucedía con quienes asistían y no se sentían identificados con el concepto de mujer? Porque puede que uno vea a alguien en cuerpo de ‘mujer’, pero quizás esa persona no se sienta identificada como mujer, no quiere que se le llame mujer y si hacía parte del Encuentro de Mujeres Trabajadoras de las Artes y las Culturas, entonces todo el mundo iba a asumir que dicha persona se sentía identificada con ese género”.

La idea central de Contenedor no binario nace tras la reflexión acerca del privilegio de ser nombrado: ser una persona cisgénero dentro de la sociedad te valida, te da un nombre y una identidad, aunque esta misma te subyugue, pero, ¿qué pasa con las disidencias?, ¿acaso no hay espacio para el reconocimiento de la fluidez de género?, ¿qué tan atravesados estamos por el binarismo? El hecho de que socialmente se nos trate de acuerdo a cómo abordamos nuestra corporalidad, da muestra de que sobre la civilización aún pesan milenarios comportamientos occidentales que no dan espacio a la decisión. Es así que la trasgresión textil y corpórea se juntan para dar a luz a una pieza que gira en torno a una corporalidad no identificada que interactúa directamente con el espectador, a través de un performance que tuvo lugar en Medellín; un recorrido por el espacio público que iniciaba en el Museo de Antioquia y pasaba por el Centro de la ciudad: un lugar transitado que producía que la acción incomodase por su volumen, causando que los viandantes se cuestionasen acerca de aquel ser inefable, compuesto por múltiples extremidades y articulaciones cubiertas por una capa de tela, semejante al encaje, de visible rigidez, lo que obligaba a la corporalidad a ceñirse a su contenedor.

Al conversar con Mari Luz, a pesar de nuestra diferencia generacional, no me sentía ajena a su experiencia, incluso habían situaciones sobre las que me hablaba y que yo misma ya había vivido. Durante la charla las estructuras académicas de la entrevista dejaron de ser tan rígidas y la reunión se fue convirtiendo en una conversación entre dos personas que compartían su mundo. Yo le conté sobre mi experiencia habiendo crecido como cuerpo feminizado en un entorno, influenciado por la moda y los gustos perfectamente curados de mi madre y mi abuela, donde imperaban rituales mañaneros en los que todo lo no deseado se escondía tras una faja. Asimismo, le mencionaba cómo esto influyó en mi autopercepción y en mi gusto por explorar el vestuario para esconder mi volumen; diversas vivencias y sentires que me llevaban a cuestionar a fondo las estructuras binarias que en su momento trataba de seguir de manera religiosa como método de protección.

Figura 2. Gil, Mari Luz, (2019), Contenedor No Binario, fotografía. Cortesía de la artista.

La obra de Mari Luz se compone de propuestas plásticas textiles, entretejidos anecdóticos y emocionales desheredados en preguntas, cuestionamientos, reflexiones, ira, indignación, trasgresión, acción, empatía y proyección. Su postura crítica ante el contexto sociocultural en el que fue criada, y que aún es perpetuado, se ve fuertemente reflejada en cada una de sus piezas. Me gustaría cerrar este texto con un par de preguntas que me sucinta su obra: ¿alguna vez nos hemos cuestionado el encasillamiento de nuestros cuerpos en las categorías binarias o sólo las damos por sentado?, ¿quiénes somos en estos contenedores no binarios?

Figura 3. Gil, Mari Luz, (2019), Contenedor No Binario, fotografía. Cortesía de la artista.


Cómo citar:

Amapola. (2024). El vestuario, la exploración plástica y lo binario: reflexiones a partir de la obra Mari Luz Gil. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2025/06/18/el-vestuario-la-exploracion-plastica-y-lo-binario/

Fecha de recibido: 31 de Marzo de 2024 | Fecha de publicación: 19 de Junio de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

TEJER VIDA Y COLOR DESDE EL TERRITORIO PARA EL TERRITORIO. ENTREVISTA A ELIANA MUCHACHASOY CHINDOY

Weaving life and color from the territory for the territory. interview with Eliana Muchachasoy Chindoy

Por: Camila Arango Hoyos

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | camila.arango34040@ucaldas.edu.co

Figura 1. Muchachasoy, E. (2022). Eliana Muchachasoy frente a su galería de arte Benach. Imagen cortesía del artista.

Eliana Muchachasoy es mujer, médica y artista plástica del pueblo Kamentsá del Valle de Sibundoy, Alto Putumayo. Desde hace tiempo su obra me ha llamado la atención por su capacidad para transmitir los mensajes de su territorio y sus mayores a través de la pintura, algo muy innovador en un municipio como Sibundoy, donde tradicionalmente las mayoras han mantenido sus memorias vivas por medio de los tejidos, los cantos y la oralidad, pero muy poco se veía tal disciplina artística. Eliana es la primera persona de su pueblo en fundar una galería de arte, en darle valor a la pintura y encontrarle un lugar dentro de la comunidad: descubrió una forma de integrarlo a la tradición y al plan de vida del territorio. En esta entrevista quise indagar sobre su historia porque a través de ella se puede ver una parte de su cosmovisión y de cómo ha logrado integrarla con el arte; además, porque su camino en la medicina y en el arte me puede dar luces a muchos otros artistas indígenas, mujeres y jóvenes comprometidos con el cuidado de la vida, de la selva y de las memorias de nuestros mayores; y, finalmente, porque puede darles el placer de conocer un poco de la magia de nuestros pueblos originarios a quienes aún no se han atrevido a acercarse a ellos.

Camila Arango Hoyos: Primero que todo, me gustaría agradecerte por concederme este espacio. Mi nombre es Camila y soy estudiante de segundo semestre de Artes Plásticas. Al mismo tiempo, llevo tres años caminando con el pueblo Cofán en el bajo Putumayo y mi arte también está orientado a la medicina. Me gustaría empezar la conversación preguntándote sobre tu historia de vida: tu familia, tu camino y cómo este se fue entrelazando con el arte.

Eliana Muchachasoy Chindoy: Mi nombre es Eliana María Muchachasoy Chindoy, pertenezco a la comunidad Kamëntšá del Valle de Sibundoy, Putumayo, donde inicia la puerta de la amazonía colombiana. Siento que la semilla del arte inició desde muy niña gracias al acompañamiento de mi abuela, artesana y conocedora de plantas medicinales, y mi madre, artesana y ex madre comunitaria, quien cuidó y orientó a muchos niños de mi comunidad, permitiéndonos encontrar algunas herramientas artísticas como colores, pinturas y hojas o cartones y motivándonos a imaginar mundos posibles a través del color. Por otra parte, mi abuela, por medio de los tejidos, me contaba historias con cada simbología y para mí eso era muy mágico: ver cómo se creaban formas con los hilos en el tejido y cómo se podía narrar a través de ello. Es así como todos estos elementos fueron sembrando la semilla del arte en mi camino. 

Después de culminar mis estudios en la escuela y el colegio, sentí la necesidad de estudiar artes y me presenté a la Universidad Nacional donde logré ser admitida gracias al Programa de estudiantes indígenas en la universidad. Estuve viviendo en la ciudad de Bogotá durante toda la carrera: fue una experiencia bien bonita y de mucho aprendizaje. Respecto a la parte académica, esta fue muy compleja porque el cambio fue grande, de hecho, la pintura para mí se volvió un poco frustrante porque no respondía a lo que exigían los docentes, llevándome a pensar que ese no era mi camino y a tomar la decisión de pausar por varios años la pintura. Al finalizar la carrera retorné al territorio y entré a trabajar con el magisterio por casi cuatro años en el Valle del Guamuez, Putumayo. En ese proceso me di cuenta de que no tenía la vocación completa para ejercer la docencia así que decidí renunciar y retornar otra vez a la casa donde había crecido. Sin tener una claridad de qué camino seguir, a través del consejo de mi madre, volví a tejer, lo que me permitió encontrarme otra vez con el color. 

En mi casa encontré unos óleos y un lienzo en blanco que tenía guardados desde la universidad, entonces viví un momento mágico donde el regreso a la pintura se sentía como un regalo del mismo territorio. Así que dije: “es momento de volver a pintar”, y esta vez no iba a hacerlo por una nota, ni tampoco con el miedo de que le pudiese o no gustar a un profesor: quería permitirme fluir entre los colores.

A partir de ese momento inicié de lleno el proceso con la pintura. El arte para mí se convirtió en un plan de vida y me ha permitido seguir tejiendo en mi territorio lazos con la comunidad. Tuve diferentes experiencias, retos y pruebas que me posibilitaron posicionar mi trabajo y darle vida al espacio de la galería de arte de Benach.

Camila: Muchas gracias por tu respuesta. Me ayudaste con una pregunta que tenía, pero me daba miedo hacerla, sobre el hecho de caminar la academia cuando lo que una tiene en el corazón a veces es tan contrario a esos espacios. Me sirve mucho recordar que hasta las personas que una más admira también han pasado por esos momentos.

Eliana: A veces es necesario pasar por todas esas situaciones para volver a encontrarse consigo mismo. Haber pausado la pintura de alguna forma me permitió ver ese vacío que tenía en mi vida, la ausencia de ese color, cuando retorné de nuevo a esta me volví a encontrar con mi voz interior, con mi esencia, y conseguí una conexión más fuerte con el territorio y con mi comunidad.

Camila: Me parece muy linda la idea que expresas de ser la voz del territorio a través de tu arte. Para continuar me gustaría saber cómo ves la relación del territorio y el arte con los niños y su capacidad de imaginar, de crear.

Eliana: Yo siento que todos nacemos con el don del arte. A muchos nos hacen un buen acompañamiento y otros dejan de ser artistas a cierta edad. En ese proceso la escuela y el colegio tienen un papel fundamental porque pueden despertar la imaginación o bloquear del todo el don artístico. Mi mamá en su momento, como maestra, fue la que nos abrió las puertas a los niños que estábamos bajo su cuidado y para mí fue muy importante. Cuando retorné a mi territorio inicié un taller de arte en la vereda donde viví toda mi juventud y mi niñez. Con otro compañero realizábamos el acompañamiento de algunos talleres con infancias y con jóvenes que a veces por curiosidad terminaban también allá viendo cómo pintábamos, cómo hacíamos algunas obras; esos momentos fueron muy bonitos porque nos permitían poder incidir en ellos. Asimismo, he podido observar que con el paso del tiempo mi obra se vuelve un referente para la niñez, para la juventud y para la comunidad en el territorio.

Camila: ¿Cuánto tiempo crees que tomó para que tu obra tuviera esa fuerza en tu territorio?

Eliana: Yo empecé a mostrar mi obra más o menos a los dos años después de haber decidido volver a la pintura. Casi todos los días pintaba y me di cuenta de que tenía muchas piezas dentro de mi casa: estaba rodeada de todas ellas y no había tenido esa posibilidad de mostrarlas, entonces sentí que era importante difundirlas dentro y fuera del territorio. Pero, me pasó que, cuando empecé a exhibir mi trabajo, no existía un público que apreciara una obra de arte. Entonces, mientras mostraba mi obra tuve que ir formando público dentro del territorio. En ese proceso pude identificar que no había ningún espacio que promoviera el arte local, por lo que tocaba buscar lugares como el cabildo, la casa de la cultura, las bibliotecas y también alquilar algún salón. 

Posicionar mi trabajo fue todo un proceso: tocar muchas puertas, presentarme a muchas convocatorias y no obtener respuestas positivas en ninguna; fue un poco frustrante porque aprender a vivir del arte cada día lo veía más difícil. Sin embargo, empecé a hacer trueques con mis trabajos, rifas y una cantidad de cosas para poder vivir y seguir haciendo mis pinturas. Como a los tres años se me empezaron a abrir algunas puertas: pude participar en algunas exposiciones, inicialmente a nivel local, después departamental y luego nacional en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, etc.

Poco a poco se fueron presentando más oportunidades y espacios que me permitieron exhibir mis creaciones y llevaron a posicionarlas. Después ya pude salir del país y participar en algunas exposiciones individuales y colectivas en otros lugares del mundo.

Camila: ¿Cómo te sientes ahora que eres reconocida en tu territorio? Debe de haber una diferencia entre ser reconocida afuera y que tu gente, los mismos niños y los jóvenes de tu territorio, te reconozcan.

Eliana: Es una experiencia muy bonita y de un aprendizaje constante. Realmente para uno como artista también es una tarea ver de qué manera uno va tejiendo su trabajo con la comunidad. Al inicio sentía que mi obra no era muy valorada dentro del territorio y eso me llevó a pensar que debía formar un público que pudiera llegar a apreciar mi trabajo y el de otros artistas locales que estaban surgiendo. Ahí fue donde le aposté al proyecto de la galería de arte Benach. Benach, que en Kamentsá traduce camino, es un espacio que se ha ido fortaleciendo con el tiempo y nos ha permitido seguir tejiendo el trabajo artístico y comunitario en el territorio. Siento que la galería me ha permitido comprender que el arte no solamente es una cosa del momento sino que se trata de un plan de vida. Con el paso del tiempo, ver que mucha gente de acá visita la galería con amigos y les explican el trabajo que uno hace… siento que ha valido la pena, que hay un reconocimiento, que después de varios años sí se ha logrado realmente el objetivo de posicionar mi obra dentro del territorio porque realmente es algo que nace acá mismo.

Figura 2. Muchachasoy, E. (2024). Galería de arte Benach. Imagen cortesía del artista.

Camila: Cuando veo tus obras y leo los poemas que vienen con ellas, recuerdo las historias de las abuelas que iban narrando a través de los tejidos. Es como si hicieses eso mismo pero a través de tus colores y pinturas. Me parece que es una forma, como tú dices, muy bonita de seguir tejiendo esas historias con el territorio. Te quería preguntar precisamente por esas narraciones que cuentan tus obras. Vi que usas mucho la flor del borrachero, el jaguar, el colibrí, las totumas, los instrumentos musicales, etc. Noté también que los árboles de la obra que expusiste en Bogotá, en la exposición Sembrar la duda, tenían pintados los mismos símbolos que se tejen en los chumbes. Además pintas y fotografías grupos de mujeres indígenas, mujeres gestando; me gustaría que hablaras un poco de esa simbología.

Eliana: Cuando retomé la pintura hubo un momento en que yo me preguntaba realmente qué iba a pintar, para qué y para quién. Eso me llevó a pensar en el ser mujer, en el territorio, en mi cuerpo como territorio, en la relación que tiene la mujer indígena con el territorio. También a analizar cómo ha sido el papel de la mujer en mi comunidad y cómo esta sigue siendo invisibilizada en algunos aspectos. Fue así que sentí la necesidad de resaltar el papel de la mujer y decidí abordarlo desde el concepto de territorio, del cuerpo como territorio y como espacio; también en la idea de mujer como dadora de vida y la relación de la mujer con la medicina, con algunas plantas medicinales, con la música y los cantos.

En el caso del floripondio o borrachero, que aparece en los cuadros, para mí es como una planta protectora. Esta fue utilizada antes del yagé por los taitas de acá porque les permitía conectarse espiritualmente con el territorio y con la llegada del yagé pasó a ser una planta de protección. Se siembra alrededor de las malocas; en las casas muchas abuelas la tienen para proteger de las malas energías. Es una planta que ha estado muy presente y eso hace parte de la memoria que se plasma en mi obra.

Y en cuanto a la simbología, como mencioné desde un inicio, el tejido estuvo muy presente en mi casa, por lo tanto también está presente en mi memoria y cuando pinto a veces llega a hacer parte de la obra para contar sus historias. Los rombos, por ejemplo, hablan mucho del vientre, del inicio de la vida, y si tienen las rayitas hacia afuera representan al sol. Así hay varios elementos que están presentes no sólo en el territorio sino también en las historias que me contaron desde pequeña y que me gusta incluir en mi obra.

Figura 3. Muchachasoy, E. (2022) Florecer desde adentro [Pintura]. Imagen cortesía del artista.

Camila: Muchas gracias. Para mí las palabras también pueden ser un tipo de símbolos y te quería preguntar por los poemas que acompañan tus obras, utilizas mucho las composiciones de Judy Jacanamejoy.

Eliana: Judy es una mujer Kamentsá, antropóloga, poeta, músico, es mujer medicina que inspira mucho a otras. Es alguien a quien aprecio mucho y admiro bastante todo su camino. Hemos tenido la oportunidad de compartir varios espacios; encuentros con la medicina, con la música, el compartir de la palabra y el acompañamiento a través de conversatorios con otras mujeres nos han permitido tejer un bonito camino juntas. En algún momento surgió la idea de hacer creaciones conjuntas, entonces hice una imagen y se la compartí para que escribiera lo que le inspirase. Así fueron surgiendo otras imágenes y otros poemas, es un ejercicio muy bello; no lo hacemos constantemente sino cuando fluye el momento.

Camila: Me parecen muy bonitas esas amistades que se van tejiendo desde la medicina, el territorio, el camino. Todas aprendemos de todas y todas creamos entre todas.

Eliana: Judy viene de una familia de medicina, una familia yagesera, y su trabajo está tejido con la música; ha hecho la composición de algunas canciones y sus letras son muy poéticas. Siempre tiene presente el legado de los mayores: todo el conocimiento, el cuidado por el territorio, porque ella trabaja bastante en la sanación y el acompañamiento de diferentes procesos comunitarios, así que es toda una labor la que viene realizando en el territorio.

En este punto de la conversación nos detuvimos y hablamos un rato de otros temas; le dije que me gustaría conocer a Judy cuando viaje a Sibundoy, conversamos de otras personas y proyectos que hay en el territorio. 

Camila: Lo siguiente que me gustaría rescatar es el espacio que le has dado a la gente de Sibundoy en tu galería. Es un acto de acogimiento, de compartir el éxito que el arte te ha traído con tu gente, lo cual me parece una enseñanza muy bonita para la vida.

Eliana: En el espacio de la galería tenemos diferentes líneas. Hay una sala donde hay una exposición de arte permanente: a veces se realizan muestras colectivas o individuales de manera temporal o si no se exhibe mi obra. Hay un espacio de cafetería donde ofrecemos diferentes productos de café y una tienda donde hay productos de merchandise, productos naturales, hay tejidos y diferentes emprendimientos del territorio; este es un espacio bien bonito porque fortalece la economía local: en este momento hay alrededor de 45 emprendimientos de gente que está haciendo cosas acá dentro de la región. Últimamente hay muchas personas que han traído tejidos en chaquira, en hilo, entre ellos algunos niños que también tejen, mamitas que traen sus productos artesanales y es una fortuna poder ayudar de esa manera.

Camila: ¡Qué hermoso! Me parece muy lindo lo que estás haciendo en ese espacio por ti y por tu comunidad.

En ese momento, nos volvimos a desviar y conversamos un rato sobre otros proyectos que Eliana ha vivido dentro de su camino con la medicina y la pintura. Cuando retomamos la conversación, Eliana me cuenta sobre la obra Fuego, fuerza espiritual que expuso en Bogotá, en el Museo de Arte Miguel Urrutia, en el marco de una exposición colectiva de artistas indígenas de Colombia llamada Sembrar la duda. Quiero cerrar con este relato porque creo que resume la sabiduría, la fuerza y la dedicación que Eliana lleva en su espíritu, que le han permitido tejer este camino tan bonito no sólo para ella sino para su comunidad. La historia condensa las enseñanzas de los mayores, el cuidado por la vida y el territorio, y la confianza de que, si se teje desde el corazón y para la comunidad, los frutos tarde o temprano se van a cosechar.

Eliana: Fuego, fuerza espiritual surge después de un acontecimiento bien fuerte que tuve en la galería: un incendio. Me marcó muchísismo porque perdí todo lo que tenía. La ropa que llevaba puesta fue lo único con lo que me quedé ese día y ver cómo ardía todo fue súper fuerte. El fuego en ese momento me trajo muchos mensajes y uno de ellos fue el soltar: soltar obligatoriamente todo lo material, todo lo que había construido, el plan de vida, el proyecto.

También aprendí a recibir. Por ejemplo, yo dije: “Hasta aquí, se murió todo”, pero al día siguiente recibí muchos mensajes de la gente que conocía el proceso, de personas de la comunidad que me daban una voz de aliento, me decían que me querían apoyar para que no se acabase Benach, que tenía que seguir la galería en el territorio. Aprender a recibir todo ese apoyo fue lo que me llevó a levantarme otra vez. Me permitió volver a reconstruir el espacio, volver a comprar las cosas para seguir trabajando, volver a empezar y comprender que el arte y el tejido que había sembrado en ese momento dio frutos. Para mí fue bien bonito ver cómo la gente pedía ese espacio y darme cuenta de cómo había incidido de una manera positiva dentro del territorio. Durante ese acontecimiento estuvo otra vez pausada la pintura mientras reconstruíamos todo y cuando por fin decidí continuar llegó la imagen de la mujer con el fuego. Es una obra que tiene en el centro una tulpa, uno de los rituales comunitarios en los que el espíritu del fuego siempre ha estado presente, que representa la fuerza espiritual que me permitió volver a organizarme para retomar mi camino. Uno de los mensajes que busca transmitir la obra es que desde las cenizas se vuelve a tejer otra vez la historia: mientras la raíz esté sembrada hay una esencia que puede volver a revivir y a continuar.

Figura 4. Muchachasoy, E. (2023). Fuego, fuerza espiritual [Pintura]. Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU), Bogotá.

Ahora que transcribo y edito la entrevista, me reconforta ver cómo, aunque sigamos tradiciones diferentes, con Eliana hay muchos puntos de encuentro en nuestras maneras de ver y caminar el mundo y la medicina, de habitar nuestros cuerpos de mujer. También me reconforta saber que ella supo atravesar la academia sin perder su esencia y su fuerza. 

Desde la fecha en que hicimos esta entrevista, Eliana ha expuesto en Bélgica y en Paraguay. Expuso en la COP16 y se ganó la Pieza del mes en el Museo Colonial de Bogotá. Continúa haciendo talleres en Sibundoy con las mayoras y los niños del territorio, compartiendo con ellos la medicina del arte. Le pido a Dios y a la vida que le permitan seguir creciendo y compartiendo su mensaje a todas las personas que lo aprecian y lo necesitan, que su camino siga inspirando a mujeres y niñas indígenas, mujeres medicina y artistas indígenas de todo el mundo. Que las enseñanzas de los mayores sobre el cuidado de la vida, el territorio y la mujer medicina se escuchen cada vez más y con más fuerza. Porque si no hay selva no hay vida.

Cómo citar:

Arango, C. (2024). Tejer vida y color desde el territorio para el territorio. Entrevista a Eliana Muchachasoy Chindoy. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 6 (10). Disponible en:https://portal-error-1913.com/2025/06/04/tejer-vida-y-color/

Fecha de recibido: 11 de febrero de 2025 | Fecha de publicación: 4 de Junio de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144