TEJER VIDA Y COLOR DESDE EL TERRITORIO PARA EL TERRITORIO. ENTREVISTA A ELIANA MUCHACHASOY CHINDOY

Weaving life and color from the territory for the territory. interview with Eliana Muchachasoy Chindoy

Por: Camila Arango Hoyos

Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | camila.arango34040@ucaldas.edu.co

Figura 1. Muchachasoy, E. (2022). Eliana Muchachasoy frente a su galería de arte Benach. Imagen cortesía del artista.

Eliana Muchachasoy es mujer, médica y artista plástica del pueblo Kamentsá del Valle de Sibundoy, Alto Putumayo. Desde hace tiempo su obra me ha llamado la atención por su capacidad para transmitir los mensajes de su territorio y sus mayores a través de la pintura, algo muy innovador en un municipio como Sibundoy, donde tradicionalmente las mayoras han mantenido sus memorias vivas por medio de los tejidos, los cantos y la oralidad, pero muy poco se veía tal disciplina artística. Eliana es la primera persona de su pueblo en fundar una galería de arte, en darle valor a la pintura y encontrarle un lugar dentro de la comunidad: descubrió una forma de integrarlo a la tradición y al plan de vida del territorio. En esta entrevista quise indagar sobre su historia porque a través de ella se puede ver una parte de su cosmovisión y de cómo ha logrado integrarla con el arte; además, porque su camino en la medicina y en el arte me puede dar luces a muchos otros artistas indígenas, mujeres y jóvenes comprometidos con el cuidado de la vida, de la selva y de las memorias de nuestros mayores; y, finalmente, porque puede darles el placer de conocer un poco de la magia de nuestros pueblos originarios a quienes aún no se han atrevido a acercarse a ellos.

Camila Arango Hoyos: Primero que todo, me gustaría agradecerte por concederme este espacio. Mi nombre es Camila y soy estudiante de segundo semestre de Artes Plásticas. Al mismo tiempo, llevo tres años caminando con el pueblo Cofán en el bajo Putumayo y mi arte también está orientado a la medicina. Me gustaría empezar la conversación preguntándote sobre tu historia de vida: tu familia, tu camino y cómo este se fue entrelazando con el arte.

Eliana Muchachasoy Chindoy: Mi nombre es Eliana María Muchachasoy Chindoy, pertenezco a la comunidad Kamëntšá del Valle de Sibundoy, Putumayo, donde inicia la puerta de la amazonía colombiana. Siento que la semilla del arte inició desde muy niña gracias al acompañamiento de mi abuela, artesana y conocedora de plantas medicinales, y mi madre, artesana y ex madre comunitaria, quien cuidó y orientó a muchos niños de mi comunidad, permitiéndonos encontrar algunas herramientas artísticas como colores, pinturas y hojas o cartones y motivándonos a imaginar mundos posibles a través del color. Por otra parte, mi abuela, por medio de los tejidos, me contaba historias con cada simbología y para mí eso era muy mágico: ver cómo se creaban formas con los hilos en el tejido y cómo se podía narrar a través de ello. Es así como todos estos elementos fueron sembrando la semilla del arte en mi camino. 

Después de culminar mis estudios en la escuela y el colegio, sentí la necesidad de estudiar artes y me presenté a la Universidad Nacional donde logré ser admitida gracias al Programa de estudiantes indígenas en la universidad. Estuve viviendo en la ciudad de Bogotá durante toda la carrera: fue una experiencia bien bonita y de mucho aprendizaje. Respecto a la parte académica, esta fue muy compleja porque el cambio fue grande, de hecho, la pintura para mí se volvió un poco frustrante porque no respondía a lo que exigían los docentes, llevándome a pensar que ese no era mi camino y a tomar la decisión de pausar por varios años la pintura. Al finalizar la carrera retorné al territorio y entré a trabajar con el magisterio por casi cuatro años en el Valle del Guamuez, Putumayo. En ese proceso me di cuenta de que no tenía la vocación completa para ejercer la docencia así que decidí renunciar y retornar otra vez a la casa donde había crecido. Sin tener una claridad de qué camino seguir, a través del consejo de mi madre, volví a tejer, lo que me permitió encontrarme otra vez con el color. 

En mi casa encontré unos óleos y un lienzo en blanco que tenía guardados desde la universidad, entonces viví un momento mágico donde el regreso a la pintura se sentía como un regalo del mismo territorio. Así que dije: “es momento de volver a pintar”, y esta vez no iba a hacerlo por una nota, ni tampoco con el miedo de que le pudiese o no gustar a un profesor: quería permitirme fluir entre los colores.

A partir de ese momento inicié de lleno el proceso con la pintura. El arte para mí se convirtió en un plan de vida y me ha permitido seguir tejiendo en mi territorio lazos con la comunidad. Tuve diferentes experiencias, retos y pruebas que me posibilitaron posicionar mi trabajo y darle vida al espacio de la galería de arte de Benach.

Camila: Muchas gracias por tu respuesta. Me ayudaste con una pregunta que tenía, pero me daba miedo hacerla, sobre el hecho de caminar la academia cuando lo que una tiene en el corazón a veces es tan contrario a esos espacios. Me sirve mucho recordar que hasta las personas que una más admira también han pasado por esos momentos.

Eliana: A veces es necesario pasar por todas esas situaciones para volver a encontrarse consigo mismo. Haber pausado la pintura de alguna forma me permitió ver ese vacío que tenía en mi vida, la ausencia de ese color, cuando retorné de nuevo a esta me volví a encontrar con mi voz interior, con mi esencia, y conseguí una conexión más fuerte con el territorio y con mi comunidad.

Camila: Me parece muy linda la idea que expresas de ser la voz del territorio a través de tu arte. Para continuar me gustaría saber cómo ves la relación del territorio y el arte con los niños y su capacidad de imaginar, de crear.

Eliana: Yo siento que todos nacemos con el don del arte. A muchos nos hacen un buen acompañamiento y otros dejan de ser artistas a cierta edad. En ese proceso la escuela y el colegio tienen un papel fundamental porque pueden despertar la imaginación o bloquear del todo el don artístico. Mi mamá en su momento, como maestra, fue la que nos abrió las puertas a los niños que estábamos bajo su cuidado y para mí fue muy importante. Cuando retorné a mi territorio inicié un taller de arte en la vereda donde viví toda mi juventud y mi niñez. Con otro compañero realizábamos el acompañamiento de algunos talleres con infancias y con jóvenes que a veces por curiosidad terminaban también allá viendo cómo pintábamos, cómo hacíamos algunas obras; esos momentos fueron muy bonitos porque nos permitían poder incidir en ellos. Asimismo, he podido observar que con el paso del tiempo mi obra se vuelve un referente para la niñez, para la juventud y para la comunidad en el territorio.

Camila: ¿Cuánto tiempo crees que tomó para que tu obra tuviera esa fuerza en tu territorio?

Eliana: Yo empecé a mostrar mi obra más o menos a los dos años después de haber decidido volver a la pintura. Casi todos los días pintaba y me di cuenta de que tenía muchas piezas dentro de mi casa: estaba rodeada de todas ellas y no había tenido esa posibilidad de mostrarlas, entonces sentí que era importante difundirlas dentro y fuera del territorio. Pero, me pasó que, cuando empecé a exhibir mi trabajo, no existía un público que apreciara una obra de arte. Entonces, mientras mostraba mi obra tuve que ir formando público dentro del territorio. En ese proceso pude identificar que no había ningún espacio que promoviera el arte local, por lo que tocaba buscar lugares como el cabildo, la casa de la cultura, las bibliotecas y también alquilar algún salón. 

Posicionar mi trabajo fue todo un proceso: tocar muchas puertas, presentarme a muchas convocatorias y no obtener respuestas positivas en ninguna; fue un poco frustrante porque aprender a vivir del arte cada día lo veía más difícil. Sin embargo, empecé a hacer trueques con mis trabajos, rifas y una cantidad de cosas para poder vivir y seguir haciendo mis pinturas. Como a los tres años se me empezaron a abrir algunas puertas: pude participar en algunas exposiciones, inicialmente a nivel local, después departamental y luego nacional en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, etc.

Poco a poco se fueron presentando más oportunidades y espacios que me permitieron exhibir mis creaciones y llevaron a posicionarlas. Después ya pude salir del país y participar en algunas exposiciones individuales y colectivas en otros lugares del mundo.

Camila: ¿Cómo te sientes ahora que eres reconocida en tu territorio? Debe de haber una diferencia entre ser reconocida afuera y que tu gente, los mismos niños y los jóvenes de tu territorio, te reconozcan.

Eliana: Es una experiencia muy bonita y de un aprendizaje constante. Realmente para uno como artista también es una tarea ver de qué manera uno va tejiendo su trabajo con la comunidad. Al inicio sentía que mi obra no era muy valorada dentro del territorio y eso me llevó a pensar que debía formar un público que pudiera llegar a apreciar mi trabajo y el de otros artistas locales que estaban surgiendo. Ahí fue donde le aposté al proyecto de la galería de arte Benach. Benach, que en Kamentsá traduce camino, es un espacio que se ha ido fortaleciendo con el tiempo y nos ha permitido seguir tejiendo el trabajo artístico y comunitario en el territorio. Siento que la galería me ha permitido comprender que el arte no solamente es una cosa del momento sino que se trata de un plan de vida. Con el paso del tiempo, ver que mucha gente de acá visita la galería con amigos y les explican el trabajo que uno hace… siento que ha valido la pena, que hay un reconocimiento, que después de varios años sí se ha logrado realmente el objetivo de posicionar mi obra dentro del territorio porque realmente es algo que nace acá mismo.

Figura 2. Muchachasoy, E. (2024). Galería de arte Benach. Imagen cortesía del artista.

Camila: Cuando veo tus obras y leo los poemas que vienen con ellas, recuerdo las historias de las abuelas que iban narrando a través de los tejidos. Es como si hicieses eso mismo pero a través de tus colores y pinturas. Me parece que es una forma, como tú dices, muy bonita de seguir tejiendo esas historias con el territorio. Te quería preguntar precisamente por esas narraciones que cuentan tus obras. Vi que usas mucho la flor del borrachero, el jaguar, el colibrí, las totumas, los instrumentos musicales, etc. Noté también que los árboles de la obra que expusiste en Bogotá, en la exposición Sembrar la duda, tenían pintados los mismos símbolos que se tejen en los chumbes. Además pintas y fotografías grupos de mujeres indígenas, mujeres gestando; me gustaría que hablaras un poco de esa simbología.

Eliana: Cuando retomé la pintura hubo un momento en que yo me preguntaba realmente qué iba a pintar, para qué y para quién. Eso me llevó a pensar en el ser mujer, en el territorio, en mi cuerpo como territorio, en la relación que tiene la mujer indígena con el territorio. También a analizar cómo ha sido el papel de la mujer en mi comunidad y cómo esta sigue siendo invisibilizada en algunos aspectos. Fue así que sentí la necesidad de resaltar el papel de la mujer y decidí abordarlo desde el concepto de territorio, del cuerpo como territorio y como espacio; también en la idea de mujer como dadora de vida y la relación de la mujer con la medicina, con algunas plantas medicinales, con la música y los cantos.

En el caso del floripondio o borrachero, que aparece en los cuadros, para mí es como una planta protectora. Esta fue utilizada antes del yagé por los taitas de acá porque les permitía conectarse espiritualmente con el territorio y con la llegada del yagé pasó a ser una planta de protección. Se siembra alrededor de las malocas; en las casas muchas abuelas la tienen para proteger de las malas energías. Es una planta que ha estado muy presente y eso hace parte de la memoria que se plasma en mi obra.

Y en cuanto a la simbología, como mencioné desde un inicio, el tejido estuvo muy presente en mi casa, por lo tanto también está presente en mi memoria y cuando pinto a veces llega a hacer parte de la obra para contar sus historias. Los rombos, por ejemplo, hablan mucho del vientre, del inicio de la vida, y si tienen las rayitas hacia afuera representan al sol. Así hay varios elementos que están presentes no sólo en el territorio sino también en las historias que me contaron desde pequeña y que me gusta incluir en mi obra.

Figura 3. Muchachasoy, E. (2022) Florecer desde adentro [Pintura]. Imagen cortesía del artista.

Camila: Muchas gracias. Para mí las palabras también pueden ser un tipo de símbolos y te quería preguntar por los poemas que acompañan tus obras, utilizas mucho las composiciones de Judy Jacanamejoy.

Eliana: Judy es una mujer Kamentsá, antropóloga, poeta, músico, es mujer medicina que inspira mucho a otras. Es alguien a quien aprecio mucho y admiro bastante todo su camino. Hemos tenido la oportunidad de compartir varios espacios; encuentros con la medicina, con la música, el compartir de la palabra y el acompañamiento a través de conversatorios con otras mujeres nos han permitido tejer un bonito camino juntas. En algún momento surgió la idea de hacer creaciones conjuntas, entonces hice una imagen y se la compartí para que escribiera lo que le inspirase. Así fueron surgiendo otras imágenes y otros poemas, es un ejercicio muy bello; no lo hacemos constantemente sino cuando fluye el momento.

Camila: Me parecen muy bonitas esas amistades que se van tejiendo desde la medicina, el territorio, el camino. Todas aprendemos de todas y todas creamos entre todas.

Eliana: Judy viene de una familia de medicina, una familia yagesera, y su trabajo está tejido con la música; ha hecho la composición de algunas canciones y sus letras son muy poéticas. Siempre tiene presente el legado de los mayores: todo el conocimiento, el cuidado por el territorio, porque ella trabaja bastante en la sanación y el acompañamiento de diferentes procesos comunitarios, así que es toda una labor la que viene realizando en el territorio.

En este punto de la conversación nos detuvimos y hablamos un rato de otros temas; le dije que me gustaría conocer a Judy cuando viaje a Sibundoy, conversamos de otras personas y proyectos que hay en el territorio. 

Camila: Lo siguiente que me gustaría rescatar es el espacio que le has dado a la gente de Sibundoy en tu galería. Es un acto de acogimiento, de compartir el éxito que el arte te ha traído con tu gente, lo cual me parece una enseñanza muy bonita para la vida.

Eliana: En el espacio de la galería tenemos diferentes líneas. Hay una sala donde hay una exposición de arte permanente: a veces se realizan muestras colectivas o individuales de manera temporal o si no se exhibe mi obra. Hay un espacio de cafetería donde ofrecemos diferentes productos de café y una tienda donde hay productos de merchandise, productos naturales, hay tejidos y diferentes emprendimientos del territorio; este es un espacio bien bonito porque fortalece la economía local: en este momento hay alrededor de 45 emprendimientos de gente que está haciendo cosas acá dentro de la región. Últimamente hay muchas personas que han traído tejidos en chaquira, en hilo, entre ellos algunos niños que también tejen, mamitas que traen sus productos artesanales y es una fortuna poder ayudar de esa manera.

Camila: ¡Qué hermoso! Me parece muy lindo lo que estás haciendo en ese espacio por ti y por tu comunidad.

En ese momento, nos volvimos a desviar y conversamos un rato sobre otros proyectos que Eliana ha vivido dentro de su camino con la medicina y la pintura. Cuando retomamos la conversación, Eliana me cuenta sobre la obra Fuego, fuerza espiritual que expuso en Bogotá, en el Museo de Arte Miguel Urrutia, en el marco de una exposición colectiva de artistas indígenas de Colombia llamada Sembrar la duda. Quiero cerrar con este relato porque creo que resume la sabiduría, la fuerza y la dedicación que Eliana lleva en su espíritu, que le han permitido tejer este camino tan bonito no sólo para ella sino para su comunidad. La historia condensa las enseñanzas de los mayores, el cuidado por la vida y el territorio, y la confianza de que, si se teje desde el corazón y para la comunidad, los frutos tarde o temprano se van a cosechar.

Eliana: Fuego, fuerza espiritual surge después de un acontecimiento bien fuerte que tuve en la galería: un incendio. Me marcó muchísismo porque perdí todo lo que tenía. La ropa que llevaba puesta fue lo único con lo que me quedé ese día y ver cómo ardía todo fue súper fuerte. El fuego en ese momento me trajo muchos mensajes y uno de ellos fue el soltar: soltar obligatoriamente todo lo material, todo lo que había construido, el plan de vida, el proyecto.

También aprendí a recibir. Por ejemplo, yo dije: “Hasta aquí, se murió todo”, pero al día siguiente recibí muchos mensajes de la gente que conocía el proceso, de personas de la comunidad que me daban una voz de aliento, me decían que me querían apoyar para que no se acabase Benach, que tenía que seguir la galería en el territorio. Aprender a recibir todo ese apoyo fue lo que me llevó a levantarme otra vez. Me permitió volver a reconstruir el espacio, volver a comprar las cosas para seguir trabajando, volver a empezar y comprender que el arte y el tejido que había sembrado en ese momento dio frutos. Para mí fue bien bonito ver cómo la gente pedía ese espacio y darme cuenta de cómo había incidido de una manera positiva dentro del territorio. Durante ese acontecimiento estuvo otra vez pausada la pintura mientras reconstruíamos todo y cuando por fin decidí continuar llegó la imagen de la mujer con el fuego. Es una obra que tiene en el centro una tulpa, uno de los rituales comunitarios en los que el espíritu del fuego siempre ha estado presente, que representa la fuerza espiritual que me permitió volver a organizarme para retomar mi camino. Uno de los mensajes que busca transmitir la obra es que desde las cenizas se vuelve a tejer otra vez la historia: mientras la raíz esté sembrada hay una esencia que puede volver a revivir y a continuar.

Figura 4. Muchachasoy, E. (2023). Fuego, fuerza espiritual [Pintura]. Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU), Bogotá.

Ahora que transcribo y edito la entrevista, me reconforta ver cómo, aunque sigamos tradiciones diferentes, con Eliana hay muchos puntos de encuentro en nuestras maneras de ver y caminar el mundo y la medicina, de habitar nuestros cuerpos de mujer. También me reconforta saber que ella supo atravesar la academia sin perder su esencia y su fuerza. 

Desde la fecha en que hicimos esta entrevista, Eliana ha expuesto en Bélgica y en Paraguay. Expuso en la COP16 y se ganó la Pieza del mes en el Museo Colonial de Bogotá. Continúa haciendo talleres en Sibundoy con las mayoras y los niños del territorio, compartiendo con ellos la medicina del arte. Le pido a Dios y a la vida que le permitan seguir creciendo y compartiendo su mensaje a todas las personas que lo aprecian y lo necesitan, que su camino siga inspirando a mujeres y niñas indígenas, mujeres medicina y artistas indígenas de todo el mundo. Que las enseñanzas de los mayores sobre el cuidado de la vida, el territorio y la mujer medicina se escuchen cada vez más y con más fuerza. Porque si no hay selva no hay vida.

Cómo citar:

Arango, C. (2024). Tejer vida y color desde el territorio para el territorio. Entrevista a Eliana Muchachasoy Chindoy. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 6 (10). Disponible en:https://portal-error-1913.com/2025/06/04/tejer-vida-y-color/

Fecha de recibido: 11 de febrero de 2025 | Fecha de publicación: 4 de Junio de 2025

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

Deja un comentario