The dogs of Francis Bacon
Por: Sara Medina Castelblanco
Estudiante de Artes Plásticas | Universidad de Caldas | sara.medina29531@ucaldas.edu.co

Figura 1. Bacon, Francis. (1952). Painting of a Dog. Buenos Aires: Colectivo Rutemberg.
Cuando se habla de visceralidad en el arte, no es sorpresa para nadie encontrar a Francis Bacon en la lista de referentes con sus pinturas manifestó rasgos extremadamente desgarradores del inconsciente humano (aunque tiene representaciones literales de trozos de carne y sangre, no es del todo figutrativo: juega con la plasticidad de los cuerpos). En la mayoría de sus retratos no hay rasgos definidos, ni reales, ni proporcionados; sin embargo, no cabe duda de que son rostros humanos, tienen el perfil y la mirada característica de la desdicha. Ahora bien, también tiene una serie de pinturas en las que aparece uno de los seres que más conviven con nosotros en la cotidianidad: los perros, pero vistos con el lúgubre filtro de la tragedia de la existencia.
Sus pinturas de perros fueron basadas en las fotografías time lapse de Animales en Movimiento de Edward Muybridge (1887), aunque las de perros especialmente no generaron mayor interés en el público (ya que la fama de Muybridge se dio por sus fotografías de caballos de carreras). Entonces, ¿por qué Bacon decidió abordar desde sus brutales pinceladas la cruda visión que tenía de esos caninos? La respuesta que encuentro es la inquietud que estos animales le causaban: las crueles manchas pálidas que se superponen entre sí, formando la sombra de un hocico, cuatro patas desvanecidas en un fondo melancólico, son todo lo opuesto a como suelen retratar al llamado “mejor amigo del hombre” (que suele ir acompañado de tonos cálidos, fondos alegres y sensaciones de ternura). Bacon, como suele hacer con sus obras, interrumpe esta animosidad mostrando a los perros en un ambiente decadente que, sin necesidad de rasgos definidos, nos hace ver a estos animales con una desesperanza parecida a la que siente el humano.
Figura 2. Bacon, Francis. (1954) Estudio para un perro corriendo y Figura 3. Bacon, Francis (1952) Perro. Nueva York: MoMA.
Bacon nos entrega, en sus pinturas, perros preparándose para atacarnos, perros con sus músculos tensándose y sacando el pecho antes de iniciar la carrera mortal, con sus colmillos expuestos y el gruñido que escala desenfrenadamente por su hocico, dicéndote que si no te mueves en ese instante serás desgarrado por su mandíbula. Cada fragmento de perro pintado en los lienzos se siente desolador y persecutor: tras observarlos por un rato no comprendes si el perro te sigue, consumido por una ira indescriptible, tratando de morder tu mano o si solamente no recuerda otra forma de pedir amor. Su pelaje está en movimiento constante y da la impresión de estar desaliñado, de tener ese olor a perro mojado, a perro olvidado, a perro triste. No es necesario que cada mechón de pelo fuera definido para hacernos ver que no han sido acariciados en mucho tiempo, mucho menos bañados, siempre están en un callejón, en alguna alcantarilla o en un rincón oscuro y, sin tener ojos, miran desorientados. Ellos me recuerdan a Laura Restrepo, cuando en su libro Delirio (2004) hace la siguiente descripción: “(…) Es un perro famélico malherido que quisiera volver a su casa y no lo logra, y al minuto siguiente es un perro vagabundo que ni siquiera recuerda que alguna vez tuvo casa” (p. 24).

Figura 4. Bacon, Francis. (1953). Hombre con perro. Sociedad de los Artistas (ARS), Nueva York
Sin necesidad de emplear una visceralidad tan figurativa como en otras obras, Bacon retrata la del perro con manchas tristes, involucrándose en un dilema moral, pues, si se piensa bien, todos tienden a padecer el mismo destino. No se puede identificar si se trata de una recompensa o una retorcida maldición por su fidelidad al humano: el perro no morderá la mano que lo alimenta, ni siquiera tras haber recibido cien azotes, es un pobre sin bienes terrenales, la tierra es su lugar de descanso, está hambriento la mayor parte del tiempo, protege a su amo y lucha contra el enemigo arriesgando su integridad, está contento con lo que se le da, cuando muere no deja herencia alguna. Lo único que aliviaba al artista cuando se enfrentaba a este dilema canino, creo yo, era el hecho de que el perro podría no ser consciente de su desdicha, porque sólo reconoce la recompensa y no acumula rencores como nosotros lo hacemos. Francis Bacon retrataba perros con una tristeza que no podía confirmar, pero con la certeza de que todos los seres en el planeta vagamos como perros callejeros, tratando de buscar un hogar, sin saber si lo merecemos.
Referencias
Restrepo, L. (2004). Delirio. Bogotá: Alfaguara.
Cómo citar:
Medina, S. (2024). Los perros de Francis Bacon. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 5 (9). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/12/13/los-perros-de-francis-bacon/
Fecha de recibido: 23 de agosto de 2024 | Fecha de publicación: 11 de febrero de 2025
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144


