Memory impressions
Por: Yury Alexandra Aguirre Corrales
Estudiante Maestría en Artes | Universidad de Caldas |yury.2621719007@ucaldas.edu.co

Figura 1. Kumanday. Desde el mirador de San Martín Herveo Tolima. Fuente: Yury Alexandra Aguirre Corrales
La presencia de Mnemosyne en el juego mitográfico de mi existir, instala en el tiempo presente fragmentos de un pasado preciado, viaja por caminos anchos y extensos habitados por las añoranzas de una niña sin su padre. Aquí inicia el viaje de sanación, a través de la memoria y sus múltiples soportes. Empiezo entonces la senda por mi propia existencia, que lleva a la búsqueda de las experiencias personales y familiares que marcan de forma indeleble mi existir.
Recuerdo esta época como si fuera ayer. Ver el gran jardín colgando del balcón, las texturas, los colores, los aromas, las majestuosas cascadas que brotaban de la tierra cuando llovía. Ver a mi padre acercarse a mí para envolverme en una ruana finamente confeccionada con lana de ovejo. Perseguir los saltamontes para quitarles la cola, dibujar en el cielo con el algodón blanco de las nubes mientras navegaba en un mar verde césped. Crear carreteras con una camioneta roja sujetada de un cordón, dar vueltas y vueltas en mi motocicleta. Abrir los brazos para un abrazo de mamá, la música de mi hermana colgando de un radio negro que programaba moviendo la antena. El calor del fogón de las tardes heladas en la “tierra fría” como le llamaban los abuelos. Cosechar papas en el jardín y llevarle la cosecha a mi madre. Comer arepas en la tarde acostada en el sofá, mientras miraba por la ventana y tomaba tetero de aguapanela con leche. Escuchar las historias de mi padre y pedirle que me contara nuevamente de Policarpa. La vida entre la casa, el jardín, la familia y las nubes.

Figura 2. El Balcón. Vereda la Alejandría Herveo-Tolima. Fuente: Archivo familia Aguirre Corrales
Me gusta habitar el tiempo en presencia de documentos, archivos personales y familiares. Me interesa dialogar extensamente con las personas de la comunidad sobre su pasado, la relación con lo histórico, lo cual, me lleva a lo que para Para Le Goff sería “la materia prima de los historiadores”. Quizás sin darme cuenta he estado jugando a ser historiadora a recolectar fragmentos de mi propio pasado. Diseñando las preguntas exactas para las tías, encontrando las fuentes que me lleven escudriñar su pasado y por qué este es tan arraigado y sentido, como si las entrañas se quisieran salir cada vez que evocamos las experiencias vividas y compartidas, la forma en que habitaron su vereda, la relación con la montaña, con sus padres y en especial con ellas mismas. La mayoría del tiempo experimento emociones de tristeza y frustración al saber el contexto trágico y doloroso al que estaban sometidas. Debo aclarar que las encuentro más conversadoras de lo que fue mi padre. El cual, la mayoría de tiempo fue un enigma, pues, siempre se paseaba con su figura corpulenta y reservada, concentrado en su trabajo inagotable. Esta costumbre de trabajo del campo, es una respuesta a las tradiciones campesinas heredadas de los procesos de colonización de vertientes de la región antioqueña colombiana, desde finales de la Colonia y lo que llamaría James J. Parsons ocupación de la zona de tierras libres, personas pujantes y trabajadoras que sin duda enriquecieron el famoso “mito paisa”, este pasado antecede a mi familia.
Mi familia fue quien con esfuerzo tumbó el monte en la tierra fría para fabricar sus propias casas. Cuentan las tías que el abuelo Julio, desbarató su casa en la finca y la trasladó hasta Herveo. Armaba, desarmaba y reconstruía las casas de Tabla parada, ese era su trabajo, el cual acompañaba siempre de café y cigarrillos. Fueron trabajadores sin descanso: recuerdo salir con mi padre desde las cinco y media de la mañana a la preparación del ordeño antes de ir a la escuela. Sin duda, sus trabajos junto con los de mi madre no cesaban hasta que llegaba la noche. Fuimos herederos de costumbres serviles, un lugar común de las anteriores generaciones. Estas memorias son manifestadas y recreadas a partir de creencias, mitos y ritos.
Este es un pasado melancólico que no quiero olvidar, que a pesar de los años intento conservar por medio de la escritura, de las imágenes y de los objetos. Recordar mi lugar en ese paisaje verde y gris neblinoso, un intento de eterno retorno. La pérdida de mi padre me ha permitido hacer preguntas, cuestionamientos y vivir la memoria de formas distintas. Me intereso en la relación de los otros con ella, en los lugares que compartimos sin darnos cuenta. Los tejidos que se van creando de forma silenciosa, los cuales terminan por colectivizarla. Habilitarla implica regresar a los lugares, los aromas, los sonidos y los objetos, sentirlos y vivir a través de ellos.
El pensadero
Dentro de las experiencias de retorno al pasado, tengo algunos escritos sobre aquel hueco inmenso en mi pecho que dejó la pérdida trágica de mi padre, y sobre esos lugares y objetos que marcaron mi niñez. Estos textos los escribí en mi diario, en unas cápsulas del tiempo que llamo El pensadero:
Querer no olvidar la casa
“Aquí sentada en mi sofá, siento como llueve y como se levanta la cortina con un leve viento frío acompañada del sonido del laúd, mi casa en Herveo. La habitación de mi padre: una cama de madera antigua, con pequeños barrotes, tendida de una base roja y sobre ella un pavo real, al lado, la pequeña habitación forrada de un papel azul con flores pequeñas, ahí una marca para ganado, alcohol con alacrán, botas de cuero viejas, botas de caucho, unas sandalias sin usar, las mismas que le obsequié cuando fui a Cartagena por primera vez. Me asomo a la ventana y veo cómo baja la lluvia, cargada de barro desde el parque ¡Se siente el frío! Voy a su cama y me envuelvo en una cobija que traje de mi habitación, es una cobija pequeña, la de la infancia, color rosa.
De la cama cuelga un radio y una linterna pequeña. Me dispongo a ver HBO, nuevamente una película de Harry Potter, y si, las “Reliquias de la muerte”. Veo como se levantan las cortinas blancas por el viento frío y me dispongo a cerrar la ventana, siempre que las cierro sueño que estoy en otra época; en ese instante observo caballos pasar arriados por sus amos, los perros en manada detrás de alguna perra y yo cierro las dos alas de la ventana y en ellas dos mini ventanitas.
Me voy a la cama nuevamente, concentrada en la muerte de Albus Dumbledore y mi padre entra de la tienda, como siempre sin avisar y me incomoda un poco, viste una camisa azul claro, jeans y botas cafés -va para el baño-. Me dispongo a ir a la cocina a prepararle el algo, paso por el gran armario, el cual nos ha acompañado desde su matrimonio con mi madre. Sobre el armario: trofeos de tejo, una coca roja con medicamentos, sus lociones y algunas cosas olvidadas. En ese caminar paso por la sala donde hay un bife justo después de la puerta de mi habitación, allí se encuentran las fotos de la graduación de mi hermana; también las fotos de mi sobrina y las nuestras el día en que cumplí quince años.
Al frente está la lavadora, la cual ya sabe usar mi padre, pues luego de la separación con mi madre tuvo que aprender los quehaceres domésticos. Justo en la mitad del bife y la lavadora existen unas escaleras y una puerta que da a un pequeño patio donde solo cabe el lavadero y el tanque. Pero tiene una gran vista a los amaneceres, justo a las 5:30 de la mañana sabe posarse el alba, echa fuego. Sobre la lavadora unas láminas precolombinas de mi viaje a San Agustín y Tierradentro. Luego los grandes ventanales de vidrio, mi adoración en esa casa, elegantes muy elegantes y bellos, cubiertos por tres cortinas verdes, los muebles color rosa obsequio de bodas de mis padres, un cajón de color barniz claro donde está el televisor negro, el dvd, un espacio vacío donde puse hace unos días el tv pequeño donde veíamos las novelas en la finca, en sus gavetas los álbumes de familia, agendas, cartas de mis amigas en un sobre de regalo verde brillante. En medio de él dos matas grandes de hojas verdes y justo al frente el comedor con un mantel rojo y sillas rojas.
A la izquierda la cocina, al lado derecho un lavadero con dos llaves, la estufa en un cajón rojo de metal y luego un gran mesón, con dos compartimentos al aire libre y los dos siguientes sellados con un pequeño cuartón de madera los cuales giran para cerrar. Sobre el mesón hay una alacena de barniz oscuro. Al fondo una puerta que da al baño, una pequeña sala y dos habitaciones, una muy pequeña pues fue adaptada justo luego de crearse esta casa inferior, antes era un zaguán por donde entraban los caballos al patio. El baño muy antiguo y lleno de moscos, nunca pude erradicarlos.
Finalmente, mi habitación, dos camas, una pequeña, la mía, camita hecha por mi abuelo y una base donde siempre duerme mi hermana y mi sobrina cuando vienen de paseo. Aquí solo hay una ventana grande, sin tribunas, luce una cortina blanca, un armario café adherido a la pared, allí en un lado los sacos y camisas de mi padre, junto con cobijas, sabanas y trapillos de limpiar. Al otro lado mis libros, cuadernos viejos y mi ropa, un pequeño cuadro rosa con la foto de mi hermana muy aseñorada, algunas barbies de frozen de la sobrina, del año que descubrió quien era el niño dios, un espejo pequeño en un cuadro de osito”

Figura 3. Casa familiar Herveo – Tolima. Sistema construcción bahareque y Tabla Parada. Fuente: Archivo familia Aguirre
Viajes oníricos
“Anoche despertaste en mi sueño, caminaste de regreso a casa y nos abrigaste con tu loco sentido del humor. Observe cómo ocupabas nuevamente tu rol en la tienda. Pude ver cómo entraba un pequeño rayo de luz y sonido por una hendija, estabas abajo escuchando música y muy feliz. Arriba mi madre estaba en la habitación de nosotras y yo observaba desde la escalera a mi hermana caminar con el álbum de familia hacia allá.
¡Estaba fascinada con el efecto del sueño!
Fui a donde ellas, mi hermana abrió el álbum, retiró una foto, esta tenía movimiento.
Era yo con un vestido de jean, quizás tenía uno o dos años, vi el amor de mi hermana por mí, sonreía.
En la foto estaba cantando en la montaña, le cantaba a mi padre. Luego corría a un gran árbol donde estaba mi madre y me subía a sus ramas. Este árbol colgaba del cielo con unas ramas muy anchas y fuertes, de color gris con una gran cantidad de musgo.
Mi madre estaba sentada y yo parada sobre dos ramas haciendo mover el árbol, reía y cantaba; lo sentí real. Tenía emociones que solo sentía cuando vivía en casa con mis padres, como si estuviera recordando desde allí.
Cuando estaba culminando mi sueño, emití una frase a mi padre cómo si estuviera escribiendo una carta en la que decía: Duerme por siempre, mi amor”


Figura 4. Don Ricardo ordeñando. Vereda la Lejandria Herveo-Tolima. Fuente: Archivo familia Aguirre.
Figura 5. Convite con vista al Kumanday. Fuente: Archivo familia Aguirre
¿Dónde reposan las grietas de la memoria?

Figura 6. Taller Imágenes como impresiones del tiempo: de la memoria al documento y de ahí al archivo. Fuente: Sara Gómez
Todo esto son solo piezas de búsquedas que se han hecho permanentes, lugares de la memoria que conducen a múltiples imágenes y cuestionamientos. Para mi fortuna, no camino en soledad, desde el año 2018 he podido participar en un colectivo de encuentros y desencuentros llamado Ciudad Impresa-Proyecto de Imagen y Fotografía Documental, iniciativa de interacción social de la ciudad de Manizales Caldas que ha dejado que sea en esencia lo que he deseado ser en calma y en pausa. Una búsqueda constante entre el polvo de los archivos privados como los álbumes y diarios personales, documentos y objetos que finalmente son compartidos con otras personas a través de gigantografías y talleres expuestos para que sean reinterpretados y habitados en múltiples formatos, capas sobre capas de narrativas individuales y colectivas. Habitarnos a partir de las imágenes de archivo, por medio de ejercicios prácticos que permitan acercarnos a la memoria. Comprendiendo que la imagen que tenemos de nuestro territorio, define nuestra forma de crear y visibilizar estas narrativas con comunidades. Las memorias de mi padre, de mi casa, son solo un fragmento agrietado de una superficie profunda y dispersa. Cada integrante del colectivo sigue, en esencia, un viaje propio, siendo esto tan solo una parte de la vida de una integrante del colectivo, que lleva en el corazón a la comunidad de Herveo Tolima, municipio abrazado por el volcán Tulaymá y el nevado Kumanday. Cada uno de los participantes se reconoce a partir de la acción e interacción con las imágenes, los objetos, los archivos y los lugares propios, los cuales posibilitan el viaje narrativo permitiendo ritualizar, motivar e intencionar individual y colectivamente la memoria.

Figura 7. Proceso de montaje Barrio Solferino Manizales -Caldas 2019. Fuente: Cristian Andrés Aristizábal

Figura 8. Proceso de montaje Barrio Solferino Manizales -Caldas 2019. Fuente: Juan Diego Arango
Cómo citar:
Aguirre, Y-A. (2022). impresiones de la memoria. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (7). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/07/03/impresiones-de-la-memoria/
Fecha de recibido: 7 de diciembre de 2022 | Fecha de publicación: 3 de julio de 2024
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144
