The black marlin
Por: Yessica Madroñero Castellanos
Estudiante Artes Plásticas| Universidad de Caldas | yessica.11819543@ucaldas.edu.co

Se ha dicho mucho sobre cuánto cobrar por un trabajo en el campo de las artes: infinidad de artículos, calculadoras, guías, podcast, videos e instructivos explican formas “adecuadas” de fijar precios. Porque sí, cuando estás iniciando en el mundo del arte y eres inexperto probablemente te dejes engañar, o al menos eso es lo que nos han hecho creer cuando nos dicen: “Empezando toca así”; por “empezando” se refieren a: “Hasta que consigas reconocimiento en el circuito o, como mínimo, miles de followers y logres que tu firma tenga un peso y una cifra, todo ello sin estar ligeramente muerto porque, claro, ¡hay que romper la norma y ser artistas vivos bien cotizados!”. La realidad es que no existe una receta infalible que te dé el valor exacto de tu trabajo y te exonere del tenso momento en el que un cliente te pregunta: “¿Y eso cuánto me costaría?”. La única certeza es que debemos aprender a darle un valor monetario a lo que hacemos y no torturarnos pensando si la venta de nuestra obra, resultado de horas de trabajo, insomnio y hasta de momentos de crisis, terminará siendo más rentable para el cliente que para nosotros mismos.
Y es que pareciese que los artistas estamos condenados a vivir del incómodo ejercicio del comercio o a convertirnos en sabuesos de las convocatorias. En las que muchas veces ni siquiera participamos por temor a enfrentarnos a la evaluación y selección de un jurado o por quedarnos a la espera de una opción que se amolde completamente a nuestras obras, cosa que, por naturaleza, nunca termina apareciendo; como si se tratase de un lago lleno de peces que intentan, desesperados, atrapar la carnada antes que el resto.

Ahora bien, es necesario saber cuándo lanzarse por una oportunidad y cuándo no, dado que es muy común que se te propongan condiciones absurdas para exponer en un espacio o que no se te brinde ningún tipo de apoyo para el desarrollo y montaje de tus piezas. También es importante identificar a los pescadores magnates, dueños de los medios, que lo único que hacen es quedarse con una tajada del dinero generado por ti, dejándote con la suma justa para producir obra o pagar dos meses de alquiler.
Recuerdo que en la clase de Creación y Economía tocamos un tema bastante controversial: el cómo algunos artistas compran sus propias obras en las subastas para inflar su precio. Uno de los casos más sonados es el de la calavera de platino incrustada de diamantes, For The Love of God, del inglés Damien Hirst, quien “compró” de manera anónima la pieza con la esperanza de que así aumentase su valor ¡Imagínate tener que volverte un maestro del engaño para que las galerías quieran financiar o comprar tu obra! Hacer parte de los grandes nombres del circuito del arte ni siquiera asegura que puedas encontrar a un pescador dispuesto a financiar tu trabajo.

Otra inquietud constante es el cómo hacer que nuestras obras sean comerciales. Porque sí, como artistas debemos sentirnos conformes y a gusto con nuestras creaciones, hallándole el sentido a todo lo que hacemos, indagando conceptualmente en cada acción que realizamos a la hora de crear; pero en la mayoría de ocasiones esto no es motivo suficiente para que alguien desee comprar piezas de nuestra autoría, incluso aunque estas lleguen a sensibilizarle o sorprenderle. El problema es entonces que la idea de hacer más atractivo nuestro arte para los consumidores termina condicionándonos por completo a la hora de crear; como un pez que, en búsqueda de obtener alimento, prepara su mejor y más rápido movimiento.
Entonces… ¿Cómo vivir del arte?
Mientras más busco la respuesta, más creo que no existe una única solución pero, eso sí, he asimilado muchas cosas por el camino. Aprendí que los artistas podemos ser emprendedores, directores de arte, diseñadores, docentes, críticos, gestores culturales, mediadores y muchas cosas más que involucran conocimientos artísticos y el oficio de crear desde la plástica, siendo todos completamente válidos y ninguno ni más ni menos importante que el otro: el poder vivir del arte es, en sí mismo, un premio que en conjunto comparten. Entendí que hay que combatir la idea de que los artistas somos bohemios solitarios: infinitas conexiones, colectivos y tejidos comunitarios resultan de afectos entre individuos que, desde un lugar común, se juntan para crear y apostarle a su oficio, configurando el entramado de una red gigante que puede darle alimento no sólo a un pez sino a cientos de ellos.

Confío en que encontraré más respuestas después de egresada de mi carrera de artes, al ponerme en los zapatos de mis maestros y colegas que viven de lo que aman y no han muerto en el intento, personas talentosas que disfrutan lo que hacen, que conocen el valor que tienen como artistas y no le temen a cobrar por su trabajo. Sé que vivir del arte no será fácil y por suerte mi familia me lo dijo desde el principio, pero también creo que nadie me lo enseñó más duramente que la academia.
Este no es otro artículo sobre cuánto cobrar por tu obra: sólo es un texto que ofrece un panorama del vasto océano que es el circuito del arte, lleno de peces-artistas que están igual que tú, trabajando duro para convertirse en un marlín negro.
Cómo citar:
Madroñero , Y. (2022). El marlín negro. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 4 (6). Disponible en: https://portal-error-1913.com/2024/03/23/el-marlin-negro/
Fecha de recibido: 7 de diciembre de 2022 | Fecha de publicación: 22 de marzo de 2024
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144
