Sound, presence and movement. A history of the fourth festival
Tomás Marín Puerta
Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | tomas.11910129@ucaldas.edu.co

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldas, en torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales
Qué extraño es escribir sobre el FIAC IV, pasé muchas horas de esa semana de septiembre entre el Banco de la República, Bellas Artes y el Centro Cultural Rogelio Salmona. En el remate del festival estuve menos tiempo del que hubiera querido, la verdad no me gustó. En mi archivo personal tengo varias fotos que hice durante el evento: Sergio con una bomba de Peppa en la Plaza de Bolívar, Angélica dentro del Auditorio del Banco y un fragmento de una obra sobre la ausencia que se expuso en el Colombo.

El día de la Feria gráfica compré varias cosas: una calca del gato de Milagros y otra de un querubín sosteniendo un lazo que dice amor; un cuaderno en el que quería escribir mis sueños, pero en el que sólo copié uno que tuve una noche de octubre y unos chocolates amargos. Tengo también una postal que me dio Julie Pichavant cuando estaba haciendo su performance y un fanzine de la exposición de Sara Camila del Sol con instrucciones para imaginar su casa de ensueños.

Recuerdo muchas obras de sala: el paisaje sonoro que hizo Santiago Rubio en la cueva, la caja que reproducía en unos audífonos el réquiem de Mozart, una pantallita con un video sobre el abuso sexual infantil y una casa de arcilla. Estuve en un par de performance: el de Jorge Eliecer, el de Decxy Andrade, el del chico que abrazaba el cubo de hielo y el del laboratorio de Julie en el que Yessica Madroñero se metió tierra a la boca.

Me senté a escuchar varias conferencias: la de Franklin Aguirre, la de Priscila Aguirre, la de Leyla Dunia, la de Carolina Rojas y el conversatorio performático que resultó siendo el foro de Charles Westerman. Me inscribí en el laboratorio de cianotipia porque me llamaba la atención y allí me di cuenta de que Valeria, al contrario de lo que pensaba, era una chica increíblemente graciosa y se ganó mi respeto. Pero, a la hora de hablar del FIAC IV siento que me quedo corto, que no presté la suficiente atención.

Cuando se publicó en Facebook la convocatoria del evento, leí las líneas curatoriales: silencios y susurros, ausencias y vacíos, quietud y serenidad ¿Qué es el silencio? ¿Qué es el vacío? ¿Qué es la quietud? No pareció importante detenerme a pensar en ello y esto no tendría nada de malo sino le hubiera sugerido a Pedro Rojas la idea de que, a modo de actividad grupal del semillero, escribiéramos sobre el festival en todas sus versiones y subiéramos los textos a la revista Portal Error 19-13, en el marco del actual FIAC-5. Me puse la soga al cuello, pero no podía hacerle a Pedro la misma dos veces. En el segundo semestre de 2019, como una tarea para filosofía del arte, él nos pidió entregarle un texto a modo de reseña sobre una conferencia cualquiera del festival. Nunca escribí nada y él lo dejó pasar. Después de haber redactado y borrado párrafos y párrafos de este escrito, pienso que quizás estuvo bien el no hacer nada. Al fin y al cabo, el silencio, el vacío y la quietud son conceptos que, en su esencia, son incompatibles con la existencia sensible, pues todo lo que nos rodea produce sonidos, ocupa un espacio o está en constante movimiento.
¿Será que el mejor asistente de la cuarta versión del Festival Internacional de Arte Contemporáneo fue el que no participó, el que no sabía de su existencia? ¿Será que las mejores obras presentadas por el evento fueron las que nunca estuvieron? Quizá los únicos que no vivimos la experiencia planteada por las líneas curatoriales fuimos los que participamos del festival. Tal vez, la mejor reseña que podría hacer sobre el FIAC IV estaría compuesta por mi opinión sobre las actividades que no viví: la conferencia de Manuela Jaramillo a la que no fui, porque ese miércoles estaba lloviendo súper duro; el performance que había el martes en la Alianza Francesa, al que no pudimos llegar por un trancón que había por la Paralela; el laboratorio de Davier Pérez que empezaba el lunes y al que nunca llegó nadie.
Dicen que en Bellas Artes hay fantasmas que hacen saber de su presencia por las noches, cuando solo quedan los celadores y unos pocos estudiantes. Oí que hace un tiempo los productores de un programa de cosas paranormales que daban por RCN vinieron y grabaron un episodio sobre los espíritus que habitaban el palacio. Me hubiera gustado preguntarles a estos inquilinos invisibles, con esos aparatos que usan los investigadores paranormales para escuchar psicofonías, por su experiencia al convivir con la no-existencia, sobre qué es en verdad el silencio, el vacío y la quietud, seguro que ellos lo tienen todo muy claro. Me pregunto si los espectros también tuvieron su propia versión del FIAC-IV, en donde sus líneas curatoriales eran el sonido, la presencia y el movimiento. Me pregunto si algún fantasma está embalado escribiendo una reseña sobre ese evento para publicarla en la revista de Portal Acierto 19-13. Pero, si de algo estoy seguro es que su fiesta de remate fue mucho mejor que la de nosotros.

Como citar:
Marín, T. (2020). Sonido, presencia y movimiento. Una historia sobre el cuarto festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/11/06/sonido-presencia-y-movimiento/
Fecha de recibido: 30 de octubre de 2020 | Fecha de publicación: 4 de noviembre de 2020
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144X