ESTAR PARA EL OTRO. Una historia sobre el segundo Festival

Be for the other. A story about the second Festival

Por: Salomé Hincapié Salazar

Estudiante Artes Plásticas | Universidad de Caldas | maria.11715636@ucaldas.edu.co

Figura 1. Cartel promocional (FIAC, 2017). Imagen cortesía FIAC

Este texto hace parte de un ejercicio de reflexión propuesto por el Semillero Mediaciones y Teorías del Arte de la Universidad de Caldasen torno a la manera en que los estudiantes han vivido las distintas versiones del Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales

El 2017 fue uno de los años más diversos y quizá con más movida para el Festival Internacional de Arte Contemporáneo, recuerdo que acogió dos curadurías de video: Videograma, del colectivo Patasola y Proyecto Ilícito, de Verónica Valencia y Jorge Quirós. Esto permitió que personas de todo el mundo pudieran participar, adicionalmente creo que ha sido el año en el que más montajes en sala he visto, en total eran nueve, contando la de Cinespiral donde se proyectaron los videos. El festival siempre ha sido un espacio muy activo, tanto así que es casi imposible asistir a toda su programación. Me parece muy cómica la manera en la que llegué a participar en el FIAC-2. Los coordinadores convocan personas para conformar equipos de trabajo según sus áreas y personas voluntarias, en su mayoría estudiantes, llegan a colaborar. Así fue como llegué, para ese entonces estaba en segundo semestre, siendo todavía muy nueva e ingenua respecto a las dinámicas del circuito artístico. El caso es que estaba inscrita para participar en el equipo de trabajo que se encargaría de apoyar los procesos de las Salas de exposiciones; sin embargo, por cosas misteriosas de la vida, el director del equipo de Espacio urbano me envió un correo citándome a una reunión, en un comienzo me pareció extraño, accedí a ir porque era el primer correo que me llegaba y siempre he sido una persona bastante rígida con los tiempos. Ahí fue cuando descubrí un equipo de trabajo bien lindo.

Con el tiempo mi rol fue cada vez más importante en el festival, porque además de tener una serie tareas específicas por hacer (como estar presente en las actividades de un artista durante toda la semana), también llegué a estar pendiente de las funciones de los demás y cumplir más funciones que me llevarían a ser coordinadora de varios aspectos de la producción general. Me di cuenta que Pedro Rojas (que es quien dirigía esta área) y yo éramos bastante dispersos (por eso me envió el correo equivocado), pero esa dispersión fue la que nos unió. Desde entonces trabajamos juntos, si a él se le olvida algo, muy seguramente yo lo recordaba, éramos como un complemento.

Participar en la producción de un evento y, en este caso, un festival tan grande, no es fácil, más aún cuando todavía no entiendes muy bien cómo funciona el mundo del arte. Fue toda una aventura salir a recorrer el centro para comprar la utilería necesaria, visitar la alcaldía para gestionar permisos y estar siempre a “cuatro ojos” en cada actividad de la programación. Siendo una persona foránea, fue interesante haber cumplido con esta labor porque pude conocer a Manizales como nunca antes lo había hecho, nunca hubiera esperado hacer parte de esa área. Mi función dentro del festival me llevó a estar omnipresente en todo, a escuchar y compartir historias, como aquella del performance de Ana Calle donde la artista necesitaba que recolectáramos muchas piedras para poder realizar su acción en la Plaza de Bolívar. Alejandra García y Manuel Pasos estaban a cargo de esa gestión, fueron hasta Chinchiná para traer de nuevo a Manizales la mayor cantidad posible que cupiera en sus maletas. Fue un esfuerzo grande para una obra que duró muy poco, las piedras después de terminado el performance resultaron transitando el resto del centro, nadie quería llevarse unas piedras para sus casas, así que terminaron habitando la ciudad.

Figura 2. Colombian gold (Ana Calle , 2017).  Imagen cortesía FIAC

Otro momento importante para la producción fue el montaje de la obra del Colectivo de Umberto Casas, se realizó precisamente en el mismo lugar (al parecer la Plaza de Bolívar siempre genera los recuerdos más memorables). Una instalación de unas guaduas en forma piramidal, llegó a ser uno de los montajes más pesados, tuvimos que esperar varios días a que éstas llegaran, creo que el mismo artista las traía en su vehículo, donde también transportaba a todos sus estudiantes. Cuando llegó el día, todos estaban cargando estas varas de un lado a otro, Alejandra se lastimó de tanto peso que había cargado, Manuel se machucó, yo tan solo pude ayudar en la parte final del montaje, pero presencié lo que estaba pasando, incluso almorzaron ese mismo día ahí, en la plaza, fueron más de cuatro horas de montaje hasta que por fin se logró tener todo listo.

Figura 3. Un extraño sitio para conocer extraños.(Colectivo al otro lado, 2017).  Imagen cortesía FIAC

La curaduría de ese entonces nos invitaba a pensar en la relación entre el arte y el espacio, encaminado hacia la topofilia, las utopías, las distopías y las prácticas de resistencia. Temas que inconscientemente me interesaban profundamente, pero años después fui más consciente de ellos. En ese momento, en la producción, empezamos a trabajar con la modalidad que llamábamos “adoptar un artista”, teníamos que estar atentos a ellos en todo lo que se pudiera presentar en términos de logística, lo cual creaba una gran ventaja para entablar conversaciones y compartir cercanamente con ellos experiencias que dentro de los espacios académicos no suelen ser comunes. El festival se había convertido en un espacio para el aprendizaje y fui parte de la primera generación de estudiantes que se formó con él. Tuve la oportunidad de acercarme a muchos artistas y compartir diferentes espacios con ellos, entre esas personas recuerdo entrañablemente a Julie Pichavant y a Umberto Casas. Con Julie compartí mucho porque su obra, Los peces no hacen preguntas, era muy compleja en términos técnicos. Hubo un momento en el que fuimos a la plaza de mercado, porque necesitaba conseguir un paraguas para su acción, fue lindo ver cómo disfrutaba de la diversidad del lugar, curiosa y fascinada por tantas texturas, colores y olores que se pueden encontrar allí. En ese momento me pareció extraño ver cómo una persona, completamente ajena a la cultura de este país, podía fascinarse con un lugar que me parecía terrible.

Figura 4. Los peces no hacen preguntas (Julie Pichavant, 2017)

A Umberto Casas lo recuerdo mucho porque me pareció desde un comienzo una persona muy amable y con buen humor. Un señor bajito, blanco, canoso, vestido con una camisa de Pinky y Cerebro, una de mis caricaturas preferidas de pequeña. Su obra La Contemplación se trataba de unos muñequitos de barro que habían recorrido el mundo con él, se habían expuesto en muchísimos países, nos contó las historias que vivió junto a ellos, pero mi memoria no alcanzaba a retener todo con tanta información.

Figura 5. La contemplación (Umberto Casas, 2017)

El festival del 2017 creó unos lazos de amistad que nadie imaginaba que iban a suceder. Fue un año de mucho trabajo, como siempre, pero ante todo fue uno de mucha unión. Recuerdo que se había convertido en una tradición vernos todos los viernes en una sala pequeña que se hace llamar “la sala de profesores”, llegábamos allí a conversar y converger ideas de lo que podría llegar a pasar con el festival en esa área urbana. Con meses de anticipación nos preparábamos para lo que sería tan solo una semana de actividades. Algunos trabajábamos, otros no; pero era muy curioso que todos estuviéramos ahí, presentes, riendo, un poco concentrados en lo que teníamos qué hacer. Después de cada reunión, casi siempre íbamos por un tinto o incluso íbamos a comer, no sólo nos reuníamos por una necesidad festivalera sino porque sentíamos que era un lugar cómodo para pasar el rato. Más que un equipo de trabajo, nos habíamos convertido en un grupo de amigos. Uno que se había vuelto inseparable. Entre todos nos apoyábamos, si alguien necesitaba ayuda en algo así no fuera nuestra tarea, estábamos ahí, nos acompañábamos en cada inauguración de la que estuviéramos a cargo. Después de que terminaba el festival, el grupo se dividía, algunos no volvían en varios días, los que nos quedamos sabíamos que siempre estábamos ahí para el otro.

Como citar:

Hincapié, M-S. (2020). Estar para el otro. Una historia sobre el segundo Festival. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (3). Recuperado de: https://portalerror1913.com/2020/11/04/estar-para-el-otro/

Fecha de recibido: 12 de Octubre de 2019 | Fecha de publicación: 3 de Noviembre de 2029

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144X

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