FEMINISMO: UNA LECTURA DEL ARTE*

Feminism a reading of art

Texto: Jorge Arturo Melo Osorio

Sociólogo | Magister en Estudios de Familia y Desarrollo | Universidad de Caldas | jorgearturosociologo@gmail.com

Imágenes: Verónica Valencia Salazar**

Artista Plástica | Universidad de Antioquia | lveronica.valencia@udea.edu.co

Figura 1. Chica Elástica (Verónica Valencia, 2016)
Nota: La pieza Chica Elástica reflexiona ante el juego de dominación constante al cuerpo, evidenciando el cambio de sexualidad orgánica, el cual es sustituido por uno neutral, inorgánico y artificial, indiferente a la belleza, edad, y la forma. Cuestiona la legitimidad del un prototipo, se plantea el cuerpo como vestido, permitiendo un cambio constante en su exterioridad, camino que conduce al ser humano a sentirse “casi cosa” borrando fronteras entre lo artificial y natural.

* Este ensayo fue escrito para la primera sesión del Ciclo de Estética y Teorías del Arte (CCETA), el Jueves 9 de febrero del 2017, en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes de la Universidad de Caldas, Manizales-Colombia. En ese mismo año, también fue parte de las actividades de mediación del III Salón de Aquí: Deseo, en la Fundación Calle Bohemia, Armenia, Quindío.

** Verónica Valencia realiza una contribución a la presente publicación compartiendo algunos de sus proyectos en el campo del videoarte. En su trabajo se puede identificar una revisión crítica y una toma de distancia de la manera en la que el cuerpo femenino se ha sometido a lógicas patriarcales. El equipo de la revista, los invita a conocer su portafolio, en el que se puede leer la siguiente síntesis de su trabajo: «La obra muestra la sobrevaloración del “cuerpo perfecto” con exploraciones audiovisuales que reflexionan en los excesos bajo un pretendido canon de belleza contemporáneo, que son también acciones performativas aplicadas en el ámbito cotidiano tanto urbano como doméstico».

La pretensión de este ensayo es identificar cómo es posible realizar una lectura del arte desde una perspectiva feminista. Dicho movimiento social y político, ha permitido que las mujeres comiencen a ubicarse en una posición distinta, dejando de ser una simple figura de contemplación y modelaje, para convertirse en artistas que se apropian del espacio expositivo, con el fin de adquirir una figura de autoridad como creadoras y no como simples objetos de visualización artística. El empoderamiento de la mujer ha sido posible gracias al aporte crítico del feminismo y su capacidad de otorgar al ámbito privado un lugar de interés investigativo y de acción política. Como expresa Alba Carosi: “El feminismo es un pensamiento crítico, contrahegemónico contracultural, que se plantea desmontar la opresión y explotación patriarcal, fundada en el contrato sexual que da base al contrato social” (2010, p. 10).  

El feminismo ha permitido profundizar en la investigación sociocultural, derogar leyes y educar  a las futuras generaciones sobre la importancia de identificar un proceso histórico de exclusión sobre aquellas personas que ocupaban la «otra mitad» de la población. El movimiento feminista ha replanteado todo un sesgo cultural de orden patriarcal que organizó las relaciones sociales de forma desigual y ha permitido identificar a la mujer como sujeto que incide con deseos, necesidades y propuestas, en las dinámicas colectivas que dinamizan el devenir humano. Con el fin de tener claridad histórica, el ejercicio formativo del feminismo puede catalogarse en lo que se han denominado las olas del feminismo, las cuales se han comprometido a partir de distintas reivindicaciones políticas, jurídicas, sociales y sexuales, aportando transformaciones significativas a la manera en que se entendía el ser mujer.

Las olas del feminismo

A continuación, se presentan tres olas del feminismo -a grandes rasgos- bajo una denominación numérica que no implican necesariamente un orden cronológico y que puede no seguir con exactitud la continuidad histórica del movimiento feminista en Occidente. Se hablará de la ola sufragista, la liberal y la sexual, como tres momentos clave para la consolidación de procesos políticos y laborales. Vale la pena aclarar que la pretensión de presentar estos momentos en dicho orden tiene como objetivo ofrecer un contexto de algunos de los momentos más importantes de la historia del feminismo, especialmente sus búsquedas de la equidad, la inclusión, la reivindicación laboral y personal.

La ola feminista sufragista buscaba obtener el derecho al voto femenino y poder postularse a cargos políticos. Vale la pena aclarar que desde la revolución francesa ya habían existido movimientos que reflexionaban sobre los derechos ciudadanos de la mujer, como la custodia sobre los hijos. Pero sólo es a mediados del siglo XIX que se consolida con más fuerza el debate sobre el sufragio universal, en el cual se incluyeron las mujeres precisamente haciendo eco a la pretensión de universalidad, paralelo a dichas consignas también se incluían la abolición de la esclavitud y la lucha por el acceso a la educación de la mujer.

Un segundo momento, se puede denominar la ola liberal, en la cual se reflexiona sobre el ingreso de la mujer al ámbito laboral y donde se lucha por salarios dignos para las trabajadoras, poder capacitarse como operarias o formarse en alguna profesión. Este movimiento fue posible en varias partes del mundo, aunque en algunos países la transformación fue mucho más lenta que en otros. Junto a las consignas anteriores se solicitaba la posibilidad de divorciarse, también se consolidaba la búsqueda de derechos civiles y laborales. Estas fueron algunas de las apuestas teóricas y políticas que se movilizaban en ese momento histórico.

La tercera ola se propone como el momento de liberación sexual y del deseo. El último bastión de liberación política de la mujer, donde su cuerpo y su sexualidad son los principales motores de la reflexión teórica y el activismo. Como expone Florence Thomas: “Sabían que mientras sus cuerpos siguieran siendo lugares por excelencia del ejercicio del poder patriarcal, y sus inteligencias colonizadas exclusivamente por las preocupaciones de una domesticidad al servicio de los hombres (…) no podían ejercer una ciudadanía plena” (2006, p. 43).

La anticoncepción se convierte en la llave para la lucha sobre el cuerpo y el deseo femenino, ésta representaba el control propio sobre la sexualidad, la búsqueda de un placer propio y -sobre todo- la reducción en el riesgo de quedar en embarazo en cada encuentro sexual, poder elegir cuándo y con quién tener hijos. La anticoncepción aportó a la democracia, en tanto hizo de las mujeres ciudadanas libres con la posibilidad de elección sobre sus cuerpos; como expone Thomas (2006), se trata de la piedra angular de la liberación femenina.

Las conquistas posteriores de la teoría feminista derivaron también en otra serie de movimientos sociales, como el gay, el lésbico, el trans, etc. los cuales se sustentan en las apuestas feministas para la búsqueda de sus derechos. Como explica Laurentis (1989), el feminismo ayudó a posicionar un discurso libertario, la crítica al sistema patriarcal y la comprensión de la subjetividad como eje dinamizador de la diferencia sexual. Para el caso latinoamericano, el feminismo que se configura en los territorios del sur, tiene una línea de trabajo sustentada en un discurso antihegemónico, anticolonial y con una influencia significativa de la interseccionalidad. El feminismo latinoamericano identifica que la desigualdad de la mujer no sólo está marcada por su género sino por la etnia y la clase social. El movimiento se sustenta en la lucha de clases y derechos laborales de las mujeres, por ejemplo, María Cano o Betsabé Espinal, critican y formulan propuestas alrededor de la desigualdad entre hombres mujeres en las fábricas o campos de cultivo colombianos.

A partir del contexto anterior, es posible pensar que el feminismo fue un puente epistemológico que incidió notablemente en cambios de paradigmas artísticos e influyó en varias artistas que hicieron de la teoría feminista la base conceptual de sus obras. La mujer deconstruye su función en el arte (deja de ser objeto de contemplación, para convertirse en sujeto creador). Así es como -por medio del feminismo- el arte puede apropiarse de todo un nuevo universo de posibilidades, en dialogo con un movimiento social que transversaliza cuestiones políticas, étnicas, sexuales y estéticas, en otras palabra, se pregunta por la multiplicidad de la mujer en el mundo.

Las mujeres en el arte

Michelle Perrot (2008) hace un análisis histórico del papel de la mujer en la historia del arte, en sus investigaciones identifica que éstas pintan y escriben e interpretan instrumentos pero sólo como formas de entretenimiento al interior del hogar o para ambientar las reuniones realizadas en sus hogares. Además encuentra el rol femenino como objeto para el dibujo y el retrato, pero raramente se presenta a la mujer como artista. Desde el pensamiento griego se asocian las artes y, en especial la música, como el lenguaje de los dioses, por ende impropio de las mujeres (Perrot, 2008). La historiadora gracias a sus pesquisas, sostiene que para el siglo XIX academias como La Julian en París, a pesar de permitir el ingreso de mujeres, sus enseñanzas y formas de evaluar el arte se consolidan bajo un orden machista y se pensaba que si alguna estudiante era destacada era por el hecho de “haber adquirido el nervio masculino”. Aprender arte sólo era la primera etapa, exponer en salones era aún más complicado debido a que todos los jurados eran hombres y esperaban de las artistas lo que consideraban el arte propio de la mujer, es decir, bodegones y paisajes.

El arte para ellas se presenta como un arte recreativo y, en cierta medida, incompleto; por ende, no podía ser una profesión u oficio, por la supuesta incapacidad que tenía el sexo femenino para crear. Sin embargo, la teoría feminista de los años setenta y el impacto que tuvo en la formación política de aquellas artistas que ingresaban a escuelas de arte, permite a las mujeres empoderarse y hacer una crítica feminista desde el arte. Una práctica artística que se encarga de cuestionar una supuesta dualidad de orden natural que entendía la naturaleza masculina y femenina como ejercicios separados con valores que se acomodan en una jerarquía de privilegios y de espacios exclusivos para su producción.

Figura 2. Arreglándome (Verónica Valencia, 2014).
Nota: La artista describe esta acción con las siguientes palabras: «Realizo mi rutina de hermosear mi rostro que es uno de los anhelos y costumbres normalizadas de la mujer, allí sucede una transformación de aumento de senos , algo que se crea al tiempo de maquillarse. Mi expresión es de inconsciencia hasta que explota el aumento y despierto en una realidad diferente…»

En la década del setenta, la apuesta del arte realizado por mujeres se convierte en una reivindicación de la experiencia, la memoria y la creatividad de la mujer artista (Escudero, 2003). A través del ejercicio creativo es posible buscar puntos de escape para el discurso androcéntrico que domina la historia y la crítica del arte. Así autoras como Miriam Shapiro, Judy Chicago y Cindy Shermann presentan el ingreso de nuevos soportes tecnológicos sobre lo que Escudero denomina las fronteras borrosas entre el cuerpo real y virtual de la mujer.

Pero lo anterior sólo fue posible en tanto, existen una serie de cambios sociogenéricos en los roles de la mujer, que tomaron fuerza después del ingreso de la mujer al ámbito laboral y la revolución sexual, proyectada por el feminismo. Así para la década de los ochenta en la sociedad occidental, se configura la idea de una mujer multirol, es decir, mujer ama de casa, trabajadora o empresaria sobresaliente que a pesar de haber conquistado sus derechos civiles, se ve inmersa entre dos espacios, el público y el privado, otorgando a las artistas críticas, innumerables propuestas estéticas y de intervención como la Tap und Taskino de Valie Export, donde invita a la gente a interactuar con el cuerpo de la mujer en la realidad y no a través de la imagen, siendo una critica fuerte a la objetivación del cuerpo femenino y al uso de éste como una imagen sexista. Otra artista que identifica y reflexiona sobre el concepto del multirol femenino y el supuesto destino de la mujer (la maternidad), es Renate Bertlmann, en su obra Zartliche Pantomime, donde hace una fuerte crítica al sueño del quehacer femenino predestinado a la maternidad, el matrimonio y las implicaciones que trae consigo el rito del casamiento en la mujer. En efecto su trabajo propone confrontar los estereotipos sociales a través de uso de instrumentos que representan la maternidad y la sexualidad, analizando los mecanismos patriarcales de represión hacia el ser femenino.

Figura 3. Estados de tránsito (Verónica Valencia, 2014).
Nota: La artista presenta su acción de la siguiente manera: «Actualmente el cuerpo se ha convertido en blanco de múltiples atenciones y es al mismo tiempo objetivo de grandes inversiones, convirtiéndolo en un símbolo de identificación con un canon de belleza que es demanda de los medios, salgo a caminar recorriendo las calles de la ciudad, con un volumen en mis senos desatinado, encontrándome con miradas y cortejos de las personas, y al tomar un descanso en un paradero, disminuye la atención al igual que e volumen de mis senos«.

Otros ejemplos de artistas como Lynn Hershman, Hanna Wilke, Francesca Woodman, dedican sus trabajos a mostrar el ejercicio normativo sobre el cuerpo y la mente femenina, es a través del performance y la fotografía que las artistas pueden realizar variedad de intervenciones, debido a que en la modernidad lo visual juega un papel fundamental en la interpretación del mundo. Mediante este tipo de prácticas es que se puede dar voz a esa otredad marginada, provocando la deconstrucción de los lenguajes de poder y desmantelando lo que Chow (1990) denomina los enunciados universalistas propios de un patriarcado occidental.

A modo de conclusión, fue posible identificar una relación directa entre arte y feminismo, como procesos que se retroalimentaron para construir todo un marco de reflexión y subversión frente a normas y estamentos culturales que menospreciaban la producción femenina como arte actual, diciente y potente. El feminismo y el arte se propusieron romper con un esquema de visibilidad de la mujer como objeto controlado por la mirada masculina, para dar paso a una posición de cambio en un mundo en el que la mujer ha comenzado a alzar la voz en la búsqueda de una autentica equidad de género.  

Referencias

Carosio, A. (2012). Feminismo y Cambio Social en América Latina y el Caribe. Buenos Aires: CLACSO.

Chow R. (1990). Autómatas posmodernos. En: Colaizzi, G. (Ed). Feminismo y Teoría del Discurso. Madrid: Ediciones Cátedra.

De Laurentis, T. (1989). La tecnología del género. Technologies of gender. Essays on theory, film and fiction, pp. 1-30, Londres.

Escudero, J. (2003). Estéticas feministas contemporáneas (o de como hacer cosas con el cuerpo). Anales de Historia del Arte (13). pp. 287-305).

Perrot, M. (2008). Mi historia de las mujeres. Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Thomas F. (2006). Conversaciones con Violeta. Historia de una revolución inacabada. Bogotá: Editora Aguilar. 

 

Cómo citar:

Melo, J-A. (2020). Feminismo: Una posible lectura del arte. Imágenes Verónica Valencia. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo 1(3). Disponible en: https://portalerror1913.com/2021/03/09/feminismo-una-lectura-del-arte/

Fecha de recibido: 3 de septiembre de 2020 | Fecha de publicación: 9 de marzo de 2021

Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.

ISSN: 2711-144

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