From the shore. Interview with Fredy Clavijo
Por: Andrea Ospina Santamaría
Estudiante Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio| Universidad Nacional de Colombia
andospinasan@gmail.com

Andrea: Últimamente has participado de diferentes procesos de residencia y exhibición de una alta relevancia en el contexto nacional e internacional como la beca para residir en Flora Ars Natura, siendo un artista destacado dentro del eje cafetero y, en general, en la producción de arte contemporáneo colombiano. Una primera pregunta, para esbozar un poco las intenciones de tus propuestas visuales ¿Cómo te sitúas frente a conceptos como medio ambiente, territorio y paisaje?
Fredy: Me gusta pensar que existe una correlación entre estos tres conceptos, a los cuales agregaría la noción de naturaleza como otro elemento que conforma mi práctica. Estos conceptos, generalmente, están presentes o se alternan en los proyectos que realizo. Parto de revisar el concepto del paisaje en un sentido amplio, lo pienso en primera instancia como una forma de la mirada, con la cual asignamos una serie de cualidades a lo observado, a la vez nos exige una conciencia del cómo y desde dónde nos posicionamos para observar. Esto se articula con un interés que tengo por entender cómo la relación entre cultura y naturaleza incide en las formas de elaborar universos simbólicos, iconográficos y míticos en cada sociedad; determinando la relación que establecen con su entorno natural. En consecuencia, mi trabajo se enfoca en revisar el paisaje de manera “geomórfica”, es decir, en el paisaje que surge de las alteraciones, trasformaciones y reconfiguraciones de los territorios en los cuales la actividad humana está presente. Estos cambios por lo general son acompañados por el arbitrario afán de progreso y desarrollo que genera una multitud de conflictos por la tenencia y explotación de los recursos que subyacen en un lugar determinado, actividades que impactan los diversos ecosistemas que subsisten en estas regiones.
Nuestras formas de habitar el planeta nos hacen responsables de la crisis medio ambiental por la cual atravesamos, esto nos exige ajustes dinámicos que demandan un pensamiento crítico que permite fomentar una sensibilidad que es necesaria para repensar y generar otros mundos posibles. Desde mi práctica me veo abocado a ficcionar y considerar lo posnatural como otras formas de vida que surgen como consecuencia del impacto generado por la actividad humana.
Andrea: He estado revisando tu trabajo (página web) y me he dado cuenta de ciertas temáticas que en un ir y venir han marcado tus proyectos. Una de ellas es el agua, con obras como La Cristalina, El cauce de las formas o Con vista al mar. ¿Cómo es la relación en tu proceso de creación y resultados con este elemento?
Fredy: Creo que este interés parte de varias preocupaciones que -como potencias- han movido una serie de sucesos, de eventos en apariencia irrelevantes, casi inconexos pero que hacen parte del sustrato más profundo de estas preguntas por el agua. Por lo general, no es el lugar desde donde enuncio mi práctica, pero considero que la entrevista puede ser el espacio para pensar más allá del territorio conceptual que define usualmente mi trabajo y proponer otra aproximación a este desde la memoria. Así que sigo la rama más antigua, el recuerdo que me conecta con mi abuela que desempeñó el oficio de lavandera a orillas del río Otún. Yo pasaba las horas sumergido en el flujo de su voz escuchando como el río se convertía en un gigantesco lavadero y donde con agua y jabón de tierra se podía ganar la vida. Eran historias simples, llenas de cotidianidad donde una camisa limpia podía ser un final feliz. Sus relatos estimularon mí imaginación en la infancia. Nunca me gustó pintar con acuarelas, ni aprendí a nadar, lo mío era hundirme hasta el fondo de la piscina, esta fue la más divertida experiencia pictórica, el estar dentro del color azul, rodeado de este croma sin importar que el cloro me irritara los ojos y los dedos se arrugaran como pasas.

Aún resuenan en mi cabeza unas palabras que dicen: al parecer algunos moribundos piden un vaso de agua para que les ayude a morir en paz. “Un vaso de agua no se le niega a nadie”, siempre me lo dijo mi madre. Así, entre sollozos y lamentos, se acompañaron los unos a los otros, con abrazos de condolencia durante el velorio de mí tía, los ciclos interminables de rosarios que escoltaron la vigilia me empujaron a vagar entre salas vacías impregnadas por un olor marchito, fue durante este darme a la nada que me tropecé con una imagen que se fijó en mi memoria de manera indeleble: me sorprendió lo extraviado que debía de estar un vaso de agua bajo un ataúd. Luego me enteré que esto hace parte de una tradición que llaman “agua de los muertos”, con esta práctica los familiares o amigos le brindan de manera simbólica un último sorbo de agua al que tal vez la reclamó antes de fallecer.

Ahora quisiera dar otro salto temporal (te darás cuenta que nunca voy en linea recta, que es más un caminar en círculos, errático, como hipervínculos que se abren ante una palabra clave). En la película Mad Max 3, más allá de la cúpula del trueno, el personaje principal Max interpretado por Mel Gibson, se rehúsa beber un sorbo del agua radiactiva y luego de perder en la ruleta del destino es desterrado hacia el desierto, atado sobre el lomo de un caballo, el cual se interna entre dunas por el desierto de Gulag siguiendo incesantemente una botella llena de agua que lleva sostenida ante sí por un palo, esta imagen siempre me ha cautivado. Cuando estuve por fin ante el mar, me atemorizó su magnitud, ver que el sol cuando busca reposo se deja caer lentamente del firmamento para sumergirse en su profundo lecho, mientras el cielo retorna al azul del origen donde se propagan millares de chispas que tejen el infinito, el mar me pareció primitivo, una fuerza indómita, entendí que era el líquido amniótico de la humanidad. En una entrevista el pintor Anselm Kiefer afirma en un sentido poético, casi místico que nuestra sangre y el mar están unidas desde el comienzo.

Saltando entre piedras sigo las montañas que se disuelven en pequeños charcos; tranquilo cruzo las alambradas que se extienden a lo largo de la rivera del río San Juan, el cual debe su nombre al mítico predicador que utilizaba el agua como símbolo del nacimiento a una nueva vida espiritual. He visitado este río una multitud de veces, tan cambiante como sus aguas, he llegado como peregrino, como niño, como artista, como un perdido, como un loco, como un viejo, como un sueño.
Andrea: Por otro lado, identifico unos materiales que son comunes en algunos de tus trabajos, especialmente, los desechos plásticos y diferentes recipientes utilizados para líquidos, los cuales se ven utilizados en algunos de tus últimos proyectos como Paisajes residuales y El lugar del Espejismo ¿Cuál es la razón para su uso y cómo se vinculan con el trasfondo de las propuestas?
Fredy: Para mí son muy importantes los objetos y materiales que han sido abandonados o tirados luego de cumplir su ciclo de uso. Veo en estos una escritura incidental que hacemos de manera involuntaria sobre la materia. La materia registra en su superficie las condiciones a las que fue sometida, signos de aquello que pierde un aparente valor, una vigencia, un brillo y que, sin embargo, se revela entre los restos como una posibilidad. Así los residuos se incorporan en mi práctica para cobrar otra dimensión, es el caso del proyecto De lo Árido desarrollado en el año 2018, esta propuesta inicia con establecer unos parámetros que me permitieron reflexionar y proponerme otras rutas de acción en mi proceso de creación. La primera de las condiciones fue hacer uso solamente de materiales que encontrara abandonados o tirados en el barrio de San Felipe. Posteriormente, implementé una política de residuo cero, esto quiere decir, que cualquier residuo que surgiera del proceso de trasformación de los materiales debía ingresar sin importar su dimensión o material de nuevo a un proceso de creación y hacer parte de alguna pieza del proyecto. Recorriendo el barrio recolecté varios bidones plásticos, los cuales sometí a varias operaciones, una de ellas consistía en calarlos, extrayendo parte del material plástico del que estaban conformados (esto los inhabilitaba funcionalmente, quedando inútiles como contenedores de líquidos, pero eran reconfigurados como contenedores de significados nuevos). Los patrones en la superficie sugieren un objeto industrial que, gracias a lo ficcional, muta en algo orgánico, como una nueva naturaleza. En mi trabajo el uso de recipientes plásticos es frecuente, en muchos casos están cortados o perforados, es la forma de nombrar desde la ausencia un líquido, tal vez un estado de sed constante, la carencia de un flujo ya sea de agua, aceite o gasolina desde lo inservible.

Luego establecí una conexión de los bidones plásticos con una cultura material de un contexto determinado. En el Departamento de la Guajira este objeto atraviesa dos extremos de la vida cotidiana de la región: por un lado, sirve para la recolección de agua potable, la cual escasea por ser un territorio desértico y, por otro lado, en el contrabando de gasolina que es muy importante para la economía de muchas familias que generan sus ingresos directa o indirectamente de esta actividad. Una multitud de inquietudes se dieron durante el desarrollo De lo árido, pero solo desde el trabajo de campo se podían reformular, de allí se desprende El lugar del espejismo. Entonces la intención fue indagar en el desierto como un escenario de lo ficcional partiendo de una serie de hechos reales, es por esto que realizo un viaje para recorrer el río Ranchería desde la represa el Cercado, hasta llegar a su desembocadura en el mar Caribe. Prestando especial atención en las transformaciones del paisaje natural a partir de la intervención humana con esta construcción. Durante este viaje, la particularidad de un territorio árido marcado por la presencia de la arena me hizo establecer una conexión con un objeto presente desde mi infancia en el taller de mí padre, que son las zarandas para separar residuos de la arena en su taller de fundición. Esta serendipia me acercó de nuevo a sistemas extractivos donde se seleccionan unos materiales y se descartan otros.

Andrea: Para Error 19-13 es bastante importante pensar el proceso del artista y las diferentes etapas de su profesión, no solo los procesos técnicos sino la evolución de la obra en cuanto a sus relaciones, tramas y preguntas. ¿Cuáles consideras que son los cambios más significativos de tu trabajo en los últimos años? ¿Qué otros aspectos además de los ya mencionados destacas de tu trabajo actual?
Fredy: Como te decía mi camino nunca es una línea recta, es mucho más azaroso, responde más a las dudas que a las certezas. Cada vez confío más en la intuición como una potencia desde donde lo sensible puede construir otras dimensiones de lo real, como una suerte de poéticas que abren posibles, revelando en lo próximo una multitud de conexiones insospechadas que renuevan la mirada que tenemos del mundo circundante. De esta manera realicé el proyecto Paisajes residuales en la isla de Cuba el año pasado. Sucedieron una serie de eventos que me permitieron presenciar varios ritos de santería. Sobre estos ya había leído varios textos y visto alguno que otro documental, los cuales me llevaron a reflexionar sobre estas prácticas tradicionales. Creo que esto no pasó de ser un simple ejercicio intelectual, hasta que pude ser atravesado por la experiencia en el contexto, ver como pervive y con tanta potencia esta relación tan antigua con el mundo de lo trasendente que habita lo invisible y donde se sellan pactos con el sacrificio de un animal. Esto realmente me impactó y me llevó hacer otras conexiones que eran evidentes pero que yo no había sospechado desde la distancia.
La relación entre paisaje y rito no la había considerado conscientemente hasta ese momento, además se hicieron visibles algunos de los vínculos que se dan entre el cuerpo y la ceremonia, la ofrenda y el sacrificio, el objeto mágico y los fetiches, sin mencionar los que se escapan a mi comprensión. Esto se une a mi paulatina necesidad de incorporar en mi trabajo lo ficcional, para repensar la sala de exhibición como el lugar del relato, que toma de lo escenográfico la puesta en escena de una escritura en el espacio que especule sobre otros posibles paisajes desprovistos de horizonte y poblados de otras naturalezas surgidas de los cruces entre lo orgánico y lo sintético.
Andrea: Ya sea desde la obra o desde la vinculación con artistas u otro tipo de iniciativas ¿En qué procesos te encuentras actualmente?
Fredy: Creo que todos desde nuestras prácticas debemos hacer frente de manera simultánea a varios procesos; en mi caso estoy por un lado investigando sobre lo posnatural esperando que esto repercuta en el desarrollo de una obra, para esto continúo experimentando, realizando una serie de oposiciones tanto de conceptos como de materiales: sintético-orgánico, ciencia-naturaleza, digital-real, cuerpo-paisaje. Espero que de estos cruces surjan objetos y que sus componentes sean remotamente identificables generando una nueva presencia. Por otro lado, estoy tratando de activar varios proyectos ya realizados efectuando alguna exposición en otros lugares donde no se han presentado, además de aplicar a diversas convocatorias que se van abriendo a lo largo del año.
Andrea: Por último, me gustaría que nos contaras tu opinión sobre la producción artística del eje cafetero y las posibilidades que vez en las voces regionales dentro de las artes visuales contemporáneas. Para todos es conocido que el sistema del arte suele tener procesos de centralización en las grandes ciudades, dejando las prácticas artísticas producidas en escenas locales y sus interacciones en un segundo nivel.
Fredy: Para mí dentro de lo que denominamos arte contemporáneo caben una multitud de prácticas que responden de manera eficiente a las particularidades y dificultades que comprende el vivir y producir en una ciudad intermedia. Sin embargo, creo que esto implica que los artistas generen estrategias de movilidad para ellos y sus obras, que les permitan circular y ampliar su campo de acción. Frecuentemente muchos procesos artísticos se quedan limitados en lo local, tampoco es obligación repercutir fuera de este circuito, ni es garante de ser mejor o peor como dispositivo estético. Pero las condiciones de las ciudades pequeñas en su mayoría carecen de circuitos de repercusión nacional y mucho menos internacional que permitan el diálogo entre los artistas e instituciones, investigadores, curadores, coleccionistas entre otros agentes que puedan posibilitar la circulación de los procesos a otros escenarios. Creo que desde la región hay varios artistas que han decidido adoptar otras formas de producción y de circulación de su trabajo, han encontrado otros mecanismos de movilizar sus procesos valiéndose de lo digital y la web para transitar por el circuito de diferentes lugares del mundo. Estos modos de creación pueden hacer de esta condición una potencia que permite poner en diálogo las formas de producción de dispositivos estéticos y bienes de interés cultural con relación a los centros.
Como citar:
Ospina, A. (2020). Desde la orilla. Entrevista a Fredy Clavijo. Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo. 1 (2). Disponible en: https://portalerror1913.com/2020/03/11/desde-la-orilla/
Fecha de recibido: 17 de Febrero de 2020 | Fecha de publicación: 11 de Marzo de 2020
Portal Error 19-13. Revista de arte contemporáneo.
ISSN: 2711-144X